CAPÍTULO
6
Los altiplanos del Edén
Angi y su hermana, junto con otras chicas de la hermandad, se apiñaron en el umbral de la capilla. La cortina de cuero que normalmente ocultaba a la vista su interior estaba recogida. Era la época del festival de otoño, que celebraba la generosidad de la Gran Diosa. Las grandes mujeres de la ciudad, con el pelo peinado hacia atrás y sus senos y muslos cubiertos con el color gris azulado de la ceniza ceremonial, se arrodillaban y cantaban alrededor de la engalanada y encantadora figura de la Diosa. Ésta resplandecía, recostada en el cuerno reclinatorio, cubierta con ramos de flores y ofrendas de nueces. Observando a través del parpadeo de muchas lámparas, las jóvenes espectadoras nunca hubieran imaginado que lo que veían no era la misma diosa, su forma embarazada subiendo y bajando en un sueño profundo, sino una estatua de madera esculpida con la delgada obsidiana por la que la ciudad era famosa y untada con generaciones de pigmentos y grasa hasta hacer que su piel brillara con el mismo profundo lustre de ébano que el de las gentes de la ciudad.
En un pequeño espacio abierto a los pies de la Diosa, tres de los chamanes de la más alta y secreta orden danzaban lentamente disfrazados con trajes de buitre y sus sombras se entremezclaban hipnóticamente con buitres semejantes pintados en las limpias paredes blancas. Al concluir la danza, desde un hueco de la pared se trajeron unas vasijas de madera tapadas y bellamente pintadas, extraídas de unas fundas confeccionadas con tejidos teñidos. Cada uno de los presentes, incluyendo a nuestras pequeñas espías del umbral, sabían que el hongo, Ella o Múltiples Nombres, estaba dentro. Se sacó el sacramento y se distribuyó para que lo comieran las mujeres que allí había. Era un raro privilegio para las chicas que fueran ignoradas y pudieran ser testigos de los misterios de la Madre de la Cosecha; verdaderamente una señal de su ascendente status entre las mujeres. Cada una de ellas sabía que en pocos años ocuparía su lugar como iniciada en el ritual que ahora contemplaban sin comprenderlo. Aunque sólo tenía ocho años y su hermana Slinga seis, Angi sabía que lo que ella veía ningún hombre de la ciudad lo había visto nunca. Los misterios de los hombres eran distintos, también secretos, y de ellos tampoco se hablaba nunca.
El altiplano de Tassili
Una evidencia arqueológica para estas ideas especulativas puede hallarse en el desierto del Sáhara, al sur de Argelia, en una zona denominada el altiplano de Tassili-n-Ajjer. Se trata de una curiosa formación geológica. El altiplano semeja un laberinto; un vasto yermo de piedras escarpadas cortadas por el viento en múltiples y estrechos corredores perpendiculares. Las fotografías aéreas producen la espeluznante impresión de una ciudad fantasma (véase la figura 2).
En Tassili-n-Ajjer, las rocas pintadas datan del neolítico tardío, hasta alcanzar un reciente período de hace unos dos mil años. En este lugar se encuentran las primeras representaciones conocidas de los chamanes acompañados de gran cantidad de ganado paciendo. Los chamanes danzan con los puños llenos de hongos y también tienen hongos que florecen de sus cuerpos (figura 3). En uno de los ejemplos se muestran corriendo alegremente, rodeados de estructuras geométricas producto de sus alucinaciones (figura 4)[35]. La evidencia pictórica parece incontestable.
Imágenes parecidas a las de Tassili se hallan en telas peruanas precolombinas. En estas telas los chamanes portan objetos que pueden ser hongos pero también útiles cortantes. En los frescos de Tassili, sin embargo, la cosa está clara. En Matalen-Amazar y Ti-n-Tazarift, en Tassili, es patente que los chamanes danzarines tienen hongos en sus manos y que éstos florecen de sus cuerpos.
Los pueblos dedicados al pastoreo que crearon las pinturas de Tassili se marcharon paulatinamente de África a lo largo de un dilatado período de tiempo que abarca entre unos veinte y siete mil años. Fueran donde fueran, su estilo de vida dedicado al pastoreo les acompañó[36]. La mayor parte de este tiempo el Mar Rojo constituyó una suerte de cercado. Los bajos niveles del mar significan que la bota de Arabia estaba apoyada en el continente africano. Los puentes de tierra a ambos extremos del mar Rojo fueron utilizados por algunos pastores africanos para pasar al Fértil Creciente y Asia Menor, donde se mezclarían con las poblaciones de cazadores-recolectores ya establecidas. El pastoreo ya estaba bien asentado a lo largo del antiguo Próximo Oriente desde hacía unos doce mil años. A estos pastores les acompañó un culto al ganado y un culto a la Gran Diosa. La evidencia de que tenían dichos cultos proviene de las rocas pintadas de Tassili-n-Ajjer, que pertenecen a lo que los estudiosos han denominado Período de Cabeza Redonda. Este período toma su nombre por el estilo en que representa la figura humana en estas pinturas, estilo que no se conoce en ningún otro lugar.
