NOTA HISTÓRICA
(Advertencia: leer una vez terminada la novela, antes no)
A la iglesia de Densus se puede llegar por dos rutas principales. Desde el sur de Rumanía, saliendo de la ciudad de Caransebes, recorriendo unos ochenta kilómetros hasta llegar a las ruinas de Sarmizegetusa Ulpia Traiana, la capital de la Dacia que ordenó construir el emperador hispano tras destruir la vieja Sarmizegetusa Regia de Decébalo, cuyos vestigios están más al norte. A partir del enclave de Ulpia Traiana, que bien merece una visita, si se sigue por esa carretera en dirección a Hateg hay que tomar el primer desvío a la izquierda. Lo malo es que quien pensara en la visita de Densus sólo ha puesto las señalizaciones para no perderse si se viene desde el norte, por eso, en lugar de coger este primer desvío, es recomendable continuar y tomar la segunda carretera, estrecha, pero asfaltada, siempre a la izquierda. Si se toma esta carretera y no la primera, entonces las señalizaciones ayudan más. Es importante tener esto en cuenta, porque en el entorno de Densus el viajero encontrará a campesinos sumamente amables, eso desde luego, pero que hablan únicamente el idioma rumano. También hay numerosos rebaños que cruzan la carretera con frecuencia. Por eso, o se toma ese segundo desvío o, si se viene desde Hateg, al norte, se trata de recorrer unos siete u ocho kilómetros y tomar la carretera que entonces quedará a la derecha.
Una vez en Densus hay que buscar la colina más elevada y allí, en lo alto, se vislumbrará la silueta de la iglesia medieval, el santuario cristiano más antiguo de Rumanía. Su fecha de construcción oscila entre el siglo III y el XIII, aunque todo parece indicar que, probablemente, se levantara en la época de los gépidos o quizá los avaros en la Alta Edad Media, aunque se concluyera definitivamente en el siglo XIII. El visitante podrá observar cómo los contrafuertes de los muros exteriores se han levantado con columnas romanas. Tanto los sillares del basamento de los muros como las piedras de las columnas proceden de las ruinas de la antigua Ulpia Traiana. Como en tantos otros lugares de Europa, los habitantes de la región desmantelaron edificios paganos, como el anfiteatro de Ulpia Traiana, para levantar edificios de culto cristiano. No había piedra tallada mejor.
Si uno está un rato merodeando por el lugar, al final, no me digan cómo, aparecerá el pope o sacerdote ortodoxo del lugar, que amablemente les abrirá la iglesia y les permitirá visitarla por dentro. No les cobrará nada, pero les hará entender que no deben tomar fotos y también les ofrecerá todo tipo de imágenes religiosas ortodoxas, de muy bella factura, a precios razonables.
Una vez dentro, si observan las cuatro columnas del interior que sostienen toda la estructura de la iglesia, comprobarán que contiene numerosas inscripciones funerarias, pues se trata de las lápidas de la necrópolis de Ulpia Traiana, sólidas y robustas. Y si observan con detalle, descubrirán en una de esas columnas la lápida de Longino.
Aquí tenemos un disenso entre historiadores, fuentes y restos arqueológicos. Como se verá por lo que narro en Circo Máximo y por lo que el lector que viaje hasta Densus podrá comprobar, en la lápida se habla de un tal C. Longino Máximo, mientras que en la novela me he referido a Longino como «Cneo Pompeyo Longino». Éste es el nombre completo que el historiador Adrian Golsworthy aporta en sus referencias a este legatus de Trajano, aunque no especifica de dónde concluye que ése fuera el nombre completo. Otros historiadores, como Phylip Matyszak, prefieren referirse a este personaje histórico sólo como «Longino», pues las fuentes clásicas, en particular Dión Casio, tampoco especifican de este legatus más allá de que se llamaba Longino y que era muy estimado por el emperador Trajano. ¿Es esta lápida de la columna de la iglesia de Densus la piedra funeraria del mismo Longino amigo de Trajano cuya vida se recrea en esta novela? No lo sabemos, pero bien pudiera ser. El sacerdote ortodoxo de Densus está convencido de ello y no seré yo quien se lo discuta; a mí, personalmente, me hace ilusión pensar que el noble Longino, a falta de saber dónde están sus restos mortales, tiene, al menos, su lápida sosteniendo un santuario sagrado, en concreto la iglesia más antigua de toda Rumanía. Me parece un lugar hermoso para recordar su vida y su valor.
Traian, por cierto, es un nombre propio muy frecuente en la Rumanía de hoy día.
