CAPÍTULO
7
A la búsqueda del soma:
el dorado enigma védico
Nuestra crisis global actual es más profunda que ninguna crisis histórica previa; por ello, nuestras soluciones deberán ser más drásticas. Las plantas, y una renovación de nuestra relación arcaica con las plantas, pueden servir como modelo organizativo para la vida en el siglo XXI, del mismo modo en que los ordenadores sirven como modelo dominante en las postrimerías del siglo XX.
Hemos de acordarnos del último momento sensato que, como especie, conocimos, y luego actuar desde las premisas que existían en dicho momento, lo que significa volver a modelos que tuvieron éxito hace unos 15.000 o 20.000 años. Este cambio de enfoque quizá nos permita considerar a las plantas como algo más que comida, abrigo, ropa o incluso fuente de educación y religión; pueden convertirse en modelos de procesos. Después de todo son ejemplos de comunicación simbiótica y un recurso eficaz para el reciclaje y la organización.
Si reconocemos que el revival arcaico puede ser un paradigma de transformación y que realmente puede crear un mundo que retorne a la femineidad y sea ecosensitivo y acogedor, mediante la vuelta a modelos muy antiguos, hemos de admitir que necesitamos algo más que discursos políticos. Con el fin de ser eficaz, el revival arcaico debe descansar en una experiencia que sacuda a cada uno de nosotros hasta llevarnos a nuestras auténticas raíces. La experiencia debe ser real, generalizada e intercambiable.
Podemos iniciar esta reestructuración del pensamiento declarando legítimo lo que hemos negado durante tanto tiempo. Declaremos legítima a la naturaleza. La noción de plantas ilegales es, de entrada, odiosa y ridícula.
La comunicación con la mente que hay tras la naturaleza
La última gran esperanza que puede disolver los escarpados muros de la inflexibilidad cultural, que parecen estar canalizándonos hacia una auténtica ruina, es un chamanismo renovado. Al restablecer canales de comunicación directa con lo Otro, con la mente que hay tras la naturaleza, mediante el uso de plantas alucinógenas, conseguiremos un nuevo punto de vista para contemplar nuestro camino en el mundo. Cuando la visión del mundo medieval agonizaba, la sociedad europea secularizada encontró su salvación volviendo a dar vida a los enfoques griegos y romanos de la ley, la filosofía, la estética, la planificación de las ciudades y la agricultura. Nuestro dilema, al hacerse más profundo, puede llevarnos más atrás en el tiempo en busca de respuestas. Hemos de examinar los tóxicos visionarios de nuestro pasado colectivo, que incluyen el extraño culto al soma descrito en los textos espirituales de los primeros indoeuropeos.
Ninguna historia de las plantas y los pueblos puede considerarse completa sin un detallado tratamiento del misterioso culto al soma de los antiguos indoeuropeos. Como se ha mencionado en el capítulo 6, los indoeuropeos eran pueblos nómadas cuyo hogar original ha sido tema de debate entre los estudiosos y a los que se asocia con el patriarcado, los carros provistos de ruedas y la domesticación del caballo. También se asocia a los indoeuropeos con una religión basada en el poderoso intoxicante soma.
El soma era un jugo o savia extraído de las fibras turgentes de una planta a la que también se denominaba soma. Los textos parecen decirnos que el jugo se purificaba mediante un filtro de lana y después, en algunos casos, se mezclaba con leche. Una y otra vez, y de diversas formas, encontramos al soma estrechamente relacionado con el simbolismo y los rituales vinculados al ganado y al pastoreo. Como ya hemos comentado, la identidad del soma se desconoce. Considero que esta relación con el ganado es básica para cualquier intento de identificación del soma.
Los primeros escritos espirituales de estos pueblos indoeuropeos son los Veda. De ellos el más conocido es el Rig Veda, que podríamos describir como una colección de aproximadamente 120 himnos dedicados al soma, la planta y el dios. En realidad, el noveno mandala del Rig Veda está completamente compuesto por una alabanza de la planta mágica. El inicio del noveno mandala[54] es un ejemplo típico de las loas al soma que impregnan y tipifican la literatura indoeuropea del período:
Tus jugos, soma purificado, que todo lo penetran, rápidos como el viento, fluyen como la descendencia de veloces yeguas; los celestiales, alados y dulces jugos, los más excelsos estimulantes del regocijo, arden en el receptáculo.
Tus jubilosos jugos, que todo lo penetran, están desatados como carrozas; las dulces olas de soma llegan a Indra, el señor del trueno, como una vaca lechera al becerro.
Como un caballo dispuesto para la batalla, quienes dominamos el ímpetu del cielo que todo lo conoce vamos hasta el receptáculo cuya madre es la nube…
Soma purificado, tus celestiales corceles, veloces como el pensamiento, se han vertido junto con la leche en el receptáculo; los rishis, quienes dirigen el sacrificio, te limpian, Oh rishi, agradable soma, vierte tus arroyos sin fin en el centro de la vasija[55].
El soma prevalecía en la religión prezoroastriana de Irán como «haoma». «Soma» y «haoma» son distintas formas de la misma palabra, derivada de una raíz que significa exprimir un líquido, su en sánscrito y hu en avestano.
