En los cafés se oyen muchas reticencias. Madrid es una ciudad reticente. Ahora, tal vez más que nunca.
—El político que para gobernar debe cambiar de sastre tiene que ser por fuerza un político catastrófico… —dice Francisco de Cossío en la tertulia del Lyon d’Or, en la calle de Alcalá. Cossío quizá se equivoque. Toda revolución comporta un cambio de personal y, por lo tanto, tiene propensión a cambiar de sastre.
—¡Cierto! —responde un señor de Sevilla, que a veces es algo remilgado, dirigiéndose a Cossío—. Cierto, pero aún habría que hacer alguna reforma. El día en que don Niceto se convenciera de que no pueden llevarse zapatos de charol y calcetines claros con extraños dibujos, el país no perdería nada… Don Niceto será presidente de la República… Estas fantasías no pegan mucho con un presidente.