La civilización Cabeza Redonda
El Período Cabeza Redonda se cree que se inició muy pronto y probablemente desapareció antes del séptimo milenio a. C. Henri Lhote estima que el Período Cabeza Redonda duró algunos miles de años y sitúa sus comienzos en algún punto antes del inicio del noveno milenio. Que la Gran Diosa formaba parte de la cosmovisión de los pintores de estilo Cabeza Redonda está fuera de toda duda. Una pintura de Inaouanrhat en Tassili incluye una maravillosa imagen de una mujer danzando (figura 5). Con sus brazos abiertos y los cuernos horizontalmente extendidos a cada lado de su cabeza, es la encarnación de la Gran Diosa con cornamenta. Sus descubridores ven cierta relación entre ella y la Gran Diosa egipcia Isis, protectora mítica del cultivo de los cereales.
Esta impresionante figura pone de relieve uno de los múltiples problemas que han planteado los descubrimientos de Tassili. ¿Por qué, si están hechos en la época en que la estratigrafía del valle del Nilo parece que estuvo prácticamente desierta, muchas de las pinturas del Período Cabeza Redonda muestran una clara influencia egipcia tanto en contenido como en estilo? La conclusión lógica es que dichos motivos y conceptos estilísticos, que asociamos con el antiguo Egipto, fueron introducidos primero en Egipto por los habitantes del desierto occidental. En caso de poder probarse, esta sugerencia indicaría que el Sáhara central constituiría el origen de lo que luego fue la alta civilización del Egipto predinástico.
¿El paraíso encontrado?
El Tassili-n-Ajjer del 12.000 a. C. puede que fuera el paraíso fraterno, cuya pérdida dio origen a uno de nuestros motivos mitológicos más persistentes y conmovedores: la nostalgia del paraíso; la idea de una perdida edad de oro de plenitud, fraternidad y equilibrio social. La opinión es que el nacimiento del lenguaje, la sociedad fraternal y las ideas religiosas complejas puede que se produjeran no lejos de la zona en la que surgieron los seres humanos: las praderas y la sabanas llenas de caza y hongos del África tropical y subtropical. Éste es el lugar en que surgió y floreció la sociedad fraternal; en este lugar la cultura de cazadores-recolectores dio paso paulatinamente a la domesticación de plantas y animales. En este entorno se descubrieron, consumieron y divinizaron los hongos que contenían psilocibina. El lenguaje, la poesía, el ritual y el pensamiento nacieron desde la oscuridad de la mente homínida. El Edén no era un mito; para los hombres prehistóricos del altiplano de Tassili-n-Ajjer, el Edén era su hogar.
El final de esta historia quizá sea el inicio de la nuestra. Es una coincidencia que en el preámbulo del código que es el origen de la civilización occidental, el libro del Génesis, leamos un relato que describe la primera redada contra la droga:
3.6. Cuando la mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer y que era placentero, a la vista y a la contemplación, lo tomó y lo comió. Lo ofreció también a su esposo y éste lo comió. A ambos se les abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; por lo que con algunas hojas se confeccionaron unos taparrabos.
3.22. El Señor hizo túnicas de piel para Adán y su mujer y los vistió. Dijo: «El hombre se ha convertido en uno de nosotros, conoce el bien y el mal: ¿qué sucederá si estira su brazo y también toma el fruto del Árbol de la Vida, lo come y se convierte en inmortal? Por lo que el Señor lo echó del jardín del Edén para que arara el suelo del cual había sido arrancado. Lo expulsó, y al este del jardín del Edén colocó al querubín y la espada ardiente con el fin de custodiar el Árbol de la Vida».