Ninguna lo parece que fuera excesiva para aplicarse al intoxicante mágico. Se creía que el soma había sido traído por un águila desde el cielo superior, o desde una montaña, donde había sido colocado por Varuna, un miembro del primitivo panteón hindú. Veamos otro fragmento del Rig Veda:
Es bebido por el enfermo como medicina al amanecer; tomarlo fortalece los miembros, impide que se rompan las piernas, protege de las enfermedades y otorga longevidad. La necesidad y los problemas se desvanecen, huye el cansancio cuando el inspirador se apodera del mortal; el pobre, intoxicado por soma, se siente rico; la corriente hace que el cantante libere su voz y le inspira para el canto; otorga al poeta poderes sobrenaturales, de modo que se siente inmortal. Gracias a la fuerza de inspiración de la bebida, surgió en el período indoiraní una personificación de la savia como dios soma; se le atribuyeron casi todas las hazañas de los demás dioses, y hasta la fuerza de los dioses se vio aumentada por su corriente. Como Agni, soma hace que su brillo resplandezca gozoso en las aguas; como Vayu, conduce sus corceles; como los acvinos, se precipita en nuestra ayuda cuando se le llama; como Pusan, provoca reverencia, custodia el rebaño y nos conduce, por atajos, al éxito. Como Indra, el cuidador de todos, supera a todos los enemigos, próximos y lejanos, nos libera de las malas intenciones del envidioso, así como del peligro y de la necesidad, y nos trae ricas ofrendas del cielo, la tierra y el aire. El soma hace también que el sol ascienda a los cielos, recupera lo perdido y, semejante a mil modos y medios de ayuda, lo sana todo: al ciego y al cojo; aleja a la piel negra (aborígenes) y otorga todo aquello que posee el piadoso Ario. Bajo su ley y mandato se gobierna el mundo; él, el que sostiene el cielo y es puntal de la tierra, sujeta a todos en su mano. Resplandeciente como Mitra, respetado como Ario, se regocija y reluce como Surya; las órdenes de Varuna son sus órdenes; es él, también, quien mide los espacios terrenos y construye la bóveda celeste, como también él, lleno de sabiduría, custodia a la comunidad y vigila a los hombres, incluso en los lugares más ocultos, y conoce las cosas más secretas… Alarga eternamente la vida del devoto y tras la muerte lo convierte en inmortal en la morada de los bienaventurados, en el más alto de los cielos[56].
¿Qué es el soma?
Se plantea una pregunta crítica a la hora de cualquier discusión sobre esta poderosa planta en cuyas extáticas visiones se basa toda la religiosidad hindú: ¿cuál era la identidad botánica del soma, «el pilar del mundo»?
En el siglo XIX esta cuestión era casi imposible de formular. El estado de la filología comparada era demasiado rudimentario y había pocos incentivos para adoptar un enfoque interdisciplinar con respecto al problema; los especialistas en sánscrito no se hablaban con los botánicos, ni lo hacían con los farmacólogos. En realidad, para el siglo XIX la pregunta carecía de interés. Era algo parecido a preguntarse qué canción cantaban las sirenas o dónde está Troya.
Gracias a los descubrimientos de Heinrich Schliemann, que prestó oído a sus voces internas y a sus dictados, estamos en general de acuerdo en que hoy sabemos realmente dónde estuvo Troya. Con este espíritu de respeto por la verdad, basada en los hechos de los textos antiguos, los estudiosos del siglo XX han tratado de descifrar la identidad botánica del soma. Dichos intentos van de lo casual a lo exhaustivo. El juego es precisamente del tipo que les gusta jugar a los eruditos; la respuesta debe hallarse en descripciones fragmentadas, en un lenguaje desaparecido hace mucho, lleno de palabras con colorido y que sólo se producen una vez en la literatura de un lenguaje determinado. ¿Qué planta cumple mejor los requisitos de las fragmentadas referencias dadas sobre la forma física de este misterioso miembro de la flora visionaria?
Para responder a esta pregunta debemos reconstruir el contexto en el que vivían los indoeuropeos. Una posibilidad estriba en que la migración que se inició en algún momento del sexto milenio a. C. llevara a las tribus indoeuropeas más lejos del entorno boscoso conveniente para ser fuente del soma arcaico. Es obvio que los acontecimientos se produjeron lentamente; el soma arcaico debió de ser objeto de comercio entre los emplazamientos originales de los arios y las fronteras de su área de expansión al sudeste. Otra posibilidad es la de que el soma fuera algo con lo que los indoeuropeos no tuvieran contacto hasta que se encontraron con los pastores que residían en los valles, quienes probablemente utilizaban los hongos y vivían en los llanos de Konya en Anatolia (véase la figura 13).
En cualquier caso, con el tiempo —al surgir las diferencias lingüísticas, alargarse las rutas comerciales y experimentarse con los sustitutos locales para el soma, y cuando las tradiciones de los pueblos conquistados fueron asimiladas— la identidad original del soma se mezcló con el mito. Cada vez más esotérica, se convirtió en una enseñanza secreta, que se transmitía oralmente y era conocida por pocos, hasta que finalmente se olvidó. La preparación del soma visionario parece ser algo que se marchitó a medida que cesaron las migraciones indoeuropeas, en una época en la que movimientos de reforma y renovación empezaron a notarse con fuerza en Persia, así como en el subcontinente indio.
