CAPÍTULO 20

ABU DHABI, EAU

Oriente Medio

23 de abril de 2012

11:16 P.M. Hora local

Dirigido por sus dos motores de mil setecientos caballos, el helicóptero Apache planea a seis metros de una corriente sin fin de dunas, con el morro bajo y la cola alta, volando como una avispa. El piloto, el teniente D.L. Garst, está sentado en la cabina de mando de la parte de atrás, con su casco «inteligente» adornado con sensores de visión nocturna y enlazado a una torreta rotatoria situada sobre el morro del Apache. La torreta se mueve cuando Garst mueve la cabeza, y sus sensores ópticos transmiten el vídeo directamente a una lente monocular situada frente al ojo derecho del piloto. Con el izquierdo, el teniente examina sus paneles interiores, que incluyen un procesador de señales de radar enlazado a una bóveda ubicada en el mástil, sobre los rotores principales de la aeronave. La bóveda del radar trasmite ondas de radio milimétricas en todas direcciones, identificando y enfocando cualquier objeto en el interior del rango del Apache.

Cuando el helicóptero militar toma tierra, las dunas se vuelven de un profundo color rojizo y comienzan a elevarse como montañas. El color oscuro es el resultado de la delgada capa de arcilla gris de la arena, que se oxida en un herrumbroso óxido de hierro al contacto con el clima árido.

Ajustando el plato oscilante, el piloto altera la inclinación de las aspas, incrementando su altitud mientras continúa su vuelo.

—Señor, estamos aproximándonos al extremo noroeste del Lugar Vacío. ¿Cómo va por ahí arriba?

Ace Futrell está sentado en el puesto de mando delantero, rodeado por suficiente armamento para borrar del mapa una ciudad pequeña.

—Bien… bien. ¿Qué pasará si nos encontramos con los malos?

—Los evitaremos.

—Podría lanzarles un misil.

—Eso no será necesario.

—¿Y los beduinos? Suelen disparar a las aeronaves.

—Señor, estamos blindados con Kevlar, lo suficientemente grueso para parar un proyectil de 12.7 mm. Relájese y disfrute del viaje.

A lo lejos, Ace puede discernir señales luminosas… Las estaciones de bombeo situadas alrededor de Ghawar… La mayor reserva de petróleo que existe y ha existido en el planeta.

* * *

Los hidrocarburos que formaron el petróleo y el gas natural comenzaron siendo algas, materia orgánica y plancton que aparecieron en los cálidos mares del periodo jurásico, hace diez millones de años. Esta biomasa se acumuló lentamente en sumideros estancos, y finalmente se asentó en rocas sedimentarias. A través de ciertas reacciones químicas, la biomasa se convirtió en kerógeno, una sustancia orgánica sólida y cerosa.

La temperatura subterránea se incrementa catorce grados Fahrenheit cada trescientos metros de profundidad, y fue entre dos mil y cinco mil kilómetros donde los sedimentos que contenían kerógeno, cocinados durante millones de años, se «desintegraron» para formar petróleo. El gas natural, que requiere una temperatura y presión mayor, a menudo se encuentra en los depósitos de la misma roca fuente, sólo que a mayores profundidades.

Las reservas de petróleo se formaron, y continúan, bajo gigantescas presiones, hasta que son destapadas. Cuando un extractor agujerea el alijo, la presión permite que el crudo mane hacia arriba, a través de las tuberías, hasta la superficie, por lo que el petróleo ligero fluye con mayor facilidad que el viscoso petróleo pesado. Cuando el petróleo se reduce, la presión, naturalmente, aminora, y se necesita inyectar agua o gas en la reserva para mantener la producción. Los escapes en la superficie también son usuales, y el del foso de alquitrán La Brea, en Los Ángeles, instigado por la actividad tectónica de la falla de San Andreas, es un claro ejemplo.

De todos los campos petrolíferos del mundo, sólo cuatro han producido alguna vez más de un millón de barriles de crudo al día: la segunda mayor reserva, el campo Burgan en Kuwait (degradado después de su colapso en 2005), la tercera mayor reserva, el campo Cantrell de México (degradado después de su colapso en 2008), Da Qing, en China, y Ghawar, en Arabia Saudí, cuya producción es mayor que la producción combinada de los otros tres gigantes. Este megasupergigante, que fue descubierto en 1948, el mayor de los seis campos de los que se obtiene casi toda la producción de Arabia Saudí, está ubicado en el cuadrante sureste del reino Saudí, junto al Lugar Vacío, cerca del Golfo Pérsico. Tiene forma de media de mujer, corre de norte a sur, y su reserva tiene doscientos ochenta kilómetros de largo, y entre veinte y treinta kilómetros de ancho. Su tanque consiste en dos cimas estructurales subparalelas, separadas sólo por una silla con forma de óvalo. Aunque es un único campo, está dividido en seis secciones. De norte a sur, éstas son Fazran, Ain Dar, Shedgum, Uthmaniyad, Haradh y Hawiyah.