Si finalmente visitan Densus, recuerden llevar algo de pan para los numerosos perros callejeros sueltos que encontrarán en el lugar, y en general por muchos lugares de Rumanía, siempre hambrientos. Normalmente no son agresivos, pero sí insistentes en que les proporciones algo de alimento.
¿Qué hay de histórico y cuánto de ficción en Circo Máximo? Como en mis novelas anteriores he buscado un equilibrio entre ambos aspectos, pero me gustaría ahora especificar qué datos nos han llegado del pasado y cuáles he tenido que aportar para dotar al relato de sentido dramático completo. En su mayor parte, todo lo referente a las dos guerras dácicas sigue fielmente lo que nos cuenta Dión Casio. Lamentablemente, como ya apunté en una nota durante la novela, el gran relato escrito por el propio Trajano sobre estas campañas titulado De bello dacico se perdió, como otros textos que podrían haber aportado luz sobre estas luchas encarnizadas por el dominio de la Dacia. Así, en muchos casos hay que apoyarse complementariamente en datos arqueológicos como los impactantes relieves de la Columna Trajana de Roma, donde se recrean con detalle estas dos guerras y sus acontecimientos principales. De esta forma, la nueva batalla de Tapae, el contraataque de Decébalo en Moesia Inferior y la batalla de Adamklissi son razonablemente fieles a lo que sabemos que ocurrió. También nos ha llegado información sobre la importancia en estas dos campañas de las rápidas líneas de comunicación basadas en mensajeros, códigos cifrados y el uso de mensajes con señales de fuego desde las torres de vigilancia del Danubio. Como códigos cifrados he empleado los que sabemos que usaban emperadores anteriores, gracias a lo que nos cuenta Suetonio, asumiendo que Trajano usaría códigos iguales o similares para sus comunicaciones. También he intentado hacer una semblanza resumida pero aproximada de la segunda campaña militar que terminaría con el asedio a Sarmizegetusa Regia y el apresamiento final de Decébalo. Los personajes de Vezinas, Diegis y Bacilis son mencionados por diferentes fuentes históricas y así han quedado reflejados en la novela. Sobre Dochia hay más confusión, pues según unos era hermana de Decébalo, para otros hija y para algunos hasta esposa. He optado por que fuera hermana. De lo que no cabe duda es que se trataba de un familiar muy importante del entorno del rey dacio.
Dos sucesos que, sin duda, para muchos lectores parecerán particularmente novelescos son, no obstante, recogidos por las fuentes clásicas: en concreto los episodios del intento de asesinato de Trajano promovido por Decébalo haciendo uso de unos renegados y el suicidio de Longino para evitar ser impedimento al avance de las legiones de Trajano. También nos refiere Dión Casio la forma en la que Decébalo había ocultado el oro desviando el río Sargentia, y que fue encontrado por la traición de Bacilis. He procurado, además, hacer un retrato aproximado de lo poco que realmente sabemos de las costumbres dacias en todo lo relacionado con su religión, sacrificios y otras cuestiones culturales y militares. Para los interesados en viajar, hay múltiples vestigios de las fortificaciones dacias de Sarmizegetusa Regia, Blidaru, Costesti, Piatra Rosie y otras en los montes Orastie, en el centro de Rumanía, que se pueden visitar. En su mayoría se encuentran en enclaves hermosísimos, pero, eso sí, de muy difícil acceso, por lo que es recomendable que, en caso de decidir emprender semejante viaje, se alquile un 4x4 en condiciones. No conviene, no obstante, especificar a la empresa de alquiler que pretenden llegar con el vehículo hasta la mismísima Sarmizegetusa Regia. Hay un dicho rumano en la región de Orastie que dice que quien consigue llegar hasta las fortalezas de Blidaru y Costesti en un mismo día conseguirá ver todos sus sueños realizados.
Yo no lo conseguí, pero espero disponer de una segunda oportunidad.
La parte de la novela donde hay más ficción es la relacionada con las carreras de cuadrigas y el personaje de la vestal. Tanto Celer como Menenia son personajes de ficción, pero lo que ellos me permiten describir del mundo romano no es inventado. Las carreras de cuadrigas se regían por las normas y usos que he ido refiriendo en los libros I y VIII de la novela. La mayor licencia ha sido trasladar la costumbre del diversium desde Oriente hasta Roma. Esta fórmula de competición está documentada en los hipódromos del este del Imperio romano y no nos quedan referencias sobre esta forma de competir en Roma, pero eso no quiere decir que no se celebrara algún diversium en los más de siete siglos de historia activa del Circo Máximo. Y curiosamente, existe un tal Celer que fue acusado de cometer crimen incesti con una vestal, pero en período de la República romana.
