CAPÍTULO 21

«Parálisis. Del tipo que impide el movimiento, pero permite que el dolor se filtre en el sistema nervioso.

Ceguera. Una espesa oscuridad… filtrada por fragmentos de luz lunar.

Silencio. Antinatural… dominado por el ruido en su cabeza, un desahuciado zumbido, que da paso a… la inconsciencia».

TARDE

Ace parpadea y, cautelosamente, mueve los brazos. Está en el vestuario de Georgia, sobre la mesa de masaje, mientras el equipo médico examina sus constantes vitales y su entrenador se inclina sobre él.

—¿Estás bien, hijo? Te has llevado un buen golpe.

—Lo han noqueado, entrenador. Ha terminado.

—No… estoy bien, entrenador, ¡puedo jugar! ¡Déjeme volver!

—¿Que te deje volver? Hijo, ¿no has causado ya suficiente daño?

Los dos hombres se ríen, y el sonido resuena en su cerebro.

* * *

—¡Ah! —Ace abre los ojos. Está en una habitación subterránea, tendido sobre un colchón desnudo. Fragmentos de luz solar se filtran a través de los tablones que hay sobre su cabeza, proveyéndole de una tenue luz gris. Cuando descubre que puede mover los brazos se siente aliviado… hasta que se da cuenta de que están sujetos al suelo de cemento con grilletes.

Su cabeza ha sido vendada. Un dolor sordo lo recibe mientras se sienta, con los ojos concentrados en su guardián árabe, que está sentado en una silla plegable. Una ametralladora descansa sobre su regazo, y hay un refrigerador junto a sus pies. El hombre le ofrece una mirada vacía. Extiende un brazo y da unos golpes con los nudillos en la puerta cerrada a su espalda.

Momentos después, otro árabe entra en la habitación. Va vestido con el tradicional thobe de seda blanca. Es bajito y delgado, tiene el cabello y los ojos negros, y la tez cetrina.

—¿Cómo te sientes? —Su inglés es suave y elocuente, señal de una educación americana.

—¿Quiénes sois?

Saca una botella de agua del refrigerador y se la lanza a Ace.

—Tienes una contusión y algunas magulladuras menores. El piloto se rompió un brazo, y sus quemaduras de segundo grado están siendo tratadas. Lo mantienen sedado en otra habitación.

—¿Qué queréis de mí?

—Eso, Ace Futrell, depende de ti —el árabe sonríe ante la sorpresa de Ace—. Sí, sé quién eres. También sé quiénes son tu esposa y tus hijos, dónde está tu casa de Long Island, cómo fueron tus días de gloria en la universidad, y tus recientes problemas con PetroConsultants. Tu primera reacción será asumir que soy parte de una agencia de espionaje, y así era, pero esta información me ha llegado de primera mano, a través de un amigo muy leal.

El árabe atraviesa la habitación y quita la manta de una pieza de mobiliario que resulta ser una televisión combi. Presiona el play. La imagen se hace nítida.

¡Es su esposa! Por el aspecto de Kelli, el vídeo debió grabarse en los últimos dieciocho meses, la quimioterapia acababa de empezar a robarle el cabello y los diez kilos de músculo. Está sentada en una sala de estar (su sala de estar), y el árabe está sentado junto a ella, vestido con un jersey y pantalones vaqueros.

—Hola cariño. Si estás viendo esto, bueno, entonces hay muchas posibilidades de que… de que me haya pasado algo malo y ya no esté por aquí. Antes de que llegues a alguna disparatada conclusión, o de que te dejes llevar por ese famoso temperamento tuyo, déjame presentarte a un amigo… a un amigo de confianza. Éste es Ramzi Iskander Karim. La familia de Ramzi es de Egipto, aunque él ha sido educado en Estados Unidos. Ramzi y yo nos conocimos en el campamento Peary. Se unió a la CIA casi al mismo tiempo que yo. Es cierto, es un agente de la CIA… disculpa, ex agente. En breve, Ramzi va a compartir cierta información muy importante contigo. Necesito que confíes en él, Ace.

Kelli asiente a Ramzi en el vídeo, quien entiende su señal y deja la habitación, ofreciéndole privacidad.

El Ramzi actual se dirige a otra sección del sótano.

Kelli mira a Ace desde la pantalla de televisión.