La historia del Génesis es la historia de una mujer que es señora de las plantas mágicas (figura 6). Come y comparte los frutos del Árbol de la Vida o el Árbol del Conocimiento, frutos que «placen a la vista y a la contemplación». Observemos que «los ojos de ambos se abrieron y se dieron cuenta de que estaban desnudos». En un nivel metafórico, habían alcanzado una conciencia de sí mismos como individuos y cada uno del otro como «Otro». Por lo que el fruto del Árbol del Conocimiento les proporcionó agudas introspecciones, o quizá mejorara su comprensión de la sensualidad. Sea cual fuere el caso, esta antigua historia de nuestros ancestros, al ser expulsados del jardín del Edén por un rencoroso e inseguro Jehová, un dios tempestuoso, es la historia de una sociedad fraternal orientada hacia la Diosa, empujada al desequilibrio por sucesivos episodios de sequía que afectaron a la capacidad de traslado, y al clima en el que vivían los pastores del Edén sahariano. El ángel portador de la espada ardiente que custodia el retorno al Edén parece un símbolo obvio de la implacable severidad del sol del desierto y de las duras condiciones de sequía que le acompañaban.
En esta narración se respira una tensión entre hombre y mujer que nos indica que en la época en que se recogió la historia el cambio del estilo fraterno al dominante ya estaba muy adelantado. La mujer come el fruto del Árbol del Conocimiento; este misterioso fruto es el hongo, que contiene psilocibina, Stropharia cubensis, que catalizó el Edén fraternal de Tassili y que se mantuvo por medio de una religión que recompensaba la disolución repetida de los límites personales para llegar a la presencia oceánica de la Gran Diosa, a la que también se llamaba Gaia, Geo, Ge, la Tierra.
John Pfeiffer, al hablar del arte de las cuevas del Paleolítico Superior, hace una serie de observaciones de importancia para las ideas de las que hablamos. Considera que situar el arte dentro de las cuevas, en ocasiones en lugares casi inaccesibles, está relacionado con el uso de lugares para ceremonias iniciáticas que implican efectos teatrales muy complejos. Más tarde sugiere que lo que él denomina «pensamiento en estado crepuscular» es una condición previa a la revelación de grandes verdades culturalmente sancionadas. El pensamiento en estado crepuscular se caracteriza por una pérdida de objetividad, una distorsión temporal y una tendencia a experimentar alucinaciones suaves, y no se trata más que de una fórmula para producir un estado de ausencia de ego y activación psicodélica sin trabas:
El predominio de un estado de pensamiento crepuscular, nuestra auténtica capacidad para su condición, da peso a su importancia evolutiva. En casos extremos desemboca en la patología, trastornos e ilusiones, alucinaciones persistentes y fanatismo. Pero también es el impulso que subyace a los esfuerzos para ver completamente las cosas, para conseguir una gran variedad de síntesis, desde las teorías del campo unificado en física a los proyectos de utopías en las que la gente pueda vivir junta en paz. Debió de existir una gran recompensa selectiva para el estado crepuscular en las épocas prehistóricas. Si las presiones del Paleolítico Superior exigían creencias fervientes y el hecho de seguir a los líderes en vistas a la supervivencia, entonces los individuos dotados con estas cualidades, con capacidad para entrar pronto en trance, debieron de crear individuos más resistentes[37].
Pfeiffer deja de plantear el tema de las drogas psicoactivas, así como el de cualquier papel que desempeñaron en el origen del pensamiento crepuscular, y limita su explicación a Europa. Sin embargo, la situación de las rocas pintadas de Tassili es similar a la de las pinturas de muchos lugares de Europa, por lo que puede presumirse que las pinturas se utilizaban para propósitos similares, del mismo modo que ritos religiosos similares se practicaban a lo largo de la Europa del sur y el norte de África.
El retiro de los glaciares de las tierras eurasiáticas y la simultánea aceleración de la desertización de las praderas africanas llevó finalmente a la «expulsión del Edén», que alegóricamente se narra en el Génesis. Los pueblos del hongo de Tassili-n-Ajjer empezaron a desplazarse al «este del Edén». Y, de hecho, es posible reconstruir su migración en el registro arqueológico.
Una cultura del eslabón perdido
A mediados del décimo milenio a. C., Palestina, que había estado poco poblada, fue el lugar de la repentina aparición de una cultura muy avanzada que trajo consigo una expansión del tamaño de los asentamientos, así como de las artes, artesanías y tecnologías, antes nunca vista en el Próximo Oriente o, de hecho, en ningún lugar del planeta. Se trata de la cultura natufiana, cuyas piedras en luna creciente y sus elegantes y naturalistas tallas de hueso no tienen rival en nada de lo encontrado en Europa y perteneciente a la misma época. Como escribe James Mellaart: «Existe en el estilo natufiano temprano un gran amor al arte, en ocasiones naturalista, en otras más esquemático. La figura de caliza agachada de la cueva de Umm ez Zuweitina, o el mango de una hoz de El Wad mostrando un cervatillo, son ejemplos soberbios de este arte naturalista, más valiosos que el arte del Paleolítico Superior en Francia» (véase la figura 7)[38].
