8 de diciembre, 1986 / Ciudad De México
Esta noche; había otra cena de gala pero me he excusado con el pretexto de una indisposición. Unas cuantas horas para relajarme en mi habitación del hotel y escribir en mi diario son más que bienvenidas. Y mis excusas pueden ser de todo menos inventadas: me temo que el apretado horario y las presiones del viaje han empezado a hacer mella en mí. No he podido retener todas las comidas, aunque me he esforzado al máximo para que mi incomodidad pase desapercibida. Si Tachyon sospechara, insistiría en realizarme un examen y, una vez que descubrieran la verdad, me enviarían de vuelta a casa.
No voy a permitirlo. Quería ver todas las tierras lejanas y fabulosas con las que Mary y yo soñamos juntos alguna vez, pero resulta obvio que en lo que estamos involucrados es mucho más importante que un viaje de placer. Cuba no fue una Miami Beach, no para quien se molestara en echar un vistazo fuera de La Habana; había más jokers muriendo en los campos de caña que retozando en escenarios cabareteros. Y Haití y la República Dominicana fueron infinitamente peores, como ya he señalado en estas páginas.
Una presencia joker, necesitamos una poderosa voz joker desesperadamente, si es que pretendemos lograr algo bueno con todo esto. No voy a permitir que me descalifiquen por razones médicas. Nuestro grupo ya ha perdido a uno: Dorian Wilde regresó a Nueva York en vez de continuar hacia México. Confieso tener sentimientos encontrados al respecto. Cuando empezamos, tenía poco respeto por el «laureado poeta de Jokertown», cuyo título es tan dudoso como mi propia alcaldía, aunque su Pulitzer no lo es. Parece obtener un placer perverso al agitar esos húmedos y viscosos tentáculos frente al rostro de la gente, alardeando de su deformidad en un intento deliberado de provocar una reacción. Sospecho que esta agresiva despreocupación está motivada por el mismo odio hacia uno mismo que hace que tantos jokers usen máscaras o, en algunos casos tristes, incluso se intenten amputar las partes deformadas del cuerpo. Además, se viste casi tan mal como Tachyon, con su ridícula afectación eduardiana, y su preferencia tácita por el perfume en lugar del baño hace que su compañía sea una prueba para cualquiera que tenga sentido del olfato. El mío, por desgracia, es bastante agudo.
Si no fuera por la legitimidad que le confirió el Pulitzer, dudo que lo hubieran invitado a esta gira, pues sólo contados jokers han alcanzado ese tipo de reconocimiento mundano. Encuentro poco que admirar en su poesía, y mucho de repugnante en sus remilgadas e interminables lecturas.
Dicho esto, confieso sentir cierta admiración por su actuación improvisada ante los Duvalier. Sospecho que recibió una severa llamada de atención por parte de los políticos. Hartmann tuvo una larga conversación privada con «el divino Wilde» mientras nos marchábamos de Haití, y tras ello se le vio más apagado.
Aunque no estoy de acuerdo con mucho de lo que Wilde tiene que decir, pienso que, a pesar de todo, debería tener el derecho de expresarse. Le echaremos de menos. Desearía saber por qué se marchó. Le formulé esa misma pregunta e intenté convencerlo de seguir adelante en beneficio de sus compañeros jokers; su respuesta fue una sugerencia ofensiva sobre los usos sexuales de mi trompa, expresados en la forma de un vil poemita. Un hombre curioso.
Ahora que se ha ido Wilde, el padre Calamar y yo somos los únicos verdaderos representantes del punto de vista joker, en mi opinión. Howard M. (Troll, para el mundo) es una presencia imponente, de casi tres metros de alto, con una fuerza increíble y una piel de tono verdoso tan dura y resistente como un cuerno, y también sé que es un hombre profundamente decente y competente, y muy inteligente, pero… es, por naturaleza, un seguidor, no un líder, y hay una timidez en él, una reticencia, que no le permite expresarse. Su altura le impide mezclarse con la multitud, aunque algunas veces pienso que eso es lo que desea en el fondo.
En cuanto a Chrysalis, no es nada de eso, y tiene un carisma único. No puedo negar que es una respetada líder de la comunidad, una de las más visibles (no es un intento de broma) y poderosas entre los jokers. Sin embargo, nunca me ha gustado mucho. Tal vez esto se base en mis propios prejuicios e intereses: el auge del Palacio de Cristal ha tenido mucho que ver con la decadencia de la Casa de los Horrores. Pero hay asuntos más profundos. Chrysalis posee un considerable poder en Jokertown, pero nunca lo ha usado para beneficiar a nadie que no sea ella misma. Ha mostrado un apoliticismo hostil al distanciarse con cautela de la Liga Anti-Difamación Joker, la LADJ, y de todo movimiento a favor de los derechos de los jokers. Cuando los tiempos exigían pasión y compromiso, ella permaneció en calma y sin involucrarse, escondida tras las boquillas de sus cigarrillos, sus licores y su acento británico de clase alta.