—Esto es duro. Uno vive su vida, deseando poder volver atrás en el tiempo para deshacer ciertas cosas… y corregir otras. Lo siento, Ace. Siento no haber estado allí durante tu último año en Georgia, cuando pasaste por aquel infierno, siento no estar allí ahora, y haberte dejado solo para criar a Leigh y a Sammy. Sobre todo, cariño, siento tener que involucrarte en todo esto. Si… si hubieras tenido otra profesión, si hubieras sido entrenador de fútbol, o profesor… pero el hecho es que tu profesión está directamente relacionada con todo lo que está pasando, y para evitar que algo horrible ocurra, necesito tu ayuda. Ahora sólo confío en un par de personas, Ace, y Ramzi es uno de ellos. Por favor, escucha lo que tiene que decirte, y ayúdalo, si no por mí, por los niños.

Hace una pausa, escondiéndose de la cámara para secarse las lágrimas.

Ace está llorando también.

—He estado involucrada en algunas cosas malas. El mundo puede ser un lugar horrible… y a veces te ves arrastrado por esa fealdad. No sabes cuán a menudo he deseado haberme casado justo después de salir de la universidad. Las cosas hubieran sido tan diferentes… Me arrepiento de demasiadas cosas, Ace, cosas que se han enconado en mis intestinos durante los últimos seis años… no me extraña que el cáncer empezara justo ahí.

Kelli contiene una carcajada.

—Seguramente estarás diciéndote a ti mismo: «¿Quién es esta mujer y qué ha hecho con mi esposa?». El cáncer y la cábala me han dado una nueva perspectiva de la vida. Sé que te gustaría apartarme de mis clases de cábala, pero es eso lo que me ha obligado a mirarme a mí misma con dureza. La cábala dice que nuestra energía negativa es lo que nos separa de Dios. Cuando pasaste por lo de Georgia, la tensión, el miedo… seguramente era un sentimiento parecido a estar en prisión. Soy consciente de que son mis propias elecciones las que me han encarcelado, y ahora creo que todos nosotros estamos destinados a hacer grandes cosas… cosas que afectarán positivamente a otros. Ésa es la llave para escapar de nuestras prisiones, Ace, hacer cosas buenas. Todo lo que decimos y hacemos importa, todas las acciones negativas y positivas que llevamos a cabo afectan a los demás.

»He estado involucrada en algunas cosas malas, y ahora necesito hacerlas bien. Ace, el mundo está recorriendo un peligroso camino. Por una parte, tenemos una secta de radicales islamistas cada vez mayor, compitiendo por la atención del mundo árabe. Por otra parte, está el grupo de carroñeros radicales… capitalistas que creen que el único modo de traer el cambio es a través del cañón de un arma. Ego, avaricia y superioridad moral… cada facción empuja a la otra, cada lado extiende el dedo acusador mientras empuja el mundo hacia el Armagedón. Sé que suena melodramático, pero fui parte de ello, y ahora quiero hacer todo lo que pueda para cambiarlo.

Se acerca más a la cámara.

—Algo malo va a ocurrir, cielo, a menos que lo saquemos a la luz e inutilicemos la maquinaria que lo alimenta. He estado trabajando activamente en soluciones. Ramzi es parte de ello. Él necesita tu ayuda. Le he dicho que tú le ayudarías. Le he dicho lo fuerte que eres. Eres fuerte, Ace, nunca dudes eso. Las cosas van a ponerse mal, pero bajo cada roca de malestar se esconde una oportunidad de cambio. Todos nosotros somos enviados de Dios, Ace, podemos hacer cosas buenas. Ésta es la lucha de tu vida, pero yo estaré contigo en cada momento. Te quiero, Ace.

La imagen desaparece.

Ace mira la oscura pantalla, emocionalmente vacío. Se seca las lágrimas, con las entrañas temblorosas.

Ramzi vuelve y apaga la televisión.

—Dejó sus memorias en un CD-ROM. Tendrás que leerlas aquí. Es demasiado peligroso que las lleves contigo mientras viajas. Lo siento. Sé que esto debe ser duro para ti.

—¿Duro? —Las palabras se quedan atrapadas en su garganta—. ¿Por qué fue asesinada Kelli? ¿Quién dio la orden? ¿En qué demonios estabais trabajando vosotros dos?

