WASHINGTON D.C.
17 de octubre de 2012
10:06 P.M. EST
El senador Mulligan está ante el estrado, con los puños apretados por la rabia, cuando la retransmisión en directo de Ace Futrell y Scott Santa se corta bruscamente… ¡segundos antes de que Ace sea entrevistado!
El candidato del Partido Verde se gira para dirigirse al grupo de periodistas que se ha reunido apresuradamente.
—Los rumores de Internet eran ciertos… el ataque de Los Ángeles fue una operación de bandera falsa perpetrado por la derecha radical. Esta noche llamaré a todos los miembros del Congreso para que se reúnan conmigo en una sesión nocturna de emergencia en Capitol Hill. Debemos investigar qué cargos de esta administración y de la administración Bush estuvieron directamente involucrados en el ataque del Día de la Hispanidad. ¡Esta noche pediré al Congreso que recupere el control de nuestro país antes de que nuestro ejército cometa una masacre!
BASE AÉREA AL UDEID, QATAR
3:51 A.M. Hora local
El general Mike Tristano, comandante del CENTCOM, escucha al vicealmirante Brandon Herbert mientras éste ladra órdenes a través del videófono al capitán James Fisher, a bordo del portaaviones Ronald Reagan.
—Exactamente, ¿cuántas bombas binarias ordenó el ministro de Defensa que llevaran a bordo, capitán?
Fisher, en el monitor, palidece.
—Algo más de trescientas, señor.
El general Tristano maldice entre dientes.
—Capitán, no se va a cargar ninguna bomba VX más en ninguna otra nave, ¿entendido? Es una orden directa.
—Señor, el ministro de Defensa Kendle ha ordenado lo contrario.
—Capitán, el ministro de Defensa está bajo sospecha de traición —contesta el almirante—. Si se pone en contacto con usted, debe redirigirlo hacia mí. ¿Está claro?
—Sí, señor.
—Comandante Zizzi, ¿cuál es el estado de los objetivos de la Fase I?
—Los objetivos nucleares han sido destruidos y las Fuerzas Aéreas Iraníes han sido inmovilizadas. Catorce destacamentos están aproximándose ahora a los campamentos de instrucción.
—Capitán Fisher, complete la Fase I de la misión, y después espere órdenes del CENTCOM.
—Sí, señor.
OESTE DE PALM BEACH, FLORIDA
11:35 P.M. EST
Jennifer Wienner está viendo la CNN en su teléfono móvil cuando su ayudante le grita desde el exterior de su despacho.
—¡Jen, pon la CBS, tienen una nueva noticia!
Cambia a ese canal y encuentra una retransmisión en directo desde los cuarteles generales del FBI en Chicago, donde el director Adrian Neary está siendo acorralado por la prensa.
—El sospechoso, Jamal al-Yussuf, ha sido encontrado muerto hace apenas dos horas. La autopsia preliminar indica que fue un ataque al corazón.
—Señor, el sospechoso tenía veintiocho años. ¿Cómo es posible…?
—Como he dicho antes, estamos investigando todas las posibilidades, incluyendo que fuera provocado intencionadamente.
—¿Alguien visitó al sospechoso antes de su muerte?
Neary piensa su respuesta cuidadosamente.
—Lo siento, no puedo hacer comentarios en este momento.
—¡Acabas de hacerlo! —Jennifer abraza a su ayudante cuando éste entra en la habitación—. ¡Está pasando de verdad, Collin! ¡Todo se está viniendo abajo como un castillo de naipes!
La expresión de Collin Bradley la hace detenerse. El joven le tiende el teléfono.
CAPITOL HILL
Washington D.C.
12:12 A.M. EST
La presencia policial es gigantesca. Los oficiales y Seguridad Nacional arrestan a cualquier disidente, incluso por llevar una camiseta contra la guerra. Los medios de comunicación están vetados… no se permite ninguna cámara en un radio de cuatrocientos metros del edificio del Capitolio.
En el interior, un tembloroso senador Joseph Mulligan mira la cámara vacía, mientras un ayudante se aproxima apresuradamente.
—Diecisiete demócratas, tres republicanos… eso es lo único que se sabe. Seguridad Nacional los ha arrestado a todos, señor.
Las puertas se abren de golpe y tres agentes armados de Seguridad Nacional avanzan hacia ellos desde el pasillo central.
—Éste es un día triste —dice el senador Mulligan—. Un día triste para la democracia.
—Senador Mulligan, está usted detenido bajo acusación de traición. De acuerdo con los estatutos de la Ley Patriótica, no tiene derecho a un abogado. Será detenido sin ninguna notificación adicional.
BASE AÉREA AL UDEID, QATAR
4:22 A.M. Hora local
Los policías militares entran, con las armas preparadas.
El general Mike Tristano los mira desde su escritorio, con la sangre a punto de ebullición.
—¿Qué está pasando aquí? ¡Guarden esas armas!
—Lo siento, señor. Está arrestado.
—¡Arrestado! ¿Con orden de quién?
—Del presidente de los Estados Unidos.
REFINERÍA DE PETRÓLEO ABQAIQ
6:47 Hora local
La primera luz de la mañana revela un paisaje de muerte… miles de cadáveres… el último aliento de aquellos
moribundos cuyos pulmones ya no pueden respirar, los nervios envenenados aún retorciéndose de los fallecidos.
Protegidos por sus trajes protectores, los miembros del equipo de la CNN se mueven cuidadosamente entre los caídos mientras graban la descorazonadora masacre: ciudadanos… padres e hijos, madres abrazadas a bebés… todos parte de un éxodo que comenzó demasiado tarde.
