27 de abril / En algún lugar sobre el Atlántico
Las luces interiores se han apagado hace varias horas y la mayoría de mis compañeros de viaje están dormidos desde hace mucho, pero el dolor me ha mantenido despierto. Me he tomado varias píldoras, y están ayudando, pero, aun así, no consigo conciliar el sueño. Sin embargo, me siento extrañamente eufórico…, casi sereno. El final de mi viaje está cerca, tanto en el sentido mayor como en el menor. He llegado lejos, sí, y por primera vez me siento bien al respecto.
Todavía nos queda una parada más: una breve estancia en Canadá: visitas torbellino a Montreal y Toronto, más una recepción gubernamental en Ottawa. Y luego a casa, al Aeropuerto Internacional Roben Tomlin, a Manhattan, a Jokertown. Será bueno ver la Casa de los Horrores de nuevo.
Desearía decir que la gira ha logrado todo lo que nos habíamos propuesto, pero difícilmente es el caso. Empezamos bien, quizá, pero la violencia en Siria, Alemania Occidental y Francia desbarataron nuestro sueño tácito de lograr que el público olvidara la matanza del Día Wild Card. Sólo puedo esperar que la mayoría se dé cuenta de que el terrorismo es una parte deprimente y desagradable del mundo en que vivimos, y que existiría con o sin el wild card. El baño de sangre en Berlín fue instigado por un grupo que incluía jokers, ases y nats, y haríamos bien en recordar eso y en obligar al mundo a recordarlo. Atribuir esa matanza de manera exclusiva a Gimli y a sus patéticos seguidores, o a los dos ases fugitivos todavía en búsqueda y captura por la policía alemana, equivale a caer en las manos de hombres como Leo Barnett y Nur-al-Allah. Aunque los taquisianos nunca nos hubieran traído esta maldición, al mundo no le faltarían hombres desesperados, locos y malvados.
Para mí, existe una triste ironía en el hecho de que fueron la valentía y la compasión de Gregg las que pusieron su vida en riesgo, y fue el odio lo que lo salvó, al hacer que sus captores se volvieran unos contra otros en aquel holocausto fratricida.
En realidad, éste es un mundo extraño.
Rezo porque hayamos visto la última aparición de Gimli y, mientras tanto, me puedo regocijar de que haya sido vencido. Después de Siria parece poco probable que alguien todavía pudiera dudar de la sangre fría de Gregg Hartmann cuando se encuentra bajo fuego, pero si ése fuera el caso, seguramente todos esos temores quedaron enterrados firmemente en Berlín. Después de que la entrevista exclusiva de Sara Morgenstern fuera publicada en el Post, oí que Hartmann subió diez puntos en las encuestas. Ahora está casi a la par con Hart. La opinión a bordo del avión es que Gregg definitivamente va a presentar su candidatura.
Le comenté esto a Digger allá en Dublín, frente a una Guinness y un poco de excelente pan de soda irlandés, y estuvo de acuerdo. De hecho, fue más allá y predijo que Hartmann obtendría la nominación. Yo no estaba tan seguro y le recordé que Gary Hart todavía parecía un obstáculo formidable, pero Downs sonrió de manera exasperantemente críptica, bajo su nariz rota, y dijo:
—Sí, tengo el presentimiento de que Gary hará algo muy estúpido y se irá al carajo, no me pregunte por qué.
Si mi salud lo permite, haré todo lo que pueda para convencer a Jokertown de que apoye la candidatura de Hartmann. No creo que fuera el único. Después de las cosas que hemos visto, tanto en casa como en el extranjero, es probable que un creciente número de ases y jokers prominentes apoyen al senador: Hiram Worchester, Peregrine, Mistral, el padre Calamar, Jack Braun…, quizá incluso el doctor Tachyon, a pesar de su notorio desagrado por la política y los políticos.
Pese al terrorismo y al derramamiento de sangre, creo que hemos logrado algo bueno con este viaje. Sólo puedo esperar que nuestro informe abra algunos ojos oficiales y que los focos de la prensa que han brillado sobre nosotros en todos lados hayan incrementado la conciencia pública sobre la situación apremiante en que viven los jokers en el Tercer Mundo.
