CAPÍTULO
15
La anticipación del paraíso arcaico
Volvamos al tipo de opciones posibles para alguien que desee seriamente enderezar en uno mismo el desequilibrio del ego, históricamente creado. Ello requiere una breve observación de las oportunidades de explorar las plantas alucinógenas que en el presente suministran las sociedades no-occidentales del mundo.
Las opciones del mundo real
Existe, por supuesto, el compuesto psilocibínico descubierto por Valentina y Gordon Wasson: el hongo mágico de México central, que con mucha seguridad desempeñó un gran papel en la religión de las civilizaciones mayas y toltecas. Este complejo incluye la más ampliamente distribuida Stropharia cubensis, que se cree originaria de Tailandia, pero que hoy se encuentra a lo largo de los calurosos trópicos.
Las zonas montañosas del México mazateco son hogar de dos especies de dondiego de día. Ipomoea purpura y Turbina (anteriormente Rivea) corymbosa. Las propiedades del cornezuelo, que interesaron a Albert Hofmann, le llevaron finalmente al descubrimiento del LSD, que al ser un constrictor del músculo liso y por lo tanto de ayuda en el parto, ya conocían desde hacía tiempo las comadronas de la sierra Mazateca. El añadido de la disolución de las fronteras percibidas y el influjo de información visionaria hizo de estos dondiego de día el sustituto preferido en la época en que los hongos que contenían psilocibina no estaban disponibles[177].
Con una única excepción, todas las plantas chamánicas visionarias —incluyendo el complejo del dondiego de día de México y el complejo psilocibínico— resultan ser alucinógenos indólicos. La única excepción es la mescalina, que es una suerte de anfetamina.
No debemos dejar de considerar los otros indoles, las triptaminas de corta acción y los betacarbolinos. Las triptaminas de corta acción pueden utilizarse solas o en combinación con los betacarbolinos. Los betacarbolinos, aunque por sí mismos alucinógenos, son más eficaces cuando se utilizan como inhibidores de la monoamina oxidasa para mejorar los efectos de las triptaminas de corta acción, y también hacen que las triptaminas sean activas ingeridas oralmente.
No he mencionado ninguna sustancia sintética, puesto que prefiero separar las plantas que producen visiones de la idea popular de droga. El problema global de la droga es un tema totalmente distinto y tiene que ver con los destinos de las naciones y sindicatos criminales que mueven megadólares. Eludo las drogas sintéticas y prefiero los alucinógenos orgánicos, puesto que creo que una larga historia de uso chamánico es el primer sello de aprobación que debemos buscar cuando seleccionamos una sustancia por sus posibles efectos en el crecimiento personal. Y si una planta se ha usado durante miles de años, uno puede tener la suficiente confianza en que no produce tumores o trastornos, ni trae consigo otros riesgos físicos inaceptables. Con el tiempo, el sistema de aciertos y errores ha dado como resultado la elección de las plantas más eficaces y menos tóxicas para uso chamánico.
Otros criterios son también convenientes cuando evaluamos una sustancia. Es importante utilizar sólo compuestos que no dañen al cerebro físico; no importe lo que éste tenga o no que ver con la mente, ciertamente tiene mucho que ver con el metabolismo de los alucinógenos. Los compuestos extraños al cerebro y, por lo tanto, que le resulten difíciles de metabolizar, deben descartarse.
Un modo de juzgar durante cuánto tiempo se ha sostenido una relación entre plantas y humanos es ver lo benigno que es el compuesto para el metabolismo humano. Si tras haber tomado la planta, tus ojos no están correctamente enfocados cuarenta y ocho horas después, o tus rodillas son como de goma tres días después, entonces no se trata de un compuesto benigno que haya evolucionado de un modo suave, como guante ajustado a la mano, junto con el consumidor humano.
El ejemplo de las triptaminas alucinógenas
Estos criterios explican por qué, según mi punto de vista, las triptaminas son de tanto interés, y por qué propongo el hongo de la psilocibina como principal alucinógeno implicado en el origen arcaico de la conciencia. Las triptaminas, incluyendo a la psilocibina, tienen un parecido sorprendente con la neuroquímica humana. El cerebro humano, y en realidad todos los sistemas nerviosos, contiene 5-hidroxtriptamina, conocida también como serotonina, que es el compuesto alucinógeno básico del chamanismo amazónico, y para el ser humano el más poderoso de los alucinógenos. Cuando se fuma, despeja el organismo en menos de quince minutos. La semejanza estructural entre estos dos compuestos puede indicar la gran antigüedad de la relación evolutiva entre el metabolismo del cerebro humano y estos compuestos específicos.
Una vez discutidas las opciones, sólo nos queda discutir las técnicas. Aldous Huxley llamaba a la experiencia psicodélica «una gracia gratuita». Por ello quería decir que por sí misma la experiencia psicodélica no es ni necesaria ni suficiente para la salvación personal. También puede ser esquiva. Pueden estar presentes todas las condiciones para el éxito y uno puede, sin embargo, fracasar a la hora de la conexión. Sin embargo, uno no puede fracasar a la hora de conectar si todas las condiciones para el éxito están presentes y uno lo prueba una y otra vez; quizás aquí haya una variable temporal.
La técnica correcta es obvia: uno se sienta, se calla y presta atención. Ésta es la esencia de una buena técnica. Estos viajes deben tomarse con el estomago vacío, en una oscuridad silenciosa, y en una situación de comodidad, familiaridad y seguridad. La «disposición» y el «escenario», los términos establecidos por Timothy Leary y Ralph Metzner en la década de los años sesenta, siguen siendo excelentes puntos de referencia[178]. La disposición hace referencia a las sensaciones interiorizadas, expectativas y esperanzas del que será psiconauta. El escenario se refiere a la situación externa en la que tiene lugar el viaje interior; el nivel de ruido, el nivel de luz y el nivel de familiaridad para el viajero. Ambos, la disposición y el escenario, deben optimizar la sensación de seguridad y confianza. Los estímulos externos deben limitarse al máximo, y los teléfonos y las máquinas ruidosas desconectarse. Se debe estudiar la oscuridad producida por los ojos cerrados con la esperanza de ver algo. La experiencia no es de simple alucinación eidética (como la que obtenemos presionando nuestros párpados cerrados), aunque empieza como tal. Una oscuridad confortable y silenciosa es el entorno preferido para que los chamanes se lancen a lo que el místico neoplatónico Plotino llamó «la lucha de los solos con el Solo».
Importantes dificultades lingüísticas y conceptuales están implicadas a la hora de tratar de comunicar a la gente de un modo preciso cómo es la experiencia. Muchos de los que lean mis palabras habrán tenido en algún momento de sus vidas algo que describirían como «una experiencia con droga». ¿Pero sabéis que vuestra experiencia es única y distinta de la de cualquier otro? Estas experiencias oscilan desde un ligero cosquilleo en los pies a verse envuelto en luchas titánicas en reinos extraños en los que la mente vacila y donde el lenguaje fracasa. Y uno siente la presencia de lo absoluto impronunciable, el Otro total. Caen los recuerdos hechos trizas y en partículas, como las nieves del año anterior. La opalescencia anticipa el neón y el lenguaje se da vida a sí mismo. La hipérbole se vuelve imposible. Y aquí estriba la importancia de hablar de estos temas.
