BASE DE LAS FUERZAS AÉREAS DOVER
Dover, Delaware
24 de octubre de 2012
9:38 A.M. EST
El gigantesco Galaxy C-5, de setenta y cinco metros, rodea la base de las Fuerzas Aéreas Dover antes de aterrizar. Ace Futrell está sentado en la cubierta superior, junto a sesenta y dos soldados heridos y una carga compuesta por los ataúdes de los muertos, envueltos en banderas.
Los últimos siete días habían sido una vorágine de reuniones de espionaje y tratos secretos. La acción militar estadounidense en el Golfo Pérsico fue suspendida tras el éxito en la destrucción de las instalaciones nucleares iraníes, así como de sus bases militares y los centros de instrucción Qod. Después de las negociaciones, el Consejo de Seguridad de la ONU anunció un alto al fuego, al acordar con los mullahs iraníes la toma de medidas drásticas contra todas las sectas radicales islámicas y el corte de todas las ayudas militares y financieras de los insurgentes en Irak. Irán y Siria, además, estuvieron de acuerdo en detener su colaboración militar con Hezbolá y otras organizaciones terroristas, con la «promesa» de las Naciones Unidas de mantener a las naciones culpables bajo estricta vigilancia.
Al menos ésta era la historia «oficial».
Después de la masacre de Abqaiq, el movimiento Ashraf se había extendido, liderando olas de manifestaciones en Jiddah y las provincias del este. La realeza continúa en el poder… por ahora.
En Estados Unidos, todos los «detenidos políticos» habían sido liberados, y el estado de alerta roja del país se había reducido a naranja. El presidente en funciones, Biden, había retrasado las elecciones hasta noviembre, en espera de una investigación completa de la masacre del Día de la Hispanidad.
En cuanto a Ace, ha llegado a su propio acuerdo con los poderes fácticos y ha accedido a acallar las memorias de Kelli a cambio de recuperar su vida. Si una «muerte inesperada, desaparición o causa de fuerza mayor» se llevara su vida, o la de un miembro de su familia, los hombres de Ace difundirían la información a través de Internet.
Y así, vuelve a Estados Unidos, con su mente aún en estado de shock por todo lo que ha sucedido. No puede concebir la devastación de Los Angeles, y forcejea con la idea de que su esposa estuviera involucrada en el complot. A veces la desprecia, a veces se pregunta si sus esfuerzos habrían cambiado el mundo. Física, mental y espiritualmente quemado, ya no se preocupa por el petróleo, ni por la política, ni por el caos mundial o las ruinas de su vida. Ya no se pregunta por qué lo sacaron de la cámara de tortura en Inakesh, ni por qué sigue aún vivo. Cuando se mira en el espejo, queda desconcertado por la persona a la que ve.
Nahir es un recuerdo que se va apagando. Al quedar libre de su vida en la prisión de Inakesh, había decidido mudarse a la India, donde vive la familia de su madre. Ace la había dejado marchar, decidiendo que era mejor cerrar ese capítulo de su vida.
* * *
El transporte militar rueda por la pista y se detiene en uno de los hangares abiertos. Ace mira a la multitud por la ventanilla… familiares y seres queridos de los heridos y muertos americanos.
Él ha viajado a través del infierno, pero el viaje aún continúa para muchos otros.
Piensa en sus hijos. Se pregunta cómo podrá ponerse en contacto con ellos después de tan larga ausencia. ¿Le reconocerán? ¿Le perdonarán?
La limusina gubernamental negra se detiene detrás de la multitud. Ace ve a David Schall saliendo del vehículo y caminando hacia el C-5, acompañado por dos policías militares fuertemente armados.
«Así que esto es lo que va a pasar…».
Nueve meses antes, Ace había bajado de un avión en Nueva York, ansioso por ver a su esposa, inconsciente de la tormenta que se estaba formando en su horizonte. La tormenta había estallado y se había alejado, dejando todo lo que era su vida hecho un desastre.
«¿Cómo recojo los trozos?».
Sale del avión, a la luz solar, y mira a la multitud: a la viuda que espera los restos de su marido, a los niños que tendrán que seguir adelante sin su padre, al padre que ha perdido a un hijo. Al veterano de combate que ha sacrificado una pierna…
Se traga las lágrimas, sintiéndose avergonzado.
David Schall lo recibe cuando baja la escalerilla.
—Camina conmigo.
—¿Tengo elección?
David Schall ve sus ojos vidriosos. Despide a la policía militar y dirige a Ace por la pista hasta el vehículo gubernamental que les espera.
—Algunas de las cosas que han pasado entre nosotros… he tenido que guardar las apariencias. Comprende que no ha sido nada personal. En cuanto a lo que pasó en Arabia Saudí, yo no tuve nada que ver con eso. Sólo quería que lo supieras.
Ace no dice nada.
—Tu esposa y yo éramos amigos. Tú estabas de viaje cuando Kelli descubrió que el cáncer se había extendido. Decidió ocultártelo. Seguramente no te contó que fui a verla el día que recibió su sentencia de muerte. Recuerdo la mirada vacía de sus ojos, la misma que tienes tú ahora.
Se detiene, agarrando a Ace por el brazo.
—Un hombre no está terminado cuando es vencido. Está terminado cuando abandona. ¿Sabes quién dijo eso? Nixon. Justo después del escándalo del Watergate.
—¿Me has traído hasta aquí para darme una lección de historia?
—Estoy aquí para hacerte comprender. Durante los últimos dieciocho meses de Kelli… ella sabía que había perdido la batalla, pero nunca se rindió. Siguió luchando. Hizo que cada día mereciera la pena.
Ace entorna los ojos.
—Tú estabas metido en eso, ¿no? En su plan para hacer descarrilar a los neoconservadores.
—¿Quién crees que le dio acceso a Promis?
Ace sigue caminando, mientras su presión sanguínea se eleva.
Schall lo sigue hasta la puerta.
—Le di lo que necesitaba… una razón. Una segunda oportunidad. El mundo es un caos, Ace, pero al menos nosotros vemos los problemas tal como son, y eso es un paso hacia delante… o, al menos, es un comienzo. Lo que habéis hecho vosotros dos… ha sido algo bueno.
—¿Algo bueno? —Ace se gira para mirarlo—. Diles a las miles de víctimas del cáncer que sufrirán hasta el día en el que mueran que esto ha sido algo bueno. Díselo a los seres queridos de las víctimas. A ver si ellos están de acuerdo contigo, pero yo creo que no.
—No lo dudo, pero podría haber sido peor. Era necesario distender la situación.
—¿Sabes cuál es tu problema, y el de Kelli, y el de Cheney, y el del resto de chiflados del PNAC, del CFR y de la Comisión Trilateral? No importa lo feas que se pongan las cosas, no importa cuántas veces la pifiéis, siempre creéis que tenéis razón. Bueno, ¿pues sabes qué? No habría habido extremistas islámicos si no nos hubiéramos hecho adictos al petróleo. Si no hubiéramos creado una resistencia afgana contra los soviéticos, Al-Qaeda no habría existido. Saddam nunca habría sido una amenaza si nosotros no lo hubiéramos armado, ni Irán, ni el resto de gobiernos-marioneta que la CIA ha preparado para que todas las administraciones desde el asesinato del presidente Kennedy pudieran manejar sus cuerdas. Somos los Estados Unidos, Schall. ¡Se supone que somos los buenos! ¿Y si nuestros líderes promovieran el respeto de los derechos humanos y la responsabilidad civil en lugares como Arabia Saudí, en lugar de preocuparse sólo por su petróleo? Mejor aún, ¿y si el Congreso y la Casa Blanca se unen y deciden librar a nuestro país de los combustibles fósiles de una vez por todas? Al diablo con el petróleo, al diablo con los Halliburton y los bancos federales. Reinventemos la rueda, y, esta vez, hagámoslo bien. Imagínate qué distinto sería el mundo en el que estaríamos viviendo ahora. Te lo garantizo, Schall, Los Angeles sería una zona más verde.
—Ése es un gran discurso, Ace. Quizá deberías practicarlo en Farsi.
—Que te den por el culo, Schall —Ace pasa junto a la limusina, camino de la salida del aeropuerto y la Ruta 1.
—¡Papá!
Se detiene y se gira, con el corazón saltando en su garganta. Sam sale de la puerta de atrás de la limusina y corre hasta sus brazos. Lágrimas de alegría manan de sus ojos mientras abraza a su hijo. El vacío de su alma de repente rebosa de emoción.
Leigh se aproxima, insegura.
Sam rodea con sus brazos el cuello de Ace, en un abrazo de oso.
—¡Papá, te vimos en las noticias! Papá… ¡saliste en las noticias!
Su hija lo mira fijamente, sintiéndose aún traicionada.
—¿Papá? ¿Qué te han hecho? Mírate… es como si te hubiera pasado un tren por encima.
—Me siento como si hubiera sido así. Chicos, siento mucho haberos dejado, os prometo que no lo volveré a hacer. Jamás. ¿Me perdonáis?
Sammy asiente.
El rostro de Leigh se rompe en sollozos mientras lo abraza.
—No pasa nada, cariño. Papá está en casa otra vez. Estoy en casa.
«El hombre nunca antes ha tenido tal capacidad de control sobre su entorno, para terminar con la sed y el hambre, para desterrar la pobreza y la enfermedad, para eliminar el analfabetismo y la miseria humana. Tenemos el poder de hacer que ésta sea la mejor generación de la humanidad en la historia del hombre… o de hacer que sea la ultima».
Presidente John F. Kennedy.
«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más».
Apocalipsis 21:1
«Los sesenta nos mostraron las posibilidades y la responsabilidad que todos nosotros teníamos. No eran la respuesta. Sólo nos dieron un atisbo de la posibilidad».
John Lennon.