—En resumen, en la prevención de la Tercera Guerra Mundial —Ramzi da una orden en árabe al guardia. El hombre abre los grilletes de Ace y después abandona la habitación.

—Ace, ¿alguna vez has oído el termino shihadah?

—No.

shihadah significa la bendición de Dios a aquellos que mueren en la yihad menor. La palabra yihad no significa guerra, se traduce como «esfuerzo», o «lucha». La yihad mayor es la lucha interior para ser una persona mejor. La yihad menor es la defensa de la comunidad, ya sea con palabras o con hechos. Algunos musulmanes están tan desesperados por defender su comunidad que están dispuestos a usar tácticas terroristas que están estrictamente prohibidas por la doctrina islámica.

»Cuando estudié en Estados Unidos, recuerdo haber leído el relato de los Hatfield y los McCoy, dos familias cuya rivalidad se convirtió en una contienda violenta. En muchos aspectos, su rivalidad me recuerda al conflicto entre sunitas y chiitas… dos facciones que tienen muchas cosas en común, en guerra debido no tanto a un conflicto interno como externo, exacerbado por un historial de violencia extrema. Oriente Medio permanece dividido por esta contienda, y el resto del mundo elige un bando basándose en qué país le suministra el petróleo.

—¿Y tú de qué lado estás?

—Estoy con la mayoría inocente, aquellos que sólo buscan vivir en paz —Ramzi abre una botella de agua y se bebe la mitad—. Mi familia era oriunda de Aswan, la ciudad egipcia más bella, una pequeña comunidad asentada en la orilla sureste del Nilo. Mi padre poseía un restaurante flotante. Cada día, turistas en botes de pesca llegaban para cenar pescado fresco y escuchar música nubia durante la puesta de sol. Cuando tenía nueve años, un grupo de radicales prendió fuego a nuestro barco, destruyendo todo lo que poseíamos. Una de mis hermanas sufrió graves quemaduras. El hermano de mi padre era un médico que vivía en la Meca y nos invitó a mudarnos con él mientras trataba a mi hermana. Así que dejamos Egipto y comenzamos a vivir en el reino gobernado por Al Saud.

»Mi padre era un devoto musulmán. Su familia era parte de la tribu Al Hashem, descendientes directos del profeta Mohammed. Estas tribus son conocidas colectivamente como Ashraf, y los individuos como mi padre son llamados Shareef. Mi padre era un poderoso hombre de negocios, pero no estaba preparado para lo que nos esperaba en Arabia Saudí.

»A pesar de la opinión occidental, la mayoría de los musulmanes son pacíficos. Como cualquier otro país o religión, son los elementos radicales los que provocan las malas reputaciones. A través de su historia, el elemento wahhabi del Islam se ha opuesto violentamente a cualquier cosa que vieran como bida, un término peyorativo que se refiere a cualquier comportamiento que se desvíe de las enseñanzas fundamentales del Corán. Su visión puritana condena cualquier cosa considerada occidental, incluida la televisión, el teléfono, la música y las películas. A pesar de esto, esta secta religiosa neoconservadora fue esencial en la creación de la monarquía saudí. Sus tácticas de mano dura son las que mantienen a los ciudadanos saudíes bajo control.

»Lo que existe hoy día en Arabia Saudí es una identidad árabe secuestrada por la hipocresía de la realeza, que mantiene su dominación a través de la fanática brutalidad de sus clérigos wahhabi, quienes, por otra parte, miran hacia otro lado cuando la familia real pisotea el Corán tras los muros de su palacio, bebiendo, apostando y yendo con mujeres. El control sigue siendo la llave del poder para los extremistas. Es por esto por lo que, en lugar de enseñar la palabra de Dios, las escuelas religiosas y las mezquitas ahora enseñan el odio. En Palestina y el Líbano, en Irán e Irak, los judíos son el demonio personificado, y los estadounidenses sus acólitos. A los niños árabes se les lava el cerebro desde pequeños. El odio es el ingrediente necesario del gobierno para permitir que estos regímenes opresivos mantengan el poder en una sociedad cerrada. Esta psicosis de violencia es una distracción planeada para atenuar el deseo de libertad del pueblo.

