Nota de la autora

En un principio, no tenía intención de volver a las leyendas artúricas una vez completada mi trilogía sobre la vida y la época del rey Arturo de la Britania. Sin embargo, algunas personas no paraban de preguntarme por mi interpretación de los personajes de la novela, sobre todo por mi Merlín, Myrddion Merlinus, lo que me hizo retomar mi investigación y desenterrar las oscuras hebras de las leyendas de esta figura enigmática. Antes de escribir mis libros, mi opinión era que la magnífica trilogía de Mary Stewart, La cueva de cristal, era la descripción realista definitiva de la juventud de Merlín.

Después, al plantearme las comparaciones entre ambas obras, comprendí que mi visión era muy distinta a la del magistral vidente y profeta de Mary Stewart. Mi Myrddion es un individuo erudito y decidido, un hombre nacido para ser científico o investigador médico en una época más propicia, pero también un sabio poseedor de un intelecto que no se conformaba con limitarse a los estrechos parámetros de su tiempo. A un hombre tan interesado en cómo funcionaba el mundo le habrían atraído los mapas, las máquinas de guerra, la arquitectura… Todas las ciencias, a decir verdad.

Las leyendas me proporcionaron información sobre algunos fragmentos de su vida, de modo que mi reto consistió en trenzar una serie de incidentes supersticiosos, varios de ellos relacionados con Dinas Emrys. Opté por una concepción dramática, pero físicamente posible, para Myrddion, del mismo modo que intenté trazar un entorno realista para su infancia. Branwyn se convirtió en mi antagonista, al igual que Vortigern; pero, como a él todas las leyendas lo describían como un hombre malvado, su carácter fue relativamente fácil de construir.

¡Pobre Branwyn! En la época de Myrddion, los niños de linaje aristocrático recibían una buena educación, porque eran clasificados como propiedades y tenían el potencial de aportar riqueza a la familia por medio del matrimonio. Si una chica caprichosa y más bien mimada se hubiese quedado embarazada después de una violación, deduje que habría intentado fingir que no pasaba nada antes que afrontar las consecuencias de la agresión física. Si no lograba evitar que la descubriesen, podrían matarla, ya que le habría costado a la familia una gran suma de dinero. Del mismo modo, cualquier hijo de una violación sería tratado como un bastardo sin valor alguno para la familia, a causa de su incierto origen.

Esta explicación recalca la posición de las mujeres incluso en la cultura de los celtas, más favorable esta al sexo femenino. Si formaban parte de la aristocracia, las mujeres eran propiedades y su valor se deterioraba si quedaban mancilladas por la pérdida de la virginidad y el embarazo. Branwyn no era una niña obediente. Hoy consideraríamos que tenía carácter, pero fue incapaz de superar su violación, un trastorno que actualmente está aceptado como estrés postraumático. En pocas palabras, no podía pintar un retrato tan negro como el que de otra manera podría corresponder a una mujer que había intentado un infanticidio. Tampoco cabía culpar a Melvig u Olwyn por cómo la habían tratado: eran los tiempos en los que vivían.

El nombre, Myrddion, en honor del Señor de la Luz, o dios del sol, deriva de la investigación realizada por John Rhys. Como también se le llama Myrddion Emrys, el Merlín que yo escogí debe mucho a las interpretaciones que hizo Rhys de los cuentos populares galeses, pues me parecía lógico que Merlín hubiera recibido un nombre con empaque suficiente como para contrarrestar su ilegitimidad. El nombre de Myrddion Emrys irradia poder, más que connotaciones mágicas.

Dinas Emrys en sí es la supuesta fortaleza donde Vortigern intentó sacrificar al Medio Demonio. Algunas versiones de las leyendas la ubican en el punto donde Vortigern fue alcanzado por un rayo, una muerte que se antoja inverosímil. Con independencia de lo que digan las leyendas, Dinas Emrys es un lugar bastante lóbrego y deprimente, y construí mi relato a su alrededor porque Vortigern, una vez atacado, casi a ciencia cierta se habría hecho fuerte en una ciudadela donde se sintiese seguro.

Desde luego, las fuentes sugieren que Vortigern murió a causa de un rayo o un incendio, cerca de Segontium, de modo que escogí Dinas Emrys como marco para los acontecimientos que he descrito. Parecía apropiado que Vortigern muriese en el sitio donde había cometido su error más famoso, el intento de sacrificar a Merlín.

En cuanto al perpetrador de la muerte de Rowena, se acepta que la asesinaron por orden de Ambrosio, aunque se dice que Vortigern murió con sus esposas. Mi versión ofrece una solución a las contradicciones que existen dentro de las leyendas.

Mientras trabajaba en mis personajes, me convencí de que era imposible que Rowena, Hengist y Horsa fueran tan malos como los pintaban en las historias. Todos los sajones fueron demonizados en los años que siguieron a la migración inicial a la Britania. Reuní los hechos que se conocían e intenté mostrar las posibles motivaciones que subyacían a la violencia y ferocidad de sus reputaciones. También comprendí que esos tres personajes representaban lo mejor de los sajones y las oleadas migratorias norteñas a la Britania. A menudo de origen noble, los mejores de los norteños no eran bárbaros, tan solo carecían de educación según los cánones celtas o romanos. Los invasores que siguieron a la primera oleada probablemente fueron de otra calaña, más interesados en el saqueo que en la colonización. Es casi indudable que merecieron su reputación de crueles, destructivos e implacables.

Rowena, en concreto, sale muy malparada en las leyendas, algo que no se corresponde con su matrimonio forzoso cuando era poco más que una niña. Muchas fuentes la califican de hija de Hengist, pero yo rechacé esa versión, aunque los emparenté. Básicamente, quería rehabilitarla, y no puedo creerme que Hengist abandonase a una hija a su muerte sin tomarse una venganza inmediata. Una extraña versión temprana afirma que era de origen juto, y no sajón.

