GIMNASIO PAUL CROSS
Centro Cívico Carl McNeely
Shelbyville, Indiana
6 de mayo de 2012
4:27 P.M. EST
Christine Jordan, directora de campaña del presidente Obama, se inclina sobre su jefe mientras su maquilladora aplica una base fresca bajo sus ojos.
—Nuestra presencia es importante, señor presidente. Aunque tengamos una ventaja de tres candidatos sobre los republicanos, ellos aún tienen la atención de los medios. No podemos desaparecer mientras ellos continúan con su ataque.
El presidente asiente, con los ojos cerrados y los párpados temblorosos.
Christine aparta a un lado a la maquilladora.
—Roxanne, está pálido, como si acabara de recibir una sesión de quimio. ¿No puedes arreglarlo?
Roxanne Dunlap, superviviente de un cáncer de ovarios, le lanza una antipática mirada.
—Está sudando, Tina. Estoy haciendo todo lo que puedo.
—Son las luces —replica el presidente débilmente.
—Está enfermo —interviene Mario Childress, el jefe de seguridad de metro noventa y ciento diez kilos del presidente—. Ha dicho que tenía dolor de cabeza.
—Estaré bien.
—Por supuesto que sí —dice Christine, arreglando su cabello rubio oscuro frente al espejo—. El gimnasio está abarrotado, los equipos de televisión están preparados. Un discurso rápido y estaremos en la limusina y de vuelta al Air Force One en menos de dos horas.
—No sé, Tina —añade Roxanne—. No tenía buen aspecto antes del maquillaje.
—Hay veintisiete delegados de distrito de la Convención Estatal de Indiana esperando para verlo, con dolor de cabeza o sin él. Éste es un estado clave.
El presidente asiente. Tiene el pulso acelerado, la piel fría y húmeda, y el dolor está volviendo de nuevo a su cabeza.
—A la hora acordada te presentarán a Luke Messer. Es el director ejecutivo del partido democrático de Indiana. Representa al distrito 57. Luke es un hossier[33] de sexta generación, así que he metido algunas referencias de fútbol en tu Teleprompter.
—Baloncesto —murmura el presidente.
—¿En serio? En cualquier caso, Shelbyville fue también cuna de nacimiento de Thomas Hicks. Fue el vicepresidente número veintiuno, después de Grover Cleveland y… ¿señor presidente?
—Oh, mierda… —Roxanne agarra la cabeza de Obama mientras ésta cae hacia atrás. Con un único movimiento, el hombre del Servicio Secreto salta y agarra al presidente con la mano izquierda mientras activa simultáneamente con la mano derecha un pulsador de alerta que hay sobre su hombro. Aparta a la maquilladora y coge al presidente con ambos brazos. Lo baja cuidadosamente hasta el suelo mientras una docena de agentes entra en la habitación con el equipo médico del presidente.
AUTOPISTA DE ATLANTIC CITY
Nueva Jersey
5:07 P.M. EST
El Chevy Astrovan azul marino serpentea a través de la convergencia de carriles junto a la salida de Haddonfield cuando ésta se une con la Ruta 42-sur. Ace echa un vistazo al poste de kilometraje, bombeando adrenalina.
«Doce kilómetros más. Será mejor que esté allí».
Había comenzado el viaje aquella mañana… un aparentemente inocente trayecto hasta la tintorería, seguido por una parada en el supermercado. Había aparcado en un garaje subterráneo. Después visitó la tienda de deporte para comprar unas rodilleras de hockey para Sammy, se pilló un café y un donut, y después volvió a la plaza de aparcamiento… a la del coche de Jeffrey Gordon, que tenía las llaves ocultas tras la llanta del neumático delantero derecho. Mientras su amigo salía del garaje en el Corvette de Ace, Ace esperó otros quince minutos antes de salir del aparcamiento del supermercado en la furgoneta familiar de Gordon.
Se había dirigido al sur, paralelo a la autopista de peaje de Nueva Jersey, antes de coger la interestatal 95, para continuar al sur a través de Filadelfia. El desvío había añadido una hora extra al viaje, pero no había tenido otra opción, porque sabía que los radares de la autopista registrarían la matrícula del coche de Jeff, y esa información podría ser recibida por Seguridad Nacional.
