EDIFICIO DE LA OFICINA DEL SENADOR DIRKSEN
Habitación SD-366
12 de diciembre de 2011
10:27 A.M. EST
VISTA PARA EL COMITÉ SOBRE ENERGÍA
Y RECURSOS NATURALES
Senado de los Estados Unidos
Congreso 110
—¡Orden en la sala! —El presidente Keller golpea su maza hasta que la cámara se queda en silencio—. ¿Seis años, señor Futrell? Múltiples fuentes han asegurado a este comité en más de una ocasión que las reservas mundiales seguirán satisfaciendo la demanda al menos hasta el 2029. El mismo Informe de Perspectivas Energéticas Anuales de la Agencia de Información Energética afirma que…
—Con el debido respeto, señor presidente, las estimaciones de la AIE no están basadas en consideraciones técnicas. Aunque los datos del Departamento de Energía sobre el suministro actual y pasado tendieron a ser bastante precisos, las proyecciones futuras se prepararon para equipararse al anticipado crecimiento de las necesidades de suministro domésticas. Eran pronósticos con fines políticos, senador, nada más. Es como preguntar a un economista; lo único que se consigue son alegres expectativas no comprobadas.
La habitación se llena de nuevo de conversaciones paralelas. Ellen Wulf se gira para mirarlo.
—Oye, Ace, que estoy aquí.
—No es nada personal, Ellen. Lo que pasa es que tu departamento funciona como la sacarina… endulza artificialmente.
Keller golpea la maza hasta que el sonido resuena sobre el barullo.
—Señor Futrell, tengo una pregunta. Parece que todos los años escuchamos y leemos el descubrimiento de alguna nueva y enorme reserva, como aquella que se descubrió hace un par de años en la costa de Brasil.
—Eso es sólo un sinsentido, senador, perpetrado por la industria para atraer inversores potenciales. El campo brasileño que ha mencionado… fue el campo Carioca, descubierto en 2008 en la cuenca submarina Santos. Se perforó un pozo de prueba. Alguien afirmó que había escuchado una estimación de treinta y tres mil millones de barriles, y lo siguiente que supimos fue que se filtró a los medios de comunicación como un hecho comprobado, provocando que las acciones de BG Group, Repsol y Petrobras subieran como la espuma. Extraer petróleo de un emplazamiento submarino mar adentro requiere plataformas muy caras, cada una cuesta unos ciento cincuenta millones. La especulación no rellenará su depósito de gasolina, senador, ni hará que las grandes compañías petroleras inviertan, a menos que estén absolutamente seguras de que van a recibir un reintegro positivo.
—Gracias por aclarar eso, señor Futrell. Tiene la palabra el senador Ashton.
El representante de Alabama parece bastante animado, teniendo en cuenta que es un hombre postrado en una silla de ruedas.
—Señor presidente, quiero retornar a la afirmación previa del señor Futrell. Sí, es innegable que el mundo llegará a quedarse sin petróleo, pero sugerir que el petróleo ha de agotarse en un plazo de seis años es, sencillamente, irresponsable. El año pasado, yo personalmente asistí a una conferencia sobre energía presentada por el Centro de Estrategia y Estudios Internacionales justo aquí, en Washington. Escuché los testimonios de numerosos expertos, incluidos los directores de Saudi Aramco, que presentaron mapas exhaustivos de sus campos petrolíferos. Las proyecciones de Saudi, que fueron respaldadas por varios peritos geológicos de Estados Unidos, refutan totalmente las «opiniones personales» del señor Futrell. Los cálculos por lo bajo indicaban reservas de seiscientos mil millones de barriles, sin contar una importante parte de la cuenca de Rub' Al-Khali que aún tiene que ser perforada. Por lo tanto, solicito formalmente que las estimaciones del señor Futrell sean eliminadas en la emisión pública.
—Lo secundo.
Ace se sienta de nuevo, medio atontado, mientras los republicanos y los demócratas discuten eliminar sus declaraciones de la grabación del evento.
El presidente Keller retoma el control del procedimiento.
—Cualquier acción se presentará a votación cuando el comité escuche los testimonios del resto de panelistas. Señor Santoro, me gustaría escuchar su opinión sobre las reservas saudíes.