Muchas versiones omiten mencionar a los hijos fruto de su matrimonio, aunque se atribuya a su hijo haber envenenado a Ambrosio por venganza en una fecha posterior. Usé dos veces el nombre Catigern/Katigern para resolver el persistente problema de su uso repetido en las leyendas y para intentar organizar a los thegn, y los caudillos, los reyes sajones posteriores que se postularían legítimos en las guerras contra el rey Arturo. Un hijo o nieto del rey Vortigern tendría derecho a reclamar por partida doble el trono británico.

Hay que entender la invasión entera de la Britania dentro del contexto de la situación europea. Todas las viejas fronteras, alianzas y reinos estaban fluctuando, pero el gran vacío que había dejado la partida de los romanos lo llenaron las tribus que descendieron en tropel del norte y el centro de Europa en busca de una patria segura. Cada oleada de tribus migratorias creaba grupos de pueblos desposeídos y refugiados que debían de anhelar una tierra, seguridad y la paz necesaria para sacar adelante a sus familias.

Según las leyendas, Myrddion se hallaba en condiciones de juzgar tanto a Vortigern como a la huidiza figura de Ambrosio, que podrían verse como representantes de las viejas costumbres. Me he concentrado a propósito en el pragmatismo y el uso del poder de esos hombres, enfrascados en su propia lucha entre ellos y contra los cambios que se estaban produciendo en Europa. Vortigern robó un trono ocupado por aristócratas romanos; Ambrosio y Úter intentaron recrear los tiempos de su padre y su abuelo, de modo que los comportamientos de esos reyes se vieron desdibujados por sus deseos personales de venganza. El hecho de que, en mi versión de las leyendas, la gente inocente fuese la víctima principal de este tira y afloja por una corona es mi lectura de la naturaleza humana y los motivos que impulsaron a aquellos grandes hombres.

Con el tiempo, el hijo de Úter, Arturo, surgiría como un hombre nuevo que intentaría conservar las viejas costumbres, una hazaña manifiestamente imposible. Ese reto fue su maldición y su némesis, y es uno de los temas en los que profundicé cuando escribí los volúmenes de la trilogía artúrica.

En última instancia, he optado por seguir los hilos de las leyendas que separan la figura de Merlín en dos personajes diferentes. El Merlín que es confidente de reyes siempre ha parecido incompatible con Merlin Sylvestris, el ermitaño que enloquece por la muerte de su familia. Geoffrey de Monmouth escribió su Vida de Merlín sobre este profeta loco, mientras que el consejero real de la Historia de los reyes de Britania parece un hombre completamente distinto en cuanto a motivación, poder y dignidad. El Merlín vidente y asilvestrado no es mi Myrddion. He optado por utilizar al Merlín que se vuelve estadista.

En cuanto a la hechicería y la capacidad de metamorfosearse que se le atribuyen, además de la fuerza casi divina para crear, que atestiguaría su supuesta construcción de Stonehenge, acepto la importancia de la creencia en la magia de la sociedad celta, pero reconozco que no creé un Merlín que fuera fantástico. Estoy dispuesta a creer en la posibilidad de que haya personas con percepción extrasensorial, como sería la capacidad de profetizar. A Merlín se le reconoce esa habilidad, de manera que usé ese talento como parte de lo que hace especial a mi Myrddion. El hecho de que el don venga y vaya es mi tributo a la naturaleza compleja de Myrddion, a quien creo que no le hubiese gustado perder la conciencia y desvariar sobre el futuro. La guerra entre el vidente y el científico es uno de los rasgos del carácter de mi personaje.

A causa de experiencias infantiles como el rechazo generalizado, el repudio de su madre y el hecho de haber estado a punto de ser sacrificado por el gran rey, Merlín no es una persona perfecta y a veces deja de lado su sentido de la justicia, si le conviene. Mi Merlín no es un santo, pero observa el código del sanador como norte moral, y ese rasgo de carácter lo convierte en una rareza en su mundo.

Como está alfabetizado en una sociedad compuesta en su mayor parte por personas incultas, Myrddion habría poseído un estatus considerable, dado el respeto que se les tenía a los documentos escritos. Es del todo posible que la sanadora, Annwynn, hubiese guardado los pergaminos de su antiguo maestro a la muerte de este, aunque fuera incapaz de leerlos. Asimismo, como Myrddion sabía leer, es lógico que le entregara los pergaminos a su aprendiz entendiendo que compartiría con ella su contenido. Sin embargo, su sed de conocimientos a veces hace que Myrddion parezca frío e insensible, porque para él algunos objetos pueden ser más importantes que las personas.

Dicho sea de paso, la práctica de la decapitación después de la muerte era un antiguo rito celta derivado de su culto a la cabeza, y Myrddion sin duda habría cumplido los deseos de su bisabuelo, si este se lo hubiera pedido, y habría ejecutado tan macabra tarea.

En una época de cierta ignorancia causada por los rápidos cambios sociales, Myrddion es a la vez un anacronismo y un hombre nuevo gracias a su curiosidad. Me gustaría pensar que la innovación intelectual no está confinada a ningún periodo y que la descripción de los tiempos de Myrddion como la Edad Oscura no se ajusta a la realidad. En realidad, a veces me temo que somos mucho más bárbaros en nuestras milagrosas ciudades de cristal y acero que el gran enemigo, los sajones.

Me pregunto qué pensaría Myrddion del actual sistema sanitario de los países occidentales o de las instituciones políticas de nuestra época. Creo que se habría debatido entre el asco y el humor, y que habría deplorado nuestra ignorancia y superstición.