A pesar de la suposición de la arqueología académica europea acerca de que dicha cultura debió de tener relaciones con los asentamientos de la antigua Europa, la evidencia de los esqueletos de Jericó, donde la cultura natufiana alcanzó su apogeo, muestra con claridad que sus habitantes tenían rasgos euroafricanos, eran bastante más fuertes y tenían largos cráneos. La evidencia que proporciona la cerámica abona también la idea de un origen africano: la encontrada en las excavaciones natufianas es oscura, se trata de la alfarería monocroma bruñida que se conoce como depósito Sáhara-sudanés. La alfarería de esta clase se ha encontrado cerca de la frontera egipto-sudanesa en un contexto que sugiere que había ganado domesticado. También se ha encontrado en y cerca de Tassili-n-Ajjer, y aparece claramente al final del Período Cabeza Redonda. Mary Settegast escribe: «El origen de estas cerámicas africanas es desconocido. Recientes excavaciones en Ti-n-Torha, en el Sáhara libanés, han encontrado el tipo de alfarería Sáhara-sudanés que con una lectura de carbono-14 da la fecha de 7100 a. C., lo que, si la datación es fiable, sugiere una mayor antigüedad en el caso occidental»[39].
Estas declaraciones apoyan la idea de que una cultura superior, situada al oeste del Nilo, fue el origen de la nueva cultura de vanguardia que surgió en el valle del Nilo y Palestina.
Es de interés, en este contexto, el hecho de que la cultura natufiana tuviera una estrecha e intensa asociación con las plantas:
La investigación sobre las relaciones entre los sistemas ambientales y comportamentales desde el 10.000 al 8000 a. C., demuestra que la base de la subsistencia de las poblaciones natufianas no difería de un modo apreciable de la tradición local del Paleolítico Superior. Sin embargo, el acento puesto en los recursos que proporcionaban las plantas, en los natufianos, permitió un almacenamiento de excedentes, que a su vez tuvo un efecto en las pautas de comportamiento de éstos. La mayor parte de la cultura material natufiana (la arquitectura, las piedras de esmerilar) y la pauta de los asentamientos se vieron influidos por una explotación intensiva de los recursos que proporcionaban las plantas[40].
Génesis africana
Si el origen de las antiguas cerámicas de las excavaciones natufianas se sitúa en el norte de África, ello apunta de un modo coherente a que la cultura origen de la natufiana fue el anterior e interrumpido paraíso fraterno que floreció en las húmedas y más occidentales regiones del Sáhara, particularmente en Tassili-n-Ajjer. La arqueología puede darnos finalmente la respuesta, pero hasta la fecha ningún tipo de trabajo arqueológico importante se ha realizado con estas ideas en mente. El Sáhara occidental no se ha tomado en serio como posible origen de la cultura superior que llegó a Palestina a mediados del décimo milenio a. C. El resultado de ello se aprecia en comentarios como el siguiente:
Lo más desconcertante, sin embargo, es que el orden palestino no nos ofrece nada convincente de cara a hallar un antecesor para los comienzos, verdaderamente originales de los natufianos. La industria que le precedió… es una cultura que carece de interés y que tiene muy poco en común con su sucesora. Los natufianos, de hecho, dan la sensación de que aparecieron por primera vez ya completamente desarrollados, sin dejar huellas en el pasado[41].
Los primeros natufianos de Palestina ocuparon cuevas y las terrazas situadas frente a ellas, y precisamente en una situación de las mismas características se realizaron las pinturas en las rocas de Tassili. Una ampliación de las excavaciones de los mayores murales de estilo Cabeza Redonda hallados en Tassili puede revelar huellas de la civilización precoz que dio origen a la cultura natufiana.
Çatal Hüyük
Si Tassili-n-Ajjer puede exigir el título de Edén original y de lugar más occidental de la cultura fraternal, entonces es obvio que Çatal Hüyük, en Anatolia central, debe considerarse su culminación neolítica y oriental.
Çatal Hüyük ha sido denominado «un resplandor prematuro de brillo y complejidad» y «una ciudad inmensamente rica y lujosa». La estratigrafía del emplazamiento empieza a mediados del noveno milenio a. C. La elaboración de formas culturales alcanza su apogeo en el nivel VI de Çatal, a mediados del séptimo milenio a. C. Çatal Hüyük era un gran asentamiento que se extendía a lo largo de treinta y dos acres de la meseta de Konia y, en su momento culminante, acomodaba a más de siete mil personas.