¿Qué se siente?
¿Cuál fue el ambiente de este mundo edénico perdido? ¿Cuál es la sensación cuya ausencia nos ha dejado escorados en la historia? El efecto de un alucinógeno indólico se caracteriza en primer lugar por una activación somática, una sensación corporal. Los indoles no son somníferos, sino estimulantes del sistema nervioso central. La sensación familiar de «luchar o escapar» es a veces un rasgo de la primera ola de sensaciones somáticas asociadas con el alucinógeno. Uno debe disciplinar el cerebro posterior y simplemente soportar este desorden del cuerpo animal.
Un compuesto activo por vía oral, como la psilocibina, hace que sus efectos completos se experimenten al cabo de una hora y media; un compuesto fumado, como el DMT, se vuelve activo en menos de un minuto. Pero sea cual fuere la ruta que tome el indol alucinógeno, su despliegue total es realmente impresionante. Ideas extrañas, a veces jocosamente divertidas, introspecciones curiosas, algunas que tienen la profundidad propia de las de un dios, vislumbres de recuerdos y alucinaciones de formas libres: todo ello exige nuestra atención. En el estado de intoxicación alucinógena, la creatividad no es algo que uno exprese; es algo que uno observa.
La existencia de esta dimensión de significado conocido, que no parece tener conexión con el pasado personal o las aspiraciones de uno, parece decirnos que estamos o bien frente a Otro pensamiento, o frente a las profundas estructuras de la psique que de repente han salido a la luz. Quizá se trate de ambas cosas. La profundidad de este estado y su potencial para la retroalimentación positiva en el proceso de reorganizar la personalidad debió de convertir hace mucho tiempo a los psicodélicos en una indispensable herramienta para la psicoterapia. Después de todo, según todos los teóricos del proceso psíquico, los sueños tienen una importancia primordial, como la tienen la libre asociación y las regresiones hipnóticas; pero esto es sólo una cerradura para mirar al mundo oculto de la dinámica psíquica, comparado con el amplio panorama que proporcionan los psicodélicos.
Afrontar la respuesta
La situación que debemos abordar no es la propia de buscar la respuesta, sino de afrontarla. La respuesta ha sido hallada: lo que simplemente ocurre es que está en el lado equivocado de la valla de la tolerancia y la legalidad social. Nos vemos, por lo tanto, forzados a una extraña danza. Los que están profesionalmente implicados saben que los psicodélicos son el instrumento más poderoso que podamos imaginar para el estudio de la mente. Esta gente, a veces, trabaja en las universidades, y tratamos desesperadamente de ignorar el hecho de que la respuesta reside ya en nuestras manos. Nuestra situación no es distinta de la del siglo XVI, cuando se inventó el telescopio y rompió el paradigma establecido de los cielos. La década de los años sesenta demostró que todavía no éramos lo suficientemente sabios como para tomar en nuestras manos las herramientas psicodélicas sin una transformación intelectual y social. Esta transformación debe iniciarse ahora con cada uno de nosotros.
La naturaleza, en su riqueza morfogenética y evolutiva, nos ha ofrecido un modelo apremiante para que sigamos adelante en la tarea chamánica de resacralización y autotransformación que tenemos enfrente. La imagen de animal totémico para el modelo futuro de la humanidad es el pulpo. Ello se debe a que los cefalópodos, los pulpos y los calamares, aunque puedan parecer criaturas inferiores, han perfeccionado una forma de comunicación que es a la vez psicodélica y telepática; un modelo que nos puede inspirar las comunicaciones humanas del futuro.
Una consideración sobre el pulpo
Un pulpo no se comunica con pequeños ruidos vocales, aunque el agua sea un buen medio para la señalización acústica. Sin embargo, el pulpo se convierte en su propio propósito lingüístico. Los pulpos tienen un amplio repertorio de cambios de color y de apariencia de la piel que se desplazan a lo largo de su superficie. Este repertorio, en combinación con el blando cuerpo físico de la criatura, le permite ocultar o revelar sus propósitos lingüísticos simplemente plegando y desplegando con rapidez las cambiantes partes de su cuerpo. La mente y el cuerpo del pulpo son lo mismo y por tanto igualmente visibles; el pulpo porta su lenguaje como una suerte de segunda piel. El pulpo casi siempre está comunicándose. En realidad, él uso de nubes de «tinta» para esconderse puede indicar que es el único modo que tiene para poseer algo parecido a un pensamiento privado. La nube de tinta puede ser una suerte de fluido corrector para pulpos volubles que se han equivocado. Martin Moyniham ha escrito sobre las complejidades de la comunicación de los cefalópodos:
La comunicación y los sistemas asociados de… los cefalópodos son ampliamente visuales. Incluyen distribución de células de pigmentos, posturas y movimientos. Las posturas y los movimientos pueden ritualizarse o no. Los cambios de color, presumiblemente, siempre están ritualizados. Los distintos patrones pueden combinar de otras formas muy intrincadas. Pueden variar con mucha rapidez. Al ser visuales, deberían poder describirse y descifrarse con facilidad por parte de los observadores humanos. Existen, sin embargo, complicaciones…
Leídos o no, de modo correcto o no, los patrones de los cefalópodos, como los de cualquier otro animal, codifican información. Sean mensajes o no, voluntarios o no, parecen no sólo tener sintaxis, sino también una sencilla gramática[179].
Como el del pulpo, nuestro destino es convertirnos en lo que pensamos, hacer que nuestros pensamientos se conviertan en nuestros cuerpos. Ésta es la esencia del más perfecto logos entrevisto por el matemático helenista Filón de Judea; un logos, una morada interna de la Diosa, no para ser oído, sino para ser visto. Hans Jonas explica el concepto de Filón de Judea del siguiente modo:
Un más perfecto logos arquetípico, exento de la dualidad humana del signo y el objeto, y por lo tanto no atado por las formas del discurso, no requeriría la mediación del oído, sino que sería contemplado de inmediato por la mente como la verdad de las cosas. Dicho de otro modo la antítesis del oír y el ver expuesta por Filón se presenta como un todo en el reino del «ver»; o lo que es lo mismo, no es una antítesis real, sino una diferencia de grado relativa al ideal de presencia inmediata intuitiva del objeto. Es en una visión de dicho ideal que el «oír» aquí opuesto al «ver» se concibe como una forma provisional, y no como algo auténtico, básicamente distinto del ver. De acuerdo con el cambio del oír por el ver aquí imaginado, se trata de un mero progreso desde un conocimiento limitado a un conocimiento adecuado de lo mismo y en el seno del mismo proyecto de conocimiento[180].
