La Educación de Drusilla Strange

Éste es uno de mis cuentos favoritos, por varias razones.

Los cuentos largos suelen «perderse» durante bastante tiempo; una vez aparecidos en una revista, los editores de libros suelen ser reacios a publicarlos basándose en la convicción que el lector subnormal no puede mantener fija la atención en algo que supera las cinco mil palabras, y que se sentirá engañado si no encuentra doce o catorce entradas en el índice. Éste es el principal motivo por el que Drusilla ha tenido tan poca difusión.

Mi sueño acerca de Drusilla es ver convertida su educación en una película de cine, y que eso desembocase en una serie de televisión con la educada Drusilla Strange. No por la gloría (que mis lectores me proporcionan de forma notable) o por el dinero (he descubierto que la frontera entre tener dinero y estar en honesta bancarrota es la que separa el tener dinero de que el dinero te tenga a ti), sino por proporcionar a una mujer un buen papel dramático. Excluyo imitaciones de hombres biónicos e imitaciones de oficiales de policía masculinos, y, por supuesto, las comedias de tartazos, las de eternos incordios, las tipo papá-es-un-palurdo y demás al uso. Drusilla es una supermujer, con superempatía, supercompasión, superlibido (si se quiere), pero también con superresponsabilidad, de modo tal que, si ella es consciente que vivirá cien años, lo es con una responsabilidad ética, y tendrá que mudarse continuamente. La Drusilla Strange educada actúa con una motivación básica: un profundo, convencido y apasionado amor a la Humanidad, y un deseo de resolver problemas humanos con sus poderes.

Oh, bueno…, esperemos que Hollywood se canse de la ciencia ficción que se escribió entre 1927 y 1935, y esté dispuesto a plantearse el espacio interior en vez del espacio exterior; quizá entonces las cosas le vayan bien a nuestra Drusilla.