CAPÍTULO
9
El alcohol y la alquimia del espíritu
Las experiencias extáticas y orgiásticas, visionarias y dotadas con la característica de eliminar los límites —los misterios principales de la religión del hongo— constituyeron los auténticos factores de la condición humana que actuaron para mantener como seres humanos a nuestros ancestros. La comunión de sentimientos que generaban los hongos mantuvo unida a la comunidad. El poder divino e inspirador del hongo hablaba a través de los bardos y cantores. El infatigable espíritu del hongo movió la mano que esculpió el hueso y pintó la piedra. Estas cosas eran algo común en el mundo edénico de la Diosa. La vida se vivía no como hemos escogido imaginar, al borde de la muda bestialidad, sino más bien cercana a una dimensión de expresión mágica y lingüística espontánea que hoy sólo brilla con brevedad en cada uno de nosotros en el cénit de la intoxicación experimental, pero que entonces era la poderosa y envolvente realidad: la presencia de la Gran Diosa.
Nostalgia del paraíso
La historia es el relato de nuestra desvaída agonía en la pérdida de este mundo humano perfecto, y luego de nuestro olvido compartido, de nuestra negación, y por este motivo, de la negación de una parte de nosotros mismos. Se trata de un relato de relaciones y de pactos cuasisimbióticos, hechos y deshechos con las plantas. Las consecuencias de no considerarnos como parte de la verde maquinaria de la naturaleza vegetal son la alienación y desesperación que nos rodea y que amenaza con hacer del futuro algo insoportable.
Tuvieron que pasar muchos siglos para que la llama de Eleusis se extinguiera, para que la fraternidad, el enfoque social y comunitario de la Gran Diosa desaparecieran. A ello siguieron muchos más siglos de nostalgia del paraíso y de sus ríos de celestial soma; una nostalgia que adoptó nuevas y variadas formas a medida que los humanos buscaron el modo de satisfacer su innata inclinación por la intoxicación.
Todos los narcóticos naturales, estimulantes, relajadores y alucinógenos conocidos por el botánico y farmacólogo moderno fueron descubiertos por el hombre primitivo y se han utilizado desde tiempos inmemoriales. Una de las primeras cosas que hizo el Homo sapiens, con su recientemente desarrollada racionalidad y autoconciencia, fue ponerlas en marcha en busca de un camino para superar el pensamiento analítico y trascenderlo o, en casos extremos, eliminar temporalmente la aislada consciencia del sí mismo. Probando todo aquello que creciera en campos y selvas, rápidamente se acogió a lo que, en este contexto, parecía bueno: todo aquello que, por así decir, transformara la cualidad de la conciencia, la hiciera distinta, no importaba cómo, de las sensaciones, percepciones y pensamientos cotidianos[96].
En los próximos capítulos examinaremos los sustitutos del original hongo intoxicante prehistórico. Por desgracia, nuestra investigación sólo servirá para descubrir lo mucho que nos hemos alejado del equilibrio dinámico original del paraíso fraternal.
Alcohol y miel
El gran complejo de plantas-droga que se extiende por esta fragmentación cultural es el alcohol. El alcohol tiene sus raíces en el estrato profundo de las actividades culturales arcaicas. Las antiguas civilizaciones del Oriente Próximo se dedicaron a la elaboración de cerveza, y en épocas muy tempranas del desarrollo cultural humano, si no antes, debieron conocerse los efectos intoxicantes de la miel fermentada y los zumos de frutas.
La miel es una sustancia mágica, una sustancia medicinal en todas las tradiciones culturales. Como ya hemos visto, se utilizaba tanto para conservar los cuerpos humanos como los hongos. El hidromiel, o la miel fermentada, parece haber sido la droga recreativa de las tribus indoeuropeas. Se trata de un aspecto cultural que compartían con los pastores del antiguo Oriente Próximo que utilizaban hongos. Uno de los murales más sorprendentes desenterrados en Çatal Hüyük parece describir el ciclo vital y la metamorfosis de las abejas (véase la figura 9).
La creencia ampliamente sostenida en el mundo clásico de que las abejas se generaban en los cuerpos de reses muertas tiene más sentido si se ve como un esfuerzo por vincular a las abejas, como fuente de miel e hidromiel, el intoxicante suplantador, con el ganado y el antiguo culto al hongo. Puede ser que los cultos al hidromiel y los cultos del hongo, que utilizaban la miel como conservante, se desarrollaran en estrecha asociación.
La miel está estrechamente emparentada con los ritos de la Gran Diosa de las civilizaciones minoicas arcaicas, y es un motivo preponderante en los mitos que rodean a Dionisos (figura 17). Según el poeta romano Ovidio, Dionisos inventó la miel[97]; y el suelo sagrado en el que los meneos, sus asistentes, llevaban a cabo su danza ritual se decía que estaba inundado con leche, vino y el «néctar de las abejas». También se decía que la miel chorreaba de los bastones de los tirsos llevados por los meneos. Kerényi, al hablar de las ofrendas de miel en la religión minoica, observa: «Las ofrendas de miel consagradas a las “doncellas del laberinto” presentan el estilo de un período muy anterior: la fase en que la cultura minoica estaba todavía en comunicación con la “edad de la miel”»[98].
Cada uno de los intoxicantes, cada uno de los esfuerzos por recuperar el equilibrio simbiótico de la relación humano-hongo del perdido Edén africano, es una imagen, más pálida y distorsionada que la anterior, del misterio original. La degeneración de elementos sacramentales de la religión del antiguo Oriente Próximo debió de conducir desde los hongos, a través de la miel fermentada y los zumos, a la emergencia de la uva como planta vinícola favorita. Con el tiempo, y a veces en el seno de una misma cultura, los cereales y granos fermentados se manipularon de forma experimental para producir los primeros tipos de cerveza.
El vino y las mujeres
Los frutos ricos en semillas como las granadas y los higos, aparecen desde los primeros tiempos como símbolos de fecundidad. La vid y su jugo tienen una larga historia de significado religioso. Deificados, como el haoma zoroastriano y el soma védico, sus poderes regocijantes y de intoxicación se tomaron como manifestaciones de posesión divina. En el grupo de los sacramentos o «misterios» que vamos a examinar… la vid simboliza particularmente la fecundidad de la mujer, y su jugo, la mayoría de las veces sin fermentar, se bebía ceremonialmente con el fin de fomentar la fertilidad del útero[99].
El vino tuvo un importante papel en la cultura griega tardía, tanto que en la época clásica la figura incómoda del extático Dionisos se convirtió en Baco, el greñudo y lascivo dios del vino, el señor de la orgía y, ahora, el rebelde borracho que se llevaba en el estilo dominante tradicional. La fermentación de cereales y frutos se ha conocido de forma general y no se puede hablar de descubrimiento o punto de origen.
Los vinos griegos siempre han confundido a los estudiosos. Su contenido alcohólico no puede haber excedido el 14%, puesto que cuando un proceso de fermentación alcanza su concentración, se inhibe la posibilidad de nueva formación de alcohol. Pero los vinos griegos se describen en ocasiones como si requirieran muchas diluciones antes de poder beberse con comodidad. Lo que parece sugerir que los vinos griegos eran más parecidos a extractos y tinturas de otras esencias de plantas que al vino tal como hoy lo conocemos. Ello los habría hecho químicamente más complejos y por lo tanto más intoxicantes. La práctica griega de añadir resina al vino para hacer retsina puede remontarse a la época en que otras plantas, quizá la belladona o la Datura, se añadían también al vino.
El alcohol es el primer ejemplo de un fenómeno incómodo que encontraremos una y otra vez en nuestra exposición de las diferencias entre los antiguos y modernos enfoques del uso de las drogas y su tecnología. El uso humano del alcohol en forma de granos fermentados, jugos e hidromiel es muy antiguo. Los licores destilados, por el contrario, no eran conocidos de los antiguos (aunque Plinio menciona un vino romano tan fuerte que ardía al echarse al fuego), Hoy el alcohol destilado es la más perjudicial de entre las drogas etiquetadas como «legales» y «recreativas».
Drogas naturales y drogas sintéticas
Hablar del alcohol nos da la primera oportunidad para examinar la distinción entre las drogas sintéticas y las naturales, puesto que el alcohol destilado tuvo que esperar cientos de años para verse acompañado por un segundo ejemplo de intoxicante refinado por medios químicos; fue la primera droga altamente concentrada y purificada. Esta distinción es muy importante para la argumentación que seguiremos. El alcoholismo como problema social y de la comunidad parece que era infrecuente antes del descubrimiento de la destilación. Del mismo modo que la adicción a la heroína fue la flor malvada que surgió del hábito relativamente benigno del uso del opio, el alcohol destilado transformó el arte sagrado de la elaboración y la viticultura en una máquina económica profana para el consumo de esperanzas humanas.
No es casual que el alcohol fuera el primer intoxicante que produjo esta transformación. El alcohol se puede fermentar partiendo de muchos tipos de frutas, cereales y plantas, y por ello se ha experimentado más con él que con fuentes más oscuras y localizadas de intoxicación. Además, la fermentación es un proceso natural que en muchos casos es difícil de eludir. El alcohol fermentado puede producirse en cantidades industriales. Las palmas de ponche del sudeste asiático producen un alcohol dudoso, directamente desde el árbol. Los pájaros, los mapaches, los caballos e incluso las avispas y las mariposas son conscientes de las pasajeras virtudes que se alcanzan comiendo la fruta fermentada:
En los entornos salvajes la mayoría de las intoxicaciones se producen al ingerir frutas, cereales o savia fermentada. Equipos de campo han investigado multitud de casos, desde Sumatra al Sudán, que incluyen a criaturas que van desde abejorros a elefantes macho. ¿El resultado? En los hábitats naturales, la mayoría de los animales buscan alimentos que contienen alcohol por los olores, sabores, calorías o nutrientes que proporcionan. Las intoxicaciones son efectos secundarios, pero no lo suficientemente importantes para impedir un uso futuro.
Un tipo de intoxicación accidental se produce cuando la savia de los árboles está expuesta a una temperatura adecuada y fermenta. Los chupadores de savia norteamericanos, un tipo de pájaro carpintero, hacen pequeños agujeros semejantes a pequeños pozos en los árboles que luego llenan de savia. Los pájaros se alimentan de la savia y de los insectos atraídos a los pozos de savia. Se desplazan a otros árboles «dejando las puertas abiertas» literalmente para que la savia fermente e intoxique a otros animales antes de que el árbol cicatrice. La ingestión de savia fermentada se ha considerado responsable de muchos de los comportamientos anormales observados en colibríes o picaflores, ardillas y otros insospechados chupadores de savia[100].
El alcohol puede destilarse utilizando calor para vaporizarlo y separarlo de su fuente, a diferencia de los alcaloides y los indoles, que deben extraerse de algún modo, utilizando disolventes, y que después han de concentrarse. Este hecho —el de que un simple refrigerador condensador de agua pueda capturar el vapor del alcohol y devolverle su forma líquida— ha hecho posible que el alcohol sea el primer intoxicante «aislado», químicamente.
La primera referencia que tenemos de lo que debe ser una forma destilada de alcohol se encuentra en los escritos del siglo IV d. C. del alquimista chino Ko Hung. Al hablar de las recetas para la preparación del cinabrio, Ko Hung comenta: «Son como vino que ha sido fermentado una sola vez; no puede compararse con el vino puro y claro fermentado nueve veces»[101]. Esta declaración parece implicar el conocimiento de métodos para la preparación de licores evidentemente muy fuertes, quizá mediante la captura del vapor del alcohol en lana, desde la que se podía recuperar un alcohol líquido relativamente puro.
La alquimia y el alcohol
El descubrimiento del alcohol destilado en Occidente se acredita alternativamente a Ramón Llull, del que se conocen pocos datos concluyentes, o a su par y colega en las tareas alquímicas, Arnaldo de Vilanova. La búsqueda de Llull del verdadero elixir le llevó a la preparación de aqua vini, el primer brandy. Según Matheson, Llull quedó tan asombrado por las maravillas del aqua vini que pensó que su descubrimiento anunciaría el fin del mundo[102]. Fiel a sus raíces alquímicas, Llull consiguió su panacea universal fermentando vino en una caldera doble de estiércol de caballo durante veinte días antes de destilarlo con un tosco condensador refrigerador de agua (véase figura 18). Llull no ocultó su descubrimiento; por el contrario invitó a otros a que se hicieran el elixir y elogió el producto conseguido por Vilanova como comparable al suyo. Sobre el alcohol escribió: «Su sabor supera el resto de sabores y su aroma el resto de aromas». Dijo de él que «es de maravilloso uso y comodidad un poco antes de entrar en combate para dar valor a las tropas»[103].
Estos descubrimientos del agente químico intoxicante que había tras la fermentación de los jugos de frutas, la miel y los cereales, fueron realizados por los alquimistas tanto en China como en Europa. La alquimia conformaba un grupo de teorías gnósticas y heréticas que evolucionaron lentamente, poco cohesionadas y no mutuamente exclusivas, relacionadas con los orígenes humanos y la dicotomía entre materia y espíritu. Sus raíces se remontan a tiempos muy lejanos, por lo menos hasta el Egipto dinástico, y a la lenta acumulación de los secretos celosamente guardados de los procesos de teñir, dorar los metales y momificar los cuerpos.
Sobre estos fundamentos se irguió un edificio de ideas filosóficas socráticas, pitagóricas y herméticas que finalmente giraron alrededor de la noción del trabajo alquímico como tarea de alguien que se reunía en la unidad y por lo tanto rescataba la Divina Luz que se había fragmentado en un universo alienado y hostil tras la caída de Adán. El mundo natural era visto, en los últimos tiempos romanos, como un caparazón carcelario y demoníaco. Era el legado espiritual de la destrucción del modelo fraternal del sí mismo y de la sociedad y su sustitución por el modelo dominante. La nostalgia por la Madre Tierra Gaia fue suprimida pero no pudo, no puede, ser ignorada. De ahí su retorno clandestino, como el tema alquímico de la magma mater, la misteriosa matriz madre del mundo, de algún modo y en algún lugar, invisible pero potencialmente destilable a partir de una manifestación visible de la panacea universal que mora en la naturaleza.
En una atmósfera tal de febril y ontológicamente ingenua especulación, la alquimia pudo prosperar. Las categorías referidas al sí mismo y a la materia, al sujeto y al objeto, todavía no estaban fijadas por las convenciones introducidas por el alfabeto fonético y después ampliadas por la imprenta. Para los investigadores alquímicos, no estaba muy claro qué parte de su trabajo eran fantasías, hechos o esperanzas.
Es una ironía que éste fuera el contexto para el descubrimiento de una poderosa droga que alteraba la mente, que el licor del alcohol tomado y disfrutado en cervezas y en vinos elaborados a lo largo de los tiempos, se convirtiera en un demonio quintaesenciado en los laboratorios de alquimia. Y como el resto de quintaesencias que le siguieron, la morfina y la cocaína, la quintaesencia de la vid, una vez pasó por los hornos y los alambiques de los alquimistas, se vio privada de su alma natural. Esta ausencia la hizo dejar de ser un portador de la vitalidad de la tierra, un eco del paraíso perdido de la prehistoria, y la convirtió por el contrario en algo tosco y salvaje que finalmente se volvió contra la flor humana.
El azote del alcohol
No hay otra droga que posea un efecto tan prolongado y deletéreo en los seres humanos. La lucha por producir, controlar y gravar con impuestos al alcohol para absorber sus consecuencias sociales es una parte importante de la historia de la evolución de los imperios mercantiles de los siglos XVIII y XIX. El alcohol y la esclavitud, en ocasiones, en el panorama económico, van de la mano. En muchos casos, el alcohol significaba literalmente esclavitud, como en el comercio triangular de esclavos, azúcar y ron y otras prácticas de la civilización europea que se difundieron por toda la tierra, subyugando a las demás culturas. El azúcar y el alcohol, que puede fabricarse a partir de aquél, se convirtieron en una obsesión europea que distorsionó de forma concluyente la demografía de las regiones tropicales. Por ejemplo, en las Indias holandesas orientales, actualmente Indonesia, la política colonial pagaba a las mujeres para que produjeran el máximo de hijos posibles, con el fin de que proporcionaran trabajadores para el trabajo intensivo del cultivo del azúcar. El legado moderno de dicha política es que Java, antiguamente el centro de las Indias holandesas orientales, es hoy la isla más poblada del mundo. La mayor parte del azúcar acababa como alcohol destilado, y lo que no se exportaba a Europa lo consumía la población local. Una «subclase idiotizada» fue un elemento permanente de la sociedad mercantil, ya fuera en los países de origen o en las colonias.
¿Qué decir sobre la psicología del alcoholismo y el uso del alcohol? ¿Existe una gestalt del alcohol y, si existe, cuáles son sus características? He insinuado que el alcohol es la droga dominante por excelencia. El alcohol tiene el efecto de ser libidinalmente estimulante, a dosis moderadas, al mismo tiempo que hace que el ego se sienta poderoso, dando la sensación de que los límites sociales pierden algo de su poder restrictivo. En ocasiones, estas sensaciones se ven acompañadas por una sensación de facilidad verbal que normalmente está fuera de nuestro alcance. La dificultad que plantea todo esto, sugerida por las investigaciones, es que a estos efectos pasajeros normalmente les sigue una estrechez de la conciencia, una disminución de la capacidad de respuesta a las señales sociales y una regresión infantil a la pérdida de habilidad sexual, pérdida del control motriz general y la consecuente pérdida de la autoestima.
El recurso evidente es la moderación en la bebida. Pero el alcoholismo es un problema importante que va en aumento en toda la sociedad. Creo que el síndrome del abuso del alcohol es sintomático de este estado de desequilibrio y tensión existente entre el hombre y la mujer y entre el individuo y la sociedad. El alcoholismo es una condición de la obsesión del ego y de la falta de capacidad para resistir el impulso hacia la gratificación inmediata. El dominio social en el que la represión de las mujeres y de lo femenino es más gráfico y brutal es el de la borrachera o estilo de vida del borracho. Las más oscuras expresiones de terror y ansiedad engendradas por la ruptura de la matriz maternal tradicionalmente surgen de ahí. Pegar a la mujer sin alcohol es semejante a un circo sin leones.
El alcohol y lo femenino
La represión de lo femenino se ha asociado con el alcohol desde tiempos muy antiguos. Una de sus manifestaciones fue la restricción de su uso a los hombres. Según Lewin, las mujeres de la antigua Roma no tenían permitido beber vino[104].
Cuando la mujer de Egnatius Mecenius bebió vino de un tonel, éste le pegó una paliza mortal. Posteriormente fue absuelto. Pompilio Faunus azotó a su mujer hasta la muerte por haber bebido su vino. Otra mujer romana de la aristocracia fue condenada a morir de hambre simplemente por haber abierto el armario en el que se guardaban las llaves de la bodega.
