Pascua de Navidad
EL ALCALDE PRESIDENTE del Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid.
Madrileños:
Acercanse para todos y quizá de modo especial para los madrileños, por su particular propensión a la regocijada holganza, días de común callejeo en los que los vecinos de esta Villa, festejando la Pascua de Navidad, gritan, liban del vino y otros espirituosos licores, disputan, cantan, se hostigan y acarician entre sí, con el hermoso ánimo que la tradición promueve y autoriza en esta Coronada Corte, asociando la piedad al regocijo, pues entre las burlas, bromas y a veces chacotas, ni olvidan, ni deben olvidar, sus religiosos deberes.
Pero ocurre que, en los tiempos que corren, suele añadirse al universal contento, que por desgracia es a las veces desmesurado regodeo, el afán desenfrenado de concurrir a los mismos sitios durante las mismas horas, sin meditar bastante el hecho ciertísimo, acreditado por moralistas y filósofos y recordado cautamente, de modo indirecto, por Aristóteles en los libros de la Física, que ni las calles estiran, ni los edificios encogen, por cuya razón suelen ser los vecinos como avecillas presas en las redes que los unos forman apretándose con los otros.
Auméntase a los males dichos que no suelen, estantes y moradores de esta antiquísima Villa, ser gente inclinada a excusar el coche, señal de valer, pompa y boato, grandísimo sustento para el orgullo y pavoneo de sus propietarios, de modo y manera que miles de coches y a los que hay que añadir las imprescindibles mecánicas literas, amontónanse en las fiestas a las horas de mercado en el casco viejo de la ciudad y sus aledaños, con lo que se hace el transitar imposible, con grave daño para todos.
Los mercaderes no venden, pues arrimarse a sus tiendas es quehacer casi sobrehumano, que muchos dejan por imposible. Los que comprar quieren, sufren y padecen, fatigándoselos el ánimo con el enorme ruido, el ambiente espeso, al común irritación y el desasosiego insufrible, que a veces pasa del enojo a la marital reyerta, con demérito del amor y respeto que entre cónyuges se requiere.
De igual suerte, los que mecánicamente reproducen imágenes, los ávidos gacetilleros y muchos otros de diferentes gremios y oficios no cumplen o cumplen mal, por la desmedida multitud de coches, su cometido, entre ellos los físicos que la salud guardan y conservan, pues llegan a destiempo con los milagrosos medios de que disponen, biznas salutíferas para la frágil fábrica del cuerpo humano.
Este Concejo, tras mucha cavilación y consulta, habida cuenta de que pocas veces se guisa el cabrito a gusto de todos, pedida la opinión de aquellos a quienes más puede beneficiar o dañar que se disponga de modo distinto al que actualmente rige el orden y sentido, según los cuales han de rodar los coches y las prohibiciones y tolerancias en cuanto al paso y trasiego de los mismos, ha decidido, mientras estas fiestas duren, para bien del comercio, mejor orden público, mayor sosiego para los pacíficos viandantes y más facilidad para los que en las plazas y calles trajinan, juegan y retozan.
Madrid, 5 de diciembre de 1983.