CAPÍTULO
8
Crepúsculo en el Edén:
la Creta minoica y el misterio eleusino
En ausencia de una comunidad fraternal y tras la pérdida de las plantas psicoactivas que catalizaban y conservaban la fraternidad, de forma natural nació en una sociedad dominante la nostalgia del paraíso. El abandono de la catálisis original que dio nacimiento a la autoconciencia y al lenguaje, el hongo rico en psilocibina Stropharia cubensis, ha constituido un proceso con tres fases distintas. Cada fase representa una nueva suavización de la conciencia del sentido y poder numinosos que moraban en el misterio.
El primer paso que nos alejó de la simbiosis de la fraternidad hongo-humano que caracterizó las primitivas sociedades de pastores fue la introducción de otras plantas psicoactivas sustitutas del hongo original. Esta psicoactividad podía ir desde un equivalente de las profundidades de la intoxicación de carácter psilocibínico de la Stropharia cubensis, a algo relativamente trivial como es el caso de los alucinógenos clásicos de los trópicos del Nuevo Mundo. Ejemplos de lo último son el uso de la Ephedra, un estimulante, y la miel fermentada como sustitutos del soma.
El abandono del misterio
En el caso de la Stropharia cubensis, en África, se presenta como razonable una frivolización del escenario: con los cambios en el clima, frecuentes si no continuos, niveles inferiores de ingestión del hongo dieron paso paulatinamente a un uso de temporada. El uso ceremonial consciente de los hongos debió de alcanzar su apogeo durante esta fase de disponibilidad temporal, que debió de durar muchos miles de años. Poco a poco, a medida que los hongos y la ecología del hongo escasearon, debieron de producirse esfuerzos para preservar los hongos mediante el secado y la conservación en miel. Dado que la misma miel fermenta fácilmente, produciendo un intoxicante alcohólico, es posible que con el tiempo la práctica de mezclar cada vez menos hongos en cada vez mayores cantidades de miel alentara la sustitución del culto al hongo por el culto a la hidromiel. No es posible imaginar ningún cambio de los valores sociales mayor que el que acompañó a la transformación paulatina de un culto a la psilocibina en un culto al alcohol
Esta profanación gradual del sacramento de una planta psicoactiva se combina fácilmente con el segundo paso en el abandono del misterio original psicosimbiótico; este segundo paso es la sustitución de materiales activos por otros absolutamente inactivos. En esta situación, los sustitutos, aunque acostumbraban a seguir siendo plantas, pasaban a ser meros símbolos del antiguo poder del misterio que impulsaba realmente a los iniciados.
En la tercera fase del proceso, sólo quedaron los símbolos. No sólo las plantas psicoactivas habían desaparecido de la escena, sino también las plantas del cualquier clase, y su lugar fue ocupado por enseñanzas esotéricas y dogmas, rituales, linajes, gestos y diagramas cosmogónicos. Las religiones más importantes de hoy son típicas de esta fase.
La tercera fase conduce a otra. Esta otra fase es, por supuesto, el absoluto abandono de la pretensión de recordar el sabor de la experiencia del misterio. Esta última fase queda tipificada por el cientifismo secular tal como se ha perfeccionado en el siglo XX.
Quizá podamos situar un nuevo aspecto de esta cuarta fase de proceso de abandono: el redescubrimiento del misterio y su interpretación como algo maligno y amenazador para los valores sociales. La actual represión de la investigación psicodélica y la histeria orquestada por los medios de comunicación farmafóbicos es un ejemplo patente de ello.
El examen de la civilización minoica y de los cultos mistéricos que produjo y albergó nos lleva al dominio de las plantas sustitutas de la psilocibínica Stropharia cubensis. Se trataba de cultos que se llevaban a cabo con poderosas plantas que servían de ayuda a la hora de formular una ontología religiosa; pero, con toda probabilidad, no dependían directamente de fuentes de psilocibina para lograr el éxtasis. En la Creta minoica, y también más tarde en Eleusis, en el continente griego, los alucinógenos indólicos de otro tipo se admitieron como técnicas de éxtasis. Las condiciones culturales y climáticas hacían de la fuente original del éxtasis producido por la psilocibina, que elimina las fronteras, un mero recuerdo y de su imagen un simple símbolo.
