50 La paradoja de Fermi

Mientras charlaba con sus colegas a la hora del almuerzo en 1950, Fermi, al parecer, se preguntó: «¿Dónde están?». Nuestra galaxia contiene miles de millones de estrellas y hay miles de millones de galaxias en el universo, así que hay billones de estrellas. Si sólo una pequeña fracción de ellas tuviera plantas, eso suponía un gran número de ellos. Si una parte de esos planetas albergaba vida, debería haber millones de civilizaciones ahí afuera. Así que, ¿por qué no las hemos visto? ¿Por qué no se han puesto en contacto con nosotros?

Ecuación de Drake En 1961, Frank Drake trasladó a una ecuación la probabilidad de que una civilización alienígena con la que pudiéramos contactar viva en otro planeta de la Vía Láctea. Se conoce como la ecuación de Drake. Nos dice que existe la posibilidad de que coexistamos con otras civilizaciones, pero la probabilidad es bastante incierta. Carl Sagan sugirió una vez que hasta un millón de civilizaciones alienígenas podrían vivir en la Vía Láctea, pero más adelante rechazó su propia afirmación, y desde entonces otros científicos han considerado que esa cifra se reducía a una civilización, concretamente, la humana.

Más de medio siglo después de que Fermi planteara su pregunta, todavía no hemos oído nada. A pesar de nuestros sistemas de comunicación, nadie ha llamado. Cuanto más exploramos nuestro vecindario local, más solitario parece. Ni en la Luna, ni en Marte, ni en asteroides ni en los planetas del sistema solar exterior se ha encontrado rastro alguno de signos concretos de vida, ni siquiera de la bacteria más simple. Tampoco hay signos de interferencia en la luz de las estrellas que pudieran indicar máquinas gigantes orbitando a su alrededor y cosechando energía de ellas. Y no es porque no haya mirado nadie. Dado lo que está en juego, se presta mucha atención a la búsqueda de inteligencia extraterrestre.

Búsqueda de vida ¿Cómo saldríamos a buscar signos de vida? La primera manera es buscar microbios en nuestro sistema solar. Los científicos han escudriñado las rocas de la Luna, pero son basalto inanimado. Se ha sugerido que los meteoritos de Marte podrían contener vestigios de bacterias, pero todavía no se ha probado que las burbujas ovoides de esas rocas hayan albergado vida alienígena o no se hubieran contaminado después de haber caído a la Tierra, o bien que se hayan producido por procesos naturales. Las cámaras de naves y sondas han recorrido las superficies de Marte, de asteroides y ahora incluso de una luna del sistema solar exterior (Titán, que orbita Saturno). Pero la superficie de Marte está seca, y la de Titán está empapada de metano líquido y, por ahora, desprovista de vida. Europa, una luna de Júpiter, puede albergar mares de agua líquida debajo de su superficie congelada. Por tanto, el agua líquida tal vez no sea un artículo extraño en el sistema solar exterior, lo que aviva las esperanzas de que pueda encontrarse vida algún día.

«Una inteligencia exterior que explorara el sistema solar con verdadera imparcialidad es probable que describiera el Sol en sus registros así: estrella X, clase espectral G0, 4 planetas más escombros.»

Isaac Asimov, 1963

Sin embargo, los microbios no van a venir a llamar a nuestra puerta. ¿Y qué hay de los animales o plantas más sofisticados? Ahora que se están detectando planetas alrededor de estrellas lejanas, los astrónomos planean diseccionar la luz que proviene de ellos en busca de la química que podría permitir o indicar vida. Podrían encontrarse indicadores espectrales del ozono o de la clorofila, pero antes hay que hacer observaciones muy precisas, como las que permitirá la siguiente generación de misiones de la NASA, como la del Terrestrial Planet Finder (o Buscador de Planetas Terrestres). Estas misiones podrían descubrir a una hermana de la Tierra algún día, pero, y si lo hicieran, ¿ese mundo estaría poblado por humanos, peces o dinosaurios? ¿O bien contendría continentes y mares vacíos y sin vida?