—Gracias, señor presidente. —Christopher Santoro recoloca su micrófono para poder mirar desde la mesa a Ace—. El IEC ha realizado su propio examen de los campos petrolíferos saudíes en cuestión. Coincidimos con el senador Ashton en que esas reservas contienen más de seiscientos mil millones de barriles, más doscientos mil millones de barriles adicionales en fuentes aún por descubrir, y quizá otros cien mil millones en campos que han alcanzado su pico, pero que aún contienen reservas que pueden ser extraídas usando nuevas tecnologías. Eso son novecientos mil millones de barriles de petróleo, suficiente para satisfacer las necesidades globales hasta el 2035. Además, creemos que, a medida que la tecnología evolucione, las compañías petroleras continuarán perforando más profunda y precisamente, y creo que incluso el señor Futrell ha expresado estar de acuerdo en esto: nadie lo hace mejor que los saudíes. Con su producción lenta y constante, Saudi Aramco ha expandido el ciclo vital de cada una de sus grandes reservas, que tienen rangos de agotamiento que apenas superan el uno o dos por ciento al año. Claro, nos encantaría que los saudíes abrieran las válvulas y doblaran su producción, pero enviar un exceso de petróleo al mercado podría desestabilizar la industria. Los saudíes saben esto y usan sus amplias reservas para estabilizar los precios. Aun así, tal como la historia nos ha demostrado siempre que ha existido una crisis, ya sea un huracán en el Golfo o un invierno riguroso en Japón, el flujo de petróleo siempre se ha incrementado para compensar la demanda. Basándonos en los estudios de la IEC, y tomando en consideración las nuevas tecnologías de extracción y las fuentes de energía alternativas que están entrando en juego, confiamos en que las reservas globales duraran hasta el 2043, quizá hasta el 2050.
Varios miembros del comité aplauden la intervención.
Rodney Lemeni, economista de Chevron/Texaco, medio levanta la mano y añade:
—Estoy de acuerdo con el señor Santoro, siempre que las compañías petroleras continúen recibiendo un fuerte respaldo y apoyo del gobierno de los Estados Unidos.
«Sí, porque las compañías petroleras necesitan un par de miles de millones de dólares más de nuestros impuestos cada trimestre 2 para poder mantener las luces encendidas…».
Ace levanta la mano.
—Señor presidente, no existe lugar para el error; nuestro análisis de los datos ha tomado en cuenta todos los factores, incluyendo la mejora de las tecnologías de extracción. Por supuesto, no hemos añadido los campos sin abrir ubicados en las instalaciones vacías saudíes, y la razón es… que aún tenemos que ver alguna prueba geológica o sísmica que nos demuestre lo que hay realmente ahí abajo.
—Sí, pero dada la vastedad de los campos y su proximidad a Ghawar, ¿no sería posible asumir que es más de lo mismo?
—Señor, si he aprendido algo en mis quince años en este negocio es que, si algo no huele bien, es que apesta.
—Senador Thornton, ¿desea contestar?
Robert Thornton, el senador republicano de Alaska, se inclina hacia su micrófono y se dirige al comité.
—Quiero agradecer a nuestros distinguidos invitados que hayan asistido a la sesión de esta mañana. Después de escuchar los comentarios del señor Futrell, espero que nuestros amigos demócratas estén ya convencidos de que perforar la Reserva Natural Ártica no es una opción, sino una necesidad crítica para satisfacer las necesidades energéticas presentes y futuras de nuestro país. Como la gobernadora Palin dijo: «Perfora, chico, perfora».
La referencia a Sarah Palin provoca respuestas encontradas entre los asistentes.
—¿Respuestas? Sí… Señor Futrell.
Ace agarra el micrófono, con su psique totalmente entregada a la batalla.
—Con el debido respeto al senador Thornton, aunque algunos «expertos» han declarado que se han encontrado cantidades cercanas a los dieciséis mil millones de barriles de petróleo en la Reserva Natural Ártica, los números del peritaje geológico estadounidense son mucho más precisos, y se expresan en petróleo EUR, no en volumen. Hay menos del suministro de un año de petróleo recuperable en el Ártico, y lo poco que hay está repartido en pequeñas bolsas, en zonas que no tienen carreteras, ni oleoductos, ni infraestructuras de ningún tipo. Se necesitarían al menos diez años para llevar ese suministro al mercado, y apenas haría mella. Las existencias árticas no son más que una tirita, una pequeña, cara y, en mi opinión, políticamente motivada tirita.
