PREGUNTA: ¿Cómo consigue un desgarbado musulmán radical con barba que vive en una cueva de Afganistán eludir a la más poderosa fuerza aérea de la historia de la humanidad, en el espacio aéreo más protegido del planeta, el día del peor ataque terrorista… un ataque que conduciría a la invasión de Irak, un país que no tiene nada que ver con los sucesos del 11-S?
RESPUESTA: No lo hace.
Vale, Neo, puedes coger la píldora roja y ver la realidad tal como es en realidad, o coger la píldora azul y dejar este libro de nuevo en la estantería (o tirarlo en el cubo de basura más cercano si ya lo has comprado).
Los sucesos acontecidos el 11 de septiembre de 2001 siguen siendo un relato muy emotivo. Citando 911 Truth.org, quizá el mejor sitio web para recoger información precisa:
Al borde del infierno fue editado en cartoné el 11 de enero de 2008. La edición en rústica no es el mismo libro. En la versión en cartoné (investigada y escrita entre el año 2004 y el 2007), el relato se acerca a la Administración Republicana en el poder cuando el siguiente ataque terrorista golpea América, dando a un presidente neoconservador el «derecho» a desencadenar la toma de represalias sobre Irán. Un año después de que el libro saliera al mercado, el candidato presidencial a quien yo había apoyado tomó el poder, y el antiguo vicepresidente, Dick Cheney, comenzó a hacer una serie de declaraciones que predecían otro ataque terrorista. Seis meses después, el presidente Barack Obama se presentó ante un auditorio egipcio y afirmó que no se habían producido conspiraciones en el 11-S.
Guau. Eso sí que es esperar demasiado.
Durante la guerra de Vietnam, cuando decenas de miles de jóvenes protestaron contra una guerra ideada para «proteger nuestra democracia del comunismo», el FBI dio con un inteligente modo de dividir y desorientar el movimiento de paz. Si tomas un galón de pintura blanca (la verdad) y le añades un cinco por ciento de pintura roja (mentiras), obtienes el Rosa Comunista[1]. Y nosotros, los patriotas americanos, odiamos el Rosa Comunista. El FBI llamó a esta operación COINTELPRO (Contra INTeligence PROgram[2]), y sus sucios truquitos fueron totalmente efectivos.
PREGUNTA: ¿Cómo consigue un desgarbado musulmán radical con barba que vive en una cueva de Afganistán eludir a la más poderosa fuerza aérea de la historia de la humanidad, en el espacio aéreo más protegido del planeta, el día del peor ataque terrorista… un ataque que conduciría a la invasión de Irak, un país que no tiene nada que ver con los sucesos del 11-S?
RESPUESTA: ¿Tú qué eres, uno de esos chiflados del 11-S que creen que derribaron el WTC con armas láser, o que lanzaron un misil contra el Pentágono… o que fueron los judíos los que lo hicieron todo?
Sí, ahora sabemos que la Administración Bush mintió sobre la tortura, mintió sobre la contratación de fiscales generales, mintió sobre las armas de destrucción masiva… pero que Dios te ayude si alguna vez cuestionas el suceso que desencadenó realmente dos de las invasiones estadounidenses.
Yo no soy un teórico de la conspiración, ni un liberal de izquierdas. Durante la investigación para Al borde del infierno entrevisté a expertos y operativos extranjeros que sabían que el 11-S iba a suceder un mes antes de los ataques (un ex agente egipcio intentó advertir al FBI, al embajador estadounidense y a dos periódicos sobre Al-Qaeda, y fue totalmente desestimado). He trabajado en este libro durante tres años, y los hechos entretejidos en la ficción me enfermaron físicamente. Tres meses después de terminar el manuscrito original me diagnosticaron Parkinson. Sólo tenía cuarenta y siete años, y ningún antecedente familiar con esta enfermedad.
Eso sólo fue el principio…
Dos meses antes de que Al borde del infierno llegara a las librerías, comencé a recibir amenazas. Se colocaron fotografías de mi casa en Internet, así como el nombre de mi esposa, y nuestro número de teléfono, que no aparecía en las guías. Comencé a recibir llamadas telefónicas a las cuatro de la madrugada, y correos electrónicos amenazantes que divulgaban información privada. El mensaje era: «Sabemos quién eres».
Todo esto por una novela de ficción de un tipo que generalmente escribe sobre tiburones gigantes y profecías apocalípticas.
En el año 2008, parecía haber una censura no oficial en los medios de comunicación sobre todo lo que tuviera algo que ver con la Verdad del 11-S, o con Ron Paul[3]. Las cadenas se negaban a discutirlo, o ridiculizaban el asunto. Se retiró mi invitación como autor a varios eventos, y mi publicista se encontró contra un muro de ladrillos de negaciones de apariciones.
