CAPÍTULO 25

MONTAUK, NUEVA YORK

6 de mayo de 2012

11:51 P.M. EST

Ace conduce el Corvette a través de las oscuras calles de su vecindario. Gira a la izquierda y su pulso se acelera cuando ve el sedan negro aparcado frente a su casa.

«Mierda… deben haber pillado a K.J. ¿Y si hicieron un trato con él? Me traiciona y se marcha. El tipo está en libertad condicional, ¡no debería haber confiado en él!».

Aminora la velocidad y sigue conduciendo por el lado izquierdo de la calle. Baja su ventanilla y coloca la bolsa de plástico que contiene el pasaporte y el carné de conducir falso en su mano izquierda. Se acerca al buzón de un vecino, lo abre y mete la bolsa en el interior, todo eso sin frenar.

Vira bruscamente alrededor del sedan y aparca en la entrada de su casa. Las luces de su coche ciegan momentáneamente al director de la CIA, que está ya aproximándose desde el camino de piedra que conduce a la puerta delantera de los Futrell.

La mente de Ace vuelve a un recuerdo lejano… Kelli enseñándole cosas sobre expresiones faciales, lenguaje corporal y contacto visual.

«La posición de la cabeza es muy importante. No la inclines, y no levantes la barbilla. Mira directamente a tu interrogador, sin apartar nunca la mirada, te diga lo que te diga».

Mantiene las luces encendidas un momento más, sólo para molestar a David Schall, y después sale del coche deportivo. Levanta la mirada y ve a Jennifer observando desde detrás de la cortina de una ventana de la planta de arriba.

—Director Schall, ¿es que usted nunca duerme?

—¿Dónde has estado hoy, Ace?

—En la marcha del orgullo gay, en un mitin comunista… lo de siempre.

—¡Responde a la pregunta!

Ace le devuelve la mirada.

—En Atlantic City. Hay una tienda de submarinos en Arctic Avenue. Le gustaría. Se llama la Casa Blanca. A diferencia de la de Washington, estos tipos realmente hacen un gran servicio público.

—¿Espera que crea que ha cogido el coche de su amigo para una excursión de seis horas sólo para comprar un sándwich?

—De lomo con queso, y son los mejores del planeta. Reciben panecillos recién horneados cada hora desde una panadería cercana —Ace busca por la ventanilla abierta del asiento del pasajero y saca una pesada bolsa de papel. Media docena de submarinos de sesenta centímetros y sándwiches de lomo sobresalen por la parte de arriba—. Te ofrecería uno, pero la verdad es que no me caes bien.

—Cogiste el coche de Gordon.

—¿Todavía están rastreando mi ubicación? Pensaba que teníamos un trato —Ace se acerca, mirando a Schall directamente a los ojos—. No es que sea asunto tuyo, pero Jeff tenía que entretener a un importante cliente y no quería coger el coche de su mujer, así que le presté el mío.

—Estás jugando a un juego peligroso.

—¿Juego? ¿Qué juego? Hice tu recado y casi me matan. Para mi sorpresa, resultó que en Arabia Saudí queda un montón de petróleo. Quién sabe, quizá comience a trabajar para Saudi Aramco.

—¿Cómo te las arreglaste para cruzar sesenta millas de desierto?

—No lo hice. El helicóptero se estrelló. Lo siguiente que sé es que estaba en un hospital de Dubai. Obviamente, alguien me sacó de entre los restos. Suponía que había sido uno de tus chicos.

—¿Ramzi Karim?

—¿Quién?

«Clava los ojos, no apartes la mirada».

—Mientes muy mal, Ace. Karim es un ex agente de la CIA que está causando un montón de problemas en el Golfo Pérsico. Por ahora, sabemos que era amigo de tu mujer. Amigo íntimo. Del tipo de amigo con el que se pasa la noche, o eso he oído.

—Que te jodan, a ti y a tus jueguecitos —Ace lo aparta a un lado y se dirige a la casa.

—Encontraron al piloto del Apache, Ace. Estaba muerto. Un único disparo en el corazón.

Ace se detiene.

—Te estás metiendo en terrenos pantanosos, amigo. Estoy dándote un consejo gratis. Sé listo y tómalo. Encuentra otro trabajo, cuida a tus hijos y apártate de este embrollo antes de que alguien que te importe salga herido.

Ace se traga la bilis que sube por su garganta. Permanece en silencio mientras la adrenalina atraviesa su cuerpo, provocando que todos y cada uno de sus nervios y músculos tiemblen. Se niega a moverse, y espera en silencio mientras el sedan sale de su camino y se aleja.

CARBONDALE, ILLINOIS

7 de mayo de 2012

10: 12 A.M. CST

Elliot Green conduce lentamente hasta pasar la casa del profesor Bi y aparca su Subaru a dos casas de la residencia en la que ha vivido durante los últimos seis meses. Sale del coche, se quita su chaqueta deportiva y se la tiende a su esposa.

—Sólo será un minuto.

—Elliot, si llegamos tarde a la ceremonia, mi hermana no volverá a hablarme en la vida, y eso te convertirá en hombre muerto —Carol Green inclina el espejo retrovisor hacia ella y se aplica una nueva capa de carmín.

—Era el cuchillo del Ejército Suizo de mi abuelo. No puedo dejarlo ahí. Además, conozco la rutina de ese tipo. No volverá a casa hasta dentro de varias horas.

Green camina apresuradamente hasta pasar la casa del vecino, y entonces corta por el patio delantero de la casa de vigilancia. Llama a la puerta varias veces. Espera. Mira la casa de Eric Bi, al otro lado de la calle.

«Algo es distinto».