«Y ahora, ¿quién es el jefe, senador? ¿Yo, o la Reina Alce?».
—¡¿Cómo se atreve, señor?! —ladra el senador Thornton—. ¡Ésta es una vista bipartidista! Nos hemos reunido para buscar soluciones, no votos, y no voy a ser reprendido por un…
«¿Un qué? ¿Un futuro cocinero?».
Ace tiene las axilas empapadas en sudor, aunque se niega a romper el contacto visual con Thornton, que está respaldando la carrera presidencial de Sarah Palin para las próximas primarias republicanas.
El presidente Keller le permite divagar otro minuto.
—¿Senadora Henk?
La señora Danelle Henk, la senadora demócrata de Louisiana, ofrece una maternal sonrisa al panel.
—Gracias, señor presidente. Me gustaría que nuestros panelistas comentaran los recursos de energía no convencional, concretamente el aceite pesado y las arenas bituminosas. Tengo entendido que estos recursos pueden ser importantes suministradores de combustible.
Ellen Wulf es la primera en contestar.
—Senador, la AIE pronostica el equivalente a doscientos mil millones de barriles de petróleo en las arenas bituminosas de Alberta, en Canadá. Aunque el procesado de las arenas bituminosas no es barato, creemos que su producción potencial compensa el gasto. Además, se ha hablado de la expansión de un nuevo campo en Venezuela.
—De acuerdo, señor Futrell, pero sea breve.
Ace siente que su rostro enrojece.
—No pretendo ser un aguafiestas, señor presidente, pero creo que es importante que el comité conozca todos los hechos. A pesar de la presión estadounidense, Canadá duda en incrementar las operaciones con arenas bituminosas debido a la naturaleza de esta labor. El alquitrán no fluye del suelo como lo hace el petróleo. Es necesaria una tecnología que emita agua caliente para separar las delgadas capas de petróleo de la arena, a la vez que se añade un destilador de petróleo para convertir el alquitrán en crudo sintético. Básicamente, es una operación minera, pero produce cantidades ingentes de aguas residuales contaminadas. Además, es costoso en términos de energía, ya que requiere más del veinte por ciento de la producción total de gas natural de Canadá, sacrificio que es comprensible que se nieguen a realizar. En cuanto a Venezuela, aunque el cinturón petrolífero del Orinoco contiene una de las mayores acumulaciones de betún del mundo, los pronósticos de crudo sintético, basándonos en la tecnología actual, son sólo del cinco al diez por ciento. Una vez más, todo se reduce a la economía.
—¿Y el combustible sintético, señor Futrell? —pregunta el senador Bill Rawlins, veterano de la primera Guerra del Golfo—. El senado lleva debatiendo las virtudes del combustible sintético subvencionado desde que tengo uso de memoria.
«Ésa es una pregunta trampa, y una muy buena, por cierto».
—Senador, el combustible sintético no es más que un enorme truco creado por un puñado de compañías avariciosas que encontraron en ello un modo de aprovecharse de un incentivo fiscal promulgado por el Congreso en la década de los 80. El combustible sintético se fabrica usando bromuro y carbón, pero las empresas poseedoras de las cincuenta y tantas plantas que existen en Estados Unidos (y uso el término «planta» sin excesivo rigor) lo único que están haciendo es rociando carbón con combustible diésel o alquitrán de resina de pino, con lo que recogen gigantescos créditos fiscales de una laguna jurídica que el senado se niega a cerrar. El subsidio está enterrado en la sección 559 del Proyecto de Ley de Ayudas Fiscales, y el lobby del combustible sintético, que usa el orwelliano nombre de «Consejo para la Independencia Energética», gasta unos dos millones de dólares anuales para mantenerlo vigente.
El senador Rawlins sonríe con satisfacción.
—Gracias, señor Futrell. Quizá nuestros amigos del otro lado tomarán nota de sus comentarios.