»Después de la recuperación de mi hermana, mi padre, deseoso de estar cerca del agua, abrió un restaurante en Jiddah. Un día, un príncipe saudí visitó nuestro establecimiento. Era un hombre que se había ganado una reputación por desflorar vírgenes. El príncipe se fijó en mi hermana, de doce años, y envió a uno de los miembros de su séquito para negociar un precio con mi padre. Mi padre escupió al mensajero y ordenó al resto que se marcharan. Un par de horas después, la «mutawa», la policía religiosa wahhabi, visitó nuestro restaurante. Mi padre fue golpeado, arrestado y llevado a prisión. Para traerlo de vuelta a casa, mi hermana se ofreció al príncipe, que la mantuvo en su palacio durante seis meses. Mi padre fue finalmente liberado, después de ser maltratado por Ali Shams, el torturador saudí, durante casi un año. Vivió sus últimos días postrado en una silla de ruedas.

«Cuando tenía diecisiete años me uní al Rai Al Nas, un periódico independiente que denunciaba las atrocidades de la Casa de Saud. Ser capturado trabajando en el periódico significaba una muerte segura. Temiendo que su único hijo fuera decapitado, mi padre dispuso mi educación en Estados Unidos.

—¿Te uniste a la CIA para luchar contra los Saud?

—Me uní porque creía que podía servir para algo. Estaba equivocado. La CIA es sólo otra herramienta de Occidente que permitirá que la familia real mantenga el control mientras siga suministrando petróleo barato. Ese suministro pronto llegará a su fin, llevando al mundo a una encrucijada. Sin petróleo, la Casa de Saud caerá, y la pregunta es… ¿Quién llenará el hueco? El crecimiento del Islam radical aterroriza a la realeza, pero, en lugar de mostrarse firme frente a esta amenaza, han elegido sobornar a sus líderes, proporcionándoles dinero y armas. Las ideologías radicales se extienden con facilidad porque la clase media ha perdido la voluntad de aplastarlas, o porque la gente se ha visto obligada a elegir entre el menor de dos males. Para el árabe común, el fascismo americano es mucho peor que el fascismo islámico. Todo el mundo sabe que los invasores occidentales sólo se preocupan por robar nuestro petróleo. Con la invasión de Irak, los Estados Unidos eliminaron a la poca gente que se hubiera alzado contra el fascismo islámico. Y así el cáncer se extiende, desde Irak hasta Egipto y Jordania, desde Arabia Saudí hasta Siria y el Líbano.

»Irán es el lobo que está a las puertas. Aunque nunca desafiarían a Estados Unidos o Israel en una guerra convencional, una nueva estrategia apareció con el éxito de Al-Qaeda y la Intifada. La fuerza de los americanos e israelíes es también su debilidad… su apreciación de la vida, cosa que los terroristas no tienen. Hezbolá ataca escondido entre mujeres y niños, mofándose de los israelíes para que ataquen, y así pueden aprovecharse del baño de sangre para ganar simpatías para su causa… que no es la paz, sino la violenta erradicación de todos los judíos y no musulmanes de Oriente Medio. Al-Qaeda planea sus próximos atentados, enviando al mundo el mensaje de que el Islam puede hacer caer a una superpotencia con un pequeño grupo de guerreros que usan cortadoras de cartón y utensilios domésticos comunes.

»Todo eso está a punto de cambiar. La decisión de Irán de enriquecer su uranio ha abierto la caja de Pandora. Hay un temor creciente entre las agencias de inteligencia de Washington, porque los extremistas islámicos, suministrados por Irán, puedan usar bombas portátiles para desatar un holocausto nuclear en ciudades estadounidenses. Tu esposa estuvo involucrada en un plan de contingencia radical… un golpe preventivo nuclear en el que una ciudad americana sería borrada del mapa por una célula terrorista, y su éxito se convertiría en una excusa para aplastar el movimiento islámico en Irán. Kelli ayudó a poner el plan de contingencia en movimiento, y entonces se puso enferma. Cuando Obama fue elegido, y los demócratas tomaron el poder de ambas cámaras, los neoconservadores expulsados de la presidencia vieron el suceso que iba a tener lugar como un modo de recuperar la Casa Blanca.

»Es por eso por lo que Cheney ha estado prediciendo públicamente otro ataque… incluso yendo tan lejos como para afirmar que será un arma nuclear. Y fue la negación de Obama de reabrir «viejas heridas», negándose a una nueva investigación del 11-S, lo que envalentonó a sus enemigos. Al permitir la libre acción de los culpables, Obama, Pelosi, Reid y los demócratas han dado, inadvertidamente, luz verde a nuestra peor pesadilla.