La caída de Çatal Hüyük y la época de la realeza
James Mellaart, investigador principal del asentamiento, señala que, a pesar de su brillantez, Çatal Hüyük no tuvo influencia en las sociedades que le rodeaban. Una serie de desastrosos incendios borraron los niveles V y VIA alrededor del año 6500 a. C., y la ciudad fue abandonada, dejando claro que la era de las ciudades sin fortificar, la época de la fraternidad, estaba en sus postrimerías. A partir de ese momento, las instituciones basadas en la fraternidad y la antigua religión de la Madre Diosa en el Oriente Próximo serán testigo de una lenta erosión y fragmentación. Los exiliados de la caída de la civilización Çatal Hüyük se esparcieron. Algunos de ellos huyeron a la isla de Creta:
La historia de la civilización minoica empezó aproximadamente hacia el año 6000 a. C., cuando una pequeña colonia de emigrantes, con probabilidad de Anatolia, llegaron por primera vez a las orillas de la isla. Estos emigrantes se llevaron consigo a la Diosa, así como una tecnología agraria, lo que catalogó a estos nuevos pobladores como neolíticos. En los siguientes cuatro mil años se produjo un lento pero firme progreso tecnológico, en la alfarería, el arte de tejer, la metalurgia, el grabado, la arquitectura y otras artesanías, así como un aumento del comercio y la evolución paulatina del gozoso y vivo estilo artístico tan característico de Creta.
En la isla de Creta, en la que la Diosa era todavía considerada suprema, no hay signos de guerra. Aquí prosperó la economía y florecieron las artes. Incluso cuando en el siglo XV a. C. la isla cayó finalmente bajo el dominio de los aqueos —el momento en que los arqueólogos dejan de hablar de una cultura minoica y hablan de una minoica-micénica— la Diosa y el modo de pensar y vivir que simbolizaba parecían todavía mantenerse firmes[77].
La atmósfera de la religión minoica-micénica era de realismo, de un sentimiento de vitalidad, de bios y de celebración sensual. La diosa de la naturaleza minoica, portadora de una serpiente, representa esta amalgama de valores. En todas las representaciones minoicas, sus senos son poderosos y están desnudos y porta una serpiente de oro. Los estudiosos han seguido las convicciones chamánicas y han visto en la serpiente un símbolo del alma de los muertos. Estamos ante una diosa que, como Perséfone, gobierna el submundo, estamos frente a una chamana de gran poder cuyos misterios tenían miles de años[78].
Mientras tanto, en el Asia Menor continental, las olas sucesivas de migraciones indoeuropeas fueron disminuyendo y nacieron las grandes civilizaciones urbanas ribereñas del valle. La realeza y los carros de guerra, así como los trabajos de los grandes héroes masculinos, entraron a formar parte de la imaginación colectiva. La guerra y la construcción de ciudades fortificadas se convirtieron en la empresa de la civilización. En la época de la realeza, sólo Creta —una isla, y en esa era alejada de los acontecimientos del Asia Menor— custodiaba el antiguo patrón fraternal.
La misteriosa civilización minoica se convirtió en la heredera de un estilo y una gnosis de olvidados y lejanos tiempos. Era un monumento vivo del ideal fraternal, que resistió tres milenios después de que el triunfo del estilo dominante se consumara en todo lugar.
Fantasías del hongo minoico
La pregunta que naturalmente se plantea es la de las relaciones de la sociedad minoica con la fuente arcaica de poder que había tras el ideal fraternal que denominamos el hongo psilocibínico. La antigua religión del hongo del Edén africano, ¿se preservó y absorbió en la vida de la cultura minoica? ¿Siguió la gente persiguiendo el éxtasis, pero por otros medios, en ausencia del hongo?
¿Qué hemos de decir de la adoración de los pilares que caracterizaron la religión minoica, si recordamos que el soma era denominado «el pilar del mundo» en el Rig Veda? Generalmente, se considera que estos pilares están relacionados con la religión de la Gran Diosa y su culto a la vegetación, pero, ¿puede tratarse de ecos explícitos del recuerdo del hongo?
Los palacios eran característicos del estilo de la cultura minoica y probablemente eran sagrados en su totalidad, aunque sólo ciertas habitaciones se empleaban en el culto… En los pisos superiores encontramos varias habitaciones cada una provista de una sola columna redonda en el centro, una columna que se ensanchaba en su parte superior, como —por citar un simple ejemplo— en los denominados templos tumbas cerca del palacio de Knossos. No puede dudarse de la connotación religiosa de esta columna[79].
