FBI - OFICINA CENTRAL DE CHICAGO
S. Canal St.
15 de diciembre de 2011
1:37 P.M. CST
Ubicada en el edificio de la aduana americana en el centro de Chicago, la división del FBI de Chicago está compuesta por treinta y seis equipos dispuestos para la investigación de contrainteligencia y terrorismo, así como del crimen organizado, de los delitos relacionados con drogas, de los crímenes violentos y de los delitos de guante blanco. En sus modernas instalaciones también está localizado el Laboratorio Regional de Informática Forense (LRIF), que se ocupa de examinar y analizar ordenadores y sistemas relacionados con el terrorismo, la pornografía infantil y el resto de formas de delitos cibernéticos.
La ciencia informática forense es la disciplina que adquiere, preserva, recupera y presenta los datos criminales que han sido procesados electrónicamente. Ahora que los ordenadores personales han aumentado su capacidad de almacenamiento de treinta a sesenta gigabytes (treinta gigas de datos impresos crearían un montón de papeles de sesenta pisos de altura), los nuevos métodos de entrenamiento deben combinarse con la tecnología para ayudar a los examinadores a determinar qué archivos son críticos, sobre todo teniendo en cuenta las limitaciones temporales y las imposiciones judiciales.
De los siete examinadores forenses que existen actualmente en el LRIF de Chicago, Steven Klemz ha sido el último en incorporarse. Klemz ha sufrido seis semanas de instrucción, y más de dos meses ocupándose sólo de historiales de conversación y pornografía en Internet. Hace tres días, su director, Adrian Neary, le entregó el ordenador que habían confiscado en el apartamento de los sospechosos iraquíes. De repente, la vida del joven empleado había cobrado sentido. Le habían dado una oportunidad. Estaba en el juego: contraterrorismo.
El tiempo era lo primordial… el director Neary quería devolver el ordenador al apartamento de los sospechosos, que estaba siendo vigilado por el departamento de policía local. La primera acción del agente Klemz había sido copiar los documentos del portátil a una SAN. Abreviatura de Storage Area Network, Red de Áreas de Almacenamiento. Básicamente, el programa es un sencillo depósito usado por los examinadores para descargar grandes cantidades de datos.
Una vez que tuvo los datos copiados, Klemz comenzó a ordenar los documentos y los mensajes de correo electrónico, usando un programa para traducir del árabe al inglés. Se negaba a dejar las instalaciones, comía en su escritorio y echaba siestas de una hora cuando el agotamiento lo golpeaba. Aun así, seguía adelante, construyendo un perfil de los individuos a través de los sitios web que visitaban y de su correspondencia electrónica.
Ambos sospechosos nacieron en Irak. Jamal al-Yussuf era chiita y vivía en Bagdad. Era artista y había estado haciendo cursos de diseño gráfico. Además era fotógrafo, y su portfolio on-line era oscuro y descriptivo: amputados yaciendo en calles cubiertas de polvo, policías armados con ametralladoras, explosiones lloviendo sobre vecindarios civiles mientras el bombardeo arranca trozos de estuco. A través de los blogs y los mensajes de correo electrónico interceptados, el agente Klemz había descubierto que Jamal había perdido a su padre y a su abuela en los primeros asaltos aéreos de la invasión de 2003. Su hermano de once años, Kudair, había sido herido por la metralla de un coche bomba, y Jamal había llevado al chico en brazos tres kilómetros hasta el hospital. Describía, con espeluznante detalle, que el hígado del chico se salía de entre sus dedos por la herida que tenía abierta en el abdomen. Su pequeño hermano había muerto en la sala de espera.
Omar Kamel Radi era sunita y alto, un poco más de uno noventa y ocho. Había sido portero de fútbol en Haditha, un pueblo agrícola junto al río Éufrates, y esperaba jugar en el equipo nacional. Después de la invasión estadounidense, el barrio de Omar se había convertido en un campo de batalla entre las tropas americanas y los insurgentes iraníes. Una explosión al borde del camino destruyó la casa de su familia, y había dos niños documentados entre los muertos. Los militares no ofrecieron detalles del suceso ni del recuento de muertos.