El haoma y Zoroastro
Quizá la desaparición del soma se produjo a causa de que la nueva religión de cariz reformista de Zoroastro (que se estableció aproximadamente en el año 575 a. C.), que en aquel entonces se difundía en la meseta iraniana, eligió adoptar un enfoque represivo frente al antiguo sacramento que otorgaba poderes similares a los de un dios. Zoroastro nos habla de Ahura Mazda, un creador supremo que creaba por medio de su propio espíritu santo y que regía un mundo dividido entre la Verdad y la Mentira. Las criaturas de Ahura Mazda son libres y, por lo tanto, responsables de sus destinos; el símbolo externo de la Verdad es el fuego; y el altar de fuego es el núcleo de la práctica del culto zoroástrico[57]. Pero, como nos clarifica lo siguiente, la antigua seducción del soma no era fácil de suprimir:
Existen sólo dos referencias al haoma (soma) en los Gathas (o versos sagrados) de Zoroastro; una que menciona a Duroaosa, «mensajero de la muerte», y otro que hace mención al «carácter impuro de este intoxicante». Estas alusiones son suficientes para probar que el tóxico haoma estaba bajo la prohibición de este gran reformista. Pero en el posterior Avesta (el libro sagrado del zoroastrismo), el haoma, al igual que muchos otros de los antiguos daevas (dioses), retorna, y, según Yasna IX-X, a todos los efectos era como el soma védico[58].
Por lo tanto, Zoroastro quizá no intentara realmente prohibir al haoma. Puede que Zoroastro simplemente tuviera objeciones con respecto al sacrificio de toros, que era parte del rito. El sacrificio de toros debía ser un anatema para todos aquellos que fueran conscientes de la conexión entre el ganado y los hongos en la antigua religión de la Gran Diosa. R. C. Zahner argumenta convincentemente que Zoroastro nunca abolió el rito del haoma:
En el Yasna, el haoma se prepara para satisfacción del «recto Fravashi de Zoroastro». Es, por supuesto, cierto que los zoroástricos de lo que llamamos el período «católico» trajeron de nuevo gran cantidad de material «pagano» de las antiguas religiones… Hasta donde nos es posible hablar, el rito haoma fue el acto litúrgico básico del zoroastrismo desde que esta religión desarrolló la liturgia, y la posición central de la que goza nunca se le ha discutido. Ello, sin embargo, no es cierto por lo que respecta al sacrificio de animales; en las últimas épocas lo practicaron algunos mientras que otros se oponían a tal práctica[59].
¿Qué pistas tenemos que puedan guiarnos en la búsqueda de una identidad botánica para el soma? Tanto en los Vedas como en el Avesta, se dice que la planta del soma tiene ramas y es de color amarillo. También se suele estar de acuerdo con su origen montañoso. Los sustitutos del soma se encontraron una vez la tradición se vio forzada a pasar a la clandestinidad en la llanura iraní. Posiblemente, los sustitutos elegidos debían tener un aspecto semejante a la planta original del soma. También es probable que se conservaran los términos técnicos del ritual, aunque la planta-sustituto no correspondiera exactamente al soma. Puesto que el rito del soma era la esencia del rito védico, eran necesarios tres prensados diarios para adorar a los dioses, lo que significa que se requerían grandes cantidades de la planta. Pero, lo que es más importante, ninguna planta podía ser un sustituto del soma si no se trataba de un intoxicante visionario extático capaz de ser descrito en términos tan extravagantes como éstos:
Donde existe luz eterna, en el mundo en que se ubica el sol, en este inmortal e imperecedero mundo sitúame, oh soma…
Donde la vida es libre, en el tercer cielo de los cielos, donde los mundos son radiantes, hazme inmortal…
Donde existe felicidad y dicha, donde moran el gozo y el placer, donde se alcanzan los deseos de nuestro deseo, hazme inmortal[60].
El haoma y la harmalina
Los intentos de identificar al soma han llevado a acalorados debates sobre, por ejemplo, el significado preciso de ciertas palabras para el color en las descripciones védicas[61]. El soma se ha identificado de muy variadas formas: como una Ephedra, una planta relacionada con la que da origen al estimulante efedrina; como una Sarcostemma, emparentada con las hierbas lechosas americanas; como el Cannabis; y como una trepadora sin hojas del género Periploca (véase la figura 14). También ha sido identificada con leche fermentada de yegua, miel fermentada, o con una combinación de éstas y otras sustancias. Ultimamente, la Peganum harmala, la gigantesca ruda de Siria que contiene sustancias psicoactivas, ha sido presentada convincentemente como alternativa por David Flattery y Martin Schwartz en su fascinante libro Haoma y Harmalina[62]. Sostienen que la identificación original del soma védico con la ruda de Siria realizada por sir William Jones en 1794 era correcta. Basan su argumento utilizando el Zend Avesta y otros materiales documentales de la religión parsi que otros estudiosos han pasado por alto. Al hablar del mundo espiritual normalmente invisible del estado posterior a la muerte, denominado existencia menog en la religión avestiana, Flattery dice lo siguiente:
La ingestión de sauma (soma) puede que fuera el único medio reconocido en la religión iraní para poder ver la existencia menog tras la muerte; a todos los efectos, es el único medio reconocido en la literatura zoroástrica… y, como hemos visto, es el medio utilizado por Ohrmazd cuando desea hacer visible la existencia menog a los vivos. En la antigua religión iraní hay pocas evidencias relacionadas con las prácticas meditativas, que debieron ser un tardío desarrollo de una medida alternativa, no farmacológica, para alcanzar dicha visión. En Irán la visión del mundo espiritual no surgía por la simple gracia divina o como recompensa a la santidad. Por el papel que aparentemente desempeñaba el sauma, la visión de la existencia menog, debía requerirse en una época a todos los sacerdotes (o los chamanes que les precedieron)[63].
La teoría de la amanita de Wasson
Gordon y Valentina Wasson, los fundadores de la ciencia de la etnomicología, el estudio de los usos humanos y el saber tradicional relacionado con los hongos y otras plantas fungosas, sugirieron por primera vez que el soma podía ser un hongo. En concreto, la falsa oronja, de sombrero color escarlata con motas blancas, la Amanita muscaria, un antiquísimo intoxicante chamánico utilizado hasta épocas recientes por las tribus tungúsicas de la Siberia ártica.