El senador Keller examina la sala.
—Éste es un asunto que tendremos que abordar en otro momento. Sin embargo, ya que estamos hablando de combustibles fósiles alternativos, me gustaría escuchar la opinión del panel sobre energía eólica y solar, y sobre el resto de recursos potenciales. Señor Bach-Marklund.
—Gracias, señor presidente, y gracias a usted también, senador Ashton, por acompañarnos en la conferencia del año pasado. El Centro de Estrategias y Estudios Internacionales ha presentado su informe sobre los pronósticos actuales respecto a las soluciones de energías alternativas a los combustibles fósiles. El gas natural es el combustible alternativo más importante, ya que actualmente nos proporciona casi un cuarto de nuestras necesidades energéticas, una cifra ligeramente menor en el resto del mundo. El gas natural puede ser quemado limpiamente con maquinaria de combustión interna, el desafío es desarrollar una capacidad de almacenaje que haga factible su utilización en automóviles. El gas natural comprimido no puede ser contenido en un tanque de gasolina, y el gas natural líquido requiere temperaturas extremadamente bajas para su almacenaje. Por otra parte, el gas natural, como el petróleo, es un recurso finito. Aunque la AIE estima que el suministro durará hasta el 2050, los analistas de la industria están de acuerdo en que seguramente nos quedaremos sin él antes del 2025. Esto es debido a que los nuevos campos tienden a ser más difíciles de encontrar, y son mucho más pequeños, por lo que se agotan antes. A diferencia del petróleo, el gas no decae. Se apaga cuando se agota. El gas natural puede ser importado enfriándolo hasta su estado líquido, a menos 260 grados Fahrenheit; sin embargo, el nitrógeno líquido requiere tanques y puertos especiales, de los cuales sólo tenemos tres en Estados Unidos.
»La energía eólica podría ser nuestra fuente renovable más prometedora para el abastecimiento de electricidad, y la tecnología continúa avanzando, gracias a las últimas turbinas capaces de producir hasta tres megavatios. Actualmente, el viento suministra menos del dos por ciento de las necesidades energéticas de América, aunque países como Dinamarca han alcanzado niveles tan altos como el diez por ciento. Para contribuir con una cantidad significativa, la industria necesita fondos adicionales para resolver ciertos desafíos tecnológicos, y gran parte de nuestras líneas de transmisión tendrían que ser modernizadas para poder llevar la energía eólica a la población. Como el señor Futrell ha indicado, el compromiso supondría alterar significativamente la infraestructura de nuestro país.
»La energía solar proporciona actualmente menos de un uno por ciento de las necesidades domésticas. Como la eólica, la energía solar es limpia y renovable, y su tecnología continúa mejorando con los nuevos paneles de películas finas y los revestimientos fotovoltaicos, cuyo coste está reduciéndose significativamente. Los suizos están cerca de terminar su nueva celda solar sensibilizada por colorante de titanio, lo que podría producir los paneles fotovoltaicos más económicos hasta la fecha.
»La energía hidráulica abastece actualmente el tres por ciento de las necesidades energéticas globales (un nueve por ciento aquí, en Estados Unidos), pero su expansión está bastante limitada, debido a que los ríos que pueden alojar presas ya están siendo explotados. Los proyectos microhidráulicos que utilizan ríos y afluentes más pequeños podrían abastecer a las comunidades menos pobladas.
»La energía geotermal sigue estancada. La energía nuclear está también estancada, debido a los costes, a los residuos radioactivos y a las posibilidades potenciales de que estas instalaciones sean objetivo de ataques terroristas. La nuclear suministra actualmente un veinte por ciento de nuestra electricidad, pero menos de un cuatro por ciento de nuestras necesidades energéticas totales.
»De todas las fuentes de energía alternativa disponibles hoy día, sólo existen dos que puedan reemplazar o complementar al petróleo como combustible usado en el transporte. El primero son las celdas de combustible de hidrógeno. A pesar de que los híbridos siguen vendiéndose bien, cambiar a una comunidad basada totalmente en el hidrógeno exigiría un cambio en nuestra infraestructura de un billón de dólares. El hidrógeno es además muy combustible, y las grandes empresas no están dispuestas a desembolsar inversiones sustanciales en tecnología a menos que vean un compromiso total por parte del gobierno federal.