El arte y la revolución
El revival arcaico es una llamada para recuperar nuestro patrimonio, por incómodo que nos parezca. Es una llamada a que nos demos cuenta de que la vida vivida en ausencia de la experiencia psicodélica sobre la que se basa el chamanismo fundamental es una vida trivializada, una vida negada, una vida esclavizada al ego y a sus temores de disolución en la misteriosa matriz del sentido que nos rodea. Es en el revival arcaico donde realmente se encuentra nuestra trascendencia del dilema histórico.
Hay algo más. Hoy en día es evidente que los nuevos desarrollos en muchas áreas —incluyendo la inteligencia artificial, el interfacing, la farmacología de la variedad sintética, el almacenamiento de datos, el imaging y las técnicas de reciclaje— están aliándose para dar una autoimagen de nuestra cultura o bien demoníaca o bien angélica. Los que están en el lado demoníaco de este proceso son totalmente conscientes de este potencial y tienen prisa en sus planes por dominar el nivel tecnológico más elevado. Es una posición desde la que esperan convertir a casi todos en consumidores convencidos en el seno de un fascismo gris a cuya imagen de fábrica nadie puede escapar.
La respuesta chamánica, la respuesta arcaica, la respuesta humana a esta situación debe ser localizar el pedal del arte y pisar a fondo. Ésta es una de las funciones principales del chamanismo, y es la función que se ve en gran medida sinergizada por los psicodélicos. Si bien los psicodélicos son exoferomonas que disuelven el ego dominante, son también enzimas que sinergizan la imaginación humana y enriquecen el lenguaje. Nos hacen conectar y volver a conectar con los contenidos de la mente colectiva de formas cada vez más inverosímiles, bellas y autosatisfactorias.
Si nos tomamos en serio el revival arcaico, necesitamos una nueva imagen paradigmática que nos pueda llevar rápidamente hacia adelante a través de la encrucijada histórica que estamos viviendo y que impide y se resiste a una dimensión más expansiva, más humana y más inquieta que está intentando nacer. Nuestro sentido de la obligación política, de la necesidad de reformar o salvar el alma colectiva de la humanidad, nuestro deseo por comunicar el fin de la historia con el comienzo de ésta, todo ello debe impulsarnos a dirigir nuestra mirada al chamanismo como modelo ejemplar. En la actual crisis global no podemos dejar de tomarnos en serio sus técnicas, incluso aquellas que pueden desafiar a los divinamente ordenados miembros de las fuerzas del orden.
La expansión de la conciencia
Hace años, antes de que Humphrey Osmond acuñara el término «psicodélico», era corriente una descripción fenomenológica de los psicodélicos; se les denominaba «drogas que expanden la conciencia». Considero que es una descripción muy acertada. Veamos nuestro dilema en el planeta. Si la expansión de la conciencia no cobra importancia en el futuro de la humanidad, ¿cuál será este futuro? Según mi opinión, la posición propsicodélica es más fundamentalmente aterradora para el sistema a causa de que, cuando se estudia total y lógicamente, es una posición antidroga y antiadicción. No nos equivoquemos al respecto; la salida son las drogas. ¿Cuán drogado has de estar? O dicho de otro modo: ¿cuán consciente debes ser? ¿Quién debe ser consciente? ¿Quién debe ser inconsciente?
Necesitamos una definición adecuada de lo que entendemos por «droga». Una droga es algo que produce un comportamiento involuntario, obsesivo y habitual. No examinamos el comportamiento obsesivo, simplemente lo llevamos a cabo. No permitimos que nada se interponga en nuestro camino hacia la gratificación. Es el tipo de vida que estamos propugnando en todos los niveles. Ver, consumir, y ver y consumir todavía más. La opción psicodélica está arrinconada y nunca se menciona; pero representa la única fuerza contraria a la tendencia a dejar a la gente en estados de conciencia dictados. No se trata de sus propios dictados, sino de los de Madison Avenue, los del Pentágono, los de las 500 empresas de la revista Fortune. Esto no es una metáfora; es lo que realmente está pasando.
Al observar Los Ángeles desde un avión, nunca dejo de pensar que es como ver un circuito impreso: todas estas autopistas curvadas y sin salida, con los mismos pequeños módulos instalados a lo largo de cada una de ellas. Siempre que se esté suscrito al Reader’s Digest y haya televisión, estos módulos son partes intercambiables de una gran máquina. Se trata de la realidad de pesadilla que Marshall McLuhan, Wyndham Lewis y otros vaticinaron: la creación del público como rebaño. El público no tiene historia ni futuro, el público vive en un limbo dorado creado por un sistema de crédito que lo ata de un modo ineluctable a una tela de araña de ilusiones que nunca se pone en cuestión. Ésta es la definitiva consecuencia de haber roto la relación simbiótica con la matriz gaiana del planeta. Es la consecuencia de la falta de fraternidad; es el legado del desequilibrio entre los sexos; es la fase terminal de un largó descenso a una confusión existencial tóxica y sin sentido.
El crédito por habernos dado herramientas para resistir a este horror pertenece a esos héroes desconocidos que son los botánicos y los químicos, gente como Richard Schultes, los Wasson y Albert Hofmann. Gracias a ellos, hemos tomado, en este siglo tan caótico, en nuestras frágiles manos los medios para hacer algo en relación con nuestra desesperación. La psicología, por contraste, ha sido complaciente y silenciosa. Los psicólogos se han conformado durante cincuenta años con creadores de teorías conductistas, mientras en su interior saben que están posiblemente haciendo un flaco favor a la dignidad humana, al ignorar el potencial de los psicodélicos.
La guerra de la droga
Si ha existido un momento para escuchar y tener en cuenta, y para tratar de clarificar el pensamiento sobre estos temas, este momento es ahora. Durante un tiempo se ha producido un gran ataque a los derechos humanos bajo el pretexto de la denominada guerra de la droga. De algún modo, el tema de la droga es incluso más amenazador para el público-rebaño de lo que lo fue el comunismo, e incluso más insidioso.
La calidad de la retórica que emana de la comunidad psicodélica debe mejorar de un modo radical. Si no lo hace, perderemos la reclamación de nuestro patrimonio, y toda oportunidad de explorar la dimensión psicodélica se verá cerrada. Irónicamente, esta tragedia puede convertirse en una simple nota a pie de página de la supresión de narcóticos adictivos y sintéticos. No insistiremos demasiadas veces en que el tema de los psicodélicos es un tema de derechos y libertades civiles. Es un tema relacionado con la más básica de las libertades humanas: la práctica religiosa y la intimidad de la mente del individuo.
