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Los siete pasillos del CFC están pintados de blanco, sus azulejos de cristal reciclado teñidos de un tono marrón grisáceo llamado trufa. Reflectantes LED de luz tenue crean una nube suave luminosa y los techos acústicos ocultan kilómetros de cable, mientras que las cámaras y los seguidores RFID controlan el paso de todos los que vienen aquí, ya estén vivos o muertos.

Nuestra sede circular fue construida por una compañía de investigación biológica que se declaró en quiebra al finalizar la construcción, y con raras excepciones el diseño original es ideal para lo que hacemos. De hecho, es el sueño de todo médico forense. Podemos mirar por ventanas eficientes que capturan energía solar, pero nadie puede ver lo que hacemos dentro, y una climatización de altas prestaciones controla el entorno con tanta precisión que tenemos nuestro propio clima personalizado. Las calderas eliminan la humedad del aire, que luego unos aparatos enfrían, evitando la condensación y un fenómeno muy inconveniente conocido como lluvia de interiores, mientras que los robots y los filtros HEPA aspiran y eliminan los elementos patógenos, los vapores químicos y los olores.

El CFC es más limpio que la mayoría de las clínicas; su sala de recuperación de tejidos es cien veces más estéril que el quirófano de un hospital. Los pacientes con muerte cerebral pueden transportarse aquí mientras aún permanecen con vida, lo que garantiza que los ojos, los órganos, la piel y los huesos se aprovecharán sin demoras inútiles, ayudando los muertos a los vivos y los vivos a los muertos. El progreso que he visto en mi profesión no es la trayectoria recta que una vez imaginé, sino más bien un círculo, como el pasillo por el que avanzo ahora, pasando Identificación, hasta entrar en Radiografía para ver si mi técnica, Anne, está ahí.

Su silla está desplazada hacia atrás y girada como si ella se acabara de levantar, y en las pantallas planas se ven brillantes imágenes en 3-D de una cabeza y un tórax con áreas blancas brillantes de hemorragia fresca en el tejido del cerebro y los pulmones, y el blanco más brillante de los huesos apunta a una fractura en la base del cráneo que se extiende en los senos paranasales, y escápulas y costillas están tan rotas que aparecen separadas de las paredes torácicas. Es el caso de Howard Roth, el trauma por objeto contundente de esta mañana que he leído en su informe. Un varón negro de cuarenta y dos años de edad, de Cambridge, que supuestamente se cayó por las escaleras del sótano. Su cuerpo se descubrió ayer por la tarde.

No tengo tiempo para esto.

Pero no puedo irme sin más, y reviso más imágenes, veo el cuerpo desde diferentes planos que van de dentro hacia fuera, veo los tonos grises de los órganos y cómo los músculos muestran un blanco vivo donde hay sangrado y oscuro donde el aire ha quedado atrapado. Encuentro un alto valor unitario Hounsfield de casi 4000. Metal denso, posiblemente plomo. Probablemente antiguos fragmentos de bala en los tejidos blandos de la cadera izquierda, y otros en el muslo posterior derecho: una posible hoja de ruta de la vida de este hombre, pero no lo que lo mató. Y el daño interno masivo resulta sumamente inconsistente con una caída por las escaleras.

Este tórax batiente es más común en lesiones por aplastamiento, que asocio generalmente con gente atrapada debajo de máquinas o atropellada por tractores o vehículos. La mayoría de las personas que caen sobre la nuca no presentan una fractura basilar. No tienen rotos los huesos del cráneo en el foramen magnum, el agujero en la base del cráneo. Reviso aún más imágenes de exploración de todo el cuerpo, y no encuentro lesiones frescas en brazos, manos, pelvis ni en extremidades inferiores.

Más allá de una ventana de vidrio con plomo, la silueta del gran escáner CT se dibuja en la oscuridad. Aquí no hay nadie y decido que probablemente Anne ha salido a tomar un café o ha ido al baño. Le escribo una nota y la coloco en su teclado, haciéndole saber que planeo estudiar el cuerpo que hemos recuperado de la bahía de Massachusetts al final del día y que tendrá que escanearlo primero.

«Deberíamos hablar del caso de Howard Roth —añado como posdata—. Lesiones poco claras y falta de lesiones. Necesito historial completo y detalles de la escena. Quiero estudiarlo un poco más. Gracias. KS».

Luego reviso la sala de autopsias y la encuentro tranquila y limpia, el suelo está todavía húmedo de fregar, largas filas de mesas de acero vacías, brillando bajo la luz natural que se filtra a través del cristal de las ventanas laterales y las que dan al aparcamiento. Las hileras de lámparas de alta intensidad del techo, a diez metros de altura, están apagadas; las ventanas de observación de las paredes superiores que dan a los laboratorios de enseñanza se ven sombrías y vacías.