»Más prometedor es el etanol, o E85, una mezcla compuesta por un ochenta y cinco por ciento de etanol y un quince por ciento de gasolina. En Brasil, el E85 ya ha reemplazado a la gasolina pura en las estaciones de servicio. La mayor parte de los americanos no lo saben, pero todos los coches americanos nuevos poseen motores de combustible flexible, lo que significa que el consumidor puede alternar entre el E85 y la gasolina sin tener que hacer modificaciones. Ya que el etanol se genera a partir de la harina de maíz o el azúcar, es un combustible limpio, bueno para los agricultores y bueno para el medio ambiente. Pero convertirse en un país que se sirva del etanol también exige un serio compromiso por parte del gobierno federal para hacer cambios en nuestra infraestructura, en este caso, en el sector agrícola.
—Gracias, señor Bach-Marklund. Y estoy de acuerdo, este comité debe examinar el etanol y algunas de las otras alternativas que ha mencionado. Señor Futrell, cada vez que levanta la mano me echo a temblar.
La audiencia se ríe.
—Créame, senador, me gustaría tener buenas noticias que añadir, pero este comité y esta administración necesitan sacar la cabeza de la tierra, y si tengo que ser yo quien dé las noticias aleccionadoras, lo haré. Respecto al E85, no es práctico. El etanol es un combustible obtenido a partir del alimento, y el alimento exige cantidades ingentes de energía para crecer. Las reservas estadounidenses de trigo son ya peligrosamente bajas. Varios cientos de millones de personas en China están al borde de la hambruna. Y hay que recordar que gran parte de estos recursos alimenticios también alimentan a nuestro ganado.
»El gas natural es vital para la electricidad, pero no puede ser usado para los vehículos, a menos que quieras conducir hasta el supermercado atado a una bomba.
—De acuerdo, uh… gracias. Antes de que hagamos una pausa para el almuerzo, tenemos tiempo para un último ponente. El presidente da la palabra al senador de Pensilvania.
El senador Edward R. Mulligan espera hasta que la sala se silencia.
Ace garabatea sobre sus notas, pensando de nuevo en sus planes de viaje. Siguiendo el guión habitual, la vista sobre energía había degenerado de un ejercicio de investigación a otro de poses y discursitos. El Congreso seguirá bromeando políticamente durante meses, pero postergará las decisiones de «gran impacto» hasta después de las elecciones presidenciales del 2012. El público seguirá quejándose sobre los altos costes de la energía y el combustible, y el tema seguramente se discutirá mientras en bambalinas las empresas con contratos importantes en juego harán donaciones de ocho cifras a aquellos candidatos que compartan sus «intereses mutuos».
Al final, el Congreso, seguramente, hará un proyecto de ley cargado de incentivos fiscales diseñados para animar a las grandes petroleras a que exploren. Quizá se produzca un nuevo desarrollo de infraestructuras y se concedan un par de subvenciones a los sospechosos habituales. Pero, al final, no habrá soluciones generadoras de impacto a largo plazo, no habrá compromisos en infraestructura a gran escala… nada que evite el desastre.
El senador Mulligan se aclara la garganta.
—Señor presidente. Hoy no voy a leer ningún discurso preparado, pero quiero hacer un par de comentarios. Como ya sabéis, mi padre fue siempre un hombre que iba al grano, y, si estuviera en esta sala, creo que diría que todo esto de las excavaciones, las perforaciones y la recolección de datos es algo perteneciente al pasado que finalmente seguirá su propio curso. Los americanos están abastecidos. Joder, estoy harto de políticas energéticas que confían en países del tercer mundo, la mitad de los cuales preferirían vernos muertos.
»Los coches eléctricos y las células de combustible de hidrógeno no son más que quimeras. De acuerdo con la universidad de California, se necesitan más de mil cien galones de hidrógeno gaseoso para igualar la energía de un solo galón de gas. Hay setecientos millones de vehículos alimentados por combustión interna en el planeta… ¿Alguien cree de verdad que las células de combustible son la respuesta?