Las evidencias recogidas por los Wasson eran imponentes. Mediante el estudio de la evolución de los lenguajes implicados, examinando motivos artísticos y volviendo a examinar e interpretar de una forma juiciosa el material védico, erigieron buenos fundamentos para establecer que un hongo estaba detrás del misterio del soma. La suya fue la primera investigación botánicamente sofisticada y farmacológicamente fundada sobre la identidad del soma.
En otra investigación, los Wasson descubrieron la existencia de un culto chamánico a los hongos, en activo, en las montañas de la Sierra Mazateca de Oxaca, en México. Gordon Wasson llevó especímenes de los hongos mexicanos al químico, farmacólogo suizo y descubridor del LSD Albert Hofmann, lo que permitió clasificar y aislar la psilocibina en 1957. La misma psilocibina que he considerado estaba involucrada en la emergencia de la autoconciencia humana en las praderas africanas hace decenas de miles de años.
En 1971, Gordon Wasson publicó Soma: Divine Mushroom of Immortality. En esta obra el tema de la falsa oronja se presenta en su forma más completa. Wasson fue muy inteligente al adelantar la idea de que un hongo de algún tipo estaba involucrado en el misterio del soma. Pero tuvo menos éxito al mostrar que la especie que había tras éste era la falsa oronja. Él, como todos aquellos que antes de él intentaron identificar al soma, se olvidaron de que, fuera lo que fuera el soma, se trataba de un tóxico visionario de gran poder y un alucinógeno sin par. Por el contrario, estaba muy al tanto de que los eruditos europeos habían establecido el chamanismo siberiano como «ejemplo» de todo chamanismo arcaico y que la falsa oronja se había utilizado en Siberia desde hacía mucho para provocar viajes chamánicos e iniciar a los chamanes neófitos en la totalidad de su herencia.
Como resultado de los propios descubrimientos de Wasson en México, se sabía que otros hongos distintos a la falsa oronja podían contener intoxicantes visionarios, pero se pensaba que los hongos de la psilocibina eran un fenómeno propio del Nuevo Mundo, puesto que se desconocían otros hongos intoxicantes. Wasson llegó a la conclusión de que si el soma era un hongo, éste debía ser la falsa oronja. Esta sobrevaloración de la Amanita muscaria ha formado parte de todos los esfuerzos por comprender el soma desde entonces.
Objeciones a la falsa oronja (Amanita muscaria)
Genética y químicamente, la Amanita muscaria es muy variable; muchos tipos de la falsa oronja no proporcionan una experiencia extática fiable. Aspectos del suelo y factores estacionales y geográficos afectan también a sus propiedades alucinógenas. El hecho de que una planta sea utilizada por los chamanes no quiere decir necesariamente que sea extática. Los chamanes utilizan muchas plantas desagradables para intoxicarse y abrir la «grieta entre los mundos». Entre éstas están las Daturas, parientes del Jimson, el arborescente Brugmansias, cuyas flores pendulares son familiares como paisaje ornamental; con sus colores rojo brillante y negro, están también las semillas de Sophora secundifolia, las Brunfelsias, y los rapés de tipo Virola, confeccionados con polvo del árbol de resina. A pesar de su uso chamánico, estas plantas no provocan una experiencia extática que pueda inspirar las loas entusiastas recogidas al referirse al soma. El mismo Wasson era consciente de que la Amanita no era fiable, y él mismo nunca tuvo una experiencia extática consumiendo Amanita.
En lugar de darse cuenta de que la Amanita no era un buen candidato para el soma védico, Wasson se convenció de que debía estar implicado algún sistema de preparación. Pero no se ha encontrado nunca ningún ingrediente o procedimiento que transforme de un modo fiable la, en ocasiones, desagradable experiencia, en el umbral de la toxicidad, de la Amanita en el viaje visionario a un paraíso mágico. El mismo Wasson sólo tiene conocimiento de una única excepción inexplicable e irrepetible:
En 1965 y de nuevo en 1966 probamos repetidas veces la falsa oronja (Amanita muscaria). Los resultados fueron descorazonadores. La comimos en bruto, con los estómagos vacíos. Bebimos el jugo, con los estómagos vacíos. Mezclamos el jugo con leche y bebimos la mezcla, siempre con los estómagos vacíos. Experimentamos náuseas y algunos vomitamos. Nos entró sueño y caímos en un sopor del que no nos podían despertar los gritos; tirados como perros, sin ronquidos, muertos para el mundo exterior. En este estado tuve sueños vívidos, pero nada semejante a lo que sucedió cuando tomé en México los hongos de la psilocibina, donde no dormí nada. En nuestros experimentos en Sugadaira (Japón), hubo una ocasión muy distinta de las otras, una que podríamos considerar exitosa. Rokuya Imazeki trajo sus hongos con mizo shiru, la deliciosa sopa que normalmente los japoneses sirven en el desayuno, y tostó los sombreros de sus hongos con un tenedor en un fuego abierto. Cuando despertó del sueño producido por los hongos estaba lleno de júbilo. Durante tres horas no pudo parar de hablar; se convirtió en un parlanchín compulsivo. Según sus explicaciones, era algo muy distinto a un estado alcohólico; era mucho mejor, fuera de toda comparación. No sabemos las causas por las que esta vez, sólo en esta ocasión, nuestro amigo Imazeki tuvo esta reacción[64].