Irónicamente, Al borde del infierno no trata sobre el 11-S; sino sobre por qué se permitió que ocurriera (o por qué se llevó a cabo, dependiendo de a quién te atrevas a preguntar). Y esa razón es el petróleo. El simple y aterrorizador hecho es que el mundo se está quedando sin petróleo, lo que significa que nos estamos quedando sin el irreemplazable recurso que se necesita para alimentar a seis mil millones de personas de este planeta. Y todas las mentiras, tapaderas y fianzas empresariales no van a cambiar esa realidad.
Entonces, ¿por qué he reescrito un libro que no me ha dado nada más que dolor de cabeza y estrés?
Porque quiero que te despiertes antes de que se apaguen las luces. Quiero que estés preparado cuando las gasolineras se sequen, y cuando las estanterías de los supermercados se queden vacías… o, Dios nos ayude, antes de que una bomba nuclear explote en alguna de las principales ciudades estadounidenses. He abrazado a familiares de aquellos cuyas vidas fueron arrebatadas en el 11-S, y se merecen algo mejor. Tengo muchos leales lectores en el ejército, y se merecen volver a casa a salvo. Y sí, porque existe amenaza de otra operación de bandera falsa[4] (pregunta al sonriente exvicepresidente qué pasaría en las próximas elecciones de los Estados Unidos si esto ocurriera durante la legislatura de Barack Obama).
Bien, vamos a hacer este pequeño ejercicio una última vez:
PREGUNTA: ¿Cómo consigue un desgarbado musulmán radical con barba que vive en una cueva de Afganistán eludir a la más poderosa fuerza aérea de la historia de la humanidad, en el espacio aéreo más protegido del planeta, el día del peor ataque terrorista… un ataque que conduciría a la invasión de Irak, un país que no tiene nada que ver con los sucesos del 11-S?
RESPUESTA: No lo hizo. Lo hizo el vicepresidente Dick Cheney, que llevó a cabo una serie de ejercicios bélicos (originalmente planificados para últimos de octubre) durante la mañana del 11 de septiembre, lo que supuestamente dispersó a todos nuestros reactores caza lejos del Sector de Defensa Aérea Noroeste (NEADS) (donde se produjeron los cuatro secuestros). Fueron enviados sobre Alaska, Groenlandia, Islandia y Canadá. Uno de estos ejercicios, Vigilant Guardian[5], era una simulación de secuestro diseñada para imitar los sucesos que estaban teniendo lugar en ese mismo momento. Se insertaron veintidós señales de radar falsas sobre las pantallas de radar de la FAA[6] para que los controladores de vuelo no supieran cuál era la señal del avión secuestrado, y cuál la de los ejercicios bélicos. Y en cuanto a los reactores caza estacionados en la Base de las Fuerzas Aéreas Andrews, a apenas veinte kilómetros de Washington, D.C. fueron enviados a cientos de kilómetros de distancia para que el Pentágono pudiera ser atacado… ochenta minutos después de que el World Trade Center fuera golpeado por los aviones comerciales.
¿Cómo fue Dick Cheney capaz de hacer todo esto desde su bunker de mando en la Casa Blanca?
Resulta que nuestro «vice» fue puesto a cargo de todos los ejercicios de instrucción bélica en mayo del 2001 por una directiva presidencial especial. Estos hechos (junto con un gran alijo de otras evidencias condenatorias), que fueron omitidos deliberadamente por Philip Zelikow, designado por Bush, nunca verán una sala de justicia, a pesar de los incansables esfuerzos de un grupo de solicitantes por la Verdad del 11-S de Nueva York.
¿Ya te estás cabreando?
Entonces… ¿quieres la píldora roja, o la píldora azul? Será mejor que te decidas ahora. Puede que tu vida dependa de ello.
Steve Alten, Ed. D.
«Si Estados Unidos continúa empantanándose en una larga y sangrienta participación en Irak, y enfatizo lo que estoy a punto de decir, el destino final de este camino cuesta abajo seguramente será un conflicto frontal con Irak, y con gran parte del mundo islámico. Un escenario plausible para una colisión militar con Irán implicaría el fracaso iraquí para alcanzar los puntos de referencia, seguido de acusaciones de la responsabilidad iraní en este fracaso, y después alguna provocación en Irán, o un acto terrorista en los Estados Unidos del que se culpe a Irán, para culminar con una, digamos, «acción militar defensiva» contra Irán que sumergiría a una solitaria América en un lodazal cada vez más amplio y profundo, y que, finalmente, abarcaría Irak, Irán, Afganistán y Pakistán».
Zbigniew Brzezinski, antiguo ministro de Seguridad Nacional para el presidente Jimmy Carter y actual ministro de política exterior del presidente Obama.
«Cuando lees tras sus palabras, casi parece que [el ex vicepresidente Cheney] estuviera deseando que este país fuera atacado de nuevo para demostrar que tenía razón».
Leon Panetta, director de la CIA, en una entrevista del New Yorker en junio del 2009.
«Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas…».
Apocalipsis 8:6