La producción de Ghawar, que comenzó en 1951, tuvo su pico en 1981 con 5.7 millones de barriles al día, una estadística de producción que fue más tarde restringida por «razones de mercado». Desde entonces, Aramco, la compañía energética nacional saudí, se ha visto obligada a inyectar más y más agua marina en la reserva para forzar la salida del crudo. Este «corte de agua» sobrepasó el cincuenta y cinco por ciento en el 2004, lo que significa que más de la mitad del flujo del supergigante es ahora agua salada. Se estima que Ghawar, un campo responsable del sesenta por ciento de todo el petróleo producido por Arabia Saudí, está agotándose a un ritmo del ocho por ciento al año.

* * *

El Apache aterriza tras un cuadrante de escarpes rocosos y dunas de arena, barrera natural que sirve como cobertura para dos tiendas de camuflaje y un vehículo médico blindado AMTV[29]. El AMTV es un pesado camión de batalla designado para tratar a los soldados heridos bajo la protección del blindaje. Pintada en su loneta de camuflaje hay una cruz roja. Anclada a su techo hay una parabólica.

Ace sale del puesto de mando delantero, ayudado por un soldado sanitario vestido con uniforme de camuflaje.

—Señor, el comandante Watkin le está esperando.

Ace es guiado al interior de la tienda principal, que aloja dos generadores portátiles que dan electricidad a una serie de ordenadores. Un técnico militar está sentado en uno de los puestos, siguiendo el acercamiento de un satélite que orbita alrededor de la tierra, mientras otro técnico vigila la pantalla del radar. En el centro hay un mapa computarizado de Arabia Saudí, vigilado por un hombre alto de uniforme caqui, con el pelo canoso y muy corto.

El comandante Matthew Watkin, «Swatkin», comenzó su carrera en el ejército estadounidense en 1994 como ingeniero de combate. El nativo de Virginia ha pasado las dos últimas décadas en Kuwait, Afganistán, Irak y, ahora, Arabia Saudí, coordinando las operaciones militares para Apoyo Estratégico con Kellog, Brown & Root[30]. La atención del comandante está concentrada en el mapa y el walkie-talkie presionado contra su oído, pero sus ojos se apartan del tablero cuando Ace entra en el puesto de mando.

—Espera, acaba de llegar —el mayor se seca la palma de la mano contra los pantalones, ignorando la mano extendida de Ace—. ¿Eres Futrell?

—Sí, señor.

—Matthew J. Watkin. Felicidades, Futrell, ahora ocupas la primera posición en mi lista de odios personales. Ha sido un fastidio haber pasado los tres últimos meses coordinando esta pequeña aventura tuya, teniendo en cuenta que la mayor parte del tiempo operábamos con EC.

—¿EC?

—Especulaciones científicas. ¿Tienes idea del infierno por el que me has hecho pasar? Repartir ciento cincuenta hombres en cinco mil kilómetros de desierto, conseguir dos docenas de MQ-1 Predator, y un satélite GPS dando vueltas continuamente por este desierto dejado de la mano de dios, todo para que tú puedas recoger un puñado de datos. Tres localizaciones, setecientos explosivos, todo preparado para detonar en intervalos de diez segundos… ¿Es que tengo cara de ser el coreógrafo de las jodidas Olimpiadas árabes?

La rabia recorre las venas del cuello de Ace.

—Lo que estamos buscando no es una letrina, comandante. Es una reserva, la mayor del mundo. Reduzca los explosivos a la mitad, y necesitaremos el doble de receptores. Y en cuanto a lo de estar en su lista de odios, el puto mundo entero está en mi lista de odios ahora mismo, así que si tiene una EC mejor sobre cómo llevar a cabo lo que me han ordenado hacer, sin empezar una yihad, mis oídos están abiertos, Matthew J. Watkin.

—Sigues teniendo la misma mala ostia. —En el rostro del comandante aparece una amplia sonrisa—. No me recuerdas, ¿no? Partido de Carolina del Sur. Te pateé el culo dos veces en el último pase antes de que hicieras el touchdown de la victoria. Prácticamente me clavaste la pelota en la maldita cabeza, cabronazo.

Ace sonríe.

—Watkin… Swatkin Watkin. Defensa, número 57. Un artista del juego sucio. Ese último plaque fue falta. Prácticamente me metiste el casco por el esternón y me lo sacaste por el culo. Todavía me duele cuando me levanto a mear por la noche.

—Al menos te dejé un buen recuerdo —Watkin extiende su mano—. Bienvenido a la isla de la fantasía, Ace, a la tierra de los disparates. Gobernada por Mickey Mouse y su familia de roedores reales. Tenemos unos doce minutos antes de que nuestro satélite pase, tiempo suficiente para que me expliques todo esto.