¿Era el pilar, de algún modo, una referencia esotérica al misterio del hongo, o el último vestigio icónico de la imagen del hongo?[80] Estas columnas se entienden generalmente como representaciones de un árbol sagrado. La columna estaba relacionada con imágenes y rituales de sentido vegetal muy antiguos. ¿El uso de hongos en Creta fue en alguna época un culto activo y extendido, o, era únicamente un recuerdo de tiempos ya olvidados antes de la llegada de los adoradores de la diosa a las orillas de Creta? Los grandes cultos mistéricos que coexistieron en el antiguo mundo griego del siglo IV a. C., que denominamos dionisíacos y eleusinos, fueron las últimas delicadas avanzadillas en Occidente de una tradición en el uso de plantas psicoactivas para deshacer las fronteras personales y para conseguir el acceso a la gnosis; un auténtico conocimiento de la naturaleza de las cosas que contaba con muchos miles de años. Aunque sus orígenes pueden remontarse a Creta, no está claro si las sustancias psicoactivas eran parte de una celebración de los ritos minoicos de la Diosa. Una evidencia arqueológica sobre el particular queda ausente. Fuertes evidencias culturales, que se discutirán más adelante, sin embargo, sugieren que Eleusis, el más griego de todos los misterios, era un culto de éxtasis grupal psicodélico inducido por plantas.
Un curioso y sugestivo mito puede arrojar alguna luz sobre el problema del uso de las plantas psicoactivas en el contexto minoico-micénico. Dicho mito, la historia de Glauco, hijo del rey de Minos y Pasífae, la Diosa Luna, ha recibido poca atención por parte de los estudiosos modernos. Se conserva en su forma completa únicamente en dos fuentes tardías, Apolodoro e Hygeinus; versiones fragmentadas se encuentran en escritores más tempranos[81]. Partes de la historia aparecen también en el Kressai de Esquilo, en el Manteis de Sófocles y en el Polyidos de Eurípides. La fascinación que ejercía sobre los grandes dramaturgos sugiere que era un tema popular en el período clásico. La historia es antigua, seguramente de la fase prehistórica del pensamiento griego mitológico. El relato que sigue se basa en la versión de Apolodoro[82].
El mito de Glauco
Cuando Glauco, el hijo de Minos y Pasífae, era todavía un niño, falleció al caer en una vasija, un pithos, llena de miel, mientras perseguía una rata o una mosca; los manuscritos no son concluyentes en este punto. Tras su desaparición, su padre Minos trató de encontrarlo y finalmente acudió a los adivinos para que le aconsejaran dónde buscar. Los Kouretes le respondieron que Minos tenía en sus rebaños una vaca de tres colores distintos y que el hombre que se asemejara más a un fenómeno de esta naturaleza también sería el que devolviera la vida al niño. Los adivinos se reunieron para esta tarea y, finalmente, Polyidos, hijo de Koiranos, comparó los colores de la vaca con el fruto de la frambuesa. Apremiado en la busca del niño, finalmente lo encontró gracias a sus poderes adivinatorios, pero Minos insistió después en que Polyidos debía devolverle la vida. Fue encerrado en una tumba con el cadáver. Entonces, con gran perplejidad, vio una serpiente que se aproximaba al cadáver. Temiendo por su vida y sabiendo que no podía causar ningún daño al cuerpo del muchacho, Polyidos le tiró una piedra a la serpiente y la mató. Entonces apareció otra serpiente y cuando vio muerta a su compañera desapareció, para volver con una hierba que colocó sobre la serpiente muerta, resucitándola de inmediato. Polyidos, tras observar esto con sorpresa, cogió la misma hierba y la puso sobre el cuerpo de Glauco, resucitándolo. Aunque Minos ya tenía a su hijo en su compañía, no permitió a Polyidos volver a su hogar en Argos hasta que hubiera enseñado a Glauco el arte de la adivinación. Obligado a ello, Polyidos adiestró al joven en el arte. Pero cuando Polyidos estaba a punto de embarcar mandó a Glauco que escupiera en su boca. Glauco le obedeció y de este modo, sin querer, perdió el poder de la adivinación.
Esta narración es suficiente explicación para mi de los descendientes de Europa[83].
Intentemos analizar esta peculiar historia. En primer lugar, es necesario comentar el significado de los nombres de los dos personajes principales: Polyidos significa claramente «el hombre-que-tiene-muchas-ideas» y Glauco significa simplemente «azul-gris». El significado de Glauco fue para mí la clave de la intención del mito. Es bien sabido entre los micólogos que la carne de la Stropharia cubensis y otros hongos psilocibínicos tiene la propiedad de adoptar un color azulado cuando recibe un golpe o se rompe. Este tono azulado es una reacción enzimática y un indicador fiel de la presencia de psilocibina. Glauco, el joven que se conservaba en la vasija de miel, parece simbolizar al mismo hongo. En realidad, Wasson menciona las frecuentes alusiones a la miel en relación con el soma en el Rig Veda. Rechaza la idea de que el hidromiel, la forma fermentada de la miel, pudiera haber sido la base del soma: «La miel, madhu, se menciona con frecuencia en el Rig Veda, pero nunca la hidromiel. La miel se cita por su dulzura y a veces se utiliza como metáfora para el realce del soma. Existen razones para pensar que se utilizaba en ocasiones mezclada con el soma, pero nunca se confundían ambas»[84].
