Victoria permanecía sentada sobre la cama con la luz apagada y atenta al menor ruido. Oyó las voces alteradas de un borracho que decía: «Tenía que encontrarte.
Tuve una pelea ahí fuera con un individuo». Luego sonaron los timbres. Se oyeron otras voces y bastante confusión. Luego hubo un lapso de relativo silencio… en el que solamente se oía a lo lejos una canción árabe que algún huésped había puesto en el gramófono. Cuando le parecía que habían transcurrido varias horas, oyó abrir la puerta de su habitación y sentándose en la cama encendió la luz de su mesita de noche.
—Muy bien —dijo Dakin aprobadoramente.
Acercó una silla junto a la cama y se sentó, mirándola como un médico dispuesto a hacer un diagnóstico.
—Cuéntemelo todo —pidió Victoria.
—¿Qué le parecería si primero hablamos de usted? —dijo Dakin—. ¿Qué está haciendo aquí? ¿Por qué vino a Bagdad?
Debido a los sucesos de aquella noche, o a la personalidad de Dakin (Victoria comprendió más tarde que fue por esto último) por una vez no inventó ningún inspirado relato para explicar su presencia en Bagdad, sino que se lo contó lisa y llanamente. Su encuentro con Edward, su decisión de ir a Bagdad, el milagro de haber encontrado a la señora Hamilton Clipp y su situación económica.
—Comprendo, —dijo Dakin cuando hubo concluido. Guardó silencio unos momentos antes de continuar—: Tal vez me hubiera gustado apartarla de todo esto. No estoy seguro. Pero el caso es que ya no puede apartarse. Está metida en esto le guste o no le guste. Y ya que está metida, puede también trabajar para mí.
—¿Tiene usted algún empleo para mí? —Victoria enderezóse sobre la cama con las mejillas arreboladas.
—Tal vez. Pero no la clase de empleo que usted supone. Éste es un trabajo serio, Victoria, y peligroso.
—¡Oh, no me importa! —repuso Victoria alegremente, agregando—: No será nada deshonroso, ¿verdad? Porque a pesar de que digo muchas mentiras, no quisiera hacer nada que lo fuese.
Dakin sonrió.
—Aunque parezca extraño, su capacidad y rapidez para inventar mentiras convincentes es una de las cualidades que la hacen apta para este trabajo. No, no se trata de nada deshonroso. Al contrario, va a alistarse en favor de la ley y el orden. Voy a ponerla al corriente… sólo en líneas generales, para que pueda comprender qué es lo que va a hacer y cuáles son exactamente los riesgos.
Parece usted una joven sensible, y no creo que haya pensado mucho sobre la política mundial, lo cual me parece muy bien, porque como Hamlet sabiamente dijo: «Nada es bueno o malo, sino lo que nosotros pensamos de ello».
—Sé que todo el mundo dice que habrá otra guerra más tarde o más temprano —dijo Victoria.
—Exacto —repuso Dakin—. ¿Por qué dice eso todo el mundo, Victoria?
—Pues —frunció el ceño— a causa de Rusia… los comunistas… América —se detuvo.
—Ve usted. No son opiniones o palabras propias, sino cogidas al azar por los periódicos, las conversaciones y la radio. Hay dos diferentes puntos de vista que dominan distintas partes del mundo, eso es bastante cierto. Y están representados en la mente pública por «Rusia y los comunistas», «América». Ahora la única esperanza del futuro, Victoria se basa en la paz, la producción, actividades constructivas y no destructivas. Por lo tanto, todo depende de aquellos que rigen estos dos opuestos puntos de vista, bien sea conformándose cada cual con sus opiniones y respectivas esferas de actividad, o bien buscando una base de mutuo acuerdo, o al menos de tolerancia. En vez de esto, está ocurriendo todo lo contrario: se está introduciendo una cuña para obligar a ambos grupos a separarse más y más. Ciertas cosas condujeron a una o dos personas a creer que esta actividad proviene de un tercer partido o grupo que trabaja bajo mano y completamente ignorado por el mundo en general. Dondequiera que haya una oportunidad de llegar a un acuerdo o cualquier señal de separación o recelo, ocurren algunos incidentes que sumen a un bando en la mayor desconfianza, y al otro en un miedo histérico. Esas cosas no son accidentes, Victoria, sino que han sido calculadas deliberadamente para producir el efecto deseado. —¿Pero por qué razón lo cree y quién lo hace?
