Esta es una obra de ficción. English Creek, el Bosque Nacional Two Medicine y el pueblo de Gros Ventre únicamente existen en estas páginas. Parte de la geografía de estos lugares ficticios es real: la zona de Dupuyer Creek y el frente de las montañas Rocosas, al oeste de la ciudad de Dupuyer, en el estado de Montana. Mucho me temo, no obstante, que cualquiera que intente separar lo real de lo imaginario en este libro se prestará a la confusión. En general, he mantenido los nombres de lugares cercanos, como Valier, Conrad, Choteau, Heart Butte y otros, pero me he tomado la libertad de cambiar o inventarme todos aquellos lugares incluidos los que he dado en llamar «las tierras del Two Medicine». Así, el pueblo de Gros Ventre —emplazado en lo que hoy sería la ciudad de Dupuyer— comparte con esta última únicamente su origen como punto de descanso para los carromatos de carga, a lo que se une el cariño que siento por ese lugar.
Dos de las personas a las que aludo en el libro son personajes reales: el forestal regional Evan W. Kelley y el pionero Ben English. He tratado de ofrecer una semblanza de ambos esbozada a partir de las crónicas de la época o de documentos históricos. Allí donde sus vidas coinciden con la de alguno de mis personajes, simplemente he intentado hacer aquello que en mi opinión es el trabajo de un escritor de ficción: inventarme las cosas de manera tan realista como me ha sido posible. Quiero dar especialmente las gracias a Mary English Lindsey por compartir conmigo sus recuerdos de su padre y a Jack Hayne por ofrecerme sus amplios conocimientos sobre los pioneros de la zona de Dupuyer.
No podría haber creado mi versión de las tierras del Two en el periodo en el que tiene lugar la novela sin recurrir a las hemerotecas y otros materiales históricos disponibles en varias bibliotecas públicas del norte de Montana. Estoy en deuda con la Biblioteca Pública de Choteau y con sus bibliotecarias, Maureen Strazdas y Marian Nett; con la Biblioteca Pública de Conrad y sus bibliotecarios Corleen Norman y Steve Gratzer; con la Biblioteca Pública de Great Falls y sus bibliotecarios, la hermana Marita Bartholome, Howard Morris y Susan Storey, así como con el director de la biblioteca, Richard Gerken; con la Biblioteca Pública de Havre y su bibliotecario Bill Lisonby; con la Biblioteca de Hill County y Dorothy Armstrong; con la Biblioteca Pública de Valier y su bibliotecaria Sue Walley. Mi agradecimiento también para Harriet Hayne de Dupuyer, por haber compartido conmigo las entrevistas grabadas con motivo del extraordinario volumen conmemorativo del centenario de la localidad, By Gone Days and Modern Ways.
La Forest History Society, Sociedad Histórica Forestal, me ofreció numerosos detalles inaccesibles por cualquier otra vía sobre las vidas de los guardas forestales del Servicio Forestal de Estados Unidos y sus familias. Muchas gracias a mis amigos por atender tan cordialmente mis peticiones, ya fuera en sus instalaciones o desde mi casa en Seattle, gracias a Kathy y Ron Fahl, Mary Beth Johnson y Pete Steen.
Buena parte del trasfondo de este libro durante la década de 1930 se deriva de los tres principales depositarios de historia de Montana. Le estoy muy agradecido al personal de todos ellos. La Biblioteca Renne de la Universidad Estatal de Montana en Bozeman; los bibliotecarios Minnie Paugh e Ilah Shriver del departamento de Colecciones Especiales y la archivera Jean Schmidt. La Biblioteca Mansfield de la Universidad de Montana en Missoula; la bibliotecaria Kathy Schaefer de Colecciones Especiales y el archivero, Dale Johnson. La Sociedad Histórica de Montana en Helena; Bob Clark, Patricia Blick, Ellen Arguimbau, con especial mención al bibliotecario Dave Walter, que resuelta e impávidamente resolvió todas las consultas que le planteé a lo largo de los años dedicados a trabajar en este libro.