Watkin lo dirige hasta el mapa computerizado de la región sureste de Arabia Saudí. El campo petrolífero Ghawar aparece de color verde oliva contra el negro desierto, y su silueta está bordeada por oscuras señales luminosas de color rojo. Dos inmensas áreas verde oliva más (irregulares y con forma de óvalo) ocupan el Lugar Vacío más al sur.

—Todo está en su lugar, como indicaste en tus instrucciones. Doscientos explosivos en los emplazamientos del Lugar Vacío, trescientos más en Ghawar. Desplegar nuestros equipos en el campo de Ghawar parecía una maniobra difícil, pero resultó ser más fácil de lo pensado. Disfrazamos a nuestros chicos con uniformes de Aramco. La mayoría de los obreros que trabajan en los campos son expatriados, de todos modos, así que, ¿quién iba a darse cuenta? Robamos dos de sus camiones pesados y dejamos a los hombres en sus puestos cuando oscureció. Pusimos las cargas tal como estaba planeado y los geófonos en menos de dos horas. Los emplazamientos en el Lugar Vacío… eso fue un coñazo.

—¿Estás seguro de que las ubicaciones están en los intervalos correctos?

—Cada localización fue triangulada usando un MQ1-Predator, y fue verificada por GPS. Ahora quizá te gustaría explicarme cómo se supone que funciona todo esto.

—Se llama inspección sísmica de reflexión. Esencialmente, estamos usando los explosivos para crear un examen TAC[31] tridimensional de la geología, usando ecolocalización. Los geófonos miden el tiempo que tarda en viajar la energía sísmica liberada por las detonaciones de las superficies, algo parecido a tirar una piedra en un lago y examinar las ondas. La energía sísmica se refracta, o se curva, en la subsuperficie, y después se refleja, y ese reflejo produce un pico en la geología de la subsuperficie, creando una imagen tridimensional. Estos datos pueden ser grabados por los sismógrafos, cargados al satélite GPS y después descargados al ordenador principal… lo que me recuerda que será mejor que prepare mi interfaz.

Ace abre su maletín y saca su portátil. Enciende el aparato y lo conecta al ordenador principal usando varios cables de alta velocidad.

—¿Y eso nos dirá lo que hay ahí abajo?

—Asumiendo que todo vaya bien. Mi portátil procesará los datos, haciendo comprobaciones cruzadas con la sismología descargada de la presión del flujo de Ghawar, su producción de petróleo y los porcentajes de petróleo y agua… Información que mi equipo reunió el año pasado. Eso debería darnos una estimación bastante precisa de cuánto crudo queda en el tanque de Ghawar. En cuanto al Lugar Vacío, o hay una gran reserva de petróleo ahí abajo, o no la hay. Sea una cosa o la otra, por fin lo sabremos.

El oficial que está siguiendo el satélite interrumpe,

—Dos minutos.

—Entendido —el comandante Watkin aparta a Ace—. Los geófonos están preparados para detonar dos minutos después de que la selección haya sido completada. Dejaremos detrás un montón de cráteres del tamaño de letrinas, y poco más. Sin embargo, es posible que nuestro centro de mando sufra algunas represalias.

—¿Qué clase de represalia?

—De los tipos buenos. Hace algunos años, cuando Al-Qaeda comenzó a lanzar sus ataques sobre las refinerías de Aramco, el departamento de Defensa decidió colocar una docena de sus patrullas de AP en la zona este de la provincia saudí. Cuando empiecen los fuegos artificiales, los chicos de Apoyo Estratégico correrán a Ghawar como abejas a la miel. Nuestra presencia puede ser justificada, pero los saudíes saben quién eres, y sumaran dos y dos rápidamente. Mis órdenes son esperar hasta que envíes tu informe a nuestros amigos de Washington y después sacarte de aquí cagando leches.

—Sesenta segundos.

—¿Qué llevan exactamente esas patrullas de AP?

—Suficientes SAM para derribar un aeródromo de 747. Primero dispararán, y después comprobarán las placas de identificación.

—No hay nada como trabajar en el mismo equipo.

—Treinta segundos.

—Comandante, todas las unidades están sobre los objetivos.

—Da la orden.

—El radar está despejado.

—Diez segundos. Nueve… ocho… siete…

Ace se acerca al tablero computerizado, con el corazón desbocado.

—Cinco… cuatro… tres… dos…

Cuando llega a «uno», un par de luces rojas parpadean en los tres emplazamientos objetivo del mapa… otro par, uno al este y otro al oeste del primer par, parpadea diez minutos después… la secuencia se repite cada diez segundos, y cada explosión activa una ola sísmica que provoca que las subsecciones reflejadas de las tres geologías subterráneas brillen en color verde en el ordenador principal.

—¿Radar?

—Aún despejado, señor.

Los datos fluyen en el monitor del ordenador de Ace, mientras tres imágenes separadas comienzan a materializarse como una imagen de resonancia magnética evolucionando en la pantalla. Las detonaciones completan rápidamente el límite norte de Ghawar, y después continúan al sur por los flancos este y oeste de la reserva.

—Comandante, estoy detectando actividad en Abqaiq. Dos helicópteros, ambos de Aramco.

Ace se seca una gota de sudor de la frente.

Las detonaciones del Lugar Vacío siguen rodeando su objetivo, el campo Ghawar, con una tercera carga de explosivos, que se materializa lentamente en el ordenador.

—Los helicópteros de Aramco están rodeando Ghawar, comandante. A sesenta y cinco kilómetros, y acercándose.

Watkin guiña un ojo a Ace.

—No te preocupes, sólo son ratones. La amenaza real son los tipos que están cerniéndose sobre nosotros y que no podemos ver.

—Dos minutos.

Los objetivos del Lugar Vacío completan sus análisis sísmicos simultáneamente, y los explosivos de Ghawar siguen moviéndose al sur. Ace rápidamente teclea una serie de órdenes, haciendo un análisis de los datos.

El último par de explosiones de Ghawar converge una sobre otra, corriendo para encontrarse en el límite sur del campo.

—¿Ace?

—Tengo las primeras dos imágenes, comandante, estoy esperando a que termine la grande.

—Los helicópteros saudíes se aproximan rápidamente. Veinticinco kilómetros.

El último conjunto de explosivos detona.

—Oficial, ¿está preparado nuestro piloto?

—Sí, señor.

—Señor Futrell, el bombardeo se aproxima.

—Datos recibidos. El ordenador está analizándolos ya.

—Los helicópteros saudíes están a doce kilómetros.

—¡Lo tengo! —Ace examina apresuradamente el informe completo.

Campo Ghawar

Tanque: 277 mil millones de barriles

Recuperación estimada: 75%

Total: 208 mil millones de barriles

Lugar Vacío

Tanque: 310 mil millones de barriles

Recuperación estimada: 65%

Total: 201 mil millones de barriles

Reservas comprobadas combinadas: 409 mil millones de barriles

El comandante Watkin se inclina sobre su hombro.

—¿Y bien? ¿Cuál es el veredicto? ¿Invierto en molinos de viento, o puedo seguir disfrutando de mis canales porno por satélite?

Ace mira fijamente los datos, estupefacto.

—Los saudíes… no estaban mintiendo. Las reservas son fuertes.

—Qué horror —dice Watkin, con sarcasmo—. Otros veinte años en el desierto, viendo como esos tipos con toallas en la cabeza se gastan nuestro dinero. Carga tu informe, y salgamos de aquí.

Ace codifica la información y la transfiere a un archivo de seguridad antes de enviar por correo electrónico el informe a David Schall, en los cuarteles generales de la CIA. Apaga su portátil, lo mete en su maletín y se apresura tras el comandante hasta el Apache que les espera.

Watkin le da una palmada fuerte en la espalda mientras sube a la cabina de mando delantera, que está abierta.

—Me he alegrado de verte, tío. Acuérdate de mí la próxima vez que te levantes a mear.

Ace se gira para responder, pero el comandante ha desaparecido.

Segundos más tarde, el Apache levanta el vuelo, apresurándose en dirección sureste sobre las dunas desiertas.

Ace echa atrás la cabeza y cierra los ojos.

«Después de todos estos años, ¿cómo he podido estar tan equivocado? El Lugar Vacío… claro, ésa siempre ha sido una variable desconocida, ¿pero Ghawar? Aramco ha inyectado quinientos millones de barriles de agua marina en la reserva desde 2004 para mantener presión suficiente para sacar la mitad de esa cantidad en crudo. Este escape tiene que estar fluyendo hacia el oeste, aunque eso apenas se ha registrado en el examen sísmico. La columna de petróleo original era de cuatrocientos metros de espesor. Hace seis años era de menos de cuarenta y cinco metros. ¿Cómo demonios puede contener Ghawar…?».

La alarma suena en el interior de la cabina de mando, alejando los pensamientos de Ace mientras el Apache, de repente, hace un ascenso vertical.

—¡Misiles de superficie! ¡Agarraos! —El piloto activa el interceptador de radar Longbow, y sus variables frecuencias infrarrojas confunden el vuelo del misil térmico, proporcionándoles unos preciados minutos mientras se elevan hacia el este. Después bajan de vuelta a la tierra.

Ace abre la consola cuando dos misiles más aparecen en su pantalla.

El Apache se inclina y el repentino movimiento clava a Ace contra el respaldo de su asiento. El vómito crece cuando su estómago se estruja como en un torno, y se libera cuando giran y se inclinan de nuevo. En su vista todo está girando, las dunas arremeten contra ellos como olas en un océano, y las alarmas desgarran el aire, las luces de la consola parpadean en mortíferos montículos…

—¡Esto no va bien! ¡Amerizaje forzoso! ¡Agarraos!

Ace se sujeta, con sus intestinos saltando mientras el Apache desciende en picado, roza una duna de arena, gira, y se destroza al caer hasta convertirse en un objeto inmóvil. El impacto sacude la realidad hasta transfigurarse en inconsciencia mientras la capa de Kevlar se arruga sobre Ace Futrell como una lata de aluminio aplastada.

«La Ley Patriótica fue escrita antes del 11-S. Seguridad Nacional y el "Gobierno en la Sombra" se desarrollaron mucho antes del 11-S, y los planes ideados para rodear a los disidentes y para suprimir los disturbios civiles habían estado en las agendas durante décadas. El 11-S fue usado como pretexto para crear una nueva autoridad ejecutiva extra-constitucional, para declarar a cualquiera un "enemigo a combatir" (incluidos ciudadanos americanos), para retener a las personas indefinidamente sin habeas corpus y para introducir a esas personas en prisiones secretas donde se practica la tortura».

911TRUTH.ORG

«La política interior sólo puede vencernos; la política exterior puede matarnos».

Presidente John F. Kennedy.

«Y miré, y oí a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!».

Apocalipsis 8:13.

Extracto del libro:

Al borde del infierno:

Una disculpa a los supervivientes

por Kelli Doyle,

Consejera de Seguridad Nacional de la Casa

Blanca (2002-2008).

El próximo gran ataque terrorista será una detonación nuclear. ¿Puede evitarse la muerte de millones de inocentes y otra guerra en Oriente Medio? Para responder a esto, tenemos que comprender cómo ha cambiado nuestro papel en la política del Golfo Pérsico.

Antes de la doctrina Bush-Cheney-Rumsfeld, la política americana en Oriente Medio siempre había intentado fomentar la estabilidad para permitir que el petróleo fluyera sin impedimentos. La estabilidad exigía mantener un equilibrio de poder entre los árabes y los musulmanes, mientras Occidente y la antigua URSS tiraban de los hilos de sus representantes. Los comunistas tenían Egipto y Siria. Israel, que era la única democracia de Oriente Medio, se convirtió en la fuerza americana en la zona, y Arabia Saudí, en nuestro enlace con la OPEP.

Las primeras nubes de tormenta aparecieron en el horizonte cuando Egipto y Siria, equipados con armas soviéticas, atacaron Israel en Yom Kippur, en 1973. Aunque en un principio los pillaron con la guardia baja, las fuerzas israelíes se repusieron y condujeron a ambos invasores tras las fronteras de 1967. Fue una derrota abrumadora para el mundo árabe, y colocó a los saudíes en una posición delicada entre sus colegas árabes. Para salvaguardar su honra, los saudíes estuvieron de acuerdo con un embargo de petróleo americano.

Aunque la crisis de petróleo del 73 fue creada artificialmente, sus efectos tambalearon la economía estadounidense. Las largas colas en los surtidores obligaron a los americanos a considerar fuentes de combustible alternativas. Se colocaron paneles solares en el tejado de la Casa Blanca, se realizaron mejoras en el kilometraje del gas, y desde la administración Carter se animó al ahorro. Fue un momento que podría haber cambiado el curso de la historia, pero, desgraciadamente, el movimiento murió cuando la administración Bush llegó al poder y los saudíes liberaron un exceso de petróleo barato al mercado.

Fue en ese momento cuando el gobernante que era marioneta de la CIA en Irán (el sha) fue derrocado y reemplazado por el ayatolá Khomeini. El movimiento fundamentalista islámico iraquí cambió el equilibrio de poder en Oriente Medio, animando a que otros grupos musulmanes se levantaran contra Occidente… una amenaza directa a los saudíes.

Irán, con su teocrático régimen fundamentalista islámico, siempre había sido enemigo de Irak, un estado secular árabe. Irak estaba gobernado por el severo Saddam Hussein y su partido Ba'ath. Apoyado por la administración Carter y respaldado por acuerdos financieros secretos con Arabia Saudí, Saddam lanzó un ataque sobre Irán, una guerra que enfrentó al segundo mayor productor de petróleo del mundo contra el número tres. Cuando la producción de petróleo disminuyó, la Casa de Saud elevó su propia producción, manteniendo los precios bajos y prolongando la guerra.

Llega la administración Reagan-Bush. La Casa Blanca no sabe a qué facción apoyar; Irán, cuyos fundamentalistas han secuestrado a varios ciudadanos americanos, o Irak, con su brutal dictador. Una guerra prolongada podría servir para debilitar a ambos países, pero Reagan, que públicamente ha tomado la postura de combatir a los islamistas, no podía mostrarse apoyando a Irán. Así que se preparó una estrategia de cobertura, una que permitiría a la administración Reagan-Bush tanto enviar armas a Irán a través de Israel, como derrocar al gobierno izquierdista de Nicaragua apoyando a los rebeldes de derecha conocidos como la Contra.

Para llevar a cabo esta estrategia, la CIA comenzó a traficar con drogas.

La Cámara de Representantes estadounidense ya había votado 411 a 0 la prohibición de cualquier financiación de la Contra, y el Departamento de Defensa y la CIA tenían, por ley, la prohibición de involucrarse en cualquier operación de apoyo a la Contra. Para eludir esta prohibición, la administración Reagan usó el Consejo de Seguridad Nacional para «elevar la financiación» de la Contra. Estos acuerdos fueron supervisados por el coronel Oliver North, que había establecido una relación de colaboración comercial con Manuel Noriega, magnate de la droga de Panamá. Durante la siguiente década, la CIA transfirió veintiocho aviones de carga C-130 Hercules desde el departamento de Defensa al Servicio Forestal estadounidense, y desde allí a las manos de «contratistas privados», para transportar enormes cantidades de cocaína desde Colombia, México, Panamá y otros países productores de droga al interior de Estados Unidos. Miles de millones de dólares en cocaína se abrieron camino en barrios urbanos americanos como Los Ángeles, y los beneficios de esto financiaron la Contra… Las víctimas de esta política inmoral fueron, principalmente, chicos negros e hispanos.

Para complicar este acuerdo ilegal estaba el rey Fahd de Arabia Saudí, que quería ser pagado por su parte del trato con centenares de misiles Stinger. Evitando al Congreso una vez más, la administración Reagan convocó «medidas de emergencia» para pagar su deuda con la Casa de Saud.

Para hacer estos pagos ilegales, la CIA acudió al Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI). Fundado por Agha Hasan Abedi, un banquero pakistaní, el BCCI era una elaborada corporación multinacional formada por una impenetrable serie de conglomerados comerciales, subsidiarios, bancos y afiliados que se las arreglaban para evitar auditorias y reguladores. Tenían oficinas en más de cincuenta países del tercer mundo, y contratos clave con todo el mundo, desde primeros ministros y presidentes, hasta sus esposas y amantes. Operaban libres del control gubernamental. En 1977, el BCCI comenzó a ejercer influencia en la política estadounidense con la compra del Banco Nacional de Georgia a su presidente, Bert Lance, un amigo íntimo del presidente Carter. Usando estas corporaciones como tapadera, el BCCI traficó en secreto con dinero y armas. El banco tenía su propia agencia de espionaje, e incluso su propia división paramilitar, conocida como la «Red Negra». El BCCI proporcionaba las falsificaciones de documentos y cartas de crédito necesarias para comprar armas, y gracias a esta red internacional de terror, la Casa Blanca de Reagan financió a la Contra e intensificó la guerra Irán-Irak.

Pero hubo otra operación de cobertura que haría impacto en Oriente Medio y en el resto del mundo.

En julio de 1979, el presidente Carter comenzó una campaña secreta para proporcionar ayuda militar a los muyahidines, rebeldes afganos que estaban luchando contra los soviéticos en Kabul. Los soviéticos se tragaron el cebo y cruzaron la frontera hasta Afganistán, y, de repente, Rusia se vio envuelta en su propia guerra de Vietnam. La Casa de Saud apoyó estas actividades de guerrilla, porque apoyaban tanto al Islam como a Occidente contra los ateos soviéticos. Cuando la administración Reagan llegó al poder, la Casa Blanca incrementó la ayuda a estos «luchadores por la libertad», provocando que los soviéticos gastaran incluso más recursos en el conflicto.

¿Quién era el líder de estos rebeldes afganos? Osama bin Laden.

En 1983, las cosas no iban bien para Saddam e Irak, cuyo ejército había reaccionado usando armas químicas compradas a compañías occidentales contra los iraníes. Para mantener el equilibrio y prolongar la guerra, la administración Reagan comenzó a suministrar secretamente al régimen de Saddam helicópteros, bombas y obuses… una violación clara de la Ley de Control de Exportación de Armas. Además, dieron a Saddam trajes de combate nucleares, biológicos y químicos, sofisticados sistemas de orientación, y componentes para sus plantas químicas. Como resultado, en 1985 la guerra se inclinó de nuevo a favor de Irak, provocando que la Casa Blanca respondiera de nuevo, esta vez vendiendo más de quinientos misiles TOW a Irán.

Con el tiempo, la situación cambió de nuevo, y una vez más, la Casa Blanca reaccionó.

En febrero de 1986, la Administración Reagan lo preparó todo, en secreto, para que la Casa de Saud vendiera a Saddam aviones de combate británicos, así como quinientas bombas MK-84, cada una con una carga explosiva de mil kilos. Pero los iraquíes se morían de ganas de usar su nuevo regalito, así que la Casa Blanca envió al vicepresidente George H. W. Bush a Oriente Medio en una «misión de paz». El antiguo director de la CIA (y futuro presidente) se marchó a Jordania con dos objetivos: el primero, suministrar inteligencia militar a Saddam para que usara su fuerza aérea para atacar objetivos iraníes; el segundo, conseguir que Irán liberase a los rehenes americanos a cambio de cuatro mil misiles. En un plazo de cuarenta y ocho horas, tuvo éxito en ambas empresas, y la guerra entre Irán e Irak alcanzó nuevos niveles de destrucción masiva.

Mientras tanto, la Casa de Saud seguía apoyando las operaciones de la Casa Blanca. La familia real, cuyos ingresos por el petróleo sobrepasaban los ciento quince mil millones de dólares al año, tenía depositados más de cien mil millones en entidades financieras estadounidenses. Los bancos de América estaban usando su nueva influencia para prestar dinero a otros bancos tercermundistas. Los negocios de Estados Unidos se aprovecharon pronto de esto, y compañías como AT & T, Proctor and Gamble e IBM recibieron prestamos de cientos de millones de dólares. El comercio de armas entre los dos países se incrementó, y la Casa de Saud compró F-15, misiles Stinger y aviones de carga c-130… y cada venta proporcionaba diez millones en comisiones para el príncipe saudí que intermediaba en el trato. Los ricos se estaban haciendo más ricos, los iraníes y los iraquíes estaban muriendo, y el pueblo saudí estaba construyendo su odio por la familia real… y sus copatrocinadores americanos.

En marzo de 1988, Saddam lanzó bombas químicas desde helicópteros estadounidenses en el pueblo de Halabja, una ciudad iraquí en territorio iraní, matando a más de cinco mil kurdos. No fue la primera vez que se usaron armas químicas, pero esta vez los iraníes llevaron periodistas a la escena, y el mundo reaccionó, por fin. En agosto hubo un cese en las hostilidades, y cinco meses más tarde, George H. Walker Bush tomó la presidencia.

La guerra entre Irak e Irán había terminado en un punto muerto, pero había dejado a Saddam con un ejército de un millón de hombres y respaldado por sofisticado armamento estadounidense. El presidente Bush siguió usando el BCCI para financiar al dictador iraquí, lo que le permitió iniciar programas de armamento químico, biológico y nuclear. En 1990, Saddam se jactó de tener suficientes armas químicas para consumir a la mitad de Israel, una afirmación poco meditada que finalmente obligó a Washington a reaccionar. Después de proporcionar a Saddam más de cinco mil millones de dólares en ayuda militar, la marioneta se había vuelto demasiado poderosa, y ahora era necesario bajarle un poco los humos. Kuwait sería el cebo.

Al final de la guerra entre Irak e Irán (violando las cuotas de la OPEP), Kuwait comenzó a liberar más petróleo al mercado. El precio del crudo cayó, afectando directamente a Saddam, cuyo país necesitaba desesperadamente el dinero para reconstruir su infraestructura. Para más inri, Kuwait estaba extrayendo el petróleo de los campos de Rumailla, una zona ubicada parcialmente en Irak. Aunque no necesitaba el dinero, Kuwait demandó de repente que Irak pagara un préstamo de ocho mil millones de dólares que Saddam había obtenido durante la guerra… todo mientras dirigía públicamente reuniones con el ministro de Asuntos Exteriores iraní y miembros de la CIA.

Saddam no tenía medios para pagar el préstamo, de modo que Kuwait vendió los títulos de préstamo con un gran descuento, previniendo que Irak obtuviera préstamos en el mercado internacional. Durante los siguientes dieciséis meses, los oficiales iraquíes intentaron poner fin a su disputa por las fronteras, pero los saudíes se negaron a permitir que una comisión árabe interviniera. Fue un juego de presiones a la vieja usanza que obligó a Saddam a recurrir a su viejo aliado, los Estados Unidos.

Mientras las tropas iraquíes se congregaban a lo largo de la frontera kuwaití, el presidente Bush envió a April Glaspie, la embajadora estadounidense en Irak, a una reunión con Saddam el 25 de julio de 1990. Glaspie dio a Saddam el permiso de América para elevar el precio del petróleo, provocando una disputa entre los países árabes. Cuando la embajadora preguntó al dictador qué más quería, Saddam contestó que la voluntad de su país era reclamar Shatt al Arab, una región de Irak que era entonces parte de Kuwait. La respuesta de Glaspie fue que «Kuwait no tiene relación con América». En resumen, Estados Unidos acababa de dar a Saddam luz verde para invadir Kuwait.

El 2 de agosto de 1990, Irak invadió Kuwait. En respuesta, el rey Hussein de Jordania preparó una reunión de los jefes de estado árabes, con el fin de evitar otra guerra. Saddam estuvo de acuerdo en retirar los veinte mil soldados iraquíes de Kuwait. Parecía que una solución pacífica estaba al alcance de la mano.

Entra en escena el ministro de Defensa estadounidense, Dick cheney. El 6 de agosto, Cheney y su séquito se reunieron con el rey Fahd y sus ministros, ¡proporcionándoles fotos por satélite de la CIA y el NSC que mostraban doscientos mil soldados iraquíes preparados para atacar Arabia Saudí! Cheney pidió al rey que permitiera la entrada de tropas americanas a su país. Cuando el príncipe heredero Abdullah se alarmó, Cheney insistió en que Arabia Saudí estaba en peligro de caer en una invasión iraquí-yemení.

Cuatro días después, los jefes de estado árabes, guiados por el rey Fahd y el presidente de Egipto, Mubarrak, misteriosamente votaron contra la mediación en la disputa entre Irak y Kuwait. Las subsiguientes resoluciones de la ONU sólo sirvieron para poner a Saddam entre la espada y la pared.

Kuwait no era una democracia. Era un régimen oligárquico islámico rico en petróleo dirigido por la familia real al-Sabah, quienes, como la Casa de Saud, violaban por sistema los derechos de sus propios ciudadanos. Sabiendo que la opinión pública americana nunca apoyaría una invasión liderada por Estados Unidos para liberar otro régimen represivo, la administración Bush recurrió a la empresa de relaciones públicas Hill & Knowlton, que recibió un pago de 10.7 millones por parte de una organización llamada «Ciudadanos por una Kuwait Libre». Craig Fuller, el presidente de la firma, había sido el jefe de personal de George Bush cuando éste fue vicepresidente de Ronald Reagan. Después de varios intentos fallidos de conectar con el pueblo americano, la compañía fabricó una noticia en la que se informaba de que los soldados iraquíes habían sacado a trescientos doce bebés de sus incubadoras y los habían dejado morir en el suelo de un hospital de la ciudad de Kuwait. La firma incluso se sacó de la manga un testigo… una niña kuwaití de quince años que testificó ante el Congreso de los Derechos Humanos del 10 de octubre. Este «testigo» era en realidad la hija de Saud al-Sabah, el embajador de Kuwait en los Estados Unidos.

Durante las siguientes cinco semanas, el presidente Bush usó la historia de las incubadoras no menos de media docena de veces en sus discursos. Los engañados americanos cambiaron de opinión.

El 16 de enero de 1991, el presidente Bush desarrolló la Operación Tormenta del Desierto, una guerra diseñada para «liberar» a la monarquía de Kuwait.

Saddam se rindió el 27 de febrero. George Bush consiguió lo que quería… Irak ya no era una amenaza para la Casa de Saud. Pero el presidente detuvo bruscamente la invasión de Irak, y este movimiento irritó a muchos miembros neoconservadores de su partido, entre ellos Dick Cheney, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz.

Mientras tanto, Osama bin Laden había usado el estipendio anual americano de setecientos millones en asistencia militar para construir una amplia instalación de instrucción al este de Afganistán. El ejército de Bin Laden había crecido hasta llegar a veinticinco mil soldados, con representantes extremistas islámicos de más de una docena de países. La debilitación de Irak, el país secular más poderoso de la región, creó un vacío que fue rápidamente llenado por los fundamentalistas islámicos de Bin Laden, que se oponían a la presencia occidental en Arabia Saudí.

La propia política exterior de los Estados Unidos había dado a luz, indirectamente, a Al-Qaeda…

«Royal Dutch Shell sorprendió a sus inversores cuando anunció inesperadamente que rebajaba su estimación de reservas probables un veinte por ciento».

Washington Monthly, junio de 2005.

«De acuerdo con un informe restringido elaborado por el boletín informativo Petroleum Intelligence Weekly (PIW), los registros internos kuwaitíes revelan que las reservas de petróleo del país están muy por debajo de la cantidad oficialmente establecida de noventa y nueve mil millones de barriles. El informe de PIW afirma que las reservas restantes probables y sin probar de petróleo hacen un total de cuarenta y ocho mil millones de barriles, cincuenta y un mil millones menos de lo que habían afirmado previamente. Otro modo de decirlo es que la cantidad de reservas de petróleo estimado acaban de caer un cinco por ciento… el equivalente a casi veinte meses de la producción y el consumo mundial acumulado, basándonos en el uso mundial actual de petróleo de casi ochenta y cuatro millones de barriles al día».

Byron W. King, Boletín energético, 25 de enero de 2006.

«El agotamiento de las reservas existentes de petróleo es pronunciado y está en aceleración. En 2005 se informó de que treinta y tres de los cuarenta y ocho mayores países productores de petróleo habían entrado en declive. Los datos compilados en 2008 muestran que, de los cincuenta mayores países productores de petróleo del mundo, cuarenta y dos han pasado su pico y están en decadencia. En otras palabras, nueve grandes países productores de petróleo pasaron sus picos de producción en los últimos tres años. Indonesia, uno de los miembros fundadores de la OPEP, está ahora importando petróleo para cubrir sus necesidades domésticas».

Michael C. Ruppert, an American Energy Policy.