En el quinto piso de un bloque de oficinas de la ciudad de Londres se hallan instaladas las de la Compañía de Gramófonos Valhalla. Un hombre sentado tras el escritorio del despacho leía un libro sobre economía política cuando sonó el timbre del teléfono. Descolgó el receptor, diciendo con voz tranquila e indiferente:
—Aquí la Compañía Valhalla de Gramófonos.
—Sanders al habla. —¿Sanders del Río? ¿Qué Río?
—Río Tigris. Informando sobre A. S. La hemos perdido.
Hubo unos instantes de silencio. Luego la voz indiferente volvió a hablar:
—¿He oído bien?
—Hemos perdido a Anna Scheele.
—No menciones nombres. Es un grave error por tu parte. ¿Cómo ha sido?
—Fue a esa clínica. Ya te dije antes. Su hermana. —¿Y bien?
—La operación salió bien. Esperamos que A. S. regresara al Savoy. Había conservado sus habitaciones, pero no volvió. Habíamos vigilado la clínica y estábamos seguros de que no había salido. Supusimos que seguía allí todavía. —¿Y ya no está?
—Acabamos de descubrirlo. Salió en una ambulancia al día siguiente de la operación. —¿Os dio esquinazo acaso?
—Eso parece. Yo juraría que ignoraba que la seguíamos. Tomamos toda clase de precauciones. Éramos tres y aun así…
—Déjate de excusas ahora. ¿Dónde la llevó la ambulancia?
—Al hospital del Colegio Universitario. —¿Qué os dijeron allí?
—Que había llegado un paciente en compañía de una enfermera del hospital, que bien pudiera ser Anna Scheele. No tienen idea de adonde fue después. —¿Y el paciente?
—No sabe nada. Está bajo los efectos de la morfina.
—Así que Anna Scheele salió del hospital del Colegio Universitario vestida de enfermera y puede estar en cualquier parte en estos momentos.
—Sí. Si vuelve al Savoy…
El otro le interrumpió:
—No volverá al Savoy.
—Buscaremos en los demás hoteles.
—Sí, pero dudo que consigáis algo. Eso es lo que ella espera que hagamos.
—Entonces, ¿cuáles son las instrucciones?
—Vigilad los puertos… Dover, Folkestone, etc., y los aeropuertos. Y en especial todos los billetes que hayan sacado para Bagdad en avión para los próximos quince días. Seguramente no lo habrá encargado a su nombre. Buscad a todas las pasajeras de una edad aproximada.
—Su equipaje continúa en el Savoy. Tal vez lo reclame.
—No hará nada de eso. Tú puedes ser tonto…, pero ella no lo es. ¿Sabe algo la hermana?
—Estamos en contacto con la enfermera que la cuida en su casa. Parece ser que cree que su hermana A. S. está en París por asuntos de negocios con Morganthal y que se hospeda en el Hotel Ritz. Cree que regresará a su casa el día veintitrés.
—En otras palabras: A. S. no le ha dicho nada. Busca bien entre los pasajeros en avión. Es la única esperanza. Tiene que ir a Bagdad y el avión es el único medio para llegar a tiempo, y… Sanders.
—Dime.
—No más fallos. Ésta es tu última oportunidad.