Por su generosidad y el ánimo que me brindaron y por acudir al rescate siempre que me perdía en sus respectivos campos de referencia, quiero dar las gracias a un numeroso grupo de especialistas en historia de Montana, en especial a Stan Davison, Bill Farr, Harry Fritz, Duane Hampton, Mike Malone, Rex Myers y Rich Roeder. No conozco ningún otro estado con una herencia publicada de la calidad y cantidad de la revista Montana: The Magazine of Western History; doy las gracias al editor de la misma, Bill Lang, por sus conocimientos así como por su amistad.
La Biblioteca de la Universidad de Washington, mi campamento base para este y mis otros libros, fue un valiosísimo recurso. Doy gracias a Carla Rickerson, Andy Johnson, Dennis Andersen, Susan Cunningham y Marjorie Colé de la Northwest Collection; a Glenda Pearson de la Hemeroteca y Centro de Reprografía, así como a Barbara Gordon de la biblioteca de Recursos Forestales.
Estoy en deuda con Maggie Nybo, de la sede central del Bosque Nacional Lewis y Clark de Great Falls, así como con Raymond Karr y Jud Moore, de la oficina de información de la sede central de la Región Uno en Missoula por sus explicaciones relativas al fondo histórico del Servicio Forestal de Estados Unidos. Debo dar especialmente las gracias a Charles E. «Mike» Hardy de Missoula, tanto por prestarme su colección personal de diarios en la lucha contraincendios como libros de cocina, etcétera, así como por su labor de catalogación de los papeles de Harry T. Gisborne, que durante mucho tiempo desempeñó labores de investigador sobre incendios forestales en el Servicio Forestal de Estados Unidos, en los archivos de la Universidad de Montana. Quiero resaltar que, si bien me he inspirado en las descripciones de los incendios de Gisborne, así como en Elers Koch y otros forestales de Montana de su generación, el incendio de Flume Gulch es una invención.
De especial ayuda me ha servido escuchar a dos empleados de carrera del Servicio Forestal y sus recuerdos de «los viejos tiempos»: el difunto Nevan McCullough de Enumclaw, en el estado de Washington, y Dahl Kirkpatrick, de Albuquerque, Nuevo México. Gracias a Mike McCullough por haber organizado la entrevista conjunta.
Muchos de los detalles del rodeo del Cuatro de Julio de Gros Ventre aparecen gracias a la diligencia de Kristine Fredriksson, registradora de colecciones e investigadora en el ProRodeo Hall of Champions y Museo del Cowboy Americano, en Colorado Springs.
Vernon Carstensen, como siempre un pozo sin fondo de ideas, llamó mi atención sobre los orígenes de la célebre tormenta de arena de mayo de 1934, que se remontan a Montana y de la que yo me he apropiado para mis tierras del Two Medicine, como trasfondo adecuado para explicar la Depresión y el Oeste.
Muchas gracias a mi primer y mejor amigo en Dupuyer, Tom Chadwick: su destreza al volante nos llevó a Carol y a mí por buena parte de los paisajes de este libro.
Mi esposa Carol ha sido la primera lectora de todos mis libros. Esta vez, cámara siempre a mano, se convirtió además en geógrafa de las tierras del Two y en arquitecta del pueblo de Gros Ventre. No puedo expresar con palabras lo mucho que le debo en todos mis libros.
A mi agente Liz Darhansoff y a mi editor, Tom Stewart: gracias por haber hecho posible Verano en English Creek.
