5 DE JUNIO. NOVEDADES SOBRE EL SISTEMA EDUCATIVO

Me encuentro a mi buen amigo O…, un viejo aventurero levantino que navega entre Buenos Aires y París y cuyo centro relativamente fijo está en Madrid. Lo hallo melancólico, con una cara larga y triste. Con el cambio de régimen, sus negocios flaquean. Le pregunto por sus hijos.

Cuando la política de un país se agita, suele aparecer sobre la tierra, de un modo visible, una cantidad de aventureros superior a la de una época normal. Y considerando que, como parece probado, en este oficio la información es importante, esta clase de personas suele acercarse a los periodistas pensando que algo saben. En general, no saben nada, porque todo en la vida es legendario, oscuro e inaprensible. Saben más de política las personas leídas que sienten curiosidad por lo que pasa —y dotadas de intuición, claro.

—He cambiado su educación —me dice mi amigo con vivacidad—. Vivimos una época, estamos en un país, las cosas tienen tal tendencia a endurecerse, que hay que estar preparado para todo lo que pueda venir.

—¿Consideraría una indiscreción —añado yo— si le pregunto cuáles son los principios en los que basa su nuevo sistema educativo?

—En absoluto, seguro que me comprende —me responde—. Primero, les hago aprender idiomas, porque creo que conviene que mis hijos sepan pedir dinero a la mayor cantidad posible de seres humanos, y dando las máximas facilidades a estos seres.

—Me parece bien orientado.

—Mi segundo principio consiste en hacer que aprendan a tocar un instrumento portátil, ocarina, flauta, violín, clarinete o armónica, porque nunca se sabe qué necesidades inmediatas pueden sobrevenirle a uno…

—El principio me parece excelente…

—Finalmente, mi sistema comporta unos ejercicios prácticos. De vez en cuando, reúno a mis cinco hijos en casa y tiro un duro al aire. Si el duro llega al suelo sin que ninguno de ellos lo haya cogido al vuelo, los pongo a pan y agua y no los dejo salir.

—¿Me permite una pregunta?

—Las que desee.

—¿Ha tenido que castigarlos muy a menudo?

—¡Jamás, por el momento! Cogen la moneda con una agilidad pasmosa.

—Sus hijos saldrán adelante.

—Eso espero. Mi sistema educativo es excelente para los tiempos que corren. Forma a la juventud…

Nos despedimos —por mi parte, encantado.