* * *
El plan de Ramzi, evitar el próximo 11-S exponiéndolo al público, no convencía demasiado a Ace. Si había algo que los neoconservadores habían demostrado era que, controlando las facciones clave del gobierno y los medios de comunicación, uno podía irse de rositas incluso tras las más flagrantes violaciones del código penal, de la conducta moral y de la ley americana. La Constitución podía pisotearse sin repercusiones. Las elecciones podían ser falsificadas, y los que denunciaban la verdad, ridiculizados. El vicepresidente podía, incluso, disparar a un hombre en la cabeza sin tener que ser sometido a un interrogatorio policial en la escena del crimen.
Había sido la habilidad de Promis para rastrear y mover el dinero de los tipos malos lo que, al final, había convencido a Ace para aceptar la misión. Con los datos de Kelli y el acceso de Promis, Ace podía interpretar un papel global de Robin Hood, usando el dinero sucio del mundo para crear fuentes de energía alternativas que, en última instancia, podrían evitar el desastre. Por una vez, los culpables y los avariciosos tendrían que pagar por sus crímenes… en todos los sentidos de la palabra.
Se lo debía a Mark.
* * *
Ace aminora la velocidad cuando pasa junto al poste kilométrico 37.
«Ahí… justo delante».
Hace una señal con las luces a un coche aparcado al otro lado de la carretera. Un hombre con barba, de constitución grande, con pantalones cortos beige y una sudadera verde oscura de los Filadelfia Eagles sale de detrás del capó alzado y le hace una señal con los brazos pidiéndole ayuda.
Ace se detiene.
—¿Necesitas ayuda?
—¿Qué comes, qué adivinas? —Kenneth Franklin Keene Jr. sube al interior de la furgoneta y da un golpe en el hombro de su antiguo compañero—. Me alegro de verte, Ace.
Ace sigue conduciendo, acompañado ahora por el olor del tabaco y del acre sudor.
—Veo que te has dado a la buena vida. Te has abandonado totalmente.
—He estado en la cárcel, capullo.
—Veo la tele. ¿Los prisioneros no tienen acceso a salas de pesas, no pueden hacer ejercicio en el patio, o algo así? Se supone que eras un atleta.
—Eso fue hace veinte años, idiota, y yo era el puto pateador. ¿Y quién eres tú para hablar? Yo al menos vivo relajado. A ti parece que te gusta desayunar estrés.
—En eso tienes razón. Ey, tira el cigarrillo, éste no es mi coche.
—¿Me has enviado a la puta versión neoconservadora del monstruo de Frankenstein y ni siquiera puedo fumar?
—Pareces agotado.
—¿Agotado? Tío, supere el agotamiento hace una semana. La única razón por la que estamos hablando es porque tu señora me ayudó a conseguir la condicional.
—Y yo que pensaba que estarías salivando ante la oportunidad de coger un buen pellizco.
—El dinero sólo sirve de algo si estás vivo para gastarlo. Kelli estaba jugando con fuego. Localizó todos los negocios de drogas, todas las ventas encubiertas de armas y todas las operaciones de blanqueo de dinero en las que los federales han metido la mano desde 1982. La heroína salida de Afganistán, los misiles SAM vendidos a los saudíes… Nombra una organización terrorista y te mostraré cómo fueron financiados, qué compraron, las cuentas bancarias por las que el dinero ha pasado y qué transacción hizo más rico a Ricky Ricón. Esta cosa es una telaraña global de los canallas y poderosos. Si lo haces público, te comerán vivo.
—¿Y mi plan?
Keene sonríe.
—¿Te refieres a robar su dinero?
—Es dinero ensangrentado. Lo nuestro sería una reapropiación.
—Reapropiación. Buena palabra. Muchos de mis compañeros estaban en la cárcel por la misma razón. Mira tío, soy un hacker. Y aquí no hay nada que hackear. Kelli lo hizo por nosotros. Pero, incluso con Promis, no puedes mover sin más un trillón de dólares, no sin mandar un montón de señales luminosas. Esto tiene que ser hecho con sigilo, hay que sangrarlos en silencio durante semanas (incluso meses), enmascarando cada transacción y borrando todo rastro del dinero. Además, tenemos que montar pistas falsas, crear historias… todo lo que sea necesario para enmascarar el dinero antes de poder moverlo a una cuenta legal sin levantar sospechas. Se necesita un artista de verdad para hacer eso, un experto en COBOL.
—¿Qué es COBOL?
—Es el acrónimo de Common Business Oriented Language[34], el primer lenguaje de programación universal. Los bancos solían escribir todos sus códigos en COBOL, y la mayoría de las instituciones financieras aún lo hacen, especialmente en los países del tercer mundo donde se esconde gran parte de esa pasta. COBOL fue, además, el primer lenguaje de programación ordenado por el Departamento de Defensa.
