Ceno en el Ritz con el señor Ventosa, en el comedor general. En el salón hay poca gente. En la mesa de al lado se encuentra el coronel Benn, un americano simpático que ha puesto en marcha la Compañía Telefónica.
—El cambio de régimen —oigo cómo le dice el señor Ventosa— va a dar mucho trabajo a la Compañía.
Mister Benn se echa a reír. Come espárragos. Tiene uno en la mano. Su risa da tantas sacudidas que el espárrago le tiembla en la mano. Mientras, los gritos del desbordamiento popular llegan al comedor, algo apagados.
Durante la cena, hablamos de Begur, de Aiguablava, del vedado de Aiguaxellida y Les Falugues, y dedicamos un recuerdo a nuestro amigo Florià Pi de Sa Riera, tan simpático e inteligente. Aprovecho un momento de propensión al lirismo casero para realizar una descripción enfática y exuberante del estofado de conejo de monte. Estas comidas horripilantes de gran hotel me excitan la imaginación culinaria.
En esto, anuncian a un aristócrata de Barcelona que quiere ver con urgencia al señor Ventosa. Se le recibe con el gesto torcido.
—Vengo a pedirle un favor… —dice el aristócrata con gran volubilidad y un catalán castellanizado de difícil comprensión—. He hecho una apuesta con unos amigos del hotel. Ellos dicen que el Rey ha salido por Cartagena. Yo digo que saldrá por Portugal…
—¡Y yo qué quiere que le diga, Virgen Santa! —responde Ventosa haciendo grandes esfuerzos por contenerse—. ¿Qué quiere que sepa, pobre de mí?
El otro insiste. Ventosa lo mira y le hace un gesto con la mano para que pare.
—¿Quiere hacerme el favor —le dice marcando las palabras— de no molestarme más y de dejarme cenar tranquilo?
El aristócrata huye conturbado y derriba una silla de dos o tres mesas más allá.
A la hora de los postres anuncian a don Luis de Zulueta. Cuando están cara a cara, se abrazan. En el momento de alargar los brazos, Zulueta le dice:
—Por encima de todo, la amistad…
Cuando Zulueta se retira, Ventosa me dice:
—Es agradable haber compartido los estudios con este hombre. Hace muchos años que nos conocemos. Hemos mantenido siempre una gran amistad… desde que estudiamos en los jesuitas de Barcelona. ¡Hace tanto tiempo!
Fuera, se oyen los gritos del desbordamiento popular.