Los compuestos químicos activos de la Amanita muscaria son la muscarina y el muscimol. La muscarina es muy tóxica y, al igual que en el caso de muchos venenos colinérgicos, su actividad se anula con una inyección de sulfato de atropina. El muscimol, el candidato para la psicoactividad del hongo, se ha descrito como un simple emético y sedante[65]. En la literatura no se describe la exposición humana al muscimol. (Increíblemente, el paso evidente de dar muscimol a los seres humanos para determinar su potencial psicodélico no se ha llevado a cabo. Este hecho refleja lo ilógico de la mentalidad académica en presencia de temas asociados con los cambios autoinducidos de la conciencia).
A lo descrito anteriormente voy a añadir mi experiencia personal con la falsa oronja. La he ingerido en dos ocasiones. Uno de los especímenes fue una colección seca recogida al nivel del mar en el norte de California. Mi experiencia de cinco gramos con este material seco fue de náusea, salivación y visión borrosa. Con los ojos cerrados aparecieron cambiantes imágenes, pero éstas eran de carácter banal y poco atractivas. Mi segunda experiencia consistió en un plato de especímenes frescos recogidos a más de 3.000 m en las montañas que hay detrás de Colorado. En esta ocasión, los únicos efectos fueron la salivación y los calambres estomacales.
Por último, vamos a dar parte de una descripción de la intoxicación mediante falsa oronja de un sujeto muy experimentado, un psicoterapeuta y neurofisiólogo profesional. La dosis ingerida fue una taza de hongos cortados muy finos. Los hongos procedían de la desembocadura del río Pecos, en Nuevo México:
Tuve momentos de desasosiego, estaba completamente cubierto de sudor. La saliva manaba de mi boca. No tenía conciencia del paso del tiempo, aunque estaba despierto, o soñaba con sueños muy parecidos a la vida cotidiana; tuve una suerte de sueño totalmente consciente. Era prácticamente insensible a la música que sonaba. Me quité la manta; tenía un sudor muy caliente, con escalofríos, pero que no eran perceptibles. Interiormente parecía todo extrañamente tranquilo. Estaba muy embriagado. No se parecía en nada a lo que había experimentado anteriormente. «Psicodélico» es un término demasiado amplio para describirlo, no se trataba de una experiencia realmente psicodélica. Era como si todo fuera igual que siempre, pero a la vez totalmente extraño; sin embargo todo tenía el aspecto acostumbrado. Excepto que este mundo estaba en un plano de sombra (o nivel cuántico) distinto, de un estilo profundamente feérico e inconfundible. Estaba atáxico (era incapaz de coordinar los movimientos voluntariamente) y eufórico. Se produjo poco material de carácter visual[66].
En resumen, la Amanita muscaria es sin duda un vehículo chamánico efectivo en el entorno ártico de escasa vegetación en el que tradicionalmente se ha utilizado como agente psicoactivo. Pero el entusiasta éxtasis visionario que inspiró los Vedas y fue el misterio central de los pueblos indoeuropeos a medida que se desplazaron por la meseta iraní probablemente no pudo producirlo la Amanita muscaria.
Wasson: sus contradicciones y otros candidatos fúngicos para el soma
Wasson siguió convencido de que la falsa oronja era el soma. En su último libro, Persephone’s Quest, publicado postumamente, clasifica la falsa oronja como «el supremo enteógeno de todos los tiempos», aparentemente como dogma de fe, puesto que admite que para él fue descorazonador, y sólo reconoce haber alcanzado un éxtasis chamánico mediante el uso de la psilocibina, a la que nunca incluyó en el rompecabezas del soma. Sin embargo, al hablar de India introduce un interesante indicio:
Otros enteógenos del tipo hongo crecen en niveles inferiores. Aparecen en el estiércol del ganado, se identifican y recogen con facilidad y son efectivos. Pero fracasan a la hora de adecuarse a las prácticas brahmánicas; son conocidos por las tribus y los sudras (intocables). El soma, por otro lado, exige la autodisciplina del sacerdote. Una larga preparación e iniciación. Se trata, en el caso de una explotación correcta, de un asunto de la elite sacerdotal. Pero el posible papel de la Stropharia cubensis, que crece en el estiércol del ganado, en las vidas de las clases bajas permanece actualmente prácticamente inexplorado. ¿Es la S. cubensis la responsable de haber elevado a la vaca a un status sagrado, así como de la inclusión de la orina y el estiércol de la vacas en el pancagavya (el sacrificio védico)? ¿Es ésta una razón de peso para el abandono del soma? Dadas las condiciones ecológicas que prevalecían en el valle del Indo y de Cachemira, sólo unos pocos indoeuropeos podían conocer por propia experiencia el secreto de la Hierba Divina. El culto a soma debió de tomar forma a causa de las peculiares circunstancias que predominaban en la zona, pero finalmente dichas circunstancias debieron sentenciar al culto. Hoy en día su única supervivencia en la India es el recuerdo difuso e intenso de un antiguo rito[67].