Chrysalis habla sólo por Chrysalis, y Troll rara vez habla en absoluto, lo cual nos deja al padre Calamar y a mí la labor de hablar por los jokers. Lo cual haría con mucho gusto, pero estoy tan cansado…
Me quedé dormido temprano y me ha despertado el ruido de mis compañeros delegados al regresar de la cena. Entiendo que ha ido bastante bien. Excelente. Necesitamos algunos triunfos. Howard me dice que Hartmann ha dado un espléndido discurso y que al parecer ha cautivado durante la comida al presidente, de la Madrid Hurtado. Peregrine cautivó a todos los hombres de la sala, según los informes. Me pregunto si las otras mujeres sienten envidia. Mistral es bastante bonita, Fantasy es fascinante cuando baila y Radha O’Reilly es impresionante, pues su herencia combinada irlandesa e hindú le confiere unas facciones de un aspecto de veras exótico. Con todo, Peregrine las eclipsa a todas. ¿Qué pensarán de ella?
Los ases masculinos la aprueban, de eso no cabe duda. El Carta Marcada ofrece un espacio reducido, y el rumor viaja veloz por los pasillos. Se dice que tanto el Dr. Tachyon como Jack Braun se le han insinuado y que ella los ha rechazado con firmeza. En todo caso, se la ve muy unida a su camarógrafo, un nat que viaja atrás, con el resto de los periodistas. Peregrine tiene pensado filmar un documental sobre este viaje.
Hiram también es muy cercano a Peregrine pero, si bien existe cierta coquetería en sus bromas constantes, su amistad es de naturaleza platónica. Worchester sólo tiene un amor verdadero, y es la comida. En cuanto a eso, su compromiso es extraordinario. Conocer los mejores restaurantes de cada ciudad que visitamos. Los chefs locales invaden su privacidad sin cesar, acercándose a hurtadillas a su habitación del hotel a todas horas, llevándole sus especialidades y suplicándole que les conceda sólo un momento, sólo un bocado, sólo un poco de aprobación. En lugar de oponerse, Hiram se deleita con ello.
En Haití encontró a un cocinero que le gustó tanto que lo contrató ahí mismo y convenció a Hartmann para que hiciera algunas llamadas al Servicio de Inmigración y Naturalización, para expedirle el visado y el permiso de trabajo. Vimos al hombre brevemente en el aeropuerto de Port-au-Prince, luchando con un enorme baúl repleto de utensilios de cocina de hierro forjado. Hiram aligeró el baúl lo suficiente para que su nuevo empleado (que no habla inglés, aunque el restaurador reitera que las especias son un lenguaje universal) lo llevara sobre el hombro. Howard me cuenta que en la cena de esta noche Worchester ha insistido en visitar la cocina para obtener la receta de pollo en mole del chef, y que mientras estaba allí dentro ha preparado algún tipo de postre flameado en honor a nuestros anfitriones.
Lo justo sería que rechazara a Hiram Worchester, quien se deleita en su naturaleza de as —su asedad— más que cualquier otro hombre que conozca, pero me resulta difícil sentir aversión hacia alguien que disfruta tanto la vida y brinda tal disfrute a quienes lo rodean. Además, soy muy consciente de sus diversas obras de caridad en Jokertown, aunque hace todo lo que puede para ocultarlas. No está más cómodo alrededor de los de mi tipo que Tachyon, pero su corazón es tan grande como el resto de su cuerpo.
Mañana el grupo se fragmentará una vez más. Los senadores Hartmann y Lyons, el congresista Rabinowitx, y Ericsson de la OMS se reunirán con los líderes del PRI, el partido gobernante de México, mientras que Tachyon y nuestro personal médico visitarán una clínica que afirma haber logrado un éxito extraordinario a la hora de tratar el virus con laetril. Nuestros ases tienen programado un almuerzo con tres de sus contrapartes mexicanas. Me complace decir que Troll ha sido invitado a acompañarlos. En algunos sectores, por lo menos, su fuerza sobrehumana y su casi absoluta invulnerabilidad lo han calificado como un as. Es un avance pequeño, por supuesto, pero un avance a pesar de todo.
El resto de nosotros viajará a Yucatán y Quintana Roo para ver las ruinas mayas y los sitios donde se han detectado varias atrocidades antijokers; el México rural, según parece, no es tan liberal y tolerante como Ciudad de México. Los otros nos alcanzarán en Chichén Itzá al día siguiente, y nuestro último día en el país consistirá en hacer turismo.
Y entonces tocará Guatemala…, quizá. Se están publicando noticia tras otra acerca de una insurrección por allí, un levantamiento indígena contra el gobierno central, y varios de los periodistas que nos acompañaban ya se han adelantado, percibiendo que conseguirán una historia mejor que la de esta gira. Si la situación pinta demasiado inestable, es probable que nos saltemos esa parada.