El personaje de la sacerdotisa de Vesta es también imaginado, pero el mundo de las vírgenes vestales, sus costumbres, sus leyes y hasta el tremendo poder que podían tener sobre el pueblo de Roma, como se refleja en el libro VII, son parte de un retrato fidedigno de aquel sacerdocio. De hecho la ley de Numa está recogida en los escritos de Plutarco, como el lector habrá podido ver al estar citado en el texto de la novela.
No hay constancia de un juicio por crimen incesti a una vestal en época de Trajano, pero también es cierto que sólo nos han llegado pruebas, curiosamente, de aquellos juicios de crimen incesti donde las vestales fueron condenadas, lo que nos abre dos posibilidades: nunca se absolvió a ninguna de este crimen una vez acusada (hay referencia a algún caso de absolución, pero luego fue revisado y condenada la vestal); o, como segunda posibilidad, quizá ocurría que si se la absolvía se borraba toda referencia al juicio para que no quedara dañada su imagen. No lo sabemos. En cualquier caso, lo que he procurado es hacer una recreación de cómo sería un juicio por ese grave crimen en la Roma imperial de principios del siglo II y así, tanto el ajustador de clepsidras, el hecho de que existiera un abogado defensor, un acusador, o un presidente que resultaba ser el emperador en calidad de Pontifex Maximus y un tribunal compuesto por el Colegio de Pontífices son hechos históricos. En este marco podría haber optado por inventar también un abogado de ficción, pero teniendo al magnífico Plinio, conocido por sus dotes como abogado en los juicios de Roma de aquella época, me parecía que lo mejor era «contratarlo» para defender a Menenia. De ese modo, he situado a Plinio el Joven, cuyos juicios contra senadores corruptos quedan recogidos en diferentes fuentes clásicas, defendiendo en esta ocasión a un personaje de ficción en un juicio que si alguna vez tuvo lugar, habría transcurrido de una forma similar a la que se recrea en Circo Máximo.
Las peripecias de Marcio, Alana y Tamura también pertenecen a la parte de ficción del relato, aunque estos personajes sirven también para recrear aspectos reales de la época, como el ya referido intento de asesinato de Trajano promovido por Decébalo, las alianzas y desencuentros entre sármatas y dacios durante su largo conflicto con Roma, la vida de los sármatas o el tráfico de órganos de cadáveres de gladiadores en el anfiteatro Flavio. La creencia de que la sangre de los gladiadores podía ser un gran revitalizante sexual o que el hígado de un gladiador podía ser un buen remedio contra la epilepsia, por sorprendentes que puedan parecer, se ajustan a lo que los romanos de la época pensaban de verdad.
Carpophorus fue un bestiarius que vivió entre finales del siglo I d. C. y principios del siglo II d. C. Es mencionado en diferentes fuentes clásicas y se considera que usaba terribles métodos para dominar a los animales que luego salían a la arena del anfiteatro Flavio.
En otro orden de cosas, hay otros aspectos de la novela que nuevamente se aproximan con detalle a la historia real. Éste es el caso de la impresionante construcción del puente de Apolodoro de Damasco sobre el Danubio. En este punto he procurado explicar las técnicas de construcción de la época utilizadas para un proyecto de magnitudes ciclópeas. De hecho, construir cualquier puente nuevo sobre el Danubio hoy día requeriría aún de un impresionante esfuerzo de ingeniería y de una importante inyección económica. Que Apolodoro de Damasco pudiera conseguirlo en apenas unos años y con las técnicas de construcción de hace mil novecientos años hacen de aquel puente algo absolutamente sorprendente. Los restos del mismo aún pueden visitarse en la orilla rumana en Drobeta-Turnu Severin y en la orilla correspondiente en Serbia.
Y no es mi deseo competir con el magnífico Javier Sierra y su maravilloso El maestro del Prado, pero para los que no puedan hacer viajes a lugares tan distantes como los montes Orastie, pueden, si lo desean, entretenerse buscando la escultura del guerrero dacio que se puede encontrar en una de las salas del Museo del Prado; así la Dacia, al fin y al cabo, no nos queda tan lejos.
Las referencias esporádicas a los movimientos cristianos de la época, con sus múltiples creencias o herejías, según se considere, siguen también lo que los investigadores sobre estudios neotestamentarios nos aportan hoy día.