—¿Tienes a alguien en mente?
Keene sonríe.
—Oh, claro. La reina COBOL. Su nombre es…
—No me lo digas… es mejor que no lo sepa. ¿Podría hacer el trabajo?
—Tío, ella es una pitón. Durante lo del Y2K hizo una fortuna escribiendo código para proteger sistemas. Con la información de Kelli, y Promis como sistema de recogida, podría crear un gusano COBOL que se introduciría en cada cuenta y transferiría electrónicamente los fondos a través de una matriz tan compleja que ni siquiera Magellan[35] podría encontrar el camino de vuelta a casa. Una vez descargado en el Banco Comercial Nacional de Arabia Saudí, seremos capaces de…
—Guau… ¿eso tiene que ser descargado en un banco saudí?
—Es el punto de inserción perfecto. El BCN es el mayor banco de Oriente Medio. Casi todo el dinero sucio se origina o pasa a través de él en su camino a otra institución financiera. Es el centro neurálgico de casi todas las transacciones de Al-Qaeda financiadas por los príncipes saudíes, y estamos hablando de centenares de billones. Carga el gusano, y fluirá hacia delante como un big-bang… Como un millón de tentáculos. Llegará casi a un millón de instituciones financieras, y nosotros retiraremos cada sucio dólar… al final.
—¿Al final?
—Una vez más, es necesaria una progresión constante. Sólo lo suficiente para mantener a los auditores ocupados sin alertar a los federales.
—¿Cómo planeas entrar en el banco saudí y cargar el gusano?
—Eso es cosa tuya, señor quaterback, no mía.
—¿Esperas que entre en la mayor institución financiera de Arabia Saudí, que me acerque a un ordenador y que cargue un programa?
—Es nuestra única opción real. Quizá tu señora iba a hacer eso ella misma, no lo sé. Necesitarás al menos veinte minutos en el terminal… treinta como mucho. Una vez que el gusano esté en el sistema, no habrá quien lo detenga. Todo lo demás será cuestión de tiempo, el dinero americano se quedará en Estados Unidos, y las inversiones extranjeras permanecerán en el extranjero. De ese modo no comenzaremos colapsando la economía… excepto, por supuesto, en el caso de los estados que patrocinan el terrorismo. En esos casos, tiraremos de la cisterna y los veremos desaparecer por el retrete como si fueran zurullos.
—¿Qué hay para ti?
—Kelli me asignó quince millones de dólares, pero mi socio y yo esperamos el triple de esa tarifa, o no hay trato.
—¿Cuarenta y cinco millones? ¿Por un trabajo de programación?
—¿Tienes idea de lo que conlleva esto? Estamos hablando de decenas de miles de horas de trabajo. Necesito poner en marcha toda una organización, una empresa legal o un grupo de expertos informáticos ilegales en los que se pueda confiar, sin darles ninguna pista de lo que están haciendo en realidad. Pero la recompensa tiene que justificar el riesgo, y el riesgo es la muerte. Una vez que los poderes fácticos descubran que están siendo sistemáticamente robados, vendrán a por nosotros.
—¿Y qué pasa con el dinero para empezar? Necesitarás alquilar algún sitio, comprar ordenadores… Seguramente podría conseguirte veinte de los grandes.
—Mira, tío, de eso es de lo que estoy hablando. Saca algo más de un par de cientos de dólares de tu cuenta, y los federales caerán sobre tu culo. No, el dinero que usaremos está ya en una caja de seguridad, escondida debajo de las baldosas bajo tu secadora. La combinación es el día del mes en el que tú, Leigh y Sammy nacisteis, en orden cronológico.
Ace mira a Keene, estupefacto.
—Kelli me lo contó el día que me pusieron en libertad. No dijo cuánto había, y yo sabía que no tenía que preguntar, pero, obviamente, llevaba planeando esto mucho tiempo.
—Obviamente.
—Entonces, ¿a dónde va a ir a parar todo ese dinero ensangrentado, Robin Hood? ¿Tienes una lista?
Ace busca en el interior de su bolsillo, saca un diskette y se lo entrega a Keene.
—Los primeros setecientos millones tienen que ser repartidos en una serie de quinientas veintisiete cuentas accesibles sólo por la prima de Kelli, Jennifer. La siguiente remesa se invertirá en empresas de energía alternativa. Después de eso, en programas educativos y organizaciones benéficas de todo el mundo. He destinado cuatro mil millones para la Fundación contra el Cáncer Lance Armstrong.