Aunque está prácticamente en sus inicios, la excavación de Çatal Hüyük nos ha proporcionado sorprendentes sepulcros con bajorrelieves en los que aparecen ganado y cabezas de los hoy extintos aurochs (Bos primigenius) cubiertos con dibujos ocre: las complejas pinturas de una civilización muy sofisticada (figura 8). La complejidad de Çatal Hüyük ha confundido a los arqueólogos:
Se ha explorado menos de un tres por ciento del emplazamiento, pero Çatal Hüyük nos ha proporcionado ya gran abundancia de arte y simbolismo religioso que parece estar tres o cuatro mil años por delante de su tiempo. La madura complejidad de las tradiciones en este asentamiento neolítico presuponen, según una de las personas que participan en las excavaciones, un antecedente del Paleolítico Superior del que no tenemos huellas[42].
Yo sostengo que «el antecedente del Paleolítico Superior del que no existen huellas» es la cultura de Tassili-n-Ajjer. La cultura natufiana fue una cultura de transición que relaciona directamente la cultura Cabeza Redonda de África con Çatal Hüyük.
En apoyo de esta provocadora observación consideremos las siguientes observaciones de otros estudiosos. Mellaart, hablando de la agricultura de Çatal, dice:
Todo parece indicar que la agricultura de Çatal Hüyük tiene una larga prehistoria en alguna parte, en una región en la que los ancestros salvajes de estas plantas estaban en su elemento, presumiblemente en un país montañoso, muy lejos del ambiente humanizado de la llanura de Konia… Los inicios deben buscarse en los natufianos de Palestina, la todavía desconocida cerámica primitiva de la meseta de Anatolia (en Turquía) y en el Khuzistán (más al este)[43].
Esto es lo que dice Mellaart sobre la cultura material en Çatal (figura 9):
En contraste con otras culturas neolíticas contemporáneas, Çatal Hüyük conserva un número de tradiciones que parecen arcaicas en una sociedad neolítica totalmente desarrollada. El arte de pintar paredes, los relieves modelados en barro o cortados en la argamasa de la pared, la representación figurativa de animales, figuras humanas y deidades, el uso ocasional de dibujos hechos con los dedos y parecidos a «macarrones», el uso perfeccionado de ornamentos geométricos que incluyen espirales y serpentinas grabados en sellos o transferidos a un nuevo medio de tejido; el modelado de animales heridos en ritos de caza, la práctica de entierros rojo-ocre, los amuletos arcaicos en forma de una diosa similar a un pájaro y, por último, algunos tipos de instrumentos de piedra y la preferencia por las conchas en la orfebrería, todos ellos son rasgos de una herencia del Paleolítico Superior. En mayor o menor medida, estos elementos arcaicos también pueden rastrearse en cierto número de otras culturas pospaleolíticas, como la de los natufianos de Palestina, pero en ningún lugar son tan acusadas como en el neolítico de Çatal Hüyük[44].
Al hablar sobre las paredes pintadas de los santuarios de Çatal Hüyük, Settegast hace la siguiente observación:
La gama de pigmentos utilizados por los artistas de Çatal no tiene equivalente en el oriente próximo (aunque igualó o superó el arte Cabeza Redonda del Sáhara)… Una tercera clase de decoración se logró al recortar siluetas de animales de la profunda acumulación de argamasa de los muros, un uso singular de las superficies interiores que Mellaart (el arqueólogo) cree basado en las técnicas del arte sobre rocas[45].
El elegante naturalismo del arte de Çatal Hüyük es un eco de las bellas y delicadas representaciones de ganado que tipifican el arte descubierto en Tassili (véase, por ejemplo, la figura 10). Al hablar del inspirado arte animal del Paleolítico Superior, Mellaart dice:
Ya hemos visto una débil supervivencia [del estilo naturalista] en los natufianos de Palestina, pero está más acentuada en las pinturas sobre los muros y los grabados en argamasas del emplazamiento de Çatal Hüyük. Aquí este arte naturalista sobrevive hasta mediados del siglo V-VIII a. C., pero ya no se encuentra en la cultura posterior Hacilar o Can Hasan, culturas que le siguieron en la misma zona[46].