Se decía que las mujeres no podían tener voto porque ello destruiría a la sociedad. Antes de esto, se decía que los reyes no podían dejar el poder absoluto pues el caos sería el resultado. Y ahora se nos dice que las drogas no pueden legalizarse puesto que la sociedad se desintegraría. ¡Se trata de un sinsentido pueril! Como hemos visto, la historia de la humanidad puede escribirse como una serie de relaciones con las plantas, relaciones hechas y deshechas. Hemos explorado un número de formas en las que las plantas, las drogas y la política se han entremezclado cruelmente: desde la influencia del azúcar en el mercantilismo hasta la influencia del café en el moderno oficinista, desde hacer engullir opio a la fuerza a la población de China, al uso de la heroína a cargo de la CIA en los guetos para sofocar a los disidentes insatisfechos.
La historia es la historia de estas relaciones con las plantas. La lección que debemos aprender puede formarse en la conciencia, integrarse en la política social y utilizarse para crear un mundo más amable y con más sentido, o puede negarse, del mismo modo en que se reprimió la discusión sobre la sexualidad hasta que Freud y otros la sacaron a la luz. La analogía es adecuada, puesto que la mejora de la capacidad para la experiencia cognitiva hecha posible por las plantas alucinógenas es una parte básica de nuestra humanidad, como lo es nuestra sexualidad. La cuestión de con cuánta rapidez nos transformaremos en una comunidad madura capaz de plantear estos temas está totalmente en nuestras manos.
El hiperespacio y la libertad humana
Lo que más temen aquellos que abogan por la inadecuada solución ludita de «simplemente di no» es un mundo en el que todos los valores tradicionales de la comunidad se disuelvan frente a una búsqueda sin fin de la autogratificación por parte de individuos y poblaciones interesados por la drogas. No debemos descartar esta posibilidad, también real. Pero hemos de rechazar la noción de que este futuro problemático, que podemos llegar a aceptar, puede eludirse mediante las cazas de brujas, la clausura de la investigación, y la difusión histérica de mentiras y desinformación.
Las drogas han sido una parte de la galaxia de los intereses culturales desde el alba de los tiempos. Sólo fue con el advenimiento de tecnologías capaces de refinar y concentrar los principios activos de las plantas y sus preparaciones cuando las drogas se separaron de su trasfondo general de intereses culturales y se convirtieron por el contrario en un azote.
En cierto sentido, lo que tenemos no es un problema de drogas, sino un problema con el manejo de nuestras tecnologías. ¿Es nuestro futuro incluir la aparición de nuevas drogas sintéticas, cien o mil veces más adictivas que la heroína o el crack? La respuesta es totalmente sí, si no examinamos y llevamos a la conciencia la necesidad humana básica para la dependencia química y encontramos y sancionamos posibilidades para la expresión de esta necesidad. Estamos empezando a descubrir que los seres humanos son criaturas de hábitos químicos, con el mismo descreimiento horrorizado con que los victorianos descubrieron que los seres humanos eran criaturas de obsesiones y fantasías sexuales. Este proceso de afrontarnos como especie es una condición necesaria para la creación de un orden social y natural más humano. Es importante recordar que la aventura de afrontar quiénes somos no empezó ni acabó con Freud y Jung. El argumento que ha tratado de desarrollar este libro es el de que el próximo paso en la aventura del autoconocimiento sólo puede empezar cuando tomemos nota de nuestra legítima e innata necesidad por un entorno rico en estados mentales inducidos por medio de un acto de voluntad. Creo que podemos iniciar el proceso revisando nuestros orígenes. En realidad, me he tomado muchas molestias en demostrar que en el medio arcaico en el que surgió por primera vez la autorreflexión encontramos pistas sobre las raíces de nuestra propia problemática historia.
Lo nuevo
Los indoles alucinógenos, todavía sin estudiar y prohibidos por la ley, se han presentado aquí como agentes del cambio evolutivo. Son agentes bioquímicos cuyo impacto definitivo no se da en la experiencia directa de los individuos, sino en la constitución genética de las especies. Los primeros capítulos han llamado la atención sobre el hecho de que el aumento de la agudeza visual, el aumento en el éxito reproductivo y el aumento de la estimulación de las funciones protolingüísticas del cerebro son consecuencias lógicas de la inclusión de la psilocibina en las primeras dietas humanas. Si la idea de que la conciencia humana emergió de una sinergia del neurodesarrollo mediada por los indoles pudiera demostrarse, entonces nuestra imagen de nosotros mismos, nuestra relación con la naturaleza, y el presente dilema sobre el uso de las drogas en nuestra sociedad, cambiarían.
No habrá solución para el «problema de las drogas», o para el problema de la destrucción ambiental, o para el problema del almacenamiento de las armas nucleares, hasta que, y si, nuestra autoimagen como especie se vuelva a conectar con la tierra. Ello empieza por un análisis de la única convergencia de condiciones que debió de ser necesaria en un primer momento a la organización animal para dar el salto a la autorreflexión consciente. Una vez se comprende lo básico de la simbiosis planta-humano mediada por los alucinógenos en el escenario de nuestros orígenes, estamos en situación de poder apreciar nuestro actual estado neurótico. Asimilar las lecciones contenidas en estos acontecimientos antiguos y formativos puede preparar el terreno para soluciones no sólo de cara a las necesidades de la sociedad con respecto a manejar el uso y abuso de las sustancias sino también para nuestra profunda y creciente necesidad de una dimensión espiritual en nuestras vidas.
La experiencia DMT
Al principio de este capítulo, el DMT se ha mostrado como algo de particular interés. ¿Qué podemos decir del DMT como experiencia y en relación con nuestro vacío espiritual? ¿Nos da respuestas? ¿Las triptaminas de corta acción nos ofrecen una analogía con el éxtasis de la sociedad fraternal, antes de que el Edén se convirtiera en un recuerdo? Y si lo hacen, ¿qué podemos decir al respecto?
Lo que me ha impresionado una y otra vez en mis muchos atisbos del mundo de los indoles alucinógenos, y lo que parece haber escapado normalmente a los comentarios habituales, es la transformación de la narrativa y del lenguaje. La experiencia que sumerge al ser por completo cuando uno se desliza por debajo del éxtasis del DMT se experimenta como la penetración de una membrana. La mente y el sí mismo literalmente se despliegan ante los ojos de uno. Se produce la sensación de que uno es otro, pero sin cambiar, como si uno estuviera hecho de oro y hubiera vuelto al crisol de su nacimiento. La respiración es normal, los latidos firmes, la mente clara y atenta. Pero, ¿qué pasa con el mundo? ¿Qué ocurre con los datos sensoriales?
Bajo la influencia del DMT, el mundo se convierte en un laberinto árabe, un palacio, una joya marciana más allá de lo posible, con amplios motivos que llenan la mente de un asombro mudo y complejo. El color y la sensación de un cercano secreto abierto de la realidad impregna la experiencia. Se produce la sensación de otras épocas y de la propia infancia, así como de lo eternamente maravilloso. Se trata de una audiencia con el nuncio de lo extraño. En el corazón de esta experiencia, aparentemente al final de la historia de la humanidad, custodiando las puertas que parecen seguramente abrirse en el remolino del mudo vacío que hay entre las estrellas, está el Eón.
El Eón, como vaticinó Heráclito, es un niño que juega con pelotas de colores. Aquí aparecen muchos seres pequeños: los tykes, los duendes-máquina autotransformadores del hiperespacio. ¿Son ellos los niños destinados a convertirse en el padre del hombre? Uno tiene la sensación de penetrar en una ecología de las almas que está tras los portales de lo que ingenuamente llamamos muerte. No lo sé. ¿Son las encarnaciones sinestésicas de nosotros mismos como Otro, o del Otro como nosotros mismos? ¿Son los duendes perdidos desde el tiempo en que se apagó la mágica luz de la infancia? Apenas podemos decir nada, es una epifanía que está más allá de nuestra imaginación más desbocada. Aquí está el reino de aquello que es más extraño de lo que podamos suponer. Aquí está el misterio, vivo, sin fragmentar, tan nuevo para nosotros como cuando nuestros ancestros vivieron, hace quince mil veranos. Las entidades de la triptamina nos ofrecen el regalo de un nuevo lenguaje; cantan con voces de nácar que llueven como pétalos coloreados y fluyen en el aire como metal fundido para convertirse en juguetes y regalos como los que los dioses harían a sus hijos. La sensación de comunicación emocional es aterradora e intensa. Los misterios revelados son reales, y si se explicaran totalmente no dejarían piedra sobre piedra del pequeño mundo en el que tanto hemos sufrido.
No se trata del mundo mercurial de los ovnis, que debe invocarse desde colinas solitarias; no es el canto de sirenas de la perdida Atlántida, gimiendo a través de los pasillos de los tribunales de la América enloquecida por el crack. El DMT no es una de nuestras ilusiones irracionales. Creo que lo que experimentamos en presencia del DMT son noticias reales. Se trata de una dimensión cercana; aterradora, transformadora y más allá del poder de nuestra imaginación, y que aún está, de un modo general, por explorar. Hemos de enviar a valientes expertos, fuere lo que sea lo que esto signifique, para explorar y dar cuenta de lo que encuentren.
El DMT, como hemos dicho antes, forma parte del neurometabolismo ordinario humano y es el más poderoso de los alucinógenos indólicos naturales. La extraordinaria facilidad con que el DMT destruye completamente todas las fronteras y le transporta a uno hasta Otra dimensión, apremiante e imposible de anticipar, es uno de los milagros de la vida misma. Y este primer milagro se ve seguido por un segundo: la total facilidad y simplicidad con que los sistemas de enzimas del cerebro humano reconocen las moléculas de DMT en las sinapsis. Tras solo unos pocos cientos de segundos, estos enzimas han desactivado completamente al DMT y lo han reducido a subproductos del metabolismo ordinario. El hecho de que, con el más poderoso de los alucinógenos indólicos, los niveles ordinarios de aminas del cerebro se restablezcan con tanta rapidez nos dice que debió de existir una larga asociación coevolutiva entre los seres humanos y las triptaminas alucinógenas.
Aunque ni la psilocibina ni la psilocina, los indoles alucinógenos activos en el hongo asociado al ganado Stropharia cubensis, según se cree, se metabolizan directamente en DMT antes de ser activas en el cerebro, sin embargo su ruta es la más cercana de las relacionadas con el camino neuronal de la actividad del DMT. En realidad pueden ser activas en las mismas sinapsis, aunque el DMT, sin embargo, sea más reactivo. El origen de esta diferencia es probablemente farmacológico; o lo que es lo mismo, el DMT puede cruzar la barrera sanguínea de un modo más hábil, por lo que una mayor cantidad alcanzará la diana de actividad en un período de tiempo más corto. La afinidad de ambos compuestos para ligarse con su diana es aproximadamente la misma.
Como se ha mencionado antes, la investigación sobre el DMT, en particular en seres humanos, ha sido muy inadecuada. Cuando se ha estudiado el DMT, se ha administrado por medio de inyección. Éste es el procedimiento preferido con las drogas experimentales, puesto que de este modo las dosis se conocen con mucha precisión. Sin embargo, en el caso del DMT este enfoque enmascara la existencia del extraordinario «tiempo que da vueltas», propio de la experiencia que produce fumarlo. La experiencia del DMT mediante inyección intramuscular dura aproximadamente una hora; la cumbre de la experiencia que se logra fumando se produce aproximadamente en un minuto. En la cuenca del Amazonas algunos indígenas tribales tienen la tradición de utilizar plantas que contienen DMT. Utilizan la savia de los árboles de Virola, parientes del nutmeg, o las semillas terrestres tostadas de Anadenanthera peregrina, una gran leguminosa. El método por lo general aceptado para activar el indol es esnifar el polvo del material de la planta. El acto de esnifar no se deja a la discreción del consumidor, sino que éste tiene un amigo que sopla un tubo vacío, lleno del fino polvo, primero en uno de los orificios de la nariz y luego en el otro (véase la figura 27). Un procedimiento tan tormentoso no deja dudas de que los chamanes del Amazonas han aprendido lo que no han aprendido los modernos investigadores: la vía más eficaz de administración es por absorción mediante la mucosa nasal.
El hiperespacio y la ley
Tal vez se objetará: «¿Pero el DMT no es ilegal?».
Sí, el DMT está actualmente en la lista I en los Estados Unidos. La lista I es una clasificación para drogas que no tienen aplicación médica alguna. Ni siquiera la cocaína alcanza una clasificación de lista I. La psilocibina y el DMT pasaron a la lista I sin evidencia científica alguna presentada contra su consumo. En la atmósfera de paranoia de los pasados años sesenta, el mero hecho de que estos compuestos produjeran alucinaciones fue suficiente razón para que se situaran en una categoría tan restrictiva que incluso desalienta cualquier posible investigación médica.
Enfrentados a esta histérica ignorancia haremos bien en recordar que, en un tiempo, la disección de cadáveres estuvo prohibida por la Iglesia y denunciada como brujería. La anatomía moderna fue creada por estudiantes de medicina que acudían a los campos de batalla o que robaban cadáveres de las horcas. Para avanzar en su conocimiento del cuerpo humano, se arriesgaban a ser detenidos y encarcelados. ¿Debe ser uno menos valiente a la hora de impulsar las fronteras de lo conocido y lo posible?
La mentalidad dominante siempre se ha resistido al cambio, sobre todo si experimenta la posibilidad de un tipo de cambio que la dejaría desprovista de sus poderes de una vez por todas. En el fenómeno de los alucinógenos indólicos este temor ha dado una fruta generosa: nada menos que la fruta del Árbol del Conocimiento. Comerla es volverse como un dios, y ello significa con seguridad el eclipse del estilo de los dominadores. Ésta debe ser la esperanza de cualquier revival arcaico.
Encuentros con una notable supermente
La decadencia del racionalismo occidental ha llegado muy lejos, como cualquiera que lea un libro popular actual sobre cosmología o física cuántica puede comprobar. Sin embargo, quiero echar un poco más de leña al fuego añadiendo el concepto de alguna clase de nexo interdimensional que se ha conseguido de un modo más fiable y directo a través del uso de los alucinógenos indólicos, con una larga historia de consumo y coevolución humana. Estos compuestos, aparentemente, funcionan como reguladores del cambio cultural y pueden ser medios para conseguir el acceso a la intencionalidad de un gran número de sistemas autorregulados. Quizá se trate de la supermente de las especies o de una suerte de «mente del planeta» o tal vez hemos sido demasiado orgullosos en nuestra búsqueda de inteligencia no-humana, y hay otras especies inteligentes, pero radicalmente distintas, que comparten con nosotros la Tierra.
Lanzo estas ideas con intención especulativa. No tengo una intuición personal acerca de lo que está sucediendo. Lo que creo es que tengo el suficiente conocimiento sobre las costumbres, expectativas, reglas de evidencia y «sentido común» de los seres humanos, como para ser capaz de explicar que lo que sucede en el seno de la intoxicación con DMT es mucho más peculiar que todo lo que pueda cubrir el término «intoxicación». Al estar intoxicada por el DMT, la mente se halla en un extraño mundo, convincentemente real y aparentemente paralelo. Ninguna palabra sobre nuestros pensamientos, nuestras esperanzas y temores; más bien un mundo sobre los tykes: sus sueños, sus alegrías y su poesía. ¿Por qué? No tengo la menor idea. Son hechos.
Entre las principales escuelas de pensamiento del siglo XX, sólo la psicología junguiana ha tratado de afrontar algunos de los fenómenos centrales al chamanismo. La alquimia que Jung estudió con mucho detenimiento, era la heredera de una larga tradición de técnicas mágicas y chamanísticas, aparte de los procedimientos químicos más prácticos, como la metalurgia y el embalsamamiento. La literatura de la alquimia nos muestra que los revueltos contenidos de la vasija alquímica fueron un suelo fértil para la proyección de los contenidos de la ingenua mente precientífica. Jung insistió en que las alegorías y símbolos alquímicos eran productos del inconsciente y podían analizarse del mismo modo que los sueños. Según el punto de vista de Jung, encontrar los mismos motivos en las especulaciones fantásticas de los alquimistas y en los sueños de sus pacientes era una firme prueba para su teoría del inconsciente colectivo y sus genéricos arquetipos universales.
En el curso de sus estudios alquímicos, Jung descubrió los cabiri, los niños alquímicos, semejantes a los de los cuentos, cuya aparición, o presencia intuida, es una parte de las últimas fases del opus alquímico[181]. Estos niños alquímicos son similares a los pequeños espíritus aliados que el chamán llama en su ayuda. Jung los vio como partes autónomas de la psique que temporalmente habían escapado al control del ego. Desgraciadamente, la explicación de que estos alquímicos genii eran «partes autónomas de la psique» no es ninguna explicación. Es como si tuviéramos que describir un duende como una pequeña persona no-física de incierta procedencia. Estas explicaciones sólo rehuyen la necesidad de afrontar la profunda naturaleza de la experiencia misma.
La ciencia no ha sido de ayuda en el asunto de los evasivos contactos humanos con otras inteligencias. Prefiere dirigir su atención a otro lugar, con el comentario de que las experiencias subjetivas, por peculiares que sean, no son de su dominio. Qué lástima, puesto que la experiencia subjetiva es todo lo que tenemos. De cualquier modo, la muy subjetiva naturaleza del supuesto universo objetivo se ha visto ahora asegurada por la más objetiva de las ciencias, la física. La nueva física sitúa al observador subjetivo intrincadamente mezclado con los fenómenos observados. Irónicamente, se trata de un retorno al punto de vista chamánico. El auténtico legado intelectual de la física cuántica puede ser la nueva respetabilidad y primacía que da a la subjetividad. Volver a centrarnos en nuestra subjetividad significa un nuevo y grandioso enriquecimiento del lenguaje, puesto que el lenguaje es la materia de la que está hecho el mundo subjetivo.
Mediante los psicodélicos estamos aprendiendo que Dios no es una idea, Dios es un continente perdido en la mente humana. Este continente ha sido redescubierto en una época de gran peligro para nosotros y nuestro mundo. ¿Se trata de una coincidencia, sincronicidad, o una cruel y absurda yuxtaposición de derrota y esperanza? Hace años enfoqué el trabajo de mi vida con vistas a entender el misterio y el corazón de la experiencia producida por alucinógenos triptamínicos. No se trata, definitivamente, de un misterio que la ciencia pueda desentrañar. Por supuesto, soy consciente de que la obsesión de uno se amplía hasta llenar el espacio. Pero en los acontecimientos climáticos que rodearon la emergencia del pastoreo y el lenguaje en los seres humanos, encontré él antiguo eco de las cosas que personalmente he sentido y de las que he sido testigo.
Ahora, la respuesta buscada y hallada debe afrontarse. Brillando frente a nosotros existe una dimensión tan grande que sus perfiles difícilmente pueden enfocarse bajo el marco de referencia humana. Nuestra existencia animal, nuestra existencia planetaria, está acabando. En tiempo geológico este final está hoy muy cerca. Una gran mortandad, una gran extinción de muchas especies, se ha ido sucediendo desde por lo menos el punto álgido de la sociedad fraternal en el África prehistórica. Nuestro futuro mora en la mente; la única esperanza de salvación para nuestro cansado planeta es que nos encontremos en la mente y hagamos de ella un amigo que pueda reunirnos con la tierra, mientras que simultáneamente nos lleve a las estrellas. Un cambio más radical en magnitud que nada de lo que ha sucedido anteriormente aparece frente a nosotros. Los chamanes han mantenido la gnosis de la accesibilidad de lo Otro durante milenios; ahora es conocimiento global. Las consecuencias de esta situación sólo empiezan a desplegarse.
Naturalmente, no espero que mis palabras se tomen como un valor nominal. Sin embargo, estas conclusiones están basadas en una experiencia que todos pueden tener si se toman el tiempo de investigar el DMT. La experiencia en sí misma dura menos de quince minutos. No espero críticas de gente que no se haya tomado la molestia de llevar a cabo este simple y definitivo experimento. Después de todo, ¿con qué seriedad pueden abordar el problema los críticos si son incapaces de invertir unos pocos minutos de su tiempo para experimentar el fenómeno personalmente?
La experiencia psicodélica profunda no sólo abre la posibilidad a un mundo de gente sensata viviendo en equilibrio con la tierra y los unos con los otros. También promete grandes aventuras, comprometerse con algo completamente inesperado: un cercano y extraño universo que vibra con vida y belleza. No preguntes dónde; en el momento presente sólo podemos decir: ni aquí, ni allá. Todavía hemos de admitir nuestra ignorancia en relación con la naturaleza de la mente y en lo que respecta a cómo nace exactamente el mundo y lo que es. Durante muchos milenios nuestro sueño ha sido entender estos asuntos, y hemos sido derrotados. Derrotados mientras no recordemos la otra posibilidad: la posibilidad de lo totalmente Otro.