Ace se hiperventila detrás de la mascarilla de plástico de su traje antirradiaciones mientras avanza tambaleándose a través de la refinería, con sus entrañas emocionalmente devastadas. Su furia crece ante el sinsentido de un acto que no fue capaz de prevenir. Nahir está a su lado, con el traje antirradiación de Scott Santa.
Ramzi Karim va de un cuerpo a otro, cogiendo a niños medio asfixiados en sus brazos y llevándolos al interior de algún edificio, un acto de desesperación que llega demasiado tarde contra la toxina elaborada por el hombre.
Llegan al lugar más equipos de noticias, todos con trajes protectores. En cuestión de horas, sus estremecedoras imágenes aparecerán en las noticias de todo el mundo.
DESPACHO OVAL, CASA BLANCA
Washington D.C.
El presidente en funciones Biden está sentado tras su escritorio, retorciéndose las manos mientras mira la emisión de las noticias de Abqaiq.
—¿Esto es muy malo?
—Mucho. —Jim Miller, el nuevo secretario de Prensa de Biden, apaga el sonido del televisor.
El ministro de Defensa Kendle entra.
—CENTCOM está de nuevo bajo control. Me he visto obligado a arrestar al general Tristano.
Biden está pálido.
—¡No puede hacer eso sin consultarlo conmigo!
—Tristano se había insubordinado, canceló la Fase II.
—¿Qué es la Fase II? —pregunta el secretario de Prensa.
—Nuestra respuesta a lo de Los Angeles —contesta Lowe—. La destrucción de los principales centros de población iraníes.
—La destrucción, ¿cómo?
—Con gas nervioso VX.
Jim Miller hace una mueca, y, de repente, se pregunta por qué acepto el puesto de secretario de Prensa.
—Señor presidente, con la detención del senador Mulligan y esas imágenes de niños muertos que están llegando de Abqaiq, le recomiendo encarecidamente que suspenda ese ataque.
—Imposible. —El ministro Kendle mira al secretario de Prensa, un hombre que tiene la mitad de su edad—. Tengo dieciséis buques de guerra en el Golfo Pérsico…
—Que han destruido con éxito las bases militares y las instalaciones nucleares iraníes. La amenaza ha terminado, la misión ha finalizado. Detenga la guerra ahora, y ganaremos el combate en la política global. Masacre a decenas de millones de civiles iraníes, y declararemos la guerra públicamente a mil millones de musulmanes.
—¡Ya es suficiente! —escupe Kendle—. Eres el secretario de Prensa, no estás aquí para dictar política. Gente con mucha más experiencia que tú ha dedicado la mayor parte de sus carreras a planear una estrategia…
—¿Para hacer qué? ¿Invadir Irán a costa de neutralizar a su población? Está por todo Internet… matar a los radicales y llevarse el petróleo. ¡Un plan brillante! Bueno, en el 2003 no funcionó, y…
—¡Cállese! —El director de Seguridad Nacional señala la televisión y sube el volumen.
Es un reportero de la CNN, en directo desde Phoenix.
El director regional del FBI, Marc McDuff, está hablando frente a un estrado.
—Coordinando nuestra investigación con los agentes de Kansas, hemos podido identificar el cadáver del agente del FBI Elliott Green. El agente Green estaba involucrado en la vigilancia de un físico nuclear, el profesor Eric Mingyuan Bi. Después de registrar el vehículo, los agentes de FBI han podido recuperar varias grabaciones de conversaciones telefónicas efectuadas por el agente Green al director del FBI, Gary Lee Schafer, y a un sospechoso terrorista aún por identificar. Debo señalar que el director estaba, de hecho, en Los Ángeles, el día 8 de octubre, justo antes de la detonación del arma nuclear, y que murió en el ataque.
Joe Biden mira fijamente la televisión, con el corazón desbocado y la piel bañada por un sudor frío. Ha dedicado toda su carrera política a preservar la libertad y proteger los derechos del ciudadano, y ahora se ha dejado arrastrar por una mentalidad linchadora donde la venganza ha reemplazado a la Constitución.
—Señor ministro… haga que los destacamentos retrocedan.
El rostro del general Kendle enrojece.
—Señor, no tiene ni idea…
—¡Ahora! Director Lowe, libere a todos los detenidos, y quiero su dimisión sobre mi mesa antes de una hora. La suya también, general. Señor Miller, convoque una conferencia de prensa para las nueve de la mañana. Voy a pedir una investigación completa sobre la masacre del Día de la Hispanidad, y, esta vez, el comité tendrá poder de citación.
«Sería injusto para todos aquellos musulmanes liberales, demócratas, modernos, que quieren vivir una vida civilizada… arrojarlos a los bárbaros, porque ellos están en el lado correcto, más aún, tienen mucho que ofrecer en la guerra contra el Islam militante».
Daniel Pipes, director del Forum de Oriente Medio.
«Pero todos somos capaces de aniquilar. En ese sentido, no hay diferencia entre "nosotros" y "ellos". Todos nosotros contenemos la esencia, que nos permite matar. Nadie sugiere que no matemos al enemigo. La diferencia yace en qué instrumentos de acción tienen nuestros sistemas, y cómo se realiza esa acción cuando es necesario. La diferencia está en la calidad de las jaulas en las que residen nuestros monstruos durante el resto del tiempo. La diferencia subyace en nuestra disposición para mirar, para ver, para juzgar y actuar, cuando un monstruoso individuo cae en nuestras manos. Éstas no son diferencias creadas por la existencia de la convención de Génova, sino diferencias evidenciadas por la estructura y el comportamiento del ejército estadounidense y su descuido civil».
Seymour Hersch, 17 de mayo de 2004.
«Si no podemos eliminar nuestras diferencias, al menos podemos ayudar a que el mundo sea seguro para aquellos que son diferentes».
Presidente John F. Kennedy.