A menudo Luke Zenner está por aquí, disfrutando de la tranquilidad que hay para hacer el papeleo, revisar proyectos pendientes, o poner orden en su estación de trabajo, la número 2, justo al lado de la mía. Pero no lo veo ni veo a nadie más, mis cinco patólogos y los otros equipos de investigadores probablemente están en sus oficinas o en alguna reunión o de ronda.

Introduzco la contraseña en mi iPhone para enviarle un mensaje a Luke y veo el aviso de que tengo un mensaje nuevo de Benton.

«¿Sigue en pie lo de las cinco? ¿Todo ok? He visto las noticias».

Respondo que después del juicio voy a volver directamente a la CFC, y que probablemente trabajaré toda la tarde. Puedo reunirme con él y el resto de los agentes tan pronto como haya terminado.

«Llamaré cuando tenga un respiro —le pongo por SMS—. ¿Cena? Si se hace tarde, ¿pedimos algo cuando nos veamos?».

Inmediatamente suena el teléfono. Ha respondido: «Pido algo en Armando’s».

Le digo: «Combos con extra de queso, tomate, pimiento, cebolla. En uno corazones de espinaca y alcachofa. Dile que son para mí».

Añado que tengo ganas de verlo.

Me sentiré tranquila cuando vea a Benton y haya pasado lo peor del día, y le echo un vistazo a mi reloj. Es la una y veintiocho minutos, y le envío un SMS a Luke sobre el caso de Howard Roth, haciéndole saber que tenemos que hablar de ello y no permitir que se lleven el cadáver todavía. Debería estar de vuelta en un par de horas, le escribo, mientras dejo atrás la antesala, los vestuarios y vestidores, sin ver señales de Luke ni de nadie, lo cual es típico a esta hora, a menos que tengamos una inusual carga de trabajo.

Más allá de Antropología y doblando el pasillo se llega al laboratorio de contención BÍ04, al que informalmente nos referimos como Descomposición, un laboratorio reservado a los presuntos organismos infecciosos o contaminados o descompuestos. Pulso un botón de manos libres que automáticamente abre una puerta de metal, entro en el vestíbulo de Descompresión y cuelgo la chaqueta. Tomo ropa de protección de los estantes, pulso un segundo botón que abre una segunda puerta y me encuentro a Marino, que va cubierto de los pies a la cabeza de Tyvek blanco y comprueba su equipo fotográfico.

La camilla que porta la bolsa negra está aparcada junto a una de las tres mesas de acero inoxidable conectadas a sumideros de pared, y por encima de ellos quedan las ventanas de observación, ahora a oscuras. Un reloj al lado de la cámara de frío me recuerda desagradablemente que es la una y media. Se supone que debo estar en el juzgado exactamente en media hora, y sigo confiando en que vayan a cancelármelo en el último minuto, algo que ahora parece bastante ridículo. O tal vez en que el juicio vaya con retraso y que el juez entienda que a mí me pasa lo mismo.

—Tenía miedo de que te hubieras perdido por el camino —dice Marino mientras cubre su cabeza calva con una gorra quirúrgica de diseño (esta vez el motivo es un «cráneo medicinal»), que se ata en la nuca como si fuera una badana de motero.

—Me temo que tenemos un caso problemático —le digo.

—¿Otro más? No.

—El tipo que supuestamente cayó por las escaleras —le explico—. A mí no me parece una caída, a menos que cayera de un edificio de diez pisos y se golpeara con un par de cosas por el camino. Toby respondió a esta llamada, ¿verdad?

—Él fue a la escena y dijo que eso era todo.

Me apoyo en un mostrador y cubro las botas mojadas.

—¿Sabes los detalles?

—Es el caso de Machado.

—¿Estuvo presente en la autopsia esta mañana? —le pregunto.

—Nuestro guerrero portugués siempre está dispuesto a todo, por grotesco que sea. Dijo que iba a asistir. Hablaré con él cuando tenga un minuto o pasaré por su casa más tarde.

Marino y el detective Sil Machado viven en la misma manzana del vecindario de West Cambridge y salen a circular en moto juntos. A los dos les gusta el boxeo y van al mismo gimnasio. Al parecer, se han hecho buenos amigos.

—Lo que Toby me dijo ayer por la noche era bastante cutre, no me dio datos —añade Marino—. La víctima era un alcohólico crónico. Al parecer abrió la puerta equivocada de camino al baño y se cayó por las escaleras del sótano.

—Esperemos que Luke le haya hecho una prueba de alcoholemia. ¿Has hablado con Bryce o has sabido algo de él? —Me cubro el pelo con un gorro quirúrgico.

—Se fue alrededor de las once. —Marino me está mirando de arriba a abajo—. Deberías haberte vestido correctamente para andar por aquí —me dice, como si yo necesitase que me recordasen los protocolos.

