Estamos entre bragas y tomates

tomando un sol que no da en nuestras vidas,

estamos entre trapos y recibos,

mojándonos los pies en un barreño.

Estamos entre cosas de un vecino

que se murió, María, y nos vendió esta casa

(o quizá fue al revés: casi seguro,

nos vendería esta casa siendo aún vivo).

Estamos entre gatos y desastres,

odiándonos tan sólo los domingos,

y subimos al cielo algunas tardes

—escalera de mano del garaje—,

a coger frutos verdes de tu huerto

y algún pájaro tonto como un ángel.