Llama a la puerta de nuevo. En ese momento localiza las llaves de repuesto bajo la maceta y entra en la casa.

—¿Hola? —no hay respuesta.

«¿Estará durmiendo?».

Se apresura escaleras arriba hasta la habitación principal. La puerta del dormitorio está abierta. La cama, ropa blanca… nada de equipamiento de vigilancia… ¡Todo ha desaparecido!

Baja las escaleras corriendo y sale por la puerta delantera. Esquiva un coche mientras cruza la calle corriendo hasta el garaje del profesor Bi. Mira por la ventana.

No hay coches. No hay herramientas. ¡Vacío!

Maldiciendo en voz alta, cruza el camino hasta la puerta lateral que conduce a la cocina. Echa un vistazo al interior y no ve nada.

Camina rápidamente de vuelta a su coche, abre la puerta del lado de su mujer y busca en la guantera.

—Elliot, ¿qué estás haciendo?

—Quédate aquí —una búsqueda rápida y encuentra lo que busca… una larga y delgaza pieza de metal que se curva al final como un instrumento de dentista. Localiza el destornillador de cabeza plana y se lo mete en el bolsillo. Coge su arma.

—¡Elliot, no hagas esto! ¡Recuerda lo que pasó hace seis años!

Ignora a su mujer y cruza la calle corriendo, con su camisa de vestir ya empapada en sudor. Prueba la puerta de la cocina, verifica que está cerrada, y entonces inserta el destornillador en la cerradura. Gira y suelta la tapadera de la cerradura, abriendo un ligero hueco que le permite acceder con la ganzúa. Suavemente, tantea el camino, empujando y levantando cada par de clavijas, y escuchando hasta oír el familiar click de la clavija superior cuando encaja en su lugar y abre la cerradura.

Green entra, con el arma preparada,

—¿Hola?

Se mueve de habitación vacía a habitación vacía, con el pulso cada vez más acelerado.

La puerta delantera se abre, y Green da la bienvenida al cegador baño de luz con el cañón de su revolver.

—¡Alto!

—¡Ahh! —sorprendida, Denice Webb, «Daisy», derrama un poco de café Starbucks hirviendo sobre su brazo desnudo, añadiendo intensidad adicional a su ya ensordecedor grito.

—¿Dónde está Bi?

—¡No dispare!

—El profesor Bi, el tipo que vive aquí. ¿Dónde está?

—Le juro que no lo sé. Mi marido, Ken… compró esta casa a un agente inmobiliario hace una semana. Por favor, señor…

«Vendió la casa… ¡Bi se ha ido! La has cagado, imbécil».

Green se golpea a sí mismo la frente y baja el arma. Mira alrededor.

—Vale, ese agente inmobiliario, ¿dónde puedo…?

Grita cuando el café caliente le golpea la cara. Green tira el arma, retorciéndose de dolor, y entonces levanta la mirada a tiempo para ver a la medio italiana, medio india choctaw, cargando contra él como un rinoceronte malencarado de noventa kilos.

—¡FBI! ¡Soy del FBI! —busca su tarjeta de identificación y se cubre mientras la furiosa mujer le propina varios golpes en el cuerpo y un rodillazo en la cara.

FLAGSTAFF, ARIZONA

Ubicada en una elevación de dos mil kilómetros, Flagstaff, en el norte de Arizona, es un pequeño pueblo rodeado de desierto, acunado entre los bosques de pino ponderosa y las cimas nevadas del área volcánica de San Francisco. En el centro del pueblo está el Flagstaff histórico, un área de galerías de arte y restaurantes, tabernas y tiendas, popularizada por el flujo anual de turistas. La mayor parte del año la población se asienta entre las fronteras de las interestatales 17 y 40, esta última comúnmente conocida como Ruta Histórica 66.

El edificio de cemento está ubicado en la zona este de Flagstaff, no lejos del Econolodge, de General Motors y de media docena de establecimientos de comida rápida. El edificio fue recientemente cedido a una firma privada de Tampa, Florida, aunque uno difícilmente se daría cuenta de esto, debido a su fachada entablonada y a las señales de «Prohibido el paso».

Un único vehículo ocupa el aparcamiento… una caravana blanca que ha sido aparcada por allí casi cada día durante la última semana. El letrero identifica a la empresa del propietario como Calefacción y Aire Acondicionado Smith. El trabajador, un hombre asiático de unos sesenta años, ha sido visto entrando y saliendo del edificio, recogiendo ocasionalmente comida para llevar de los restaurantes locales. La única señal visible de un inquilino preparándose para mudarse son las nuevas cámaras de seguridad montadas sobre las dos entradas cerradas.

El profesor Eric Bi está dentro, trabajando en el interior de un hueco con un traje antiradiactivo. El techo del hueco, que anteriormente había contenido un ascensor, ha sido sellado en su planta baja con una lámina de plomo de quince centímetros de espesor. Dos deshumidificadores están conectados al fondo del hueco, absorbiendo la humedad del frío aire. El maletero de un Buick Electra de 1967 ha sido recubierto de plomo y reconvertido en una caja de almacenaje.

En un banco de trabajo situado delante del físico nuclear hay un cubo de plexiglás de noventa centímetros con unos guantes de goma añadidos. Colgada justo sobre este cubo hay una esfera de diez kilogramos, aproximadamente del tamaño de un pomelo grande. Durante los siguientes meses, el profesor Bi usará sus herramientas para dar forma y pulir esa bola de uranio enriquecido 235 y su gemela, preparando el material fisible para su destino final entre el resto de componentes de la bomba Atómica Especial de Munición y Demolición Mk-54… que sin duda estará incluida en el oscuro capítulo de la historia del hombre moderno.