Miel y opio
Las propiedades antisépticas de la miel la han hecho el medio preferido de muchos pueblos para conservar comidas delicadas. En México, la miel se ha utilizado mucho para preservar los hongos que contienen psilocibina. El hecho de que Glauco, el azul-gris, cayera en una vasija de miel (cuya forma sugiere la de la cuba de los sepulcros de los natufianos) y se conservara hasta el momento de su resurrección es muy sugestivo. Herodoto menciona que los babilonios conservan a sus muertos en miel, y el uso de grandes almacenes de vasijas, o pithoi, para enterrar a los muertos se propagó en la Edad de Bronce egea. El motivo del ganado está presente en la historia en el extraño pasaje que hace referencia al símil entre la vaca de tres colores y la necesidad de demostrar facilidades lingüísticas como condición previa para ser capaz de encontrar al niño perdido. La serpiente, familiar en la historia del Edén del Génesis, hace una aparición como camafeo y de nuevo demuestra tener una precisa y secreta información con respecto a las plantas, en particular las plantas que confieren la inmortalidad. Polyidos, la figura chamánica, utiliza la información conseguida mediante la serpiente para devolverle la vida a Glauco; comparte su comprensión chamánica con el muchacho, pero posteriormente toda la información abandona a Glauco y vuelve a su maestro antes de partir éste de viaje. Ello puede hacer referencia a la naturaleza esquiva de las visiones vislumbradas durante la intoxicación con el hongo.
En esta versión, la historia está obviamente tergiversada y el símil del candidato en referencia a la vaca tricolor difícilmente puede tener sentido; pero todos los motivos de un nítido recuerdo del culto al hongo están ahí: los temas de la muerte y el renacimiento, el ganado, las serpientes con conocimiento de las hierbas, y un muchacho azul-gris que se conserva en miel. Un ejemplo paralelo lo proporcionan los cultos al hongo del Nuevo Mundo: en el ámbito de Mesoamérica, los hongos psicoactivos se consideran niños pequeños: los niños, «los queridos dulces pequeñines», como los denominaba María Sabina, la chamana de los hongos de Huautla de Jiménez. Se trata de un ejemplo del motivo de los niños alquímicos, los duendes naturales de algún cercano continuum mágico al que se accede gracias a la psilocibina.
Nunca sabremos con exactitud el papel que los hongos alucinógenos y las plantas tuvieron en el mundo minoico. Pueden producirse muchos cambios en el lapso de casi cuatro mil años, y sabemos por los estudiosos de Kerényi y otros que la postrera civilización micénica-minoica estaba más fascinada por el opio que por las plantas psicodélicas:
Podemos presumir que hacia finales del período minoico tardío, el opio estimulaba la facultad visionaria y producía visiones que antes se habían obtenido sin el concurso del opio. Durante un tiempo, una experiencia trascendente de la naturaleza inducida artificialmente fue capaz de reemplazar a la experiencia original. En la historia de las religiones, los períodos de «medicina fuerte» se producen normalmente cuando los métodos más sencillos ya no son suficientes… El opio estaba en consonancia con el estilo de la cultura minoica y ayudó a preservarla. Cuando la cultura minoica desapareció, también lo hizo el uso del opio. Esta cultura se caracterizaba por una atmósfera que finalmente requería esta «medicina fuerte». El estilo del bios minoico se puede distinguir en lo que he denominado el «espíritu» del arte minoico. Este espíritu es totalmente inconcebible sin el opio[85].
La apertura de la sociedad minoica a la entrada del opio en sus ritos religiosos es un indicativo de una voluntad de asociar el éxtasis y la búsqueda de estados alterados de conciencia con plantas alcaloides. Un argumento importante, por lo tanto, es aquel que dice que otras plantas podían haberse utilizado originalmente.
La conexión Dionisos
Dionisos, hijo de Zeus y la mortal Semele, nacido dos veces, el dios de la intoxicación que lleva a las mujeres hasta la locura, no ha sido una figura cómoda en el panteón griego. Hay algo ancestral, salvaje y extraño que se cierne sobre él. Es un dios de la vegetación, un dios loco y agonizante, un dios de la orgía, lo andrógino y la intoxicación. Y aún más, por su maravilloso nacimiento progresivo, su historia tiene elementos singulares. Dionisos nació dos veces, puesto que su madre murió en una tormenta de rayos antes de poder parir:
Su padre no dejó que su hijo falleciera. Enfriando zarcillos de yedra lo protegió del calor en el que se consumió su madre. Su mismo padre asumió el papel de la madre. Sacó el fruto del vientre, todavía sin vida, y lo colocó en su cuerpo divino. Y cuando se cumplieron los meses necesarios, dio a luz a su hijo[86].
Esta idea de «dios nacido dos veces» anticipa el misterio de Cristo en formas que los estudiosos no han explorado totalmente. Únicamente en la última fase de la cultura griega Dionisos se transformó en el dios del vino y la embriaguez; el antiguo estrato del material es oscuro y extraño.
Según Graves, se cree que Semele fue una de las cuatro hijas del rey Cadmo de Tebas[87]. Una pista hacia las conexiones minoicas que rodean a Dionisos es el hecho de que Semele, aunque mortal, recibiera los honores de su propio culto particular como una diosa. Los ritos de Dionisos, tal como se practicaban en la isla de Miconos, estaban muy unidos con los ritos que honraban a su madre. De hecho, los estudiosos han reconsiderado la mortalidad de Semele y han decidido que debió de ser siempre una diosa. Kretschmer señala que Apolodoro igualó a Semele con Ge, la forma traciana de Gaia.
En el estrato antiguo, el estrato minoico, Dionisos es el hijo de la Gran Madre Diosa y está totalmente sometido a ella. Un enfoque sensible de la polaridad de la fraternidad frente a las relaciones dominantes en el mundo antiguo y del cambio de la una a las otras no puede dejar de ver en esto un indicio importante. ¿No es Dionisos, con su carácter andrógino, con su locura, con su personificación de la intoxicación extática, la imagen de la crisis espiritual que dominó al ideal arcaico minoico? Un dios varón, pero suavizado por los valores andróginos de la cultura de Gaia, un dios agonizante, que personifica la agonía mortal de la relación simbiótica con la vegetación que el dominio masculino, la cristiandad, y el alfabeto fonético acabarían por eliminar. Un dios sólo comprensible para los iniciados, normalmente mujeres, en su culto; y desde el punto de vista del patriarcado, algo salvaje, antiguo y potencialmente peligroso.
El tema dionisíaco penetró en la Grecia ortodoxa por el sur, desde culturas isleñas con raíces que tenían diez mil años de profundidad en la religión del hongo de la Madre Diosa: penetró desde Asia Menor, pero con cuatro milenios de incubación a sus espaldas en la civilización minoica. Los misterios plantados en las orillas griegas de Eleusis fueron los más tardíos, los últimos y más barrocos esbozos de la gran religión arcaica de la Diosa, el ganado y la intoxicación extática producida por alucinógenos indólicos.
El misterio de Eleusis
Cada septiembre, a lo largo de dos mil años, un tiempo más dilatado que la longevidad de las civilizaciones griega y romana, se celebró un gran festival en la llanura eleusiana cercana a Atenas. En dicha localización, dice la tradición, la diosa Deméter se había reunido con su hija, Kore o Perséfone, que había sido apartada al mundo inferior por su señor y gobernante, Plutón. Ambas diosas, que parecen a veces más hermanas que madre e hija, son dos importantes figuras alrededor de las que se celebraban los misterios eleusinos. El festival de los misterios se llevaba a cabo en dos ocasiones del año ateniense: los misterios menores, que se celebraban en primavera para dar la bienvenida al retorno de la vegetación, anticipaban a los grandes misterios, que se celebraban en la época de la cosecha. Los misterios estaban claramente relacionados con los ritos minoicos:
Las más antiguas Telesteria (estructuras del culto) son prehelénicas; el nombre de Eleusis sugiere la Creta prehelénica; algunas vasijas del culto, las kernoi, y los jugos de libación son comunes a los cultos eleusinos y minoicos; la forma de la Telesteria puede ser un nuevo desarrollo de la supuesta escenografía minoica; el anaktoron es el mismo de los repositorios de Creta y sus presuntas capillas; las purificaciones del culto eleusino provienen de Creta, donde originalmente pertenecieron a la religión minoica; el núcleo de los misterios es un culto de la fertilidad, lo que también es el núcleo en la religión minoica; una antigua tradición doble remonta los misterios a Creta: por un lado Dionisos, que es independiente, por el otro el homérico Himno a Deméter… Estas conclusiones, establecidas hace unos veinte años, han sido adoptadas desde entonces por los principales historiadores de la religión. La realidad de esta interpretación, completada con el conocimiento más estrecho que tenemos actualmente del contenido básico de la religión minoica, se refuerza con la presente investigación[88].
Aunque Eleusis ha llamado la atención de muchos estudiosos, aún carecemos de una comprensión completa de lo que exactamente dio al misterio un poder tal sobre la imaginación helénica para que a lo largo de casi dos mil años literalmente todo aquel que fuera alguien emprendiera su ruta hacia los grandes festivales de la cosecha que se celebraban en la llanura de Atenas.