—Una de las razones que nos hace pensar así es el dinero. El dinero, Victoria, es siempre un buen indicio de lo que está sucediendo en el mundo. Como el médico que le toma el pulso para encontrar la pista que le conduzca a diagnosticar su estado de salud, así el dinero es la sangre vital que alimenta toda gran causa o movimiento. Sin él, no se puede seguir adelante. Ahora, aquí hay grandes sumas de dinero y aunque fueron inteligentemente camufladas, no está muy clara ni su procedencia ni tampoco a dónde van a parar. Varias grandes huelgas no oficiales, amenazan a los Gobiernos de Europa que dan signos de recobrarse preparadas y puestas en práctica por los comunistas, incansables trabajadores y propagandistas de una causa… pero los fondos no salen de fuentes comunistas, sino de muy distinta procedencia. Del mismo modo en América y en otros países, va creciendo una ola de terror al comunismo, casi de pánico frenético y aquí tampoco tiene el dinero el origen apropiado… no es dinero del capitalismo, aunque naturalmente pasa por sus manos. Y hay un tercer punto, enormes cantidades de dinero parece ser que desaparecen de la circulación. Para que lo entienda le pondré un ejemplo sencillo: usted gasta un sueldo semanalmente en cosas, pulseras, mesas, sillas, y esas cosas luego desaparecen o quedan fuera de la circulación. Por todo el mundo se ha alzado una gran demanda de diamantes y otras piedras preciosas. Pasan de unas manos a otras, más de una docena de veces, hasta que al fin desaparecen sin dejar rastro.
»Esto, claro está, es sólo un ligero boceto. El resultado final es que un tercer grupo, cuyas miras siguen siendo oscuras, fomenta las huelgas y los malentendidos, y se dedica a camuflar dinero y joyas para sus propios medios.
Tenemos razones para creer que en cada país existen agentes de este grupo, algunos establecidos desde hace muchos años, otros ocupados en cargos de gran responsabilidad o entre las clases modestas, pero todos trabajan por un fin desconocido. En resumen, es exactamente igual a las actividades de la Quinta Columna al principio de la pasada guerra, sólo que esta vez es en gran escala, por todo el mundo.
—¿Pero quiénes son esas personas? —quiso saber Victoria.
—Pensamos que no tienen una nacionalidad particular. Me temo que lo que quieren es ¡mejorar el mundo! El error que por la fuerza pueden imponer a muchos miles de la raza humana es uno de los errores más peligrosos de la existencia.
Aquellos que tienen que ajustarse a sus propios medios poco daño pueden hacer… pero el creer en superhombres que rijan el resto del mundo en decadencia… eso, Victoria, es la peor de todas las creencias. Porque cuando uno dice: «Yo no soy como los demás», ha perdido las dos cualidades más valiosas que debemos conservar: humildad y hermandad.
Carraspeó.
—Bien, no quiero echarle un sermón. Déjeme explicarle sólo lo que debe hacer.
Existen varios centros de estas actividades. Uno en la Argentina, otro en Canadá, uno o dos más en los Estados Unidos de América y me imagino, aunque nada nos han dicho, que otros en Rusia. Y ahora llegaremos a un fenómeno muy interesante.
»En los dos últimos años, veintiocho jóvenes científicos de gran porvenir y de distintas nacionalidades han desaparecido de sus patrias. Lo mismo ha ocurrido con ingenieros, aviadores, electricistas y expertos en otras profesiones. Estas desapariciones tienen esto en común: todos son hombres jóvenes, ambiciosos sin parientes cercanos. Además de lo que sabemos, debe haber muchos más, y estamos empezando a adivinar lo que están haciendo.
Victoria seguía escuchando con el entrecejo fruncido.
—Usted me dirá que es imposible en la actualidad ir a un país desconocido para el resto del mundo. No me refiero, naturalmente, a actividades clandestinas que pueden llevarse a cabo en cualquier parte, sino a las efectuadas en gran escala como se hace ahora. Todavía quedan algunos lugares ignorados en ciertas partes del mundo, lejos de las rutas comerciales, separadas por montañas y desiertos, pobladas por gentes que aún conservan el poder de mantener a raya a los extranjeros y que son conocidos y visitados por algún viajero solitario y excepcional. Lo que allí ocurre nunca trasciende al exterior, si no es en forma de rumor ridículo y absurdo.
»No especificaré el lugar. Puede estar en China… y nadie sabe lo que pasa en el interior de China, o en el Himalaya, pero allí los viajes, salvo para los expertos, son duros y largos. Maquinarias y personal de todas partes del globo llegan hasta él después de ser apartados de su destino aparente.
»Pero un hombre tuvo interés en seguir una pista cierta. Era un hombre extraordinario, un hombre que tenía amigos y contactos por todo Oriente. Había nacido en Kashgar y conocía unos veinte dialectos e idiomas. Entró en sospechas y siguió la pista. Lo que oyó era tan increíble que cuando regresó a la civilización no le creyeron. Confesó que había tenido las fiebres y le trataron como si fuera presa del delirio.
»Sólo dos personas creyeron su historia. Una fui yo mismo. Nunca tuve inconveniente en creer imposibles… a menudo suelen ser verdad. La otra… —vaciló.
—Siga —suplicó Victoria.
—La otra fue sir Rupert Crofton Lee, un gran viajero, un hombre que ha viajado a través de esas regiones remotas, y que sabe algo de sus posibilidades de verosimilitud.
»El resultado de todo ello fue que Carmichael, es decir, mi hombre, decidió ir en persona a averiguarlo. Fue una tarea ardua y desesperada, pero iba tan bien equipado como el mejor. De eso hace seis meses. No supimos nada de él hasta hace pocas semanas. Estaba vivo y había conseguido lo que buscaba: las pruebas definitivas.
