CAPÍTULO 6

CAPILLA DEL CEMENTERIO GRAMERCY

Nueva York

16 de diciembre de 2011

10:22 A.M. EST

El barnizado féretro de nogal descansa austeramente sobre su carro con ruedas de acero. Su presencia es un agujero negro emocional que arrastra el alma de Ace. Sus entrañas tiemblan ante el peso del objeto… no podrá soportar estar en su presencia mucho más tiempo, ni contemplarlo junto a la tumba cuando su mujer sea bajada hasta su lugar de descanso final. Demasiado débil para moverse, continúa sentado en el lugar de honor que le han designado, con su brazo izquierdo abrazando de modo protector a su hijo de ocho años, Sam, y su mano derecha entre las manos de su hija de trece años, Leigh. Los padres de Kelli, Sharon y Bruce, están sentados detrás de él, junto al abuelo de Kelli, Fitch. Ace nota la fuerza de estas presencias, aunque en su interior sigue siendo una isla de furia abrasadora.

Desde su asiento ve a la prima hermana de Kelli, Jennifer Wienner, ocupando la precedencia. Durante años, las dos habían sido conocidas en los círculos internos de Washington como Butch y Sundance, sobrenombres cariñosos asignados por el estratega político más importante del partido republicano, Karl Rove, que a su vez era llamado Flor de Estercolero[17] por el segundo Bush que consiguió llevar al poder. Kelli, por supuesto, era «Butch», una antigua analista de la CIA que fue ascendida en el 2002 a supervisora de la región del Golfo en el Consejo de Seguridad Nacional. Jen era «Sundance», una estratega de campaña que fue entrenada por Rove para supervisar los «puntos calientes» de las elecciones, los escaños que eran vitales para que el partido republicano mantuviera el control de las Cámaras. Después de las elecciones de 2006, Jennifer había dejado la política y había aceptado un bien pagado puesto en una importante compañía farmacéutica especializada en vacunas contra el virus de la gripe. Como su prima, Jennifer sabía dónde estaban escondidas las minas, y dónde estaban enterrados los cuerpos… y el tesoro.

Ace observa a Jennifer mientras ésta guía a los invitados, aceptando sus condolencias.

Divorciada, y recién entrada en los cuarenta, Jennifer tiene casi la misma edad que su fallecida prima, y está cortada por el mismo patrón. Saluda a cada asistente como si estuviera cerrando un trato.

—Jen, represento a Monsanto. La junta envía sus condolencias y me ha pedido que te pregunte si la policía ha pillado ya a ese bastardo. Si hay algo que podamos hacer…

—Jennifer, ¿cómo lo llevas? Katherine envía todo su cariño. No ha podido venir por el juicio, ya sabes, pero dice que te llamará la semana que viene para hablar sobre la financiación de una carrera hacia el Congreso en su nuevo estado. Las cosas en Florida no salieron bien… a pesar de que trabajó muy duro.

—Señorita Wienner, lamento su pérdida. ¿Me recuerda? Laura Whisenant. Trabajamos juntas en la campaña del 2002 de Saxby Chambliss. El viejo Max Cleland nunca llegó a enterarse de quién lo había derrotado.

Trajes negros, rostros sin nombre. Lágrimas de cocodrilo y sonrisas de gato de Cheshire… Todo el mundo estaba estableciendo contactos.

Ace lo ve todo. Esconde lo que siente, añadiéndolo a la rabia que alimenta su fuego.

—Usted es el marido, ¿verdad?

Levanta la mirada y evalúa al representante de Monsanto que, de algún modo, ha conseguido escabullirse de Jennifer para invadir su isla de dolor privada.

—Uno de los miembros de nuestra junta, Owen Hollifield, me ha pedido que le diera personalmente sus condolencias. El señor Hollifield trabajó con el señor Rumsfeld en 1977, cuando era consejero delegado en J. D. Searle. Trabó amistad con su esposa años después, cuando…

—Gusano.

El hombre le dedica una medio sonrisa nerviosa.

—Disculpe, ¿qué ha dicho?

—¿Es que estás sordo? Te he llamado gusano. Eso es lo que eres, ¿no? —los ojos de Ace se clavan en la media sonrisa, provocando que aparezcan gotas de sudor en la frente del hombre.

Sintiendo una perturbación en su universo, Jennifer se acerca a la inminente tormenta.

—Señor, si he dicho algo que…

—¿Sabías que tu colega, Rumsfeld, fue contratado por J.D. Searle sólo para que usara su influencia política en Washington y coaccionara a la FDA[18] para que aprobara el aspartamo, a pesar del hecho de que todos los estudios legítimos demostraron que provocaba tumores cerebrales en las ratas, además de otros muchos problemas de salud? Los científicos de la FDA se negaron y formaron un jurado indagatorio contra J.D. Searle por presentar resultados falsos. Pero eso no detuvo a Rummy…

Jennifer se coloca entre ambos.