El historiador francés de las religiones Le Clerc de Septchenes, que escribía en torno al siglo XVIII, lo explicó de este modo:
Según Cicerón, la gente venía de todas partes para iniciarse. «¿Existe un solo griego, decía Arístides, un solo bárbaro con la suficiente ignorancia, lo suficientemente impío, para no considerar Eleusis como el templo común del mundo?». Dicho templo se construyó en un pueblo cercano a Atenas, en la tierra que entregó por primera vez la generosidad de Ceres. Era notable por la magnificencia de su arquitectura, así como por su gran amplitud; y Strabo observa que podía contener tanta gente como el mayor anfiteatro[89].
El poder de los misterios eleusinos radicaba en el hecho de que carecían de dogma pero, a su vez, implicaban ciertos actos sagrados que engendraban el sentimiento religioso y en los que cada época sucesiva podía proyectar el simbolismo que deseara. Los eruditos ortodoxos, desconocedores del poder transformador de la realidad de las plantas alucinógenas, han sido víctimas de una actitud con prejuicios hacia el éxtasis que tipifica la constreñida academia patriarcal, y por lo tanto se han visto desconcertados por los misterios. Y su desconcierto ha producido alguna de las más retorcidas especulaciones.
Albrecht Dieterich supone que el objeto tomado del pecho y que de algún modo era manipulado por los mystes era el falo. Esto, sin embargo, encontraba la objeción de que después de todo Deméter era una deidad femenina. Alfred Korte fue, por lo tanto, muy aplaudido cuando anunció que debía tratarse de un símbolo sexual femenino. Ahora todo parecía claro como el día. Al tocar el «útero», como se denominó al símbolo sexual, el mystes renacía; y puesto que un acto tal debió de constituir el clímax de los misterios, Ludwig Noack fue lo suficientemente lejos para afirmar que el hierofante mostraba este «útero» a la congregación en un derroche de luz y que, tras ello, el iniciado ya no podía dudar de su beatífico destino como niño de la diosa. Es difícil citar estas ideas sin acompañarlas con una sonrisa[90].
Realmente. Mostrar una representación de la vagina puede que fascinara a una habitación llena de clasicistas varones victorianos, pero a uno le cuesta creer que las fuentes místicas del mundo clásico no fueran algo más que un show porno para mirones.
¿Un misterio psicodélico?
Existen pocas dudas de que en Eleusis cada iniciado tomaba algo y cada uno de ellos veía a lo largo de la iniciación alguna cosa totalmente inesperada, transformadora y capaz de permanecer en cada participante como poderoso recuerdo para el resto de sus vidas. Representa un testamento increíble de la cerrazón de los eruditos de la sociedad dominante el hecho de que hasta 1964 no surgiera alguien que con audacia indicara que las plantas alucinógenas debían estar implicadas. Esta persona fue el poeta inglés Robert Graves en su ensayo «Los dos nacimientos de Dionisos»:
Se dice que el secreto que Deméter envió al mundo desde Eleusis por medio de su protegido Triptólemo era el arte de la siembra y la recogida del cereal… Hay algo equivocado en esta suposición. Triptólemo pertenece a las postrimerías del segundo milenio a. C., y los cereales, según sabemos hoy, habían sido cultivados en Jericó y otros lugares desde aproximadamente el año 7000 a. C., por lo que las nuevas de Triptólemo no hubieran sido novedades… El secreto de Triptólemo está, pues, relacionado con los hongos alucinógenos, y mi opinión es la de que los sacerdotes de Eleusis habían descubierto un hongo alucinógeno alternativo más fácil de conseguir que la Amanita muscaria, un tipo de hongo que podía introducirse en los dulces del sacrificio, en forma de pigote o phalloi, sin que perdiera sus poderes alucinógenos[91].
Esta fue la primera de las muchas observaciones que Graves hizo acerca de la tradición subterránea del uso del hongo en la prehistoria. Sugirió a los Wasson que visitaran la sierra de Mazateca, en México, en busca de evidencias que apoyaran sus teorías sobre el impacto de los hongos intoxicantes en la cultura. Graves creía que los recipientes de las fuentes clásicas para la preparación de la bebida del ritual eleusino contenían ingredientes cuyas primeras letras podían disponerse hasta dar la palabra «hongo», el ingrediente secreto. Este tipo de acertijo se denomina un ogham, en referencia a un truco poético similar usado en las artes poéticas y adivinatorias irlandesas. Graves concede de buena gana: «Tenéis libertad para llamarme loco», para luego defender con mucha capacidad sus tesis.