¿Qué es lo que puede dar cuenta de la vitalidad del espíritu naturalista en el arte arcaico, que acompaña a la transformación de los cazadores-recolectores en agricultores? Aunque la ausencia del hongo inspirador y la agudeza visual que proporcionaba no puede ser la única causa, su pérdida puede que conformara la vitalidad de la visión arcaica. Los pastores que adoraban a la diosa eran unos observadores más profundos de la naturaleza, y su estilo naturalista sacrificaba la representación simbólica esotérica en favor del realismo visual, en ocasiones del tipo más prístino.
Los motivos más comunes de Çatal Hüyük son el ganado y los toros y, en segundo plano, buitres y leopardos, todos ellos animales de las praderas africanas (figura 11). Sobre los buitres, Settegast dice:
De cualquier forma, si el tema de los buitres entra en Çatal Hüyük en el nivel VIII con el estilo predinástico de dagas de pedernal y posiblemente con cerámicas relacionadas con el estilo Sáhara-sudanés, como las excavaciones hechas hasta el momento sugieren, no puede descartarse la posibilidad de que algo de este simbolismo del buitre anatoliano fuera realmente africano[47].
La conclusión de que pueblos e instituciones culturales muy asentadas en África pasaran y florecieran durante un tiempo en el entorno del Próximo Oriente es lógica y difícil de negar. Mellaart se sorprende de que Çatal Hüyük no dejara un gran impacto en las culturas que le siguieron en la zona, destacando que «las culturas neolíticas de Anatolia introdujeran los primeros esbozos de agricultura, la cría y el culto a la Madre Diosa, base de nuestra civilización»[48]. Un fundamento que, aunque muchos todavía niegan actualmente, debe agregarse con justicia.
Riane Eisler, que ha examinado la psicología y los mecanismos que conservan el equilibrio cultural en la sociedad fraternal, argumenta de un modo convincente que el patrón que emergería posteriormente, el de la sociedad dominante, vino con los indoeuropeos: las culturas del caballo y con vehículos de ruedas de los fríos países del norte del Mar Negro. Se trata de los pueblos de las controvertidas e hipotéticas «olas kurgianas» de las migraciones de las poblaciones indoeuropeas. Con relación a este tema la posición de Eisler está sintonizada con la de Marija Gimbutas, que escribió:
El término Antigua Europa se aplica a la cultura preindoeuropea de Europa, una cultura matrifocal y probablemente matrilineal, relacionada con la agricultura, sedentaria, igualitaria y pacífica. En brusco contraste con la cultura protoindoeuropea que le siguió, que era patriarcal, de pastoreo, estratificada, móvil y orientada a la guerra, y que se sobreimpuso en toda Europa, excepto en las franjas del sur y de occidente, a lo largo de tres olas de infiltración desde la estepa rusa en un período que va del 4500 al 2500 a. C. Durante y después de este período las deidades femeninas, o para hablar con más precisión, la Diosa Creativa en sus múltiples aspectos, fueron reemplazadas por las divinidades predominantemente masculinas de los indoeuropeos. Lo que se desarrolló después del año 2500 a. C. fue una mezcla de dos sistemas míticos. El de los antiguos europeos y el de los indoeuropeos[49].
Gimbutas creía, en resumen, que la civilización sedentaria matrilineal de la Antigua Europa se vio interrumpida por olas sucesivas de invasores indoeuropeos con distinta cultura y distinto lenguaje.
El arqueólogo de Cambridge Colin Renfrew ha propuesto una interpretación alternativa a esta teoría de las olas kurgianas sobre la difusión del lenguaje indoeuropeo. Arguye que Çatal Hüyük es el lugar de origen del grupo del lenguaje indoeuropeo, y la zona más propia para situar la invención de la agricultura[50]. Para sostener estos puntos de vista tan heterodoxos, Renfrew cita los descubrimientos lingüísticos de Vladislav M. Illich-Svitych y Aron Dolgopolsky, quienes también apuntan Anatolia como origen de los lenguajes indoeuropeos. El discípulo de Dolgopolsky, Sergei Starostin, ha argumentado que hace unos siete mil años los indoeuropeos tomaron un gran número de palabras del lenguaje caucásico del norte de Anatolia. La fecha de esta apropiación aboga por nuestra conclusión de que Çatal Hüyük no fue fundada por los indoeuropeos, quienes emigraron en un período más tardío[51].
Los recientes descubrimientos genéticos de Luigi Cavalli-Sforza y Allan C. Wilson, de Berkeley, parecen también abonar esta conclusión. El grupo de Berkeley ha analizado grupos sanguíneos de poblaciones vivas y ha rastreado las raíces genéticas de éstas. Han llegado a la conclusión de que existe una estrecha relación genética entre los hablantes de las lenguas afroasiáticas e indoeuropeas. Su trabajo sostiene también la opinión de que las poblaciones con raíces lingüísticas en África habían vivido en la meseta de Anatolia mucho antes de la aparición de los indoeuropeos.