Algunas almas desencaminadas examinan los cielos en busca de platillos volantes amistosos que puedan intervenir en la historia profana y llevarnos al paraíso; otros rezan por la redención a los pies de distintos rishis, roshis, geysheys y gurus. Los buscadores se verían mejor aconsejados si se les dijera que observaran el trabajo de los botánicos, antropólogos y químicos que han localizado, identificado y caracterizado los alucinógenos chamánicos. A través de ellos, hemos puesto en nuestras manos una herramienta para la redención de la empresa humana. Se trata de una gran herramienta, pero es una herramienta que debe utilizarse. Nuestras adicciones, a través de las épocas, desde el azúcar a la cocaína y la televisión, han sido una búsqueda sin descanso de nuestro pequeño fragmento del paraíso. Hemos encontrado la respuesta. Ya no se trata de algo que hay que buscar. Ha sido hallado.
La recuperación de nuestros orígenes
Utilizar plantas como las descritas puede ayudarnos a entender el precioso don de la fraternidad con las plantas que se perdió en el alba del tiempo. Mucha gente desea introducirse en los hechos que atañen a su verdadera identidad. Esta identidad básica es la que invocan explícitamente las plantas alucinógenas. No conocer nuestra verdadera identidad es ser un loco, algo sin alma; un golem. Y, en realidad, esta imagen exasperadamente orwelliana se aplica a la masa de seres humanos que hoy viven en las democracias industriales de alta tecnología. Su autenticidad reside en su habilidad para obedecer y seguir cambios de estilo masivos que son conducidos desde los medios de comunicación. Inmersos en la comida-basura, los medios de comunicación-basura y la política criptofascista, están condenados a tóxicas vidas de baja conciencia. Sedados por el «chute» diario habitual prescrito de la televisión, son muertos vivientes, perdidos para todo menos para el acto de consumir.
Considero que la incapacidad de nuestra civilización para llegar a un acuerdo en el tema de las drogas y el comportamiento habitual destructivo es un legado de infelicidad para todos nosotros. Pero si reconstruimos de un modo suficiente nuestra imagen del sí mismo y del mundo, podemos extraer de la psicofarmacología la materia de nuestras grandes esperanzas y sueños. Por el contrario, la farmacología se ha convertido en el criado demoníaco de un descenso inconsciente a la reglamentación y erosión de las libertades civiles.
La mayoría de la gente es adicta a alguna sustancia, y lo que es más importante, todas las personas son adictas a pautas de comportamiento. Tratar de distinguir entre hábitos y adicciones daña a la indisoluble convergencia de las energías físicas y mentales que conforman el comportamiento de cada uno de nosotros. La gente que no está envuelta en una relación con la estimulación comida/droga es escasa, y por su preferencia por el dogma y sus horizontes deliberadamente autolimitados debe considerarse como fracasada a la hora de crear una alternativa viable al hecho de estar implicada con sustancias.
He intentado aquí examinar nuestra historia biológica y nuestra historia cultural más reciente con un ojo puesto en algo que puede haberse pasado por alto. Mi tema ha sido el de las relaciones de los seres humanos con las plantas, hechas y deshechas a lo largo de milenios. Estas relaciones han conformado cada aspecto de nuestras identidades como seres autorreflexivos: nuestros lenguajes, nuestros valores culturales, nuestro comportamiento sexual, lo que recordamos y lo que olvidamos sobre nuestro pasado. Las plantas son el eslabón perdido en la búsqueda del entendimiento de la mente humana y su lugar en la naturaleza.
La contribución fundamentalista
En los Estados Unidos el celo del gobierno federal para que parezca que está deseando erradicar las drogas está directamente vinculado al grado en que el gobierno se está viendo influido por los valores del fundamentalismo cristiano. En Estados Unidos se mantiene la ilusión de una separación constitucional entre la Iglesia y el Estado. Pero, de hecho, el gobierno federal, cuando actuó para prohibir el alcohol durante la Prohibición, cuando interfirió con los derechos de la libertad de reproducción, o con el uso del peyote en los rituales religiosos, y cuando intenta de un modo irrazonable regular los alimentos y las sustancias, está actuando como el brazo armado de los valores del ala derecha del fundamentalismo.
En realidad, el derecho a determinar nuestras propias preferencias por la comida y las drogas debe verse como la consecuencia natural de la dignidad humana, siempre que se haga de un modo que no limite los derechos de los demás. La firma de la Carta Magna, la abolición de la esclavitud, el derecho al voto de las mujeres, todos ellos son ejemplos en los que la cambiante definición de lo que constituye la justicia barre las estructuras sociales fosilizadas que han venido a asociarse cada vez más con una lectura «fundamentalista» de sus propios principios. La guerra de las drogas es mantenida de un modo esquizofrénico por gobiernos que deploran el tráfico de drogas y a su vez son los principales garantes y patrones de los cárteles internacionales de la droga. Un enfoque de esta naturaleza está destinado al fracaso.
La guerra de las drogas no se hizo nunca para ser ganada. Por el contrario, debe prolongarse lo más posible con el fin de permitir a las varias agencias de inteligencia conseguir los últimos cientos de millones de dólares en beneficios ilícitos del pastel global de la droga: entonces se declarará la derrota. «Derrota» quiere decir, como ocurrió en el caso de la guerra del Vietnam, que los medios de comunicación presentarán de un modo adecuado las auténticas dimensiones de la situación y sus participantes reales, y la reacción pública frente a la culpabilidad, estupidez y la corrupción del papel del sistema forzará una revisión política. Manipulando cínicamente a las naciones y a las personas mediante narcóticos y estimulantes, los gobiernos modernos se han asociado ellos mismos con un desastre ético comparable al renacimiento, en el siglo XVIII, del tráfico de esclavos, o a los recientemente repudiados excesos del marxismo-leninismo.
El tema de la legalización
La conclusión parece obvia: únicamente la legalización puede sentar las bases para una política sensata sobre las drogas. En realidad, a esta opinión han llegado los comentaristas del problema más desinteresados, aunque las consecuencias políticas de abogar por la legalización han hecho que ésta se considere de un modo paulatino. Recientemente, el ponderado libro de Arnold Trebach The Great Drug War, ha establecido persuasivos argumentos en favor de una revolución en la política de las drogas:
Otro modelo que nos puede ayudar a la hora de enfocar el tema del abuso de las drogas puede encontrarse en el modo en que América históricamente ha afrontado los credos religiosos conflictivos; prácticamente todos se aceptan como opciones morales decentes que pueden ser adecuadas para la gente que cree en ellas. El tema de las drogas debe enfocarse con un espíritu semejante: más como una religión que como una ciencia. Mi esperanza es que la ley y la medicina reconozcan la personal y acientífica naturaleza del ámbito del uso de drogas ampliando de algún modo la Primera Enmienda que garantiza la libertad para seleccionar una doctrina sobre el abuso personal de las drogas, pero limitada de algún modo por los principios esclarecedores de la medicina[182].
