LA MAYORÍA DE LOS ESTADOUNIDENSES, A FAVOR
DE UN ATAQUE NUCLEAR
Associated Press, 13 de Octubre de 2012.
Una reciente encuesta muestra que la mayoría de norteamericanos está a favor de realizar un ataque nuclear contra Irán en respuesta al ataque terrorista de Los Ángeles.
«Irán entrenó a esa gente, Irán envió las bombas, y, en lo que a mí respecta, Irán merece ser atacada con armas nucleares», dijo Lynn McDonald, una profesora de Houston, Texas. «Sé que hay gente inocente viviendo en Irán… familias enteras, pero como ciudadano no puedes quedarte sentado y ver que tu gobierno hace ese tipo de atrocidades».
IRÁN RESPONDERÁ CON MISILES SI ES ATACADA
New York Times, 14 de Octubre de 2012.
TEHERÁN - Como respuesta al discurso del Presidente Biden en el Capitolio, el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad respondió amenazando con realizar un ataque con misiles nucleares sobre Israel y Arabia Saudí si resultaba atacado. «La gran nación del Islam no es responsable de la devastación de Los Ángeles. Si Estados Unidos cree que pueden inventar nuevas mentiras para justificar otra invasión como la que realizaron sobre Irak, entonces están cometiendo un gran error. A la primera señal de ataque, lanzaremos un misil Shahab sobre las ciudades sionistas, y también sobre la Zona Verde americana de Bagdad».
El Primer Ministro israelí respondió a la amenaza iraní constatando que las Fuerzas de Defensa Israelíes han sido actualizadas hace dos años con sistemas de defensa balísticos Arrow 3, y afirmó que, al despegue del primer misil nuclear iraní, tuviera éste éxito o no, responderían «significativamente».
Con el nombre clave HOMA, el Arrow 3 tiene dos baterías desplegadas, una cerca de Tel Aviv y una al sur de Haifa. El sistema de misiles anti-misiles ha completado con éxito dieciséis pruebas de interceptación. Se cree que las fuerzas iraníes están en posesión de una docena de misiles nucleares, mientras que el arsenal nuclear de Israel supera las doscientas cabezas.
BASE AÉREA DE AL UDEID
Qatar
17 de octubre de 2012
La base aérea de Al Udeid, en Qatar, es el cuartel general más avanzado del Centro de Mando Estadounidense (CENTCOM). Es el grupo de Mando Unificado Combatiente responsable de realizar los posibles despliegues tácticos de fuerzas militares estadounidenses en el Medio Oriente, África oriental y Asia central.
El comandante del CENTCOM, el general Mike Tristano, empezó su carrera militar en las Fuerzas Especiales de los Estados Unidos. A diferencia del presidente y el secretario de Defensa, este general curtido en mil batallas piensa que los planes de invasión de Irán son demasiados ambiciosos, especialmente teniendo en cuenta que sus tropas están ya de por sí demasiado ocupadas. Sabe que la opción de un ataque nuclear sobre Irán está sobre la mesa, pero es un plan de ataque que todavía está por estudiarse.
Tristano entra en la sala de guerra y se une a su Jefe de Mando, el capitán general Ben Serviss. El vicealmirante Brandon Herbert supervisa las operaciones del Golfo Pérsico, junto con la general Cynthia J. Zizzi, directora de operaciones terrestres y la oficial al mando femenina de mayor rango de las fuerzas armadas.
Un detallado mapa del Medio Oriente llena la pared principal de la sala. Presidiendo la mesa de conferencias, que es el centro de la habitación, hay una pantalla transparente digital de dos metros y medio de alto que ofrece información a tiempo real de la posición de las unidades amigas y hostiles, las de apoyo aéreo, las condiciones atmosféricas y la localización del superportaaviones USS Ronald Reagan y su grupo de batalla, el cual ahora se dirige hacia el noroeste por todo el Golfo Pérsico.
El general ocupa su sitio en el extremo de la mesa.
—¿Tenemos una lista actualizada de objetivos?
—Sí, señor.
La general Zizzi teclea en su portátil y seguidamente aparece una lista de objetivos, dispuestos por categorías, sobre el mapa computerizado.
El general Tristano se quita la gorra y se masajea el cuello, donde se acumula toda su tensión.