El legado de Çatal Hüyük se suprimió precisamente por la profunda asociación que tenía con la Madre Diosa; la religión psicodélica orgiástica que adoraba a la Madre Diosa hizo de la cultura Çatal un anatema para el nuevo estilo dominante de guerra y jerarquía. Se trataba de un estilo cultural que llegó de golpe y sin aviso; la domesticación del caballo y el descubrimiento de la rueda permitieron por primera vez a las poblaciones tribales indoeuropeas desplazarse al sur de la montaña de Zagros. Saqueadores a caballo trajeron el estilo dominante a Anatolia y pisotearon bajo sus cascos la última gran civilización fraternal. El saqueo sustituyó al pastoreo, los cultos al hidromiel completaron finalmente el avanzado proceso de suplantación del uso del hongo; los reyes-dioses humanos sustituyeron a la religión de la Diosa.
Sin embargo, en el momento de su apogeo, el culto en Çatal Hüyük representaba la expresión más coherente y avanzada del sentimiento religioso en el mundo. Tenemos pocas evidencias sobre las que reconstruir la naturaleza de los actos realizados en dicho culto, pero el número total de lugares sacros en relación con el número de habitaciones nos habla de una cultura obsesionada por las prácticas religiosas. Sabemos que era un culto de animales totémicos: el buitre, el gato montés y, siempre predominando, la vaca o el toro. Posteriores religiones del antiguo Oriente Medio adoraban en espíritu al toro, pero no podemos asumir esto en Çatal Hüyük. Las cabezas de ganado esculpidas que sobresalen de los sepulcros de rebaños en Çatal Hüyük son sexualmente ambiguas, y lo mismo pueden representar vacas o toros que ganado en general. Sin embargo, el predominio del simbolismo femenino en los espacios sacros es aplastante; por ejemplo, los senos esculpidos en estuco, situados aparentemente al azar, dan la impresión de que los sacerdotes fueran mujeres. La presencia de «reclinatorios» construidos en algunos santuarios sugiere que las prácticas al estilo chamánico de las comadronas debían formar parte de los ritos.
Es imposible dejar de ver en el culto a la Gran Diosa y al ganado del neolítico tardío un reconocimiento del hongo como tercer y oculto miembro de una suerte de trinidad chamánica. El hongo, considerado un producto tan derivado del ganado como la leche, la carne y el estiércol, fue reconocido muy tempranamente como la conexión física con la presencia de la Diosa. Éste es el secreto que se perdió hace unos seis mil años con el eclipse de Çatal Hüyük.
La distinción decisiva
Estoy de acuerdo, en general, con la opinión de Eisler expresada en The Chalice and the Blade y sólo espero ampliar sus argumentos planteando las siguientes preguntas: ¿qué factor mantuvo el equilibrio de las sociedades fraternales del neolítico tardío y luego las hizo marchitar, haciéndoles dejar su lugar para que emergiera el modelo dominante evolutivamente inadaptado?
En mi consideración del tema, me he guiado por la creencia de que la profundidad de las relaciones de un grupo humano con la gnosis del Otro Trascendente, la colectividad gaica de la vida orgánica, determina la fuerza de la conexión del grupo con el arquetipo de la Diosa, y por lo tanto el estilo fraternal de organización social. Baso esta suposición en la observación de chamanes en el Amazonas y en observaciones del impacto de las plantas alucinógenas en mi propia psicología y en la de mis pares.
La corriente principal del pensamiento occidental dejó de verse renovada por la gnosis de las plantas alucinógenas, que eliminan los límites, mucho antes del cierre de la Era Minoica, aproximadamente en el 850 a. C. En Creta, y en las cercanías de Grecia, la conciencia del logos vegetal continuó siendo una presencia firme y esotérica hasta que los misterios eleusinos fueron suprimidos por entusiastas bárbaros cristianos en el año 268 d. C.[52] El resultado de este corte de la comunicación es el mundo moderno: un planeta que agoniza bajo el peso de la anestesia moral.