Contacto La vida de otros planetas, incluso parecidos a la Tierra, podría haber evolucionado de forma diferente a la de la Tierra. No podemos estar seguros de que los alienígenas pudieran comunicarse con nosotros. Desde que empezaron las emisiones de radio y televisión, sus señales han estado extendiéndose más allá de la Tierra, viajando por el espacio a la velocidad de la luz. Así, un aficionado a nuestra televisión de Alfa Centauri (a cuatro años luz de distancia) vería los canales de la Tierra de hace cuatro años, disfrutando quizás de repeticiones de la película Contact. Las películas en blanco y negro estarían llegando a la estrella Arcturus, y Charlie Chaplin podría ser la estrella de Aldebarán.

La Tierra está lanzando muchas señales, siempre y cuando se tenga una antena para captarlas. ¿No harían lo mismo otras civilizaciones avanzadas? Los radioastrónomos baten las estrellas lejanas en busca de signos de señales no naturales. El espectro de radio es tan amplio, que se están centrando en frecuencias cerca de las transiciones naturales de energía, como las del hidrógeno, que debería ser igual en todo el universo. Buscan transmisiones que sean regulares o estructuradas, pero que no estén causadas por ninguno de los objetos astronómicos conocidos.

Ecuación de Drake

N = N* × fp × ne × fl × fi × fc × fL

donde:

N es el número de civilizaciones de la galaxia de la Vía Láctea cuyas emisiones electromagnéticas son detectables.

N* es el número de estrellas que hay en la galaxia.

fp es la fracción de esas estrellas con sistemas planetarios.

ne es el número de planetas, por sistema solar, con un entorno adecuado para la vida.

fl es la fracción de planetas adecuados en los que la vida realmente aparece.

fi es la fracción de planetas que albergan vida en los que la vida inteligente emerge.

fc es la fracción de civilizaciones que desarrollan una tecnología que libera signos detectables de su existencia en el espacio.

fL es la fracción del tiempo de vida planetario a lo largo del cual las civilizaciones anteriores liberan señales detectables al espacio (en el caso de la Tierra, esta fracción es muy pequeña).

«Nuestro Sol es una de las cien mil millones de estrellas de nuestra galaxia. Nuestra galaxia es una de los miles de millones de galaxias que pueblan el universo. Sería el colmo de la arrogancia pensar que somos los únicos seres vivos en semejante inmensidad.»

Werner von Braun

En 1967, la estudiante de doctorado Jocelyn Bell se llevó un susto en Cambridge cuando descubrió pulsos regulares de radioondas provenientes de una estrella. Hubo quien realmente pensó que era un código Morse alienígena, pero en realidad era un nuevo tipo de estrella de neutrones rotatoria, que ahora llamamos púlsar. Como el proceso de registrar miles de estrellas puede llevar bastante tiempo, en Estados Unidos se ha iniciado un programa especial llamado SETI, el acrónimo de Search for Extra-Terrestrial Intelligence (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre).

A pesar de analizar años de datos, el programa todavía no ha captado ninguna señal extraña. Otros radiotelescopios buscan de vez en cuando, pero tampoco han descubierto nada que no tenga un origen terrestre.

Hemos salido a comer Teniendo en cuenta que podemos pensar en muchos modos de comunicar y detectar signos de vida, ¿por qué no podría cualquier otra civilización devolver nuestras llamadas o enviarnos las suyas? ¿Por qué la paradoja de Fermi sigue siendo cierta? Se proponen muchas ideas. Quizás la vida existe sólo durante un periodo breve de tiempo en un estado avanzado en el que la comunicación sea posible. ¿Por qué podría ser así? Quizás la vida inteligente siempre se borra rápidamente del mapa. Quizás es autodestructiva y no sobrevive mucho tiempo, de manera que las posibilidades de poder comunicarse y de tener a alguien cerca con quien hacerlo son, en realidad, muy bajas. También hay opciones más paranoicas. Quizás los alienígenas no quieren contactar con nosotros y sufrimos un aislamiento deliberado. O quizás, están demasiado ocupados y todavía no se han puesto a ello.

Cronología:

1950: Fermi se pregunta por la ausencia de contacto alienígena

1961: Drake plantea su ecuación

1996: Meteoritos de la Antártida apuntan a una forma de vida primitiva en Marte

La idea en síntesis: ¿hay alguien ahí afuera?