Dos ciudades han surgido de dos amores; del amor a sí mismo hasta el desprecio de Dios, la ciudad terrestre; del amor a Dios hasta el desprecio de sí mismo, la ciudad celestial.
SAN AGUSTÍN
(De Civitate Dei. Lib. XI, cap. 28).
Carísimos, amémonos los unos a los otros; porque el amor proviene de Dios. Aquel que ama, es hijo de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios porque Dios es amor.
SAN JUAN
(Ep. I, cap. IV, 7-8).