—Estamos atascados, señores. El secretario de Defensa aún no ha informado de nuestra presencia, y, la verdad, eso me está crispando los nervios. Ataque aéreo… ataque nuclear… nadie dice nada, pero venimos arrastrando esta operación desde el 2003, y ahora la Casa Blanca salta sobre ella sin pensar antes lo que está haciendo.
—Kendle ha servido en Irak. Él sabe de sobra que no tenemos suficiente personal para ocupar otra nación de forma hostil.
El vicealmirante Herbert interviene.
—Esto producirá muertes a escala masiva, hagamos lo que hagamos. Incluso si no realizamos el ataque nuclear, bombardear un reactor nuclear con armas convencionales es todavía una acción muy peligrosa. General Zizzi, usted viene de Los Álamos. ¿Qué dicen los empollones?
—Están de acuerdo en lo que respecta al ataque nuclear, incluso un ataque con Tomahawks sobre una instalación nuclear crearía una nube radioactiva parecida a la de Chernobyl. El Océano Indico está aún en su temporada del monzón. Incluso una pequeña tormenta llevaría la lluvia radioactiva a todas las ciudades de la costa sudeste. Calcuta, Rangún, Dhaka, Mumbai, Chennai… todas quedarían expuestas a la radioactividad, con un alto índice de humedad ambiental para empeorar aún más las cosas.
Obviamente, las cosas empeorarían si Kendle persuadiera a Biden de realizar un ataque táctico nuclear contra Teherán. La lluvia radioactiva podría afectar tanto a la India como a Pakistán, incluso podría moverse hasta China, Rusia, y el lado más oriental de Japón. El gobierno de Musharraf está ya metido en problemas con Pakistán. Un ataque nuclear certificaría su muerte política, y quedaría reemplazado casi con toda probabilidad por un gobierno de islamistas radicales. Eso provocaría una respuesta militar de la India. También estamos sopesando un ataque de represalia por parte del comandante Shia desde Irak, una vez comience la invasión.
—General Serviss, ¿qué nivel de eficiencia nos da Inteligencia respecto a la marcación como objetivos de los silos de misiles iraníes?
—En esta coyuntura, confían en una efectividad de un setenta y cinco por ciento. El Shebab-III tiene un alcance máximo de mil doscientos kilómetros. Si intentan realizar un lanzamiento, sus objetivos más probables son la base de Camp Doha en Kuwait y la base aérea de Al Seeb en Omán, cualquiera de los objetivos disponibles de Arabia Saudí y las ciudades israelíes de Tel Aviv, Eilat, Haifa, Beersheba y el complejo nuclear de Dimona. Los israelíes tienen el sistema defensivo ARROW, pero los otros objetivos seguirán expuestos al ataque. Oh… por supuesto, están nuestras propias instalaciones en Qatar.
—¿Y los chinos?
—Creo que deberíamos esperar algún tipo de respuesta. Irán y China son los segundos importadores de petróleo del Medio Oriente. También usan la terminal iraní para exportar el gas natural desde Turkmenistán. Una invasión a gran escala significaría también el fin de la OTAN.
—Malditos políticos, que se pudran todos en el infierno —dice el general Tristano, comprobando que son las 8:12 p.m.—.Tengo una reunión con el secretario de Defensa Kendle dentro de veintiuna horas. Reanudaremos la sesión entonces.
El Jefe de Mando del CENTCOM sale de la sala.
El general Tristano agarra del brazo al almirante, con la intención de que no abandone la sala todavía.
—¿Qué es lo que ha oído? Y no me venga con idioteces, Brandon, ya hemos llegado demasiado lejos.
—He hablado con Fisher, el capitán del Ronald Reagan. Esta mañana ha llegado un barco de suministros con una entrega, órdenes directas de Kendle.
—¿Qué tipo de entrega?
GOLFO PÉRSICO
17 de octubre de 2012
10:28 P.M. Hora local
El portaaviones de los Estados Unidos Ronald Reagan (CVN-76) avanza a través del Golfo Pérsico a una velocidad constante de cincuenta nudos. De trescientos metros de eslora y noventa y siete mil toneladas de peso, la fortaleza de acero flotante se alza por encima de veinte plantas sobre el nivel del mar. Su presencia gigantesca sobre el horizonte árabe presagia la muerte.
