5 DE JULIO. RESERVAS DE INSENSIBILIDAD

Desde los primeros días de su existencia, el régimen ha declarado la hermandad en la Península y la gente se devora entre sí alegremente, de manera delirante. Esto permite observar la enorme relatividad de la sensibilidad pública.

Al principio, la noticia de una huelga hacía que nuestra mirada se sintiera atraída por el periódico. Semanas más tarde, si no se trataba cuando menos de un atraco, nadie hacía caso. Luego, nadie se hubiera conformado con menos de un tiroteo, con sus heridos correspondientes. Más tarde, de no haber algún muerto, el periódico perdía todo interés. Ahora, sin un par o tres de cadáveres, parece que no pase absolutamente nada.

—Tres muertos… —dice la gente—. Pse… Aún… podríamos estar mucho peor…

En pleno Terror, en París, la gente iba a ver funcionar la guillotina como quien va a un espectáculo. Oía el golpe seco de la cuchilla como quien oye llover. Y esto ha sido siempre así, y no lo vamos a cambiar. La reserva de insensibilidad del hombre es inagotable, y es lo que le permite ir «progresando»[8]. Cierto que todo esto es viejo, pero nunca como en estos días habíamos estado tan cerca de este mecanismo apasionante.