—Ace, déjame ocuparme de esto…

—En lugar de eso, esperó hasta que Reagan prestó juramento. El nuevo presi seleccionó a uno de sus amiguetes para que dirigiera la FDA. ¿Y adivinas qué pasó después?

—Ace, para.

—América consigue una nueva toxina en su suministro alimenticio, los chicos ricos se hacen mucho más ricos, y a mi esposa, que bebía un montón de refrescos light, ¡le diagnostican un cáncer!

El representante intenta alejarse, pero queda atrapado en el cortejo fúnebre mientras busca la salida más cercana.

—¡Corre, Forest, corre! —Su sangre aún está hirviendo. Hace una señal al director del funeral—. Señor Goldstein, en esta ceremonia está oficialmente prohibida la permanencia de cualquiera asociado con Capitol Hill, Monsanto, o cualquier otra empresa de cabrones.

—¡Ace, ya es suficiente!

—¡Cállate, Jen! —Se gira para mirar a la multitud que está reunida formando grupos de conversación al fondo de la capilla—. Por favor, todos los bastardos que estáis intercambiando tarjetas de visita al fondo, atendedme. Sí, todos vosotros.

La habitación se queda en silencio.

—Gracias por vuestras condolencias. Ahora, sanguijuelas, si tenéis la amabilidad de arrastraros de vuelta al interior de vuestras limusinas, o debajo de vuestras piedras, a la familia y amigos de Kelli nos gustaría despedirnos de ella en paz.

Expresiones aturdidas. Nadie se mueve.

Jennifer echa a Ace una mirada ponzoñosa y después, rápidamente, arría al grupo hacia el exterior.

Ace vuelve a su asiento y recibe un asentimiento de agradecimiento de Bruce Doyle mientras abraza a sus hijos.

* * *

Una fría lluvia cae de un cielo más marrón que gris. Los dolientes se apiñan bajo un palio de paraguas negros, mientras escuchan distraídamente cómo un rabí dirige sus oraciones y el féretro de Kelli desciende hasta la tierra.

El dolor es un vacío que sólo el tiempo puede llenar; en los momentos en los que crece puede tragarte por completo, y cuando decrece y te da un respiro aumenta de nuevo cuando menos te lo esperas para tenderte una emboscada con un recuerdo que habías olvidado hacía mucho. La muerte de uno de tus padres provoca reflexión, la muerte de un hijo puede resquebrajar tu fe…

La muerte de una esposa obliga al cambio.

Ace se estremece cuando el féretro que contiene los restos de su mujer desaparece de su vista.

¿Qué puedes hacer cuando tu existencia se ha hecho añicos en un momento, cuando el dolor es tan intenso que no puedes soportar estar en el interior de tu propia piel, cuando cada momento de consciencia está consumido por un vacío sin fin? ¿Cómo puedes seguir adelante cuando estás tan cansado de vivir que simplemente desearías desaparecer, cuando la única razón que tienes para no beber hasta la inconsciencia es tu nueva responsabilidad como único progenitor, porque el dolor de tus hijos es mucho más importante que el tuyo, y su inocencia es un ancla emocional que te obliga a soportar cada infernal segundo?

Durante días, Ace Futrell ha llorado sólo en privado. Con los detectives y los médicos, con su familia y amigos, se ha mantenido duro como una roca. Pero mientras susurra su último adiós a su alma gemela y acoge a sus hijos entre sus brazos, sabe que ya no va a llorar más. Cuando sube a la limusina de nuevo, otra emoción inunda lentamente su interior… una tan gélida que cree que va a asfixiar su corazón.

¿Cómo apagas un fuego que arde en tu interior como un horno, alimentando una rabia tan abrasadora que consume todos tus pensamientos, tu lógica y tus lágrimas?

Sólo hay un modo…

Venganza.

Hoy, la rabia de Ace Futrell consolidará la nueva misión de su vida… Encontrar al asesino de su mujer, asesinar al asesino…

Castigar a los responsables de la destrucción de su familia.

«Lo que nosotros queremos no es una Arabia unida, sino una desmembrada Arabia, dividida en principados bajo nuestra soberanía».

Lord Crewe, estadista británico, 1858-1945.

«El petróleo es demasiado importante para dejárselo a los árabes».

Henry Kissinger.

«La verdad es que Estados Unidos quiere erradicar nuestra religión e identidad islámica».

Nagi Al-Shihabi, editor periodístico egipcio, 2004.