—Joder. Eso va a comprarte un montón de pulseritas, ¿eh?
—Eso solía cabrear mucho a Kelli, incluso antes de ponerse enferma, que el Pentágono gastara setenta mil millones de cada presupuesto en Irak, mientras cientos de miles de americanos morían cada año de cáncer. Centavos para la gente, dólares para la guerra.
—Esto va a ser una puta Navidad.
—La Fundación de Familiares del 11-S se lleva un buen ingreso, así como los grupos de Emergencias y el programa de Servicios al Veterano.
—Estoy seguro de que la familia de Mark apreciara el gesto.
—Verás otro nombre familiar más en la lista. He dispuesto cinco millones en una cuenta a nombre de Mitch Wagner. Asegúrate de que consigue los fondos sin problemas.
—¿Wagner? Wags, ¿nuestro viejo placaje izquierdo? ¿Por qué?
—Wags no lo sabe todavía, pero él y su esposa van a acoger a mis hijos.
—Oh —por primera vez, Keene siente el peso de la conversación.
Pasan junto al poste de kilometraje 26, y otra señal que indica ocho kilómetros hasta la estación de servicio Frank S. Farley.
—Ace, hay algo más. Kelli te dejó un mensaje codificado.
—¿Qué tipo de mensaje? ¿Qué decía?
—Era un mapa, de algún lugar de Canadá. Insistió mucho en que fueras allí.
—¿Ir a Canadá? ¿Para qué?
—Quería que encontraras a alguien llamado Casper.
—¿Casper? Es una broma, ¿verdad?
—No lo creo. Usó la expresión: «Por las almas de nuestros hijos».
—Eso es una locura. Tengo a Seguridad Nacional pegada al culo. ¿Cómo espera que cruce la frontera sin que me atrapen?
—Ella, bueno, te dejó un pasaporte falso y un carné de conducir. Yo lo imprimí y plastifiqué… Stephen.
—¿Stephen?
—Stephen Murphy. Ésa es tu nueva identidad. Eres un canadiense que vive en Melbourne, Australia, y te dedicas al negocio de la seguridad de los sistemas de gas —Keene busca en el bolsillo de sus pantalones y saca una bolsa de plástico que contiene los dos documentos—. Tu esposa era increíble, ¿eh?
—Increíble.
Ace sigue el carril izquierdo hasta la estación de servicio.
—K. J., cuento contigo. Si hacemos esto, no puedes joderla.
—Ey, tío, estoy limpio.
—No lo estabas contra Tennessee.
—¡No me jodas! Eso fue un mal pase, y aun así golpeé el poste de gol desde cuarenta y ocho yardas. ¿Y quién demonios eres tú para hablar, Señor Tres Intercepciones Y Un Fumble En La Orange Bowl? Preocúpate por cómo te las vas a apañar para entrar en ese banco saudí.
Ace aparca. Los dos antiguos compañeros de equipo salen del coche sin despedidas informales, interpretando su papel para posibles ojos entrometidos. Keene se dirige a la gasolinera y Ace camina hacia el edificio principal para usar el baño.
Hay una multitud reunida alrededor de una televisión, y sus expresiones aturdidas lo dicen todo.
—Una vez más, por si acaban de unirse a nosotros, el presidente Barack Obama ha sido ingresado en un hospital de Indiana después de sufrir lo que los doctores creen que ha sido una apoplejía. El presidente continúa en coma. El vicepresidente se dirigirá a la nación esta tarde.
Ace mira fijamente la pantalla, mientras la sangre abandona su rostro.
«Esos bastardos… ya ha comenzado».
«Desearía que el mundo árabe entrara en el mundo del uso pacífico de la energía nuclear a toda velocidad».
Amr Moussa, líder de la Liga Árabe, 29 de marzo de 2006.
«Hoy, un importante objetivo de las fuerzas defensivas de la República Islámica de Irán se ha llevado a cabo con las exitosas pruebas de lanzamiento de un nuevo misil con mayor capacidad técnica y táctica que los producidos previamente».
General Hossein Salami, Jefe de las Fuerzas Aéreas y de la
Guardia Revolucionaria de Élite de Irán,
comentando la prueba de lanzamiento de un nuevo
misil multicabeza no detectable por radar, capaz de alcanzar las
bases de Israel y Estados Unidos en Oriente Medio.
1 de abril de 2006.
«El mundo ahora es muy diferente. Los hombres tienen en sus manos mortales el poder para abolir todas las formas de pobreza humana, y todas las formas de vida humana».
Presidente John F. Kennedy.