»Ahora nos toca a nosotros sofocar la tormenta.

Ace observa a Ramzi mientras éste levanta una alfombra persa. Usando dos palancas metálicas, suelta un bloque de cemento del suelo y lo levanta, revelando una caja fuerte de alta tecnología construida en el interior de los cimientos. Rotando el escan retinal de seguridad, introduce una combinación y después presiona su frente contra el instrumento, exponiéndose al examen del láser azul.

El sistema de seguridad de la caja verifica su identificación y se abre.

—Tenemos dos frentes de terror que deben ser descarrilados para evitar un holocausto nuclear. Mi papel es ofrecer al pueblo árabe una tercera opción… una verdadera democracia, una que venga desde el interior; en esencia, una revolución. El movimiento Ashraf es esta revolución… un movimiento real de la clase media y de los pobres, pero que sólo puede tener éxito si obtiene el control de las verdaderas armas de poder de la realeza… el petróleo saudí y la fortuna que robaron al pueblo saudí.

El antiguo agente de la CIA abre la puerta de la caja de seguridad y saca lo que parece ser una caja de CD-ROM negra.

—¿Estás familiarizado con un programa llamado Promis?

—No.

—Promis es el ojo que lo ve todo. Su creador fue un americano llamado Bill Hamilton. Hace varios años,

Hamilton desarrolló un diccionario computarizado para la NASA que traducía del vietnamita al inglés. Más tarde, decidió crear un nuevo programa… algo distinto, algo que pudiera rastrear el movimiento de la gente alrededor del mundo. Cumplió su sueño cuando dejó la NASA y compró una empresa llamada Inslaw, una entidad sin ánimo de lucro que desarrollaba software diseñado para comparar casos legales y acciones judiciales con testigos potenciales y sus familias. En 1981, Hamilton había mejorado ya el programa para que pudiera entrar casi en cualquier red informática, buscando utilidades, compañías telefonías, aerolíneas y otros servicios para rastrear la ubicación de un objetivo comparando las actividades de un sujeto, sus amigos, familiares y socios. Hamilton intentó vender el programa (Promis) al Departamento de Justicia, pero sin demasiado éxito.

»Lo que Hamilton nunca supo fue que el Departamento de Justicia había hecho copias de Promis y que las había distribuido a la comunidad de inteligencia estadounidense. La CIA vio Promis como un modo de rastrear el patrón de blanqueo del dinero de la mafia, así como una herramienta para espiar a los magnates de la droga colombianos. Una copia del programa terminó finalmente en manos de Earl Brian, un hombre que había trabajado con Reagan cuando éste fue gobernador de California. Brian tenía contactos con el Mossad de Israel. En aquel momento, el Mossad estaba profundamente inmerso en la primera Intifada Palestina. Brian fue presentado a Rafi Eitan, un hombre de negocios israelí que, finalmente, mejoró el diseño de Promis. El nuevo Promis se convirtió en un disco que podía ser usado en un ordenador personal, correlacionando datos a increíbles velocidades. Y lo que fue más ingenioso aún, Eitan hizo que un colega equipara Promis de un modo oculto… con un chip que, sin ser detectado por el usuario, permitiría que los servicios de inteligencia israelí vigilaran todas las actividades del usuario huésped.

»La compañía de Earl Brian, Hadron, se puso en marcha para vender el programa de seguridad a los gobiernos extranjeros. Jordania fue el primero en morder el cebo. Una vez instalado en los cuarteles generales del ejército en Amman, Promis se enlazó a un sistema de rastreo de manufactura francesa que los jordanos estaban usando para seguir las actividades del OLP[32]. Gracias a Promis, los israelíes podían ahora rastrear a los líderes del OLP, lo que ayudó a Mossad a combatir la Intifada.

»Los usos potenciales de la red espía Promis eran enormes, pero los recursos de Eitan y Brian eran limitados. Introdujeron a Robert Maxwell, presidente de Degem Computers, de Tel Aviv. Usando las oficinas de la compañía en América del Sur, Maxwell comenzó a vender Promis a gobiernos extranjeros y jefes de estado, incluyendo al líder del OLP, Yasser Arafat. De la noche a la mañana, Promis dio a las comunidades israelíes y americanas acceso a todo, desde los archivos de inteligencia militar del bloque soviético, a los movimientos de miles de terroristas sospechosos… y a las actividades monetarias que involucraban a la banca y a las instituciones financieras de todo el mundo.