A un nivel más personal, Jack Braun hizo mucho para redimirse e incluso sepultó su enemistad de treinta años con Tachyon; a Peri se la ve positivamente radiante con su embarazo; y nos las arreglamos, aunque tarde, para liberar al pobre Jeremiah Strauss de veinte años de cautiverio simiesco. Recuerdo a Strauss en los viejos tiempos, cuando Angela era la dueña de la Casa de los Horrores y yo era el gerente y le ofrecí una reserva siempre y cuando reanudara su carrera teatral como el Proyeccionista. Estaba agradecido pero no se comprometió a hacerlo. No le envidio su período de ajuste. A todos los efectos prácticos, es un viajero del tiempo.
Y el doctor Tachyon… bueno, su nuevo corte de cabello punk es horrible, todavía se está cuidando la pierna herida y a estas alturas el avión entero sabe lo de su disfunción sexual, pero nada de esto parece molestarlo desde que el joven Blaise se sumó a la comitiva en Francia. Tachyon ha sido evasivo en cuanto al niño en sus declaraciones públicas, pero todos saben la verdad, por supuesto. Los años que pasó en París difícilmente son un secreto de estado, y por si el cabello del niño no fuera una pista suficiente, su poder de control mental anuncia a gritos su linaje.
Blaise es un niño extraño. Parecía un poco impresionado por los jokers cuando se nos unió al principio, sobre todo por Chrysalis, cuya piel transparente lo fascinaba. Por otro lado, tiene toda la crueldad natural de un niño sin educación (y créanme, cualquier joker sabe lo cruel que puede ser un niño). Un día en Londres, Tachyon recibió una llamada telefónica y tuvo que marcharse algunas horas. Mientras no estaba, Blaise se aburrió y para divertirse tomó el control de Mordecai Jones y lo obligó a subirse a una mesa y recitar cantando «soy una taza, una tetera», que Blaise acababa de aprender como parte de una clase de inglés. La mesa se derrumbó bajo el peso de Hammer, y dudo que Jones olvide la humillación. De por sí ya no le gustaba mucho el doctor Tachyon.
Por supuesto, no todos recordarán esta gira con cariño. El viaje fue muy duro para muchos de nosotros, es innegable. Sara Morgenstern ha publicado varias historias importantes y ha hecho algunos de los mejores reportajes de su carrera pero, sin embargo, la mujer se vuelve más tensa y más neurótica cada día que pasa. En cuanto a sus colegas de la parte trasera del avión, Josh McCoy parece alternar entre estar locamente enamorado de Peregrine y absolutamente furioso con ella, y no debe de ser fácil para él que todo el mundo sepa que no es el padre del bebé. Mientras tanto, el perfil de Digger nunca volverá a ser el mismo.
Downs es, cuando menos, tan incontenible como irresponsable. Justo el otro día le decía a Tachyon que si obtenía una exclusiva de Blaise, tal vez podría mantener la impotencia de Tachyon de manera extraoficial. La táctica no fue bien recibida. Digger también ha estado muy unido a Chrysalis últimamente. Les escuché manteniendo una conversación muy curiosa en un bar de Londres.
—Sé que lo es —decía Digger. Chrysalis le dijo que «saberlo» y «probarlo» eran dos cosas diferentes. Él dijo algo sobre cómo olían diferente, según él, y sobre cómo lo sabía incluso antes de conocerse, y Chrysalis sólo rió y dijo que estaba bien pero que los olores que nadie más podía detectar no eran muy buenos como prueba y, aun si lo fueran, tendría que revelar su propia identidad para hacerlo público, todavía seguían en eso cuando salí del bar.
Creo que incluso Chrysalis estará encantada de regresar a Jokertown. Es evidente que ama Inglaterra pero, dadas sus tendencias anglofilas, eso apenas fue una sorpresa. Hubo un momento tenso cuando le presentaron a Churchill durante una recepción y él le preguntó con brusquedad qué intentaba demostrar con su acento británico falso. Es bastante difícil leer las expresiones en sus rasgos pero, por un momento, estuve seguro de que iba a matar al viejo justo ahí frente a la reina, el primer ministro y una docena de ases británicos. Por fortuna, apretó los dientes y atribuyó la frase a la avanzada edad de lord Winston. Lo cual no es muy exacto: desde que éste era joven, nunca se limitó a la hora de expresar sus pensamientos.