Ace deja de garabatear, completamente atento ahora al ponente.
—Señor presidente, camaradas miembros del comité, tenemos un grave conjunto de problemas frente a nosotros… Una economía mundial en decadencia, empujada hasta el borde del precipicio por el repentino final de la era de los combustibles fósiles. Hay doscientos millones de chinos muriéndose de hambre, y la sequía está asolando muchas áreas del planeta. Si queda por aquí alguien de la administración Bush que piense que la guerra de Irak tuvo algo que ver con el 11-S y las armas de destrucción masiva, tengo unos terrenos pantanosos de excelente calidad en Scranton que estoy deseando vender. No, amigos míos, el señor Futrell tiene razón. O afrontamos este problema como un país y un planeta unido, o terminaremos aniquilándonos los unos a los otros para asegurarnos la última gota de petróleo, el último acre de comida, la última reserva de agua. ¿Cómo podemos evitar esto? Ahorrando. El presidente Carter predicó el ahorro en 1973 cuando la OPEP decidió atarnos en corto y cortar el grifo, pensando que podían dictar una política exterior para América, y el cambio fue notorio. Bueno, ¿no es eso lo que está ocurriendo ahora? Mis colegas republicanos podrían afirmar, correctamente, que podríamos volver a la administración Ford, cuando el vicepresidente Rockefeller lanzó un plan para desarrollar las fuentes de energía alternativa. Por supuesto, Dick Cheney ayudó a desbaratar esos planes hace treinta y cinco años, y él y sus amiguetes se han beneficiado mucho de esas políticas desde entonces. Pero ahora es nuestro turno, y todos nosotros somos responsables. En este planeta somos seis mil millones de personas, y ya no tenemos capacidad energética para abastecer nuestras necesidades. Tenemos que poner fin a las guerras en Afganistán e Irak, porque ya no podemos permitírnoslas ni desde el punto de vista económico ni desde el energético. Y sobre todo, tenemos que aceptar el hecho de que ya no podemos mantener el nuevo crecimiento. Eso quiere decir, compañeros demócratas, que el imperio americano debe reducirse… así como el resto del mundo. O aceptamos ese hecho, o terminaremos hundiendo este bote salvavidas al que llamamos Tierra, y ahogándonos juntos. Es nuestra responsabilidad, como funcionarios electos, planear medidas radicales que conserven nuestros recursos, así como potenciar las granjas solares y eólicas, y cualquier otro medio que podamos permitirnos, para salvaguardar tanto petróleo como podamos para la alimentación y el transporte.
»Estoy seguro de que entre nosotros hay gente que no está interesada en hacer reducciones ni en sacrificarse. Prefieren ir a la guerra. Debemos unirnos contra estos psicópatas del poder, o hacer frente a sus soluciones: guerra nuclear, ataques biológicos, genocidios… o la eliminación de las clases bajas a través de hambrunas sistemáticas. Una cosa está clara: cuando las luces se apaguen y no haya comida en el supermercado, todas las personas de esta sala serán culpables.
Ace Futrell no puede evitar una sonrisa de admiración. Por fin un político, quizá un candidato presidencial, con cojones para enfrentarse a los peces gordos.
«Es una pena que no tenga ninguna posibilidad».
«La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes».
John Lennon.
«El Centro de Control de Tráfico Aéreo de Washington sabía del primer avión antes de que éste golpeara el World Trade Center. Aun así, el tercer avión pudo volar haciendo ochos sobre Washington D.C. una hora y cuarenta minutos después de que el centro de Washington fuera informado de los secuestros. Después de volar en círculos en este restringido espacio aéreo, controlado y protegido por el Servicio Secreto, que tenía una línea telefónica abierta con la AAF, ¿cómo es posible que este avión pudiera estrellarse contra el Pentágono? ¿Por qué no fue evacuado el Pentágono? ¿Por qué tardó tanto en responder nuestra Fuerza Aérea? ¿Qué hizo nuestro país aquella mañana, en una postura militar defensiva?».
Kristen Breitweister, viuda del 11-S, en un testimonio prestado ante el Comité de Inteligencia del Senado, el 18 de septiembre de 2001.
«El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida».
Apocalipsis 8:8