Al hablar de la prohibición de comer hongos en el caso de los brahmanes, una prohibición que se estableció en la fase védica tardía, Wasson dice:
Todavía desconocemos —y probablemente nunca lo sabremos— cuándo la prohibición se estableció, quizás en los siglos en los que se componían los himnos védicos, o probablemente cuando los jerarcas de los brahmanes descubrieron las virtudes enteogénicas de la Stropharia cubensis, conocidas por las órdenes inferiores que vivían en India…[68]
Hay algo extraño en estos dos párrafos. Un gran erudito, casi él mismo un brahman, banquero de profesión y miembro honorario de la Universidad de Harvard, parece estar actuando de una manera muy poco digna de un erudito. Sabemos por sus propias y elocuentes descripciones que Wasson experimentó el éxtasis de la psilocibina en más de una ocasión. Sabemos también que nunca obtuvo una experiencia satisfactoria con la Amanita muscaria. Pero en estos pasajes, rechaza, ignora y se salta la amplia evidencia de que el hongo que está tras el misterio del soma es la Stropharia cubensis rica en compuestos de psilocibina. Dice de ella que es «de fácil identificación» y «efectiva» pero no puede concebir que pueda tratarse del soma que busca. Se pregunta a sí mismo si la Stropharia cubensis pudiera ser «una razón que contribuyera al abandono del soma». Luego ignora su propia pregunta. Si el soma es la Stropharia cubensis, entonces la tradición puede rastrearse de una forma ininterrumpida hasta el África prehistórica. En dichos párrafos se refiere dos veces a «las órdenes inferiores», un punto de inflexión en su acostumbrado igualitarismo. Mi impresión es la de que muchas consideraciones, algunas de las cuales inconscientes, configuran las palabras de Wasson a la hora de formular su última declaración sobre el problema que ocupó la mayor parte de su vida.
Los que conocen a Wasson saben que tenía una gran aversión por los «hippies» y que estaba muy preocupado por los acontecimientos que sucedieron en Oxaca cuando publicó sus descubrimientos sobre el culto a los hongos que sobrevivía en el lugar. La anunciada migración de aventureros, buscadores espirituales, jóvenes, y el sensacionalismo que siguió a los testimonios de Wasson sobre el culto a los hongos lo volvieron reacio y le hicieron ponerse a la defensiva frente a la cultura psicodélica.
He tomado alguna vez los hongos sagrados pero nunca con propósitos de «chute» o «recreativos». Conociendo como conocía el alto respeto que recibían de quienes creían en ellos, no quería, no podía, profanarlos. Tras mi artículo en Life una turba de comerciantes de emociones bajaron a Huautla de Jiménez en busca del «hongo mágico»: hippies, psicólogos autodidactas, excéntricos e incluso guías de viaje acompañados de sus dóciles rebaños, muchos de ellos acompañados de sus compinches. Han sido miles los que han tomado el hongo (o la píldora sintética que contiene el agente activo) y la cháchara de algunos de ellos llena las páginas de relleno de un segmento de nuestra «prensa libre». Deploro esta actividad de la chusma de nuestra sociedad pero ¿qué podía haber hecho?[69]
Wasson mantiene una posición de fuerte rechazo frente al uso hedonístico de sus queridos «enteógenos»; una palabra confusa impregnada de tufo teológico que él prefiere al término común de «psicodélico». Quizá fuera esta actitud la que hizo que Wasson se decidiera a que su obra magna, escrita en colaboración con el micólogo francés Roger Heim, Les Champignons Hallucinogènes du Mexique, no estuviera disponible en la década de los sesenta en traducción inglesa. Pueden haber existido muchas razones. Pero el hecho sigue siendo que el trabajo más importante de Wasson es su único trabajo que no tiene traducción al inglés.
Peganum harmala como el soma
Si somos honestos con Wasson hemos de decir que él asumió que la Stropharia cubensis fue descubierta primero por los indoeuropeos cuando llegaron a India, y que por lo tanto entró en la ecuación del soma más bien tarde. Mi propia opinión es la de que la Stropharia cubensis, o una especie coprófila emparentada, estaba bien establecida en África, Anatolia y quizá la meseta iraniana miles de años antes de la llegada de los indoeuropeos. Esta suposición cambia el cuadro de manera fundamental. Significa que las tribus invasoras indoeuropeas hallaron antiguas culturas ya establecidas que utilizaban el hongo en la meseta iraniana y de Anatolia.
El aumento de la desertización de la región posiblemente fomentara una búsqueda de sustitutos del hongo mucho antes de las invasiones indoeuropeas. Confieso haberme visto impresionado por los nuevos datos de la harmalina establecidos por Flattery y Schwartz[70], que argumentan de un modo convincente que, en la época védica tardía, se entendía que el haoma/soma era el Peganum harmala. La harmalina, el beta-carbolino presente en la Peganum harmala, es distinto en su actividad farmacológica de la harmina, su pariente que se encuentra en la planta sudamericana de la ayahuasca, Banisteriopsis caapi. Se sabe que la harmalina es más psicoactiva y menos tóxica que la harmina. Lo que puede significar que la Peganum harmala, por sí sola, con una elaboración fuerte, puede proporcionar una experiencia alucinógena extática fiable. Puede ser cierto que la Peganum harmala combinada con la psilocibina de algún modo puede sinergizar y mejorar los efectos de la psilocibina. Quizá cuando había pocas reservas del hongo, se utilizara una combinación de estas características. Paulatinamente la Peganum harmala puede haber llegado a suplantar al cada vez más escaso hongo. Se trata de un área que exige claramente nuevas investigaciones.
Sea cual sea la importancia etnofarmacológica definitiva que se le asigne a la Peganum harmala, está claro que antes de la invasión indoeuropea, las culturas de Anatolia e Irán eran del tipo Çatal Hüyük. Se trataba de ganaderos. Sociedades fraternales adoradoras de la Gran Diosa que practicaban una religión orgiástica y psicodélica, cuyas raíces hay que buscarlas en el África neolítica y en la emergencia de la autoconciencia.
