En la redacción de El Sol, Larra, 8, encuentro a don Miguel de Unamuno, colorado, congestionado. Me cuenta que en la plataforma de un tranvía le han robado 300 pesetas que llevaba en el chaleco complicado y puritano. Lo consuelo haciéndole ver que esto le puede pasar a cualquiera, en cualquier época, en cualquier régimen, en el sitio y en las circunstancias más normales. Me interrumpe con aire de desolación y de rabia, y me dice:
—No, no, querido Pla… Esto de la República va mal, muy mal…