SIEAAZTEREUXMGSI
Residencia del representante imperial en Sarmizegetusa
Primavera de 105 d. C.
Longino, una vez que se quedó a solas en el tablinum de su residencia en Sarmizegetusa, extendió el papiro que un correo imperial acababa de entregarle. Lo leyó con atención, en silencio, para sí mismo.
—SIEAAZTEREUXMGSI.
Se quedó muy serio. El mensaje había llegado con retraso de varias semanas. Los movimientos de los dacios al sur, las lluvias y el mal estado de algunas calzadas habían causado aquella demora. Aún tenía que descifrarlo pero intuía, por las letras que había allí, de qué podía tratarse. Pero optó, como buen militar, por no extraer conclusiones precipitadas. Trajano le había dicho que para comunicarse entre ellos usarían el código que Julio César empleaba para sus mensajes más personales.
Longino contó las letras de aquella palabra extraña. Eran dieciséis.
Asintió.
Podía dividir el mensaje en grupos de cuatro letras. Cogió un papiro en blanco y material para escribir. Realizó la división del largo vocablo en cuatro segmentos. Obtuvo la siguiente serie de letras en grupos de cuatro: SIEA, AZTE, REUX y MGSI.
—Bien —dijo en voz alta. Hasta ahí todo correcto. A continuación escribió en una nueva hoja de papiro el primer grupo de letras y debajo de esa serie la segunda serie de letras de la siguiente forma:
S I E A
A Z T E
Luego anotó debajo las dos series que le quedaban, manteniendo siempre alineadas cada letra en columnas de manera que consiguió un cuadrado perfecto de letras de la siguiente forma:
S I E A
A Z T E
R E U X
M G S I
—De acuerdo —volvió a musitar mientras seguía muy concentrado en aquel proceso. Ahora tocaba reescribir el mensaje pero empezando por la S y leyendo hacia abajo la primera columna de letras, con lo que obtuvo la siguiente transcripción:
SARM
Continuó leyendo ahora, también de arriba abajo, la segunda columna de letras obteniendo IZEG y añadió estas letras a las anteriores:
SARMIZEG
Repitió la operación con la tercera columna y obtuvo ETUS y lo mismo con la última columna donde pudo leer AEXI. Añadió estas secuencias a lo que ya tenía transcrito y obtuvo la secuencia final completa del mensaje de Trajano:
SARMIZEGETUSAEXI
Sólo quedaba separarlo por palabras. En este caso sólo dos palabras. Trajano no necesitaba más. Y tenía el mensaje final:
SARMIZEGETUSA EXI
[Sal de Sarmizegetusa]
Cneo Pompeyo Longino se llevó las yemas de los dedos de la mano izquierda a la frente. Sabía que aquel mensaje podía llegar en cualquier momento pero, para ser sinceros, no lo esperaba tan pronto. Él no pensaba que las cosas estuvieran tan mal entre la Dacia y Roma. Algo grave debía de haber pasado en la frontera que escapaba a su control. Decébalo se había mostrado misteriosamente contento en las últimas semanas pese a tener que secuestrar a mujeres y niños sármatas y roxolanos para mantenerlos fieles a su reinado y pese a la huida de aquel nutrido regimiento de renegados romanos. Algo grave había pasado. Sólo eso podía explicar una orden tan taxativa y sin mayores explicaciones.
Longino se quedó allí sentado un rato, en silencio, mirando las letras, como si buscara un error en la forma en la que había decodificado el mensaje, pero no había margen. Era simple y directo. Trajano quería que saliera de allí de inmediato y eso sólo podía significar que la guerra iba a estallar en cualquier momento. ¿Cómo no lo había presentido antes? ¿En qué estaba pensando todo este tiempo? Lo peor de todo era que ya no podría ver a Dochia… Cneo Pompeyo Longino parpadeó varias veces. Había estado tan ciego, tan obnubilado por la magnífica presencia de la princesa dacia que no había tenido ojos para nada más. Ahora se daba cuenta de su error. Sólo un niño o un imbécil podía haber caído en una trampa tan sencilla. Se había dejado cegar por aquellos ojos azules…
Golpes.
Se oían golpes en la puerta del atrio.
Ya estaban allí.