Dos civiles. Dos hombres con un motivo… su propio tormento personal, desencadenado por la invasión americana.
El agente Klemz perdió su entusiasmo por el proyecto. Dejó de leer los mensajes y permitió que el programa ordenara la correspondencia usando palabras clave. Aquella noche se iría a casa, comería algo caliente y dormiría en su propia cama.
«Debería llamar a mamá…».
La parpadeante alerta roja atrae su atención… se ha detectado un archivo de vídeo codificado. El agente Klemz avisa al director, sin apartar los ojos de la pantalla mientras el ordenador del laboratorio resuelve los códigos de encriptación y abre el archivo.
Bien afeitado, y con cicatrices de la cabeza a los pies, el director del FBI en Chicago, Adrian Paul Neary, había pasado sus primeros diecisiete años en el FBI trabajando como agente de campo junto a la brigada antidroga, pero después de que tres sospechosos armados con alambre de espino lo acorralaran, se había visto obligado a aceptar un trabajo de oficina. El cuerpo del director del FBI aún mostraba las señales del ataque, incluyendo una cicatriz de seis centímetros y medio en su barbilla que pasaba claramente sobre su labio.
Neary se une al agente Klemz en su despacho, y los dos hombres miran el vídeo.
La escena de apertura, tomada por una cámara de mano, es una clase de escolares árabes de entre cinco y siete años de edad… cantando una canción. Neary escucha atentamente. Traduce: «Los árabes son amados, y los judíos son perros».
—¿Esto es lo que enseñan a sus hijos?
—Los adoctrinan en el odio a edades muy tempranas.
La escena cambia hasta una ceremonia de graduación. Hombres-bomba, con los rostros cubiertos por máscaras negras y chalecos llenos de explosivos plásticos corean en árabe: «Muerte a América, muerte a Israel».
Neary agita la cabeza.
—La psicosis del odio.
La siguiente escena es mucho más perturbadora. Una pequeña niña palestina sostiene una pistola Glock de nueve milímetros mientras canta ante el pequeño público reunido: «¡Quiero morir por Shaleed! ¡Quiero morir por Shaleed! ¡Quiero morir por Shaleed!».
El agente Klemz niega con la cabeza.
—No es mayor que mi sobrina de siete años. ¿Qué están enseñando a esos crios?
—A morir por Alá.
Uno de los sospechosos, Jamal al-Yussuf, aparece a continuación, vestido con ropa de combate. Está solo en una habitación de paredes desnudas, con un catre visible en una esquina. Sin mirar a la cámara, se arrodilla para orar. Hace una reverencia. Se vuelve para mirar a la cámara con un objeto en la mano.
Es el cráneo de un niño.
El agente Klemz se estremece.
Al-Yussuf recita algo ante la cámara.
Neary traduce: «Llamamos a las puertas del cielo con las calaveras de los judíos… con las calaveras de los americanos».
—Encantador.
Neary da una palmadita en el hombro a su compañero.
—Emite una orden de busca y captura. Quiero que encuentren a esos dos.
«Todos los partidos políticos de América cometen errores abismales en lo que se refiere a la energía y a la economía. No pueden dar malas noticias a la gente y suprimen a aquellos que lo intentan. De hecho, creo que ya no tenemos tiempo para un acercamiento al estilo Jefferson; deberíamos tirar todas estas arcaicas estructuras políticas, palabras de moda e ideologías por la ventana y comenzar con una hoja de papel nueva. Hemos entrado en un nuevo paradigma humano. Servía y sirve de poco seguir perfeccionando el gobierno y la filosofía de la Época Industrial en esta nueva era».
An American Energy Policy, de Michael C. Ruppert.
«Varias agencias extranjeras aliadas informaron con todo detalle al gobierno de los Estados Unidos de un próximo ataque, detalle que incluía el tipo y los posibles objetivos del ataque, el nombre de la operación (la Gran Boda) y los nombres de ciertos hombres que más tarde serían identificados entre los perpetradores. Varios individuos estuvieron en posesión de conocimientos concretos por adelantado, y algunos de ellos intentaron advertir a los Estados Unidos antes del 11 de septiembre. Algunas importantes personas recibieron advertencias para que no volaran durante la semana anterior y el día 11 de septiembre».