La represión de lo femenino y del conocimiento del mundo natural ha constituido el sello de los siglos siguientes. La tardía Iglesia medieval, que dirigió la gran quema de brujas, consideraba que todo lo mágico y cualquier suerte de desvío se debían al diablo; por esta razón, suprimió cualquier tipo de saber sobre plantas como el estramonio (Datura), la mortal sombra nocturna y el hábito del monje, así como el papel que dichas plantas tenían en las actividades nocturnas de los practicantes de la brujería. Su papel era amplio: ungüentos voladores y pócimas mágicas eran compuestos elaborados a partir de las raíces y semillas de Datura, partes de la planta ricas en alcaloides trofánicos productores de delirios y alucinaciones. Cuando el material se aplicaba al cuerpo de la bruja, producía estados de gran desvarío y fantasmagoría. El tratamiento que Hans Baldung hace del tema (figura 12) no permite dudar sobre el terror que producía lo Otro, que la mente medieval proyectaba en forma de imagen de una mujer intoxicada. Pero en los informes de la Inquisición nunca se acentuó el papel central de las plantas. Después de todo, la Iglesia no estaba muy interesada en un demonio tan insignificante que debía aliarse con sencillas hierbas para llevar a cabo sus artimañas. El demonio debía ser un enemigo a la altura de Cristo y por lo tanto casi su igual.
Hemos de llegar a la conclusión de que el papel de las plantas capaces de alterar la mente en algunos de los vuelos de las brujas no sólo se subestimó, sino que se reprimió totalmente por una razón. Si no hubiese sido de este modo, entonces se hubiera sugerido una explicación natural del fenómeno, algo que de hecho adelantaron los médicos, filósofos y magos aquí citados, como Porta, Weier y Cardanus. El diablo, en ése caso, hubiera quedado muy mermado. Si únicamente se le hubiera asignado el papel de prestidigitador de carnaval, que hacía surgir meras ilusiones en las cabezas de las brujas, no hubiera podido satisfacer la función que tenía asignada, ser el mayor enemigo y seductor de la cristiandad[53].
La mente vegetal
Teniendo en cuenta nuestro actual callejón sin salida, he llegado a la conclusión de que el próximo paso evolutivo no sólo traerá consigo un repudio de la cultura dominante, sino también un revival de lo arcaico y un renacimiento de la conciencia de la Diosa. Algo que está implícito en el fin de la historia profana y secular es la idea de nuestro compromiso con el renacimiento de la mente vegetal. La misma mente que nos obceca en un lenguaje autorreflejo nos otorga ahora los paisajes libres de la imaginación. Se trata de la misma visión de la realización humana mediante la «imaginación divina» que atisbo William Blake. En ausencia de esta relación visionaria con las exoferomonas psicodélicas, que regulan nuestro vínculo simbiótico con el reino de las plantas, nos alejamos de la comprensión del propósito planetario. Y la comprensión del propósito planetario puede ser la contribución más importante que podemos hacer al proceso evolutivo. Volver al equilibrio de la fraternidad planetaria significa trocar el punto de vista de la dominación egoísta por el conocimiento intuitivo, de sintonizada sensibilidad, de la matriz maternal.
Una reconsideración del papel que han desempeñado las plantas alucinógenas y los hongos a la hora de fomentar la emergencia humana desde la organización primate puede ayudar a guiarnos hacia una nueva valoración de la singular confluencia de factores responsable y necesaria para la evolución de los seres humanos. La intuición ampliamente aceptada de la presencia de lo Otro como diosa puede rastrearse hasta la inmersión de la sociedad en la mente vegetal. Esta sensación de un compañero femenino explica la persistente invasión de temas de la madre/diosa incluso en los dominios más patriarcales. La permanencia del culto a María en la cristiandad es un ejemplo clásico, como lo es el fervor que se le dedica al culto a Kali, la madre destructora, así como la idea de la divina Purusha en el hinduismo. La anima mundi, el alma del mundo, del pensamiento hermético, es otra imagen de la Diosa en el mundo. En última instancia, todas estas imágenes femeninas se pueden reducir al arquetipo de la mente vegetal original. Sumergirse en la experiencia psicodélica proporciona el contexto ritual en el que la conciencia humana emergió a la luz de la autoconciencia, la autorreflexión y la autoarticulación, a la luz de Gaia, la Tierra misma
El holismo de Gaia
Desactivar los valores de la cultura dominante significa fomentar lo que podríamos denominar un sentido de holismo gaiano, o sea, un sentido de unidad y equilibrio de la naturaleza y de nuestra propia posición en el seno de dicho equilibrio dinámico evolutivo. Se trata de un enfoque basado en las plantas. Esta vuelta a una perspectiva del sí mismo y del ego, que los sitúa en el contexto más amplio de la vida planetaria y la evolución, es la esencia del revival o reconsideración arcaica. Marshall McLuhan estaba en lo cierto al considerar que la cultura humana planetaria, la aldea global, debía ser de carácