ABU DHABI, EAU
Oriente Medio
23 de abril de 2012
7:56 Hora local
La masa continental de Arabia Saudí domina la península árabe. Su costa oeste se extiende hasta los bancos del Mar Rojo, y su costa este se encuentra con el Golfo Pérsico. Aunque la región norte del reino limita con Irak y Jordania, hay tres países árabes que forman una «bota» en la esquina sur saudí, separándola del Mar Árabe: Yemen, Omán y los Emiratos Árabes Unidos (EAU).
Los Emiratos Árabes Unidos están ubicados en la boca del Golfo Pérsico, apretados en el empeine de la «bota» saudí. EAU, considerado uno de los países árabes más modernizados y liberales, está formado por siete estados independientes: Abu Dhabi, Dubai, Ajman, Fujairah, Ras al Khaimah, Sharjah y Umm al Qaiwain. Un Consejo Supremo de Gobernantes, compuesto por los emires de los siete estados, señala al primer ministro y a su gobierno.
Abu Dhabi es la capital, y el mayor de los siete emiratos. Su extensión continental, que incluye casi doscientas islas, constituye casi el ochenta por ciento de los EAU. Su reserva petrolífera fue descubierta en la década de los cincuenta, y para 1962, Abu Dhabi se había convertido ya en el primer emirato en exportar su oro negro. Aunque a diferencia de Arabia Saudí, Irak e Irán, Sheikk Zayed, presidente de los EAU, reinvirtió las riquezas en el desarrollo de su país, transformando Abu Dhabi, y su ciudad hermana, Al Ain, en ágiles áreas occidentalizadas con relucientes horizontes, parques y jardines, espléndidas calzadas y un moderno aeropuerto internacional. El emirato de Dubai, sin embargo, se convirtió en una meca de entretenimiento y ocio, y atrajo a famosos de todo el mundo.
* * *
Ya ha atardecido cuando Ace Futrell, portando su maleta de cuero, sale del vestíbulo climatizado del Baynunah Hilton Tower, en el centro de Abu Dhabi. Para cuando llega al bordillo de la acera, la humedad ya ha adherido la camisa vaquera de manga larga a su espalda.
Una línea de taxis ocupa la entrada. Ace se dirige al último vehículo, cuyo conductor está inclinado sobre el capó del coche, leyendo un periódico árabe.
—Necesito un taxi.
—Hay otros disponibles. Estoy de descanso.
—Voy al autódromo, y tengo prisa.
El taxista no levanta la mirada.
—Tengo una corazonada sobre la cuarta carrera. ¿Apostamos?
—De acuerdo —Ace sube en la parte de atrás, y el árabe lanza improperios a los otros conductores mientras mete el taxi en el tráfico de la ciudad.
* * *
Una hora más tarde, el paisaje se difumina contra un horizonte de color rosa y oro mientras viajan hacia el oeste a través de la autopista de la costa. A la derecha de Ace está el Golfo Pérsico, cuya costa contiene lagos poco profundos que se vacían con cada marea. Los corales están cubiertos de manglares, así como de amplias alfombras negras de algas que parecen polución de petróleo.
A la izquierda de Ace, corriendo tierra adentro, están las salinas conocidas como sabkha. Más allá de las salinas hay amplias extensiones de dunas de arena que ruedan como olas de color crema hacia el suroeste, dirigidas por los predominantes vientos del noroeste.
El sol desaparece, dando paso a un cielo nocturno de terciopelo y a temperaturas más frías. En la distancia, Ace puede ver áreas de luz resplandeciente que señalan las refinerías de petróleo de Arabia Saudí. Un indicador de carretera señala que la frontera Saudí/Qatar está a doce kilómetros por delante. La autopista está vacía, a excepción de unos pocos vehículos dispersos.
Sin aviso previo, el conductor detiene el taxi en mitad de la carretera y se gira en su asiento para mirar a su pasajero americano.
—Sal.
—¿Aquí? ¿En mitad de la nada?
Saca el arma y apunta a Ace. Una ola de temor eriza su piel.
—Cruza el sabkha hasta las dunas —el árabe le hace una señal con el arma—. ¡Muévete!
Ace agarra su maletín y sale del coche. El taxi, inmediatamente, ejecuta una U en el asfalto y se aleja a toda prisa, dejando a su pasajero varado en mitad de una autopista vacía junto a un desierto.
Un gélido viento sopla desde el mar, trayéndole recuerdos de la costa de Montauk, y de sus hijos.
«Muévete, colega. Estás a un millón de kilómetros de casa».
Se sube la cremallera de la chaqueta, se ajusta el cuello y cruza corriendo la autopista vacía, hacia las salinas.
Quince minutos después alcanza las primeras dunas. Comienza a subirlas, maldiciendo en voz alta cuando la corriente de arena le llena los zapatos, y el esfuerzo de caminar por la pendiente se registra en su rodilla quirúrgicamente reparada. Las ráfagas de viento aúllan en sus oídos, y la arena rasga su piel expuesta como si fuera virutas de cristal.
Cuando alcanza la cima, mira hacia el desierto que se extiende hasta donde alcanza la vista. A lo lejos hay un pequeño oasis de luz… la refinería Abqaiq, la planta estabilizadora de petróleo y gas más grande del mundo. Ubicada a cuarenta kilómetros del Golfo Pérsico, Abqaiq puede procesar hasta trece millones de barriles de petróleo crudo al día. Ace sabe que su producción actual es sólo la mitad de esa cifra, lo que aun así representa el ochenta por ciento de la producción total de Arabia Saudí al día, gran parte de la cual sale del supergigante conocido como Ghawar.
En su extensión de mil seiscientos kilómetros cuadrados, el campo petrolífero Ghawar contiene treinta estaciones de bombeo alimentadas por seis generadores que transportan el petróleo crudo a través de una red de tuberías hasta las plantas de separación de gas y petróleo de Abqaiq. Estas plantan toman el crudo ácido (petróleo que contiene ácido sulfhídrico y dióxido de carbono) y filtran sus impurezas. Una vez «purificado», el petróleo crudo es bombeado hasta Ras Tanura, la principal refinería del Golfo Pérsico, donde se prepara para su exportación. Además de ser una refinería, Abqaiq funciona como una ciudad pequeña, con una población de dos mil doscientas personas provenientes de América, Arabia Saudí y otros países. El complejo está rodeado por una protegidísima verja de seguridad, y sólo el personal de Aramco y sus familiares pueden vivir allí.
Ace aparta sus ojos de Abqaiq y se concentra en la amplia expansión de oscuro desierto que se extiende ante él. En alguna parte está Ghawar, cuyos secretos tienen secuestrado al mundo entero.
Un movimiento más abajo… capta su ojo. Ace mira con detenimiento.
Descansando en un barranco, como un gigante escorpión negro, está el helicóptero AH64-D Longbow Apache.
«Con el ritmo actual de crecimiento de la demanda, sólo China consumirá en diez años el cien por cien de las exportaciones mundiales actualmente disponibles».
Oficial petrolero anónimo, octubre de 2005.
«¿Conoce la diferencia entre reservas estimadas, reservas probables, reservas comprobadas y reservas recuperables? Están teniendo en cuenta historias inventadas para elevar el valor de las acciones y pedir dinero, o atraer inversores. Eso no tiene nada que ver con cuánto petróleo queda en el suelo. He visto variar esos números hasta un trescientos por ciento en un único campo o región. Por supuesto, los medios de comunicación americanos no explican esto. La verdad sobre las estadísticas de las reservas es que suelen ser parte de libros de contabilidad, en lugar de honestos análisis científicos. Las compañías petroleras tienen que pagar impuestos sobre sus reservas, así que usan cantidades más pequeñas cuando informan sobre ellas. Pero, cuando se trata de informar a los inversores y a los medios, usan números mayores para animar a los consumidores, elevar los mercados e inflar el precio de sus acciones».
Michael C. Ruppert, an American Energy Policy.
«Mi padre montaba en camello, yo conduzco un Rolls Royce, mi hijo viaja en un jet privado, y su hijo montará en camello».
Proverbio árabe.