—¿Qué pasa con Bin Laden?

—Ah, sí… Bin Laden. Un agente del FBI, Robert Hanssen, usó sus contactos rusos para vender a Al-Qaeda el programa Promis. Promis nos dio acceso a los movimientos y actividades de Bin Laden, pero Promis también dio a Al-Qaeda la habilidad de vigilar nuestras propias investigaciones, así como una herramienta financiera para acceder a su propio dinero. Hanssen fue, más tarde, encarcelado por espionaje, pero el daño ya estaba hecho.

—Entonces el 11-S… la Casa Blanca debía conocer la confabulación.

—Por supuesto que lo sabían. Pero las mentiras van más lejos de los sucesos de aquel día. Promis dio a sus propietarios acceso a todos los programas informáticos, así como a las herramientas para alterar los datos. De todos los ordenadores, Ace.

La sangre abandona el rostro de Ace.

—Las elecciones presidenciales…

Ramzi asiente.

—Las máquinas de voto son recontadas y controladas por ordenadores, y están manufacturadas por compañías que apoyan exclusivamente a candidatos del partido republicano. Florida en el año 2000, Ohio en el 2004. ¿Todavía te preguntas por qué estos estados aún se niegan a ordenar el voto en papel, a pesar de las repetidas controversias? Los poderes fácticos, en un intento de mantener un margen, bloquean consistentemente todos y cada uno de los recuentos electorales, y sus decisiones son respaldadas por jueces señalados por el mismo sistema.

Ace se tumba sobre el colchón, se siente mareado.

—Si Promis le dio a Kelli acceso a todo… ¿eso incluiría los datos de Aramco?

—No sólo de Aramco, sino de casi todas las compañías petroleras y conglomerados energéticos nacionales tercermundistas. Así se reveló la verdad del planeta sobre las reservas de petróleo que quedan. Cheney lo sabía ya en el año 2000. Ésa es la razón por la que se negó a publicar los detalles de sus reuniones sobre energía. Por supuesto, la CIA ya sabía que las reservas iraquíes habían alcanzado su pico hacía mucho, igual que las reservas iraníes. La postura iraní sobre su nuclearización debería haber sido desbaratada hace mucho tiempo. Inicialmente, fue una reacción a la construcción encubierta de bases militares en Irak. Esto es un ejemplo excelente sobre cómo una reacción extremista da a luz a una reacción equivalente, pero opuesta.

Ace se sienta.

—Cuando me encontraste en el desierto acababa de completar un examen sísmico. Mis datos indican que Ghawar aún tiene grandes reservas de petróleo, y también el Lugar Vacío.

—¿De quién son esos datos? ¿Quién realizó los tests?

—El ejército.

—¿De qué división?

—Apoyo estratégico.

—AE es una organización que fue establecida por Donald Rumsfeld. Los neoconservadores la usan para mantener las cosas lejos de los ojos y oídos entrometidos de otras agencias de inteligencia. Ahora dime, ¿cómo se llevaron a cabo las pruebas?

—Fue una enorme operación militar, con cientos de hombres y setecientas explosiones controladas. No entiendo cómo…

—¿Viste a esos hombres? ¿Fuiste testigo de esas explosiones?

Ace se siente mareado.

—No. Lo único que vi fueron luces en una maldita pantalla de ordenador… Bastardos, ¡me tendieron una trampa! No se produjo ninguna explosión, ¿no? Sólo un montón de datos falsificados que querían que enviara a Washington.

—Y tras haberlos enviado, te conviertes en alguien prescindible. Afortunadamente, los beduinos no son tan competentes con sus SAMs como sus homólogos americanos. ¿Quién te envió a Arabia a recoger esos datos?

—Schall, el director de la CIA. El presidente quiere iniciar una nueva política de energía alternativa, algo con gancho. Pero primero necesitaba datos precisos sobre las reservas saudíes.

—En lugar de eso, el titiritero te conduce a un informe que indica que el crudo es abundante. ¿Quién se beneficiaría de tal mentira?

—Los sospechosos habituales. Las compañías petroleras. La realeza saudí.

