3 DE JUNIO. CATALANES EN MADRID.
LAS PALPITACIONES DEL TIEMPO

Un amigo mío encuentra a Rosita, entretenida catalana, hija de una célebre carnicera de la Boquería, más o menos ligada en estos momentos con un riquísimo fabricante de Tarrasa.

—¿Usted por aquí, Rosita? ¿Qué tal? La veo un poco triste…

—Sí, estoy triste…

—Comprendo. Han venido a ver el museo y se ha aburrido con la pintura…

—No. Nada de museos. ¡No me venga ahora con museos!

—¿Qué le ocurre? Diga…

—Se lo voy a explicar y no me va a creer…

—Diga, diga…

—¿Me va a creer si le digo que… [aquí el nombre del fabricante] me obliga, desde que salimos de Barcelona, a hablar castellano?

—¡No me diga!

—Lo que oye. ¡Todo el santo día! ¡Me obliga a hablar castellano todo el santo día! No puede figurarse el tormento que esto supone para mí. ¡Si mamá volviera del otro mundo!

Todo esto, en el más puro estilo del Teatro Catalán Romea.

—Pero ¿en la intimidad también le habla castellano?

—También. Figúrese que sólo me permite desahogarme cuando… [aquí el nombre del fabricante] está en el punto culminante del acto. Entonces incluso me pide que le hable en catalán…

—Pero esto es muy poco…

—Nada. Una niñería…

Y Rosita añade con total desolación:

—¡Él, que siempre me dice que es tan catalanista! ¡Si mamá volviera del otro mundo! ¡Válgame Dios!

Al cabo de poco, mi amigo encuentra al fabricante de Tarrasa amigo de Rosita:

—¡La República ya me gusta, no crea! —dice el fabricante con aire de comadreja—. Es el régimen de la libertad, y esto siempre está bien. Pero no sé, qué quiere que le diga, desde que se implantó encuentro que tengo los c… algo tristes…

Mi amigo piensa en la creciente limitación de los desahogos catalanes que esto puede representar para Rosita. ¡Pobre Rosita! A las señoras siempre les ha convenido más bien el conservadurismo —la inmovilidad y la continuidad, para entendernos.