Tal vez nunca sepamos la naturaleza de las plantas alucinógenas que había tras el misterio eleusino, o qué es lo que llevaba a los celebrantes de Dionisos a un frenesí cuya experiencia era abrumadora y amenazadora. Una vez Graves hubo abierto el camino para la especulación de la realidad botánica que había tras el sacramento eleusino, tuvo el placer de ver a su amigo Wasson recorrer este nuevo camino de pensamiento con una teoría audaz y convincente.
La teoría del cornezuelo del centeno
La idea de Wasson, elaborada en colaboración con sus colegas Albert Hofmann y Carl Ruck y desvelada en una conferencia sobre hongos en San Francisco en 1977, rezaba que Eleusis era un rito de intoxicación visionaria en el que los hongos no estaban involucrados de forma directa. Wasson daba fuerza a gran parte de lo que hasta el momento había quedado oscuro argumentando que la fuente de intoxicación era una suerte de brebaje de cornezuelo del centeno que se hacía partiendo de un género de fungus ergótico.
Se necesita algo de información para poder apreciar la elegancia de esta sugerencia. El cereal era algo de gran importancia en el culto a Eleusis. El festival de los misterios era un festival de la cosecha, además de ser la celebración de un gran secreto agrícola y un misterio de la Madre Diosa y Dionisos. El Claviceps purpurea, un pequeño hongo que contamina los cereales comestibles, produce ergot, una fuente de poderosos alcaloides capaces de producir alucinaciones (así como con un gran poder de vasoconstricción). El púrpura asociado tradicionalmente con los hábitos de Deméter puede significar el púrpura característico de la sclerotia, el ergot asociado de color púrpura que es una fase asexual estacionaria en el ciclo de la vida del organismo. De él brotan los micelios y se agregan para formar el asci que semeja pequeños hongos, pero que no es de color púrpura, sino más bien de un tono azul eléctrico.
Argumentando su teoría, Wasson y sus colegas escriben:
Está claro que el cornezuelo del centeno es el ingrediente psicotrópico más probable del brebaje eleusino. Su relación aparentemente simbiótica con la cebada representa un enajenamiento y una transmutación apropiada del espíritu dionisíaco con el cual el grano, la hija de Deméter, se había perdido en la unión nupcial con la tierra. El ergot y el grano juntos, además, se encontraban reunidos en una unión bisexual como hermanos, llevando, ya en el momento de la pérdida de la doncella, el potencial de su propio retorno y del nacimiento del hijo faloideo (el hongo) que crecería de su cuerpo. Un hermafroditismo semejante puede apreciarse en las tradiciones míticas acerca de la mujer grotescamente fértil, cuyos gestos obscenos se dice que alegraron a Deméter y la consolaron de su dolor inmediatamente antes de que bebiera de la poción[92].
La teoría de Wasson y Hofmann es valiente y está bien argumentada. Sus opiniones sobre el escándalo del 415 a. C., cuando el ateniense Alcibíades fue castigado por tener el sacramento eleusino en su casa y utilizarlo para diversión de sus amigos, clarifica a los escépticos más recalcitrantes que fuera cual fuera la catálisis de Eleusis, se trataba de algo tangible.
La noción de que los ritos eleusinos se celebraban mediante el cornezuelo del centeno es totalmente coherente con la idea de que tenía raíces históricas en la Creta minoica. En el año 1900, Sir Arthur Evans, excavando en las proximidades del palacio de Knossos, desenterró vasijas adornadas con relieves de espigas de cebada. Llegó a la conclusión de que cierta clase de cebada había precedido al vino en Creta. Kerényi piensa que el pequeño tamaño de estas vasijas indicaba que se utilizaban para cierto tipo particular de bebida hecha con cebada —el sacramento visionario de los misterios eleusinos— en ritos «supuestamente celebrados en secreto en Knossos»[93].