Escoltando al portaaviones hay dieciséis barcos de combate, diez naves de apoyo y dos submarinos clase Los Ángeles. Dos destructores clase Ticonderoga de ciento cincuenta metros flanquean al portaaviones, cada uno equipado con un Sistema Defensivo Aéreo de Gran Altitud Aegis, un sistema de combate muy sofisticado diseñado para proteger al portaaviones de cualquier tipo de ataque. Los dos Ticonderogas también están equipados con misiles crucero tipo Tomahawk, proyectiles de larga distancia capaces de destruir objetivos a más de mil seiscientos kilómetros de distancia.
El capitán Scott James Fisher, oficial al mando del portaaviones, ha pasado la mayor parte de las últimas veinticuatro horas en el Centro de Información de Combate (CIC), el centro neurálgico de la nave.
Dentro de esta oscura sala repleta de aires acondicionados, docenas de técnicos centran su atención en las pantallas de los ordenadores tácticos, monitorizando la posición del grupo de combate del portaaviones, las zonas defensivas colindantes… y las emisiones electromagnéticas que emanan de las fuerzas enemigas de la zona.
El capitán parece una roca desde fuera, pero sus pensamientos están con su familia, en casa, con sus padres, sus hermanas, los vecinos de Ventura, California… todos desaparecidos.
El comandante Tony Ordoñez, el primer oficial de Fisher se abre camino hasta la sala de ordenadores con órdenes selladas. Al llegar, le pasa el mensaje al capitán.
Fisher mira la nota.
—Convoque a los oficiales.
Diez minutos después, el capitán se reúne con los oficiales del barco en una pequeña sala de reuniones adyacente al CIC. La lista de objetivos de la tarde está dividida geográficamente.
—Allá vamos. La primera oleada de disparos saldrá a las 0-300. La segunda, seis horas después. ¿Preguntas?
—Capitán, ¿la segunda oleada de disparos lleva… una carga nuclear?
El comandante Ordoñez ha hecho la pregunta que todo el mundo quiere saber.
Fisher duda.
—Oficialmente, la decisión todavía está siendo meditada por los burócratas que parlotean en la ONU, pero mis fuentes me han dicho que un ataque nuclear contra Teherán se ha descartado completamente. Las repercusiones de la lluvia radioactiva son demasiado arriesgadas.
Fisher mira las caras de sus oficiales.
—Vamos a utilizar armas químicas, gas nervioso VX. Los rebeldes que capturaron la refinería saudí lo probarán de primera mano a las 0-300.
Los oficiales asienten. Todo el mundo nota cómo la adrenalina recorre sus venas a toda velocidad.
Fisher agacha la cabeza.
—Lo que pasó en Los Ángeles, lo que casi ocurrió en Chicago, nos afectó a todos. A nadie le gusta la guerra, caballeros, pero cuando a uno lo atacan, cuando se derrama sangre en tu patria…
El capitán mira a sus hombres, las lágrimas se mezclan con el odio de sus ojos.
—Esta noche les daremos una lección. La venganza es un plato que se sirve frío.
REFINERÍA DE PETRÓLEO ABQAIQ
Arabia Saudí
1:07 A.M. Hora local
Durante semanas, la Guardia Nacional Saudí ha tomado posiciones fuera de los portones fortificados de la refinería
Abqaiq y se ha enfrentado contra un pelotón muy bien armado de rebeldes Ashraf. No se ha disparado un solo tiro, ya que el hecho de que la refinería esté repleta de explosivos colocados por los rebeldes ha dejado la situación en un punto muerto.
Dentro del campo, los carros de combate Bradley y los tanques Abrams, robados del arsenal personal de la Casa de Saud, hacen guardia alrededor del perímetro de la verja, los edificios de la administración y los dormitorios. La revolución, que en su momento tuvo sus apoyos, los ha ido perdiendo desde el ataque nuclear a Los Ángeles, un suceso que hizo que la Casa de Saud tildara a los rebeldes de Ashraf como otra organización terrorista.
* * *
Un movimiento reflejo saca a Ace de un sueño sin descanso. Durante lo que parece una eternidad, mira a su alrededor, hasta que reconoce la enfermería.
Han pasado nueve días desde que Ace, Scott Santa y la mujer saudí escaparon de la prisión de Inakesh. Se dirigieron a toda velocidad hacia el este, por la autopista de Riad, antes de parar en una estación de servicio para cambiar de vehículo. Santa le hizo el puente a un coche mientras Ace vigilaba a Nahir.