Es probable que Hiram Worchester haya sufrido más en este viaje que cualquiera de nosotros. Cualquier reserva de fuerza que le quedara se agotó en Alemania, y desde entonces se le ve exhausto. Hizo añicos su asiento especial hecho a medida cuando dejamos París, hubo algún tipo de error de cálculo con su control de gravedad, creo, y nos retrasó casi tres horas mientras hacían las reparaciones pertinentes. Su temperamento se ha desgastado también. Durante el asunto con el asiento, Billy Ray hizo demasiadas bromas sobre los gordos, hasta que Hiram perdió el control y se volvió hacia él, blanco de ira, y le calificó (entre otras cosas) de «incompetente» y de «boca de alcantarilla». Eso fue todo. Carnifex le dedicó esa sonrisita desagradable que tiene y le dijo:
—Te patearé el trasero por eso, gordo. —E hizo ademán de levantarse de su asiento.
—No he dicho que pudieras levantarte —le contestó Hiram; cerró el puño y triplicó el peso de Billy tras arrojarlo con fuerza sobre el cojín de su asiento. Billy luchó por ponerse en pie mientras Hiram lo hacía más y más pesado, y no sé cómo habría acabado el asunto si el doctor Tachyon no los hubiera puesto a los dos a dormir con su control mental.
No sé si sentirme molesto o divertido cuando veo a estos ases de fama mundial peleando como niños pequeños, pero Hiram al menos tiene la excusa de su mala salud. Actualmente tiene un aspecto terrible: el rostro pálido, hinchado y sudoroso, sin aliento. Tiene una enorme costra horrible en el cuello, justo debajo de la línea del cuello de la camisa, y se la toquetea cuando cree que nadie le ve. Yo le aconsejaría sin duda que buscara atención médica, pero está tan hosco últimamente que dudo que mi consejo sea bienvenido. Sus cortas visitas a Nueva York durante la gira siempre le sentaban muy bien, a pesar de todo, así que sólo nos queda esperar que el regreso a casa le devuelva la salud y el ánimo.
Y, por último, yo.
Observar y comentar la vida de mis compañeros de viaje y lo que han ganado o perdido es la parte fácil. Resumir mi propia experiencia es más difícil. Soy más viejo y, espero, más sabio que cuando dejamos el aeropuerto de Tomlin, y es indudable que estoy cinco meses más cerca de mi muerte.
Se publique o no este diario después de mi fallecimiento, el señor Ackroyd me asegura que él en persona entregará copias a mis nietos y hará todo lo que esté en su poder para asegurarse de que se lean. Así que tal vez es a ellos a quienes escriba estas últimas palabras concluyentes; a ellos, y a todos los que son como ellos…
Robert y Cassie: nunca nos hemos conocido. La culpa de ello recae tanto en mí como en vuestra madre y vuestra abuela. Si os preguntáis por qué, recordad lo que escribí sobre el odio hacia uno mismo y, por favor, comprended que, a pesar de ello, no estaba exento de ello. No tengáis una opinión adversa de mí, ni de vuestra madre, ni de vuestra abuela. Joanna era demasiado joven para comprender lo que estaba sucediendo cuando vuestro papá cambió y, en cuanto, a Mary…, nos amamos en algún momento, y no puedo irme a la tumba odiándola. La verdad es que, si nuestros roles se hubieran invertido, tal vez habría hecho lo mismo. No somos más que humanos, y lo hacemos lo mejor que podemos con las cartas que el destino nos repartió.
Vuestro abuelo fue un joker, es cierto. Pero espero que mientras leáis este libro os deis cuenta de que él era algo más que eso, y que además logró unas cuantas cosas que se propuso, como defender a su gente, y que también hizo algún bien. La LADJ es mi modesto legado pero me parece un monumento tan grande como las pirámides, el Taj Mahal o la tumba de Jetboy. Si consideramos todo el trabajo que ha implicado, quizá no lo haya hecho tan mal. Dejaré atrás algunos amigos que me amaron, muchos recuerdos preciados, muchos asuntos sin terminar. Me he mojado un pie en el Ganges, escuché el Big Ben dar la hora y caminé por la Gran Muralla. Vi nacer a mi hija y la sostuve en mis brazos, y he cenado con ases y estrellas televisivas, con presidentes y reyes.
Lo más importante es: espero haber hecho del mundo un lugar un poco mejor por haber trabajado en ello. Y eso es lo más alto a lo que podría aspirar cualquiera de nosotros.
Habladles de mí a vuestros hijos.
Mi nombre era Xavier Desmond y fui un hombre.