Espacios verdes

EL ALCALDE PRESIDENTE del Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid.

Vecinos de Madrid:

Han sido en extremo propicios los moradores de esta noble y coronada Villa a gozar sin tasa de los placeres de la agreste naturaleza, bien en las orillas del Manzanares, río que sólo con exageración podríamos llamar caudaloso, bien en los prados y bosquecillos con que la feraz natura rodeaba y nutría el término de este antiguo lugar.

Podían, asimismo, los vecinos de esta Villa disfrutar de bellos y frondosos jardines y sitios cuidadosamente cultivados por la industria e ingenio del hombre para recreo, solaz y honesto consuelo de quienes querían retraerse del mucho bullicio de la Corte.

No faltaban en los pasados tiempos chiquillos, mozos y mozalbetes de este Concejo y sus términos que perseguían pájaros, gorriones y jilgueros con especial ahínco, acechaban conejos y pescaban pececillos que arrebataban al río, charcas y estanques que en esta Villa y ciudad abundaban, sin descuidarse de quebrar ramas y arrancar juncos. Pero la fértil abundancia de la pródiga naturaleza era tanta, que la depredación, aunque censurable, no se notaba ni fuera ni dentro de los límites de la Villa.

Los tiempos han cambiado y el hacinamiento de muchos más habitantes de los que holgadamente nuestra ciudad podía recoger; la rapacidad y apresuramiento con que se han labrado grandes e innumerables casas, con la destrucción despiadada de antiguos y nobles edificios; la insuficiencia de los viejos albañales y atarjeas, más la aparición de nuevos y sorprendentes medios para que por sí solos los coches anden, que producen fétidos e insalubres humos, sin olvidar los que arrojan las infinitas chimeneas que han poblado los techos antes limpios de esta Villa, todo ello había logrado de consuno hacerla hostil a la convivencia y asiento de cuantas molestias puedan imaginarse.

Por fortuna, siendo el hombre, como Tulio dice, animal que puede corregir por sí mismo sus propios errores, el Corregidor, Regidores, Alcaldes de Casa y Corte y demás autoridades que gobiernan esta populosa ciudad se han esforzado, y en parte conseguido, en devolver a la Villa y Corte la relación ponderada y capaz con la agreste o cultivada naturaleza, por lo que constantemente han requerido y una vez más requieren a cuantos la ciudad habitan, de cualesquiera edad y condición que sean, para que contribuyan a que nuestra Villa y Corte vuelva a ser otra vez lugar ornado y enriquecido por la naturaleza, tanto en plantas, flores y árboles como en risueñas avecillas que aminoren los males que el descuido, la codicia y ambición de ganar nos han traído.

Adviértase por postrera vez a aquellos vecinos, que por desgracia no faltan, que hagan sus aguas menores aprovechando por lo común el recato de los corpulentos árboles, destruyendo las flores, las hojas o los brotes de plantas, retoños o esquejes, que serán rigurosamente castigados, lo mismo que quienes hagan o dejen hacer las mayores aguas a sus perros u otros animales domésticos en los prados que los vecinos a veces pisan descalzos o buscando con poca fortuna asiento y descanso en ellos.

Asimismo digo que la grande seca que este reino sufre desde hace más de cuatro años nos ha llevado a tan gran escasez de agua, que la desidia y el mal trato a los jardines de esta Villa es de tanto peligro para su buena conservación, que transcurrido que sea el presente verano se habrán de poner limitaciones y estrechos límites al común disfrute de la Casa de Campo y tal vez del Buen Retiro, para evitar su definitivo descaecimiento y ruina, lo que se advierte a los vecinos para que se apliquen a usar las buenas y discretas costumbres.

Finalmente, encarécese también a cuantos en Madrid moran y de sus bienes usan, tengan el mayor cuidado en lo que al gasto del agua atañe, pues es tanta la escasez del precioso líquido a causa de la seca de la que ya hemos dicho, que los madrileños, sin descuidar la curiosidad de sus hogares y el aseo de su cuerpo y partes en prevención de landres, incordios, bubas y tabardillos, habrán de medir con sumo tiento el agua que en aquellos y otros menesteres empleen, como más de una vez diligentemente hemos advertido.

Madrid, 22 de julio de 1983.