Por la noche habían llegado a las inmediaciones de la refinería de petróleo.
Los hombres de Ramzi interrogaron a Nahir. Santa estaba en lo cierto, ella había estado mintiendo. Años atrás había sido arrestada por oficiales Saudíes debido a su implicación en el anillo de contrabando de vodka, ya que el alcohol estaba prohibido en el reino saudí. Sus cicatrices eran por la pena de azotamiento público a la que la condenaron. Su padre, el general Abdul Aziz, el director de Inakesh, había conseguido conmutar su sentencia de cárcel a cambio de que trabajara en prisión. Formaban un equipo bastante efectivo, Ali Shams, el torturador sádico, y la bella y compasiva Nahir Abdul Aziz, que ofrecía su hombro al prisionero para que pudiera confesar sus pecados. Incluso lo de aquel viernes de ejecución había sido una farsa para hacerse con la confianza de Ace.
Luego la encerraron bajo llave.
Día a día, las peores heridas físicas de Ace se fueron sanando. Ahora era capaz de comer alimentos sólidos, y la medicación intravenosa había eliminado casi por completo la infección y la fiebre que había desarrollado después de que le arrancaran tres de sus uñas.
Lo que más estaba tardando en sanar eran sus heridas emocionales. Su mente era incapaz de escapar de los horrores de los dos últimos meses.
Rara es la vez que duerme más de unas pocas horas seguidas. Los momentos más profundos de sueño sin haber entrado en estado rem le conducen a horribles terrores nocturnos que hacen que se despierte gritando.
Además del desajuste mental estaban las escenas de devastación que estaban siendo emitidas desde Los Ángeles, junto al sobrecogedor pensamiento de que sus hijos podrían haber perecido si la segunda bomba de Chicago no hubiera sido desactivada. A pesar de sus esfuerzos, a pesar de la tortura, tenía que resistir. Los peores temores de su esposa se estaban haciendo realidad. América estaba bajo asedio, y los neoconservadores una vez más estaban manejando las cuerdas de la política exterior de los Estados Unidos. Iban a atacar Irán de manera inminente, y la rebelión Ashraf casi había terminado.
Mira el reloj para comprobar la hora. 1:22 a.m. Incapaz de dormir, se pone las botas color caqui que los rebeldes le habían dado, la chaqueta a juego, y sale al exterior.
La Luna está plena, en lo alto, sobre el desierto. Su luminiscencia proyecta una tenebrosa luz sobre los vehículos blindados del campo. Tarda un buen rato en darse cuenta de una cosa.
¡La Guardia Nacional Saudí se ha ido!
* * *
Ace localiza a Ramzi Karim en el sótano de uno de los edificios de administración. El líder Ashraf está junto a sus comandantes, discutiendo el porqué de la retirada de las fuerzas saudíes. Scott Santa está allí también. El agente de la CIA no para de fumar y escuchar. Un parche cubre su cuenca ocular izquierda, ahora vacía.
—La retirada de la Guardia Nacional sólo puede significar una cosa. Los americanos atacarán esta noche —dice Ramzi, resumiendo lo hablado para poner al día a Ace—. Tenemos que estar preparados.
—No creo que bombardeen el campo —dice uno de los rebeldes más jóvenes—. Los americanos no pueden permitirse el perder la refinería.
—Puede que no usen explosivos, Khaled, pero nos atacarán con armas químicas o biológicas. Aún hay miles de familias, y hablo de mujeres y niños también, en los dormitorios de Abqaiq. Si nos quedamos en el campo, nos barrerán.
—Tenemos una docena de trajes protectores —recordó uno de los generales—. Si se lo damos a mi escuadrón, podremos mantener el perímetro de los portones. El resto, dirigios en éxodo hacia el desierto.
Ramzi asiente.
—Khaled, organiza la evacuación. Debéis marchar antes del amanecer. Yo me quedaré junto al general.
—Esperad —dice Ace, interrumpiendo de repente al grupo—. Quizá podáis sobrevivir a este ataque, pero eso no cambiará nada. Estáis quedándoos sin provisiones, y la Casa de Saud obviamente hizo un trato con Biden. ¿Cuánto creéis que podréis resistir?