En cuanto al miserable Mario Prisco hay que hacer notar que es un personaje histórico: un senador tremendamente corrupto que fue juzgado efectivamente en época de Trajano, tal y como se presenta en la novela, y condenado al destierro, eso sí, después de devolver 700.000 sestercios a las arcas públicas. Desconocemos, a partir de ese momento, qué fue del personaje, pero no dudo que si Mario Prisco tuvo alguna oportunidad, por extraña o compleja que fuera, para vengarse del emperador de Roma, lo habría intentado con todas sus fuerzas. Ya había ordenado la muerte de muchos inocentes en sus tiempos de gobernador y no veo por qué iba a cambiar de forma de pensar en su destierro. Eso sí, no hay constancia de que fuera él quien aconsejara a Decébalo intentar asesinar a Trajano primero y luego, una vez que el plan hubo fracasado, secuestrar a Longino. Pero sí es cierto que Decébalo hizo uso de muchos renegados como asesores militares en diferentes momentos de las guerras dácicas.
También es veraz que Augusto escondió algunos escritos de Julio César, para lo que se han apuntado diversas razones, como la posibilidad de que se trataran de poemas de juventud o textos no tan lúcidos o retóricamente bien elaborados como sus otras obras posteriores que sí se han preservado. Se ha argumentado que quizá Augusto no quería que la imagen de su divinizado antecesor pudiera deteriorarse para la posteridad. Es cierto también que Julio César elaboró planes para atacar la Dacia y Partia en su tiempo, planes que debido a su asesinato en las idus de marzo de 44 a. C. nunca pudo llevar a término. ¿Estaban esos planes o esbozos de los mismos en esos escritos de Julio César que Augusto ocultó? Difícil saberlo, pero sí sabemos que tanto Suetonio como otros autores hacen a veces referencias a textos de Julio César que ya no existen. Evidentemente, esos posibles planes expansionistas chocarían con la política de Augusto de no ir más allá del Rin, el Danubio o el Éufrates, y quizá ocultar los textos era una forma de evitarse problemas y suprimir una contradicción: Augusto llevaba el sobrenombre de César, como el resto de emperadores, pero, sin embargo, no quería seguir sus proyectos. ¿Llegaron estos planes a Trajano? Sabemos que el emperador hispano, muy probablemente, nombró a Suetonio bibliotecario y le encomendó una reorganización de las muy mal atendidas bibliotecas públicas de Roma. A partir de ahí todo es posible.
La relación entre Adriano y Plotina es un asunto de amplia controversia donde se apuntan todo tipo de teorías. La mayoría de historiadores aceptan que hubo algún tipo de entendimiento entre ambos con relación a la política de sucesión en la familia imperial. Si este entendimiento fue incluso íntimo o no es algo más debatible, aunque el matrimonio entre Adriano y Vibia Sabina fue bastante desgraciado, por no decir tremendamente horrible. Y también nos consta por las fuentes clásicas que Adriano en ciertos momentos clave recurrió a los servicios de Publio Acilio Atiano, su antiguo tutor, aunque no sabemos desde cuándo y exactamente en qué forma, excepto en los sucesos que tuvieron lugar en el año final del gobierno de Trajano. Pero creo que aquí me estoy anticipando, pues todo lo relacionado con la campaña de Partia y los años finales del poder de Trajano es… otra historia.
Finalmente, me queda subrayar un punto que me parece importante: ¿tuvo Domicia Longina una hija? Lo único que se puede afirmar sobre este aspecto con rotundidad es que no lo podemos saber. Atendiendo a las fechas de los diferentes acontecimientos es perfectamente posible que Domicia Longina se hubiera quedado embarazada de Tito y que, aprovechando el destierro al que fue condenada por Domiciano, ocultara el nacimiento de esa criatura, fuera niña o niño. De lo que estoy bastante persuadido, y es difícil que alguien me convenza de lo contrario, es de que si Domicia Longina en efecto dio a luz a una criatura durante su destierro, debió de hacer todo cuanto estuviera en su mano por ocultar tal suceso a Domiciano, por miedo a que éste matara al niño o niña recién nacido. O lo hiciera sufrir como hizo con sus sobrinas. Y estoy muy convencido de que si realmente tuvo lugar un parto en semejantes circunstancias, Domicia Longina habría sido muy capaz de encontrar la fórmula para engañar a Domiciano y ocultarle a él y a la historia ese nacimiento. De hecho, no parece haber acuerdo entre los investigadores sobre si la esposa de Domiciano tuvo un hijo, dos hijos o quizá un hijo y una hija. Ante este vacío histórico, he disfrutado enormemente imaginando que tal cosa ocurrió en realidad, que quizá tuviera una hija y que Domicia Longina nos engañó a todos y se llevó con ella un pedazo de historia, enigmático y secreto, con el que sólo podemos… soñar.