Uno de mis primeros recuerdos pocos meses antes de mi sexto cumpleaños es haber oído a mis padres y a sus vecinos comentar la noticia del fallecimiento del presidente Franklin Delano Roosevelt, acaecido en abril de 1945, Que oyeron por la radio. Hace ya casi cuarenta años que llevo escuchando el habla de las gentes de Montana, pero nunca con tanto provecho como durante la escritura de Verano en English Creek. Ya fuera mediante entrevistas, por carta o por teléfono, incluso en algunos casos mediante conversaciones con conocidos a lo largo de los años, las siguientes personas oriundas de Montana han contribuido de una forma u otra a este libro. Mi sincero agradecimiento va dirigido a todas ellas. En Bozeman: Jack y Eleanor Mast. En Butte: Lucy Old. En Byunum: Ira Perkins. En Choteau: A. B. Guthrie Jr. En Conrad: Albert Warner. En Corvallis: Helen Eden. En Deer Lodge: Frank A. Shaw. En Dupuyer: Lil y Tom Howe. En Flaxville: Eugene Hatfield. En Forsyth: James H. Smith. En Frazer: Arthut H. Fast. En Fort Benton: Alice Klatte y C. G. Stranahan. En Great Falls: George Engler, Ted Fosse, Geoffrey Greene, Bradley y Joy Hamlett. En Hamilton: Billie Abbey y George M. Stewart. En Havre: Charles M. Brill, Edward J. Cook, Elmer y Grace Gwynn, Frances Inman, Frank Lammerding y Howard Sanderson. En Helena: John Gruar y Eric White. En Hogeland: Adrian Olszewski. En Jackson: Kenneth Krause. En Malta: Fred Olson y Egil Solberg. En Missoula: Henry J. Viche. En Peerless: Ladon Jones. En Superior: Wally Ringer. En Valier: Jim Sheble. En White Sulphur Springs: Joyce Celander, Tony Hunolt y Clifford Shearer. En Wisdom: el señor y la señora Fred Else.
La inspiración para «El señor de los campos» del discurso que Beth McCaskill pronuncia el Cuatro de Julio me vino del artículo de Montgomery M. Atwater «La lluvia hecha por el hombre» redactado para el Montana Writer’s Project durante la época de actuaciones de la WPA. Igualmente, los temas de discusión de los trabajadores del Servicio Forestal se inspiraron en el versátil Bob Marshall y su artículo «Una contribución a la historia de los leñadores», Pulp and Paper Magazine of Canada, 21 de mayo de 1931. La observación de que un incendio forestal de noche se parece a una ciudad iluminada se debe a Elers Koch, en Early Days in the Forest Service, Region One. La broma sobre la expedición teológica la cuenta Hartley A. Calkins en ese mismo volumen. La analogía de una corriente de aire frío que cruza el incendio y atraviesa el humo así como otras peculiares descripciones de testigos presenciales de una explosión en el transcurso de un incendio forestal se extrajeron del artículo de H. T. Gisborne sobre el incendio de Half Moon en The Frontier, noviembre de 1929.
Durante los tres veranos que pasé investigando en Montana y los años que he tardado en escribir este libro, muchas personas me han brindado su hospitalidad y me han ofrecido información, consejos, ánimo y mucha ayuda. Gracias a Coleen Adams, Margaret Agee, Pat Armstrong, Genise y Wayne Arnst, Robert Athearn, John Backes, Bill Bevis, Gene y Hazel Bonnet, Merrill Burlingame, Harold y Maxine Chadwick, Juliette Crump, H. J. Engles, Clifford Field, Howard y Trudy Forbes, Glen Gifford, Sam Gilluly, Madeleine Grandy, Carol Guthrie, Vicki y Chuck Hallingstad, Gary Hammond de la reserva Nature Conservancy en Pine Butte, Eileen Harrington, John James, Carol Jimenez, Melvylei Johnson, Pat Kelley, Bill Kittredge, Dr. Jim Lane, Sue Lang, Becky Lang y Joel Lang, Marc Lee, Gail Malone, Elliot Marks de la Reserva Natural, Sue Mathews, Ann McCartney, Nancy Meiselas, Horace Morgan, Ann y Marshall Nelson, Ken Nicholson, Peggy O’Coyne, Bud y Vi Olson, Gary Olson, Judy Olson, Laura Mary Palin, Cille y Gary Payton, Dorothy Patyon, Patty Payton, Dorothy y Earl Perkins, Jarold Ramsey, Bill Rappold, Marilyn Ridge, Jean y John Roden, Tom Salansky, Ripley Schemm, Ted y Jean Schwinden, Annick Smith, Gail Steen, Fay Stokes, Margaret Svec, Merlyn Talbot, Dean Vaulpel; John Waldner y otros miembros de la colonia huterita de New Rockport; Irene Wanner, Donald K. Watkins, Lois y Jim Welch, Rosana Winterburn, Glen Gifford, Sonny Linger, Ken Twichel. Y gracias a las gentes de Dupuyer, Montana.