Por supuesto, «la defensa de las pruebas debe correr a cargo de quienes las plantean», y hasta donde yo sepa nadie ha sometido la teoría Wasson-Hofmann al test del ácido, lo que significa la ingestión real de un alucinógeno superior de un grano de cereal infectado con algún parásito del ergot. Hasta que esto no se lleve a cabo la teoría seguirá siendo una especulación bien fundada. Hay un problema particular que afrontar: en todos los ejemplos documentados en los que gran número de gente ha ingerido trigo infectado por el ergot o cornezuelo del centeno, el resultado ha estado lejos de ser atractivo. El ergot o cornezuelo es tóxico. En el año 994 d. C. una epidemia de ergotismo asociada con trigo infectado mató a cerca de 40.000 personas en Francia; una epidemia del año 1129 mató a cerca de 1200 personas. Recientemente, la historiadora Mary Kilbourne Matossian ha deducido que La Grande Peur de 1789, una revuelta campesina fundamental para la Revolución Francesa, tenía sus raíces en el pan infectado por el cornezuelo del centeno que era la dieta básica de los campesinos de la época. Se ha propuesto también que la harina infectada por el cornezuelo fue un factor del declive del Imperio Romano y en la quema de brujas de Salem[94]. El párrafo siguiente resume los efectos aparentes del ergotismo:
Se han descrito dos tipos clínicos de ergotismo, el gangrenoso y el convulsivo. El ergotismo gangrenoso se inicia con comezón en los dedos, seguido de vómitos y diarreas, a los que sigue en pocos días la gangrena en los dedos de los pies. Todos los miembros se ven afectados por una gangrena seca, a la que sigue su amputación. La forma convulsiva se inicia con los mismos síntomas, pero le siguen dolorosos espasmos de los músculos que culminan en convulsiones epilépticas. La mayoría de los pacientes deliran[95].
Aquellos que quieran autoexperimentar con la teoría Wasson-Hofmann concerniente a Eleusis pueden sufrir experiencias claramente desagradables. Existen micólogos antiguos y micólogos valientes, pero no existen antiguos micólogos valientes. Como en el caso de la teoría de Wasson acerca de la identidad del soma, el problema radica en alcanzar una intoxicación segura a partir de la que se considera fuente del intoxicante. Si la fuente de los misterios eleusinos fue el cornezuelo del centeno, ¿cómo pudo ingerirse durante tantos siglos sin que los efectos secundarios desagradables asociados a él formaran parte de la leyenda?
Puede existir un camino que aclare estas dificultades. El Claviceps paspali, que normalmente infecta la cebada en lugar del centeno, puede tener una mayor proporción de «simples» alcaloides ergóticos psicoactivos pero de menor toxicidad (semejantes a los que se encuentran en el dondiego de día), y una proporción inferior del péptido tóxico que contiene alcaloides del ergot. También, como Wasson y Hofmann exponen en The Road to Eleusis, macerando en agua el grano infectado por el cornezuelo se podrían separar con éxito los alcaloides psicoactivos solubles en agua de los alcaloides más grasos, o liposolubles, con características tóxicas.
La teoría de la psilocibina de Graves
Si las futuras investigaciones demuestran que el cornezuelo no tuvo ningún papel en Eleusis, la obstinación de Graves en que el hongo de la psilocibina constituía el misterio deberá tenerse muy en cuenta. Quizá se conserve un conocimiento de la planta primigenia de la Diosa, Stropharia cubensis, u otros hongos que contengan psilocibina, no sólo en los tiempos minoico-micénicos, sino hasta la desaparición final de Eleusis.
Sea cual fuere su naturaleza, el sacramento Eleusino suscita el mayor de los respetos e incluso el amor de los escritores clásicos que lo invocaron: «Feliz es aquel que habiendo asistido a los ritos va más allá de la hueca tierra; porque conoce el fin de la vida, así como su principio divino», escribió el poeta griego Píndaro. Con la desaparición de Eleusis, el ancho río de la fraternidad, de la adoración a la Diosa y el éxtasis alucinógeno que fluyó a lo largo de más de diez mil años se hundió finalmente en el reino catatónico reservado a las religiones olvidadas. El triunfo del cristianismo acabó con la glorificación de la naturaleza y el planeta como fuerzas supremas del espíritu. Lo que Eisler llamó «el triunfo de la espada», o modelos sociales dominantes de paternalismo y patriarcado, se consumó por doquier. Únicamente un tenue eco de las antiguas vías siguió resonando en forma de intereses subterráneos como la alquimia, el hermetismo, el curanderismo y la herboristería.
Una cuenca histórica
Con el eclipse de la Creta minoica y sus misterios, la humanidad cruzó una cuenca hacia un mundo paulatinamente más vacío, más dominado por el ego, y cuyas energías se unificaron en el monoteísmo, el patriarcado y la dominación masculina. Como resultado de ello, las grandes relaciones de los antiguos mundos del pasado conformadas por las plantas declinaron hasta alcanzar el status de «misterios», búsquedas esotéricas de viajeros adinerados, obsesos religiosos y, finalmente, obreros inteligentemente cínicos.
Con la desaparición de los misterios, el alfabeto fonético colaboró a la hora de desplazar la conciencia hacia un mundo que acentuaba el lenguaje hablado y escrito, alejándose del mundo de una conciencia guestáltica pictográfica. Estos desarrollos reforzaron la emergencia del estilo cultural dominante y antivisionario. Se iniciaba la noche oscura del alma planetaria que denominamos civilización occidental.