El soma como dios varón lunar
El Noveno Mandala del Rig Veda da minuciosos detalles referentes al soma y declara que el soma estaba por encima de los dioses. El soma es la entidad suprema. El soma es la luna; el soma es masculino. Aquí se produce un extraño fenómeno: una deidad lunar masculina. Algo limitado a ciertas tribus indias de Norteamérica y a los indoeuropeos (la concepción folclórica alemana de la luna es masculina hasta hoy en día). Al estudiar el folclore, la conexión entre la luna y lo femenino es tan profunda y obvia que una deidad lunar masculina destaca mucho, haciendo fácil trazar su historia tradicional.
En las mitologías del Oriente Próximo existe un dios lunar que debe haber sido importado a India desde occidente. El punto avanzado más septentrional de la civilización babilónica era la ciudad de Harran, una ciudad asociada tradicionalmente con el hogar original de Abraham y el origen de la astrología. La deidad patrona de Harran era un dios lunar masculino: Sin o Nannar. Se creía que su origen estaba en un dios de los nómadas y protector del ganado relacionado con el culto masculino del dios lunar de la Arabia primitiva. Su hija Ishtar en una época eclipsó al resto de deidades femeninas, como hizo su contrapartida Isis en Egipto[71].
Como padre u origen de la Diosa, es oportuno que Sin llevara un tocado que sugiriera un hongo (véase figura 15). Ninguna otra deidad en el panteón babilónico porta este tocado. He encontrado tres ejemplos de Sin o Nannar en sellos cilíndricos; en cada uno de ellos el tocado era prominente y en uno de los ejemplos el texto que le acompaña, escrito por un estudioso del siglo XIX, menciona que este tocado era de hecho la identificación del dios[72].
¿Por qué la deidad patrona de Harran conectada con el hongo era percibida como un varón? Se trata de un problema para folcloristas y especialistas en mitología; pero es patente que el hongo de la Stropharia cubensis debía adoptar la proyección de masculinidad o feminidad con la misma facilidad. Ello está obviamente conectado con la luna: tiene una apariencia lustrosa y plateada en ciertas formas y la apariencia nocturna de los hongos en un campo implica que son activos de noche cuando la luna rige los cielos. Por otro lado, uno puede cambiar el punto de vista y de golpe ver al hongo como masculino: tiene color solar y una apariencia fálica e imparte mucha energía, considerándose tradicionalmente como un hijo del relámpago. El hongo se aprecia con más precisión como una deidad de cambiante forma andrógina, que puede adoptar varias formas según la predisposición de la cultura que lo descubre. Casi podríamos decir que es un espejo de la expectativas culturales y por ello para los indoeuropeos adoptó una cualidad masculina y en el africano Sáhara y en Çatal Hüyük una cualidad muy femenina y muy lunar. En cualquier caso, se trata de un alucinógeno o un dios que no es salvaje y que está asociado con la domesticación de animales y con la cultura humana.
El soma y el ganado
La domesticación del hongo puede servir como hilo para conectar de forma concreta el hongo del estiércol Stropharia cubensis con el soma. Que el ganado es un motivo principal en el culto al soma no tiene sentido si uno considera que el soma es la Amanita muscaria. Wasson se dio cuenta de la asociación del ganado con el soma pero en cierta medida eludió la conclusión lógica de que el soma debía ser una especie del estiércol blando. «Se ha dado tanto énfasis en el Rig Veda a las vacas y a la orina de los toros en la religión de los Parsis que la cuestión que se plantea por sí sola es la de si las vacas consumían la falsa oronja si ello les afectaba, junto con su orina y su leche. No puedo responder a esto»[73].
Unos dieciocho años después, Carl A. P. Ruck, en su contribución al último trabajo publicado por Wasson comentaba el pasaje anterior en una nota a pie de página:
Las metáforas de ganado son también atributos del soma, que puede describirse como una «ubre» que produce la leche enteogénica y como un «toro rugiente», este último aparentemente una característica del hongo que Perseo cogió en Micenas. El toro es la metáfora más común para el soma, y esta manifestación de la planta sagrada puede servir de base a la tradición de que Zeus, al fundar la civilización europea, raptó a la Anatolia europea apareciéndosele en forma de un toro que le dio la inspiración de la flor sobre la que había apacentado[74].
Con el fin de defender la hipótesis de que la Amanita muscaria es el soma, estos autores se han aferrado al hecho de que la orina de los renos y de los seres humanos que han comido Amanita muscaria es por sí misma un material psicoactivo. Entre las tribus siberianas en las que se confirmó este hecho, la orina se prefiere a la misma planta. Pero la Amanita muscaria no crece en las praderas y el ganado normalmente no pace en los hongos y no hay razón alguna para creer que si lo hiciera su orina tendría propiedades psicoactivas, puesto que probablemente los alucinógenos se habrían metabolizado.
Las dudas de Wasson
El mismo Wasson no estaba tan seguro como parecen indicar sus informes publicados. En 1977 escribió lo siguiente en respuesta a mi pregunta referida a la cuestión Stropharia contra Amanita:
Su pregunta sobre la Str(opharia) cubensis también me preocupa. Cuando Roger Heim y yo fuimos a India en 1967, en las colinas Simlipal de Orissa, se me habló de un hongo que crecía en el estiércol del ganado que coincidía perfectamente con la Str. cubensis incluso en lo que hace referencia a sus poderes psicoactivos. Mi informador dijo que todo el mundo lo evitaba. Parecía no ocultar nada. Dijo que nos proporcionaría el hongo, pero aunque estuvimos un par de días más, no volví a verlo. Nuestro propósito de la visita a India era distinto. Sería necesario seguir más a la Str. cubensis no sólo en India sino por todo el mundo. Es obvio que la Str. cubensis debe crecer en India. ¿Tuvo que ver en el hecho de que se abandonara el soma? La ebriedad que produce la Str. cubensis y las otras especies de la psilocibina es claramente, bajo mi punto de vista, superior a la de la A(manita) muscaria. Tengo que desarrollar esto como una de las ideas que me propongo incluir en el próximo libro, que actualmente estoy preparando[75].