»Pero el bando opuesto se echó sobre él. Para ellos era de importancia vital que no volviera con las pruebas. Y hemos obtenido amplia evidencia de cómo todo nuestro sistema está infiltrado de sus agentes: incluso mi propio departamento.
Y algunos, Dios nos ayude, ocupan un nivel muy elevado.
»Todas las fronteras han sido vigiladas para cogerle. Vidas inocentes fueron sacrificadas por error… no dan mucho valor a una vida humana. Pero de un modo u otro logró escabullirse… hasta esta noche.
—Entonces ese hombre… ¿era él?
—Sí, querida. Un joven muy valiente e indomable. —¿Pero y las pruebas? ¿Consiguieron cogerlas?
Una sonrisa apareció en el rostro cansado de Dakin.
—No lo creo. No, conociendo a Carmichael, estoy casi seguro de que no. Pero ha muerto sin poder decirnos dónde están esas pruebas y cómo conseguirlas. Creo que quiso decir algo que pudiera darnos la pista. —Y repitió despacio—: Lucifer…
Basrah… Lafarge. Estuvo en Basrah… quiso dar parte en el Consulado, pero le dispararon y escapó por milagro. Es posible que dejara allí las pruebas. Lo que yo quiero de usted, Victoria, es que vaya a Basrah e intente averiguarlo.
—¿Yo?
—Sí. Usted no tiene experiencia, no sabe lo que busca, pero oyó las últimas palabras de Carmichael y ellas pueden sugerirle algo cuando llegue allí. ¿Quién sabe si tendrá la suerte de los novatos?
—Me encantaría ir a Basrah —dijo Victoria con vehemencia.
—Le gusta porque ese joven está allí, ¿eh? Está bien. Buen camuflaje. Nada mejor que un auténtico episodio amoroso para despistar. Vaya a Basrah, abra bien los ojos y los oídos y observe a su alrededor. No puedo darle instrucciones… y de hecho prefiero no hacerlo. Es usted una jovencita pletórica de ingenuidad.
Ignoro lo que significan las palabras Lucifer y Lafarge, suponiendo que las entendiera bien. Me inclino a creer como usted que Lafarge debe ser un nombre.
Búsquelo.
—¿Y cómo iré a Basrah? —dijo Victoria en tono comercial—. ¿Y de dónde sacaré el dinero?
Dakin sacó su cartera y le tendió un fajo de billetes.
—Ahí tiene dinero, y en cuanto a cómo irá a Basrah, hable con esa vieja trucha, la señora Cardew Trench, mañana por la mañana. Dígale que está deseando conocer Basrah antes de marcharse a esas excavaciones donde pretende trabajar.
Pregúntele por algún hotel. Ella le dirá en seguida que debe hospedarse en el Consulado, para lo cual enviará un telegrama a la señora Clayton. Probablemente allí encontrará a su Edward. Los Clayton tienen la casa abierta… y todo el que pasa por allí se hospeda en ella. Además de esto, no puedo darle más que un consejo… Si… si sucediera algo desagradable, si le preguntaran qué es lo que hace, y quien le dijo que lo hiciera… no intente ser heroica. Confiese en seguida.
—Muchísimas gracias —repuso Victoria agradecida—. Soy muy cobarde, y si alguien me tortura me temo que no podría callarme.
—No se molestarán en martirizarla —dijo Dakin—, a menos que interviniera algún elemento sádico. Está muy pasado de moda. Un ligero pinchazo con una aguja y usted confiesa toda la verdad sin darse cuenta de lo que hace. Vivimos en una era científica; por eso no le doy muchas ideas de nuestro secreto. No puede decir lo que no sabe. A partir de esta noche me vigilan estrechamente… Y a Rupert Crofton Lee. —¿Y a Edward puedo decírselo?
—Esto lo dejo a su elección. Teóricamente, usted no debe decir ni una palabra a nadie de lo que está haciendo. ¡Prácticamente! —Alzó las cejas significativamente—. También lo pone en peligro. Ése es uno de los aspectos. Sin embargo, creo que tiene una buena hoja de servicios en las Fuerzas Aéreas. No creo que le preocupe el peligro, y cuatro ojos ven más que dos. ¿Así que él cree que hay algo raro en «El Ramo de Olivo», donde trabaja? Eso es interesante… muy interesante. —¿Por qué?
—Porque nosotros también lo pensamos, —repuso Dakin, agregando a continuación—:
Dos advertencias antes de marchar. Primera, si no le molesta que se lo diga, no cuente demasiadas mentiras. Es difícil poder recordarlas todas. Sé que es usted una especie de «virtuosa», pero simplifique, se lo aconsejo.
—Lo tendré en cuenta —dijo Victoria, con repentina humildad—. ¿Y la otra advertencia? No crea que me molestará si me la hace.
—Que esté atenta si alguien menciona a una joven llamada Anna Scheele. —¿Quién es?
—No sabemos gran cosa de ella, y nos gustará saber algo más.