—Sí, pero estás olvidando al verdadero demonio. Hay otra facción tirando de las cuerdas, el mismo grupo que es responsable de la manipulación de los sucesos del 11-S.

—¿Los neoconservadores?

—Apoyados por la banca. Una vez que Irán caiga bajo la dominación estadounidense, el resto de países con radicales islámicos serán los siguientes de la lista, comenzando con el país que controla la única reserva de petróleo importante que queda en el mundo…

—Arabia Saudí. —Ace agita la cabeza, abrumado por todo lo que está oyendo—. Las grandes reservas saudíes justificarían una invasión… asumiendo que la realeza estuviera al tanto de este plan de contingencia.

Ramzi asiente.

—La amenaza de Irán ha obligado a la Casa de Saud a confiar en los neoconservadores. Kelli creía que el ataque preventivo ocurriría poco antes de las siguientes elecciones presidenciales, lo que permitiría que los republicanos, una vez más, usaran el miedo como su carta de triunfo.

—¿Dónde caerán las bombas? ¿Cuáles son las ciudades objetivo?

—No lo sabemos. Ni sabemos si las armas entrarán de contrabando en el país.

—¿Por qué iban a entrar de contrabando? Si los neo-conservadores tienen acceso a…

—Los neoconservadores no serán quienes aprieten el gatillo. Dos radicales islamistas han sido elegidos como marionetas cuyas cuerdas llevarán el rastro hasta Irán. Los residuos nucleares serán la evidencia clave… el residuo de uranio enriquecido puede ser rastreado hasta su fuente original. En este caso, las barras de combustible usadas por un reactor nuclear iraní. A Kelli la mantuvieron apartada tanto de este circuito como del modo en el que sería llevado a cabo.

—Vale, entonces iremos al FBI y les haremos sellar los puertos.

—Hay trescientos diecisiete puertos de entrada a los Estados Unidos. Seguridad Nacional inspecciona apenas un siete por ciento de las cargas, y sólo en los puertos oficiales. Los yates, los cruceros de recreo, los jets privados… incluso con Promis, es imposible señalar dónde y cómo meterán las armas nucleares en el país.

Ace siente que las venas de su brazo izquierdo se constriñen por la presión.

—Vale, entonces, ¿cuál es el plan? Mientras tú estés ahí fuera intentando instigar una revolución, ¿cómo evitaremos nosotros que esos maníacos hagan desaparecer una ciudad americana?

—De dos modos. Primero, expondremos el complot usando las memorias de Kelli. Lo serviremos en Internet y en los medios de comunicación, y forzaremos que se convierta en un tema electoral.

—Acabas de decir que Obama y los demócratas no tocarán el tema, y el partido republicano dará la vuelta a cualquier cosa que digamos tachándola de teoría conspiratoria. Además, los medios oficiales evitarán la historia como a la peste. No… lo que necesitamos es un candidato presidencial independiente, alguien con cojones para exponer la verdad sobre el petróleo y que cuadre estos hechos con la amenaza de otro ataque terrorista, exponiendo al titiritero antes de que ocurra el suceso.

—¿Conoces a algún político así?

—Quizá. ¿Cuál era la segunda opción de acción que mi esposa tenía en mente?

—Eso… es un poco más peliagudo. Colapsar la infraestructura financiera de ambos, los terroristas y sus apoyos neoconservadores.

—¿Cómo?

—Usando Promis. El programa puede infiltrarse en cualquier ordenador, incluidos los de las instituciones financieras. Kelli usó Promis para rastrear el dinero sucio usado por las organizaciones terroristas. Los días previos al 11 de septiembre, y justo antes del momento en el que la primera torre caía, los inversores habían estado emitiendo puts sobre acciones contra las compañías que tenían algo que ver con los ataques. Esto ya lo sabías, ¿no?

—Mi mejor amigo, Mark… murió revisando esas transacciones.

—Kelli usó Promis para rastrear la actividad, casi quince mil millones de dólares ensangrentados que finalmente encontraron su camino hacia las cuentas bancadas de las grandes empresas, de las instituciones financieras, de la realeza saudí, de los señores de la droga afganos, de los pertenecientes a los lobbys, e incluso de algunos políticos. Las inversiones combinadas de los culpables suman más de un trillón de dólares. —Ramzi levanta la caja de CD-ROM—. Promis puede acceder a cada centavo de cada cuenta (éste era el plan de Kelli) y usar esos fondos para financiar la revolución. Los datos están almacenados en este disco de Promis. Kelli dijo que tú tenías el modo de poner el plan en marcha… un antiguo compañero tuyo, creo… uno que tenía el nivel de sofisticación necesario para acceder, esconder y redirigir los fondos.