Finalmente, sin embargo, Wasson contradijo esta estrategia.
Un argumento más plausible
Como los argumentos que pretenden que la Amanita sea el soma son bastante retorcidos, considero que es mejor abandonar la idea. La telaraña de asociaciones textuales y lingüísticas que era tan convincente para algunos es probable que no sirva. Sin embargo una reconstrucción más plausible puede ser la siguiente:
En su hogar original al norte del Mar Negro, los indoeuropeos deben haber practicado una religión chamánica muy semejante al chamanismo que utiliza la Amanita característico de los pueblos de Koryac, Chukchi y el Kamchadal en el norte de Siberia. En esta época los indoeuropeos estaban circundados al norte y al este por pueblos finougrios con una aparentemente larga historia de uso de la falsa oronja.
En el sexto milenio a. C., poblaciones agrícolas establecidas estaban presentes en Europa desde hacía más de dos mil años y las civilizaciones urbanas ya tenían bastante antigüedad en los fértiles valles ribereños del Oriente Próximo y la llanura de Anatolia. En algún momento de este milenio, dio comienzo la primera colonización indoeuropea intensiva de las estepas asiáticas y las áreas desérticas. En las estepas eurasiáticas al norte del Mar Negro, el Caúcaso y las montañas de Taurus y Zagros, los caballos constituyeron la clave. Si la domesticación del ganado en África preparó el escenario para el uso del hongo y las sociedades fraternales que adoraban a la Diosa, entre los indoeuropeos la doma del caballo consolidó la movilidad, el dominio del varón y una economía social basada en el rapto y el pillaje. Los vehículos con ruedas, inventados por primera vez en las franjas del Caúcaso donde los bosques y las estepas se encontraban, se difundieron pronto entre las tribus indoeuropeas. Provistos de caballos y carros, empezaron a desplazarse al oeste hacia la zona de grupos de granjeros ya establecidos, al este del Asia central, y al sur del lago Van, donde descubrieron las culturas urbanas de las mesetas de Irán y Anatolia. Se trataba de culturas que llevaban tiempo en el lugar, comunicadas con un pasado que llegaba al sur y al oeste, hasta la cuna de la conciencia en las templadas praderas de África. El uso de la psilocibina era una práctica popular tan antigua como las mismas culturas.
Los indoeuropeos
Sea cual sea la relación que tuvieran los indoeuropeos con la Amanita en su región de origen, es más razonable suponer que los Vedas se escribieron a lo largo de los siglos de sus migraciones hacia el subcontinente indio. Fueron siglos en los que los indoeuropeos subyugaron y asimilaron el pastoreo de los valles conquistados. Mediante el contacto con estas culturas, los indoeuropeos descubrieron por primera vez el milagro del soma y el sorprendente poder de la psilocibina. Mientras se suprimió el culto a la Madre Diosa en favor del primitivo panteón védico, y el patrón fraternal era sustituido por el dominio masculino y el patriarcado. Lo que se conservó, exaltó y deificó en la fase nómada fue el hongo, ahora convertido en soma, el Trueno de Indra.
Aunque en los primeros capítulos he dado argumentos sobre el uso de la psilocibina en el África y Asia Menor prehistóricas, la evidencia para ello es pictórica y circunstancial; no es directa. Una vasija notable, con una antigüedad de 2500 años, con dos hongos antropomórficos verdosos cincelados en su superficie, hallada en Anatolia, insinúa que la evidencia física del uso del hongo en el Oriente Medio se manifestó pronto. (Véase figura 13). Pequeños objetos en forma de hongo labrados en piedra verde se han encontrado también en Yugoslavia[76]. (Véase figura 16).
A medida que variaron las condiciones climáticas y los indoeuropeos emigraron cada vez más al este, pareció como si las temperaturas templadas y las condiciones de las praderas requeridas para la Stropharia cubensis dejaran de estar disponibles. Tal vez se disfrutara de otros hongos como sustitutos del soma, y de éstos la Amanita muscaria pudo ser el preferido, debido a su disponibilidad en climas fríos, su psicoactividad (aunque ambigua) y su llamativa figura.
Esta teoría plantea muchos problemas. El principal de ellos es la falta de confirmación de la presencia de la Stropharia cubensis u otros hongos que contuvieran psilocibina en India. Predigo, sin embargo, que una investigación cuidadosa de la flora india nos demostrará que la Stropharia cubensis es un compuesto indígena común del bioma del subcontinente. La desertificación de toda la zona, desde el norte de África hasta la región que rodea Delhi, ha deformado nuestra idea de lo que sucedió cuando las antiguas civilizaciones estaban en su infancia y la zona gozaba de muchas lluvias.
La religión del hongo de la psilocibina, nacida en el momento de creación de la cognición en las praderas africanas, puede constituir en realidad la religión genérica de los seres humanos. La totalidad de los posteriores bosquejos de religión en el antiguo Oriente Próximo puede rastrearse en el culto a la Diosa y en la adoración del ganado, cuyas raíces arcaicas se remontan hasta un rito muy antiguo de ingestión de hongos de psilocibina para inducir el éxtasis, disolver las fronteras del ego y unir al adorador con la matriz vegetal personificada de la vida planetaria.