Lo que Trebach no discute, en realidad ni menciona, es el papel que tendrán los alucinógenos en la escena de la postsupresión. En realidad, los psicodélicos parecen desdeñables si la única medida del impacto social de la droga son las ventas callejeras, estimadas en millones de dólares, que se producen. Únicamente el LSD, entre los psicodélicos, sigue ocasionalmente apareciendo como problema a gran escala. Sin embargo, las estimaciones de las cantidades de psicodélicos producidos y utilizados en los Estados Unidos han sido politizadas y por ello no son de fiar y carecen de sentido.
Pero otra medida de la importancia social de una sustancia nos dice que nos mostramos remisos a no discutir el impacto social del uso de los psicodélicos cuando nos ponemos a examinar la legalización de las drogas. Una pista sobre esta otra medida es el interés que la CIA y la inteligencia militar mostraron por los psicodélicos durante la década de los años sesenta mediante proyectos como el MK (para el control mental) y el MK-ULTRA. La creencia ampliamente extendida de que la conclusión de estos estudios fue la de que la televisión era la droga preferida para la hipnosis de las masas, aunque razonable no debe tomarse por moneda de curso legal. Considero que una vez se legalicen las drogas, se comprobará que no tiene base el miedo de que se produciría una gran epidemia de adicción a la cocaína o a la heroína. También creo que aumentará la curiosidad por el consumo de los psicodélicos, y que esta posibilidad es de gran interés para el sistema. Esta nueva curiosidad por los psicodélicos debe anticiparse y abastecerse. Si el consumo de psicodélicos hace más fácil recuperar las actitudes sociales y los supuestos de las culturas fraternales originales, entonces realmente las instituciones educativas deberían desear alentar esta conciencia.
Parece estar creándose un nuevo consenso global. Lo que antes estaba oculto y era inconsciente se torna ahora consciente y al mismo tiempo estructurado. El paso del colapso de la alternativa marxista a un consumismo democrático empachado de medios de comunicación y alta tecnología ha sido rápido y completo. Por primera vez en la historia planetaria, existe un consenso definido, aunque débilmente definido, por los «valores democráticos». Esta tendencia se encontrará con una resistencia real desde varias formas de fundamentalismo religioso-monoteísta en la década de los años noventa. Se trata de un fenómeno de expansión de la conciencia conducido por la explosión de la información. La democracia consiste en una articulación de la idea arcaica del grupo nómada igualitario. En su expresión más pura es meticulosamente psicodélica y su triunfo parece definitivamente seguro.
El «problema de la droga» va en contra de la tendencia hacia una expansión global de la conciencia mediante la difusión de los valores democráticos. No hay duda de que una sociedad que controla el consumo de drogas de sus ciudadanos se desliza por la resbaladiza vía del totalitarismo. Ninguna medida de poder policíaco, vigilancia o injerencia en la vida de las gentes puede esperarse que afecte al «problema de la droga». Por lo tanto, no hay límite a la cantidad de represión que las atemorizadas instituciones y sus poblaciones sometidas al lavado de cerebro puedan demandar.
Una modesta proposición
Una política de la droga respetuosa con los valores democráticos debe tener como objetivo educar a la gente para que haga elecciones informadas basadas en sus propias necesidades e ideales. Una prescripción tan sencilla es necesaria, pero tristemente se pasa por alto.
Un plan maestro que tenga como fin afrontar de un modo serio el problema que el mundo tiene con las drogas debe explorar un número de opciones, incluyendo las que vienen a continuación:
1. Se impondrá un impuesto del 200 por ciento al tabaco y al alcohol. Todos los subsidios estatales destinados a la producción del tabaco serán eliminados. Las advertencias de las cajetillas deberán ser mayores. Se cargarán con un impuesto del 20 por ciento el azúcar y sus sustitutos, y deberá cortarse todo apoyo a la producción de azúcar. Los paquetes de azúcar también deberán llevar advertencias, y el azúcar deberá ser un tema obligatorio en los programas de nutrición de las escuelas.
2. Todas las formas de Cannabis deberán legalizarse y se impondrá un impuesto del 200 por ciento a los productos del Cannabis. Las informaciones como las que hacen referencia al contenido en THC del producto y las conclusiones actuales sobre su impacto en la salud deberán imprimirse en los paquetes.
3. Los préstamos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial serán retirados de los países productores de drogas duras. Sólo una inspección y certificación de carácter internacional que demuestre que un país obedece estas directrices restaurará su posibilidad de recibir préstamos.
4. El control estricto de armas debe aplicarse tanto a su fabricación como a su posesión. La posibilidad no controlada de poder acceder a las armas de fuego es la que ha hecho del crimen violento y del abuso de drogas dos problemas tan entremezclados.
5. Debe reconocerse la legalidad de la naturaleza, por lo que será legal poseer y cultivar cualquier tipo de planta.
6. Se debe legalizar la terapia psicodélica y los seguros deberán ampliarse para cubrirla.
7. Se deben reforzar las regulaciones sobre la banca y las cuentas corrientes. La presente confabulación entre la banca y los cárteles criminales permite el blanqueo de dinero a gran escala.
8. Existe una necesidad inmediata de un importante apoyo a la investigación científica en todos los aspectos del uso y abuso de sustancias, y también un compromiso igual destinado a la educación del público.
9. Un año después de la implantación de lo que se dice arriba, todas las drogas todavía ilegales en los Estados Unidos deben ser despenalizadas. Eliminado el intermediario, el gobierno puede vender dichas drogas a precio de coste más un 200 por ciento, y estas ganancias pueden situarse en un fondo especial para pagar los costes sociales, médicos y educacionales del programa de legalización. El dinero obtenido por los impuestos del alcohol, tabaco, azúcar y Cannabis puede también ir a parar a este fondo.
10. También una vez transcurrido este período de un año, debe absolverse a todas las personas implicadas en causas de droga en las que no hayan intervenido armas de fuego o felonía.
Si estas propuestas parecen radicales, se debe sólo a que nos hemos alejado mucho de los ideales que fueron originalmente los más americanos. En el momento de la fundación de la teoría americana de la política social aparece la idea de que nuestros derechos inalienables incluyen «la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad». Pretender que el derecho a buscar la felicidad no incluya el derecho a experimentar con las plantas y sustancias psicoactivas es ofrecer un planteamiento que en el mejor de los casos es cicatero y en el peor ignorante y primitivo. Las únicas religiones que son algo más que los códigos morales tradicionalmente sancionados son las religiones del trance, el éxtasis de la danza y la intoxicación mediante alucinógenos. El misterio vivo del ser está ahí y es un derecho religioso inalienable el ser capaz de afrontarlo en los propios términos de cada uno. Una sociedad civilizada debe convertir este principio en ley.