El 7 de junio de 1980 fue el día en que nació nuestro hijo Matt.

Presencié todo el parto. Matthew Daniel Stine salió del vientre de su madre con un aspecto bastante parecido al de Yoda, un personaje de La guerra de las galaxias. (Ahora es muchísimo más guapo).

En estos momentos, lo único que le interesa a Matthew es estar con los amigos y tocar la guitarra. Sin embargo, cuando él era pequeño, éramos colegas: nos gustaba explorar juntos Nueva York; íbamos a ver viejas películas de el Gordo y el Flaco y nos desternillábamos de risa; nos encantaba pasear por el Museo de Historia Natural e ir a ver la enorme ballena; y jugar a pelota en el parque. En fin, lo pasábamos muy bien: hacíamos cosas típicas de padres e hijos.

A Matt siempre le preguntan qué se siente al tener un padre famoso, aunque lo cierto es que él no parece muy impresionado por el asunto. De hecho, durante un tiempo más bien le daba vergüenza que su padre llamara tanto la atención.

Cuando Matt tenía unos ocho años fui un día a su clase a dar una charla sobre el oficio de escribir y contestar las preguntas de los niños. Matt optó por esconderse en un rincón contra la pared ¡y fingió no conocerme! Claro que, evidentemente, a nadie le gusta que su padre aparezca por el colegio, sea cual sea el motivo.

Pero hay algunos aspectos de mi trabajo que sí que le gustan. Le encanta acompañarme a firmar autógrafos ¡sobre todo cuando la gente le pide a él uno! Este año se ha divertido mucho posando para una portada de La Calle del Terror. Sí, en efecto, el chico de la portada de The Perfect Date (Cita perfecta) es Matt.

Los dos lo pasamos muy bien juntos. Sólo tengo una queja de él y es que ¡nunca ha leído uno solo de mis libros! Ni uno siquiera. ¿No os parece increíble?

Y es que, como ya os he dicho antes, a Matt no le impresiona mucho tener el padre que tiene. Cuando tenía doce años el tío Rich le preguntó:

—¿Qué quieres ser de mayor?

—No quiero ir a trabajar. Quiero pasarme todo el día en casa, como papá —contestó Matt.

Lo cierto es que unos años después de que Matt viniera al mundo comencé a quedarme en casa. La revista Bananas había quebrado y yo comencé a trabajar en casa escribiendo libros infantiles.

A todo esto, Jane y su amiga Joan Waricha estaban creando su propia editorial, la Parachute Press Inc. Todas las mañanas Jane partía a la oficina y yo me quedaba en el piso, era un amo de casa feliz. Aunque no tuve mucho tiempo para dedicarme a las tareas del hogar.

Antes de que me diera cuenta estaba escribiendo mil y un encargos a la vez. ¡Y de todos los estilos!

A continuación os detallo varias de las cosas que tuve que escribir en esa etapa de mi vida:

• Ochenta cromos cómicos que formaban parte de una colección llamada Héroes Zero y que venían con unos chicles.

• Dos revistas de informática para niños, ¡aunque yo todavía no tenía ordenador!

• Libros de Indiana Jones y James Bond en los que tú eliges tu propia aventura, y con veinticinco finales diferentes cada uno.

• Novelas de aventuras de G. I. Joe, a pesar de ser incapaz de distinguir entre un rifle y un palo de golf.

• Libros para colorear de Mighty Mouse y Bullwinkle. ¡Ya sé lo que estáis pensando! Pero es que alguien tiene que escribir el texto de debajo del dibujo, ¿no? Me pagaban quinientos dólares por cada libro y escribía dos al día. ¡No está nada mal!

• Muchos, muchos libros de chistes.

• ¿Lo peor de todo? Una colección de libros sobre un grupo de pelotas de goma con cara.

Al final me pasé al ordenador para poder manejar mejor tantos encargos. Me encantaba escribir todas aquellas historias, terminar un libro tras otro, sin parar.

Hasta que un día recibí una llamada telefónica que me sacó de casa y me llevó directo a la televisión.