—Cuanto más aguantemos, más fuertes seremos ante los ojos de nuestro pueblo. Las rebeliones tan sólo tienen éxito cuando la voluntad del pueblo se alza sobre la de uno. Una vez estuvimos cerca. El ataque americano puede que sirva para ganar apoyos.
—Los mártires no encabezan rebeliones, Ramzi. Si quieres recuperar tu país, tienes que hacerlo ahora, exponiendo la verdad de los ataques a Los Ángeles. Tenemos que unir los puntos para los medios. Incriminar a los neoconservadores, darle al pueblo americano lo que necesita para empezar su propia rebelión.
—Ace, sus mentiras son mucho más poderosas que cualquier evidencia que nosotros podamos demostrar. Esa gente no juega con nuestras mismas reglas, harán lo que sea por mantenerse en el poder.
«Harán cualquier cosa por mantenerse en el poder».
Una semilla de idea germina. Ace cierra los ojos, mientras su mente lucha por encender sus recuerdos más distantes.
«Cualquier cosa por mantenerse en el poder… ¿Dónde he escuchado eso antes? ¡Jennifer! Aquel día… ¡En el apartamento!».
«El 11-S fue la mayor cagada del servicio de Inteligencia de toda la historia. ¿Cómo es que no rodó ninguna cabeza? Mi amigo está muerto porque mucha gente la pifió, y ahora mi esposa está muerta por lo que sabía, y ahora todo resulta que es porque la gente en el poder hará cualquier cosa por mantenerse ahí. ¿Sabes cómo ganan los neoconservadores, Ace? Empiezan con un mensaje, una mentira que puedan vender. El mensaje hace que los candidatos sean elegidos. No la verdad, no la política, ni los currículums, ni las medallas ni las guerras, tan sólo… el mensaje».
—Ramzi, no necesitas pruebas, tan sólo tenemos que enviar el mensaje correcto. El asesinato de Kelli, el rastro del dinero, los enlaces del material nuclear con Irán, y el ataque… ponedme en contacto con los medios, y yo se lo contaré todo.
—Eso no detendrá la invasión.
—No, pero obligará a los medios americanos a exponer el caso. Lanzará la duda sobre a quién echarle la culpa. Después del 11-S, todo el mundo cuestionaba a Bush, y aquellos que alzaron sus voces fueron públicamente vilipendiados, señalados como traidores, pero si sacamos ahora las mentiras a la luz, utilizando lo que ya hemos difundido en Internet…
Ramzi mira a sus comandantes.
—¿Dónde están los periodistas?
—Se han ido, la Guardia Nacional les obligó a abandonar la zona.
—Creo que sé una manera de traerlos de vuelta.
«Se había programado un simulacro de emergencia a las 9:00 a.m. del 11-S en el que se simularía el accidente de un pequeño jet corporativo contra un edificio del gobierno. El ejercicio se iba a efectuar en Chantilly, Virginia, a tan sólo 8 kilómetros del Aeropuerto Internacional Dulles, en Washington, el mismo aeropuerto del que despegó el vuelo 77, y a 50 kilómetros del Pentágono. Dicho simulacro iba a tener lugar en las Oficinas de Reconocimiento Nacional (ORN), y sus empleados fueron reemplazados por personal de la CIA y militares. Durante el simulacro, el jet fingiría problemas mecánicos y se estrellaría contra una de las cuatro torres de la ORN. Con el fin de simular el daño producido por el choque, algunas escaleras y puertas serían cerradas, lo que obligaría a los empleados de la ORN a encontrar otras vías de evacuación del edificio. Sin embargo, de acuerdo con lo que afirmó el portavoz de la agencia, "Tan pronto como comenzaron los acontecimientos reales, se canceló el ejercicio". Después de los ataques al WTC, la mayor parte de los 3000 empleados de la agencia fueron enviados a casa».
Associated Press, 21 de agosto de 2002.
«Siempre habrá voces disidentes, voces que expresen su oposición sin ofrecer alternativas, que siempre encuentren faltas y nunca ofrezcan favores, que vean la desesperanza en todas partes y busquen la influencia, sin asumir responsabilidad».
Presidente John F. Kennedy.
Discurso para Dallas, Texas,
22 de noviembre de 1963
(nunca expuesto).