—¿Cómo que se ha ido? ¿Adonde?

—Al parecer tenía que llevar a su gato al veterinario, me ha dicho que era una emergencia. Me ha explicado que ya le había dicho a Steward que volveríamos de la escena de un crimen. Al parecer, ahora están interrogando al testigo que va justo delante de ti y parece que la cosa va lenta, y después van a pedir un descanso. —Marino recoge una regla de plástico de quince centímetros y le pega una etiqueta en blanco—. Pero no es inteligente suponer que no te va a pasar nada por llegar tarde, no con ese gillipollas y su dream team.

Se refiere a los abogados de la defensa de Channing Lott.

—No hay forma de evitar que llegue tarde —le respondo—. Dan tiene que informar al juez de que las cosas están fuera de control en este momento.

—Si salimos ahora llegarás a tiempo.

Me imagino a mí misma caminando hacia la sala con botas mojadas y un forro impermeable para que los abogados de Channing Lott puedan reírse de mí.

—¿Le hemos asignado un número a este caso? —Marino abre un cajón y encuentra varios rotuladores permanentes.

Se lo digo y lo escribe, y pone la fecha en la etiqueta de la regla mientras yo saco una bata desechable. Cruje cuando me la pongo sobre el forro gris, que ojalá no tuviera que quitarme en cualquier momento. Todavía estoy helada, como si mi sangre estuviera varios grados más fría de lo habitual.

—¿Qué pasa con el gato de Bryce? —pregunto—. Nada serio, espero.

—Las cebollas con chile que cenaron anoche, ésa es mi teoría y la sostengo, a pesar de que Bryce diga que son muy cuidadosos al cocinar con cebolla. Asegura que nunca se les cae nada al suelo ni lo echan a un recipiente sucio que el gato pueda lamer. Ethan y él. El señor Reluciente y don Limpio.

—Tengo curiosidad por saber cómo sabes qué cenaron anoche. —Me pongo los guantes de examen.

—Bryce me trajo un poco de chile sobrante esta mañana, y lo comí de desayuno y sabía a cebolla. Tan pronto como me enteré de lo del gato me dije: ¡bingo! Ya sabemos lo que ha pasado aquí —dice Marino—. Por supuesto, él piensa que es algún tipo de virus de la gripe que le han pegado en la peluquería de gatos, porque el bicho tiene vómitos y diarrea.

—¿Ethan está con él?

—No me hagas hablar. —Se inclina hacia abajo para abrir un armario y arrastra una caja de plástico grande—. No me preguntes por qué han tardado tanto en llevar ese saco de pulgas… ¿Cómo se llama? ¿Indy Anna? ¿Y tienen que ir los dos juntitos corriendo al veterinario? ¿Es que no puede ir uno solo?

Marino abre la caja y empieza a quitar un arco de xenón de luz forense.

—Ésa no es una manera muy agradable de hablar de la mascota de alguien lo bastante considerado como para traerte chile hecho en casa al despuntar el alba. No voy a usar el ALC.

No hay tiempo para emplear una fuente de luz alternativa, y yo no usaría una en este caso, o no sobre el cadáver, en todo caso.

—Bueno, Ethan podría haberlo metido en una de esas malditas cestas de viaje y llevarlo él solo. —Marino deja la luz forense sobre la encimera y la conecta de todas formas—. La mitad del tiempo trabaja fuera de casa, ¿no? ¿Cuál es el problema?

—¿Debo inferir que le mencionaste tu teoría del gato comiendo cebolla? —Etiqueto un bastidor de tubos de sangre que tal vez no necesite.

—Sí.

—Bueno, eso explica por qué lo están tratando como un gran problema. —Me pongo una máscara, un respirador de partículas, sobre la nariz y la boca—. La ingestión de cebolla o ajo puede ser tóxica para perros y gatos, y los dueños de mascotas lo saben.

—Mierda, es como hablar con Darth Vader —dice Marino al ver mi máscara—. Tal vez deberías ir ahora al juicio a ver qué pasa.

—Estoy segura de que antes de que metieras la nariz en el asunto Bryce no estaba asustado ni fuera de sí.

—¿Y cuándo no está asustado y fuera de sí por algo? —Marino continúa en su tono gruñón de siempre, aunque Bryce no le cae tan mal como pretende.

Parece que uno de los deportes favoritos en el CFC es que los dos se metan el uno con el otro sin piedad, pero cinco minutos más tarde están tomando café o almorzando juntos, y por lo menos una vez al mes Marino va a casa de Bryce y Ethan para cenar o comer al aire libre.

—Probablemente no ha visto las noticias que Ron me acaba de mencionar y ni siquiera es consciente de ello. —Abro la cremallera de la primera bolsa—. Y por eso tampoco sabíamos nada.

Y abro la cremallera de la segunda.