Ace agita la cabeza mientras otra pieza del puzzle de su esposa cae en su lugar.

—Un antiguo compañero… uno que ella ayudó a conseguir la libertad condicional. Para alguien que estaba luchando contra el cáncer por su vida, la verdad es que se las arregló para tirar de un montón de cuerdas.

—Kelli era, efectivamente, un milagro de la naturaleza, pero no bajes la guardia. Lo que tu esposa ideó es extremadamente peligroso. Los antiguos contactos de Kelli en AE te tienen a ti y a tu familia en el punto de mira. No puedes llevar Promis contigo cuando viajes. Los preparativos tendrán que hacerse para mandarlo por adelantado a tu contacto en los Estados Unidos. ¿Y bien? ¿Nos ayudarás?

Ace se frota los ojos.

«¿Realmente existe una confabulación para lanzar una bomba atómica sobre una ciudad americana? Si me involucro, eso significa que pondré a los niños en peligro. Ya estoy bajo vigilancia… el ataque en el Apache significa que ahora soy prescindible. Si elijo ser proactivo, entonces quizá pueda ayudar a desbaratar los planes. Si no hago nada, una bomba nuclear podría borrar del mapa una ciudad entera… además de que la gente que me quería muerto, aún me quiere muerto. Ya lo han intentado una vez, y ellos mataron a Kelli».

—Antes de que acceda a seguir con esto, hay algo que quiero. Hay un antiguo agente de la CIA, un hombre llamado Scott Santa, un ruso-americano. Trabajó para Vinnell. Creo que está aún en el Golfo Pérsico. Y quiero que lo encuentres para mí.

—¿Al asesino de Kelli? —Ramzi agita la cabeza—. Eso es muy peligroso. Es mejor que nos ocupemos de él nosotros mismos.

—¡No! Tengo que ser yo. Quiero mirar al demonio en sus ojos mientras le quito lo que él me quitó a mí.

—Ace, el hombre al que buscas es un asesino profesional, y cuenta con el apoyo de varias agencias de inteligencia. Es demasiado arriesgado. Kelli no lo aprobaría.

—No se lo estoy pidiendo a ella.

Ramzi ve la mirada en sus ojos.

—Muy bien. Pero tienes que entenderlo, la maquinaria neoconservadora… ellos también tienen Promis. Serás observado y seguido cada minuto. Tienes hijos, y ellos siguen siendo tu punto débil. Quizá tengas que hacer algunas concesiones para mantenerlos a salvo. No podrás saber a dónde se los llevarán. ¿Comprendes lo que te estoy diciendo? Si te pillan, esta gente sabe cómo conseguir información.

Ace asiente, y el pulso golpea su garganta mientras recuerda la advertencia grabada de Kelli.

«La lucha de tu vida…».

«Si una nación espera ser ignorante y libre, espera lo que nunca ha existido y nunca existirá. La gente no puede estar a salvo sin información».

Thomas Jefferson.

«El 10 de septiembre de 2001, Donald Rumsfeld anunció una "guerra contra el derroche", después de que una auditoria interna descubriera que el Pentágono estaba "perdiendo" 2.3 trillones de dólares en activos no contabilizados. El 11 de septiembre, esto fue olvidado».

911TRUTH.ORG

«El año pasado, [Ion Sancho, presidente del condado de Leon, durante las elecciones de Florida] descubrió lo que supuestamente era imposible… que las pantallas táctiles y los escáneres ópticos de los sistemas electorales Diebold tenían graves defectos de seguridad. Sancho desafió a los hackers a que entraran en sus máquinas de voto cuatro veces. Todas ellas lo consiguieron. Sancho levantó las alarmas. La secretaria de Estado de Florida, Sue Cobb, seleccionada por Jeb bush, lo ignoró. Y más tarde se llevaron una subvención federal de quinientos sesenta y cuatro mil dólares por desactivar la maquinaria de votación activa».

Howard Goodman, Ft. Lauderdale Sun Sentinel,

26 de marzo de 2006.