El odio a las mujeres, propio del estilo dominante, la ansiedad y la ambivalencia sexual general y la cultura del alcohol conspiraron a la hora de crear el particular enfoque neurótico de la sexualidad que caracterizó a la civilización europea. Habían desaparecido las orgías alucinógenas que disolvían las fronteras y rebajaban el ego de los individuos, reafirmando los valores de la familia amplia y de la tribu.
La respuesta dominante frente a la necesidad de liberar la tensión sexual en un ambiente de alcohol es la sala de baile, el burdel y la expansión institucionalizada de una nueva subclase: la de la «mujer perdida». La prostituta es una comodidad para el estilo dominante; con su temor y rechazo de la mujer, el alcohol y sus instituciones sociales configuraron un espacio social en el que la fascinación y el rechazo pudieran producirse sin tener que asumir una responsabilidad.
Se trata de un tema incómodo. El alcohol es utilizado por millones de personas, tanto hombres como mujeres. No creo que me gane la amistad de nadie al afirmar que la cultura del alcohol no es políticamente correcta. ¿Pero cómo podemos explicar la tolerancia legal del alcohol, el más destructivo de los intoxicantes, y los frenéticos esfuerzos por reprimir prácticamente al resto de las drogas? ¿No pudiera ser que estemos dispuestos a pagar el terrible peaje del alcohol porque nos permite seguir con el estilo dominante represivo que nos hace a todos, de un modo infantil e irresponsable, partícipes de un mundo dominante que se caracteriza por el marketing de fantasías sexuales no gratificadas?
Los estereotipos sexuales y el alcohol
Si consideramos que esto es algo difícil de creer, pensemos en la cantidad de imágenes de atractiva sexualidad que produce nuestra sociedad y que están asociadas con imágenes de un uso sofisticado del alcohol. ¿Cuántas mujeres tienen sus primeras experiencias sexuales en una atmósfera de uso de alcohol que asegura que estas cruciales experiencias sucedan completamente en términos dominantes? El mayor argumento para la legalización de cualquier droga es el de que la sociedad ha sido capaz de sobrevivir a la legalización del alcohol. Si podemos tolerar el uso legal del alcohol, ¿qué droga existe que no pueda absorberse en la estructura social?
Casi podemos contemplar la tolerancia del alcohol como el rasgo distintivo de la cultura occidental. Esta tolerancia no sólo está asociada al enfoque dominante de la política sexual sino también, por ejemplo, al azúcar y la carne roja, que son complementarias a un estilo de vida alcohólico. A pesar de la moda de la comida natural y el aumento de la conciencia dietética, la dieta típica del americano medio adulto continúa siendo una dieta de azúcar, carne y alcohol. Esta «dieta quemadora» no es ni saludable ni ecológicamente sabia; fomenta las enfermedades coronarias, la destrucción de la Tierra, la intoxicación y la adicción tóxica. En resumen, ejemplifica todo lo malo que hay en nosotros, todo lo que nos ha quedado como resultado de un milenio de practicar sin cortapisas los principios de la cultura dominante. Hemos conseguido los triunfos del estilo dominante —los triunfos de la alta tecnología y el método científico— a costa de una represión de los aspectos de nuestra existencia más desaliñados, emocionales y «sencillamente sentidos». El alcohol siempre ha estado presente cuando lo hemos necesitado para impulsarnos más a fondo en la misma vía. El alcohol ayuda a animar al hombre frente a la batalla, es una ayuda para que el hombre y la mujer se armen de valor frente al amor, y mantiene a la auténtica perspectiva del sí mismo y el mundo siempre a raya. Somos incapaces de darnos cuenta de que la trama, de delicado equilibrio, de acuerdos diplomáticos y tratados que hay entre nosotros y el Armagedón nuclear se creó en la atmosfera de disfrazado sentimentalismo y fanfarronería típica de las personalidades alcohólicas en cualquier lugar.