911TRUTH.ORG
«El mayor enemigo de la verdad, muy a menudo, no es la mentira, deliberada, artificial y deshonesta, sino el mito, persistente, persuasivo y poco realista».
Presidente John F. Kennedy.
Extracto del libro: Al borde del infierno:
Una disculpa a los supervivientes
por Kelli Doyle,
Consejera de Seguridad Nacional
de la Casa Blanca (2002-2008).
Sinceramente, espero que esto os asuste.
Recuerdo el momento en el que me di cuenta por primera vez, el momento en el que fui consciente de que algo iba realmente mal. En un momento estás bien, con la mente consumida por las cosas más triviales, y al siguiente…
Esos primeros momentos son los más duros, aquellos en los que la mortalidad te golpea como una tonelada de ladrillos. «¿Cáncer? ¿Puede operarse? ¿Y la quimio? Bueno, entonces, doctor, ¿qué puede hacer?».
Y en cierto punto, a través de las lágrimas y de la congoja en el pecho, expulsas las palabras que nunca hubieras imaginado tener que pronunciar: «¿Cuánto me queda?».
Es duro escuchar la respuesta, quizá más duro que la sentencia de muerte en sí misma, porque, aunque el médico se equivocara, aunque errara por una semana, o un mes, o incluso un año, en realidad no importa… sabes que tu reloj está avanzando. Por supuesto, siempre ha estado avanzando; lo lleva haciendo desde tu nacimiento. Nacemos en un instante y morimos en un instante, y nuestra vida, nuestros preciados momentos, quedan entre ambos, y, nos guste o no, nadie sobrevive a ello.
En lo que respecta a la mortalidad, ser humano es tanto una bendición como una maldición. Somos conscientes de los límites de la vida, y nos vemos obligados a procesar algo que nunca hemos comprendido totalmente. El primer estadio al enfrentarse a la muerte es la negación, una fase en la que entrarás tú mismo dentro de un momento. Esto progresa hasta la culpa, y luego hasta la rabia. Golpeas las paredes con los puños, le das una patada al perro y maldices a Dios, mientras te preguntas: «¿Por qué yo?». Al final, negocias y tratas de hacer las paces con tu creador, porque lo necesitas ahora más que nunca. Y si eres un luchador, luchas hasta el último momento.
Eso es lo que quiero que hagas. Quiero que luches. ¡Quiero que actúes! Porque el reloj está avanzando, y las campanas están doblando, ¡y doblan por ti! Están doblando por tus hijos, y por tus familiares y amigos, y por todos tus seres queridos y conocidos… por todos los seres humanos a los que conozcas, o hayas conocido, o nunca vayas a conocer. Este planeta lo compartimos seis mil millones de personas, y pronto (muy pronto), todos y cada uno de nosotros, excepto una pequeña élite, vamos a morir.
Esto es cierto, será una muerte masiva. Para la mayoría de vosotros sucederá gradualmente, tan gradual como meterse en una olla gigante de agua fría y encender el fuego. Al principio no sabrás que está pasando algo, y después, lentamente… lenta y dolorosamente, como un gotero intravenoso de quimio quemándote las venas, te darás cuenta de que, de esta sentencia de muerte, no hay escapatoria, de que el caos que te rodea no va a terminar, de que la comida que queda en tu frigorífico y en tus estantes no durará demasiado, y de que tú, y tu familia, vais a morir de hambre.
O de frío.
O seréis incinerados por un arma de cuyo impacto nunca habéis oído hablar. O sucumbiréis a un virus que nunca habías padecido. Estarás tan desvalido como las víctimas del tsunami que golpeó Indonesia el día después de la navidad del 2004, o como las almas perdidas del huracán Katrina, abandonadas sin comida ni agua en una inundada Nueva Orleans… Pero esta vez no habrá rescatadores, y la CNN no cubrirá el suceso, porque no habrá electricidad que alimente sus cámaras… ni tu televisor. Disparar al mensajero no ayudará. Llamarme mentirosa, refutar mis advertencias, maldecir mi existencia… no va a cambiar nada. Los frenos se han roto, y la civilización está siendo distraída… está siendo instruida para mirar por el espejo retrovisor mientras nos lanzamos por el acantilado… Estás demasiado ocupado con las pequeñas cosas de tu vida para ver lo que está ocurriendo.
¡Abre los ojos! ¡Lee las señales! Ya ha comenzado… Los movimientos de apertura ya se han jugado en el gran tablero de ajedrez político:
La crisis del petróleo de 1973: el primer bocado de lo que está por venir.
Los años de la administración Reagan-Bush: la corrupción sonríe tras el movimiento.
Irán e Irak: una guerra diseñada para controlar temporalmente el centro del tablero.
La invasión de Kuwait por Saddam: la manipulación de un peón.
El crecimiento del fascismo islámico: un cáncer que se extiende en el mundo musulmán.
Las reuniones secretas sobre energía del 2001: nuestro camino hacia la autodestrucción, argamasado con avaricia.
La manipulación tras el 11-S: el sacrificio de un noble caballero.
La invasión de Afganistán: un amago de conquista en Irak… nuestro aciago descenso hacia el abismo.
La elección de Hamas, el engaño de Hezbolá: los tentáculos de Irán.
Intentos de golpes de estado. Elecciones amañadas. Leyes «para proteger al público» sacadas directamente de una novela de George Orwell…
El colapso de la economía global, primera parte.
La partida aún no ha terminado, pero el resultado se ha decidido hace mucho, y pronto caerá la última pieza, aunque no lo hará del modo en que los autoproclamados autócratas esperan. Cuando el castillo de naipes se derrumbe, todo el mundo perderá, y los mansos serán quienes hereden la tierra, o, al menos, lo que quede de ella. En cuanto a mí, para entonces llevaré mucho tiempo muerta, y aun así, el cáncer que atenaza mi cuerpo habrá sido una bendición disfrazada, porque me ha dado una fuerza nueva… Me ha dado perspicacia para poner en movimiento mi propia y pequeña serie de sucesos, la cual podría evitar parte del Armagedón que se cierne sobre nosotros, incluso quizá me ayude a recuperar mi alma.
Para mí es demasiado tarde. Para mis hijos, para mis seres queridos… para ti, doblo estas últimas campanas de advertencia: el final de la civilización, tal como la conocemos, está en el horizonte, un tsunami de muerte se acerca…
¡Y tú estás dormido en la playa!
«Por lo tanto, pedí al vicepresidente Cheney que supervisara el desarrollo de una fuerza nacional coordinada para que pudiéramos hacer el mejor trabajo posible protegiendo a nuestra gente de un daño catastrófico».
Presidente George W. Bush, alterando un antiguo protocolo al
colocar al vicepresidente a cargo de todos los programas y agencias
federales que tenían relación con el terrorismo.
8 de mayo de 2001
(cuatro meses antes de los sucesos del 11 de septiembre).
«El ejército estadounidense y otras autoridades planearon, o realmente desarrollaron, una respuesta defensiva a todos los elementos del escenario del 11-S durante el año anterior al ataque… incluyendo secuestros múltiples, explosiones suicidas y un ataque al Pentágono. Los distintos ejercicios bélicos militares planeados con antelación, y desarrollados durante la mañana del 11 de septiembre, incluían simulaciones de una crisis aérea doméstica, de un avión estrellándose contra un edificio gubernamental y de una emergencia a gran escala en Nueva York. Si esto fue sólo una increíble sucesión de coincidencias, ¿por qué la investigación oficial evitó la cuestión? Existen pruebas de que los ejercicios bélicos crearon confusión sobre si los sucesos que se estaban desarrollando eran "reales o ejercicios". ¿Sirvieron los ejercicios bélicos como tapadera para un sabotaje a la defensa aérea y/o a la ejecución de un "trabajo desde el interior"?».
911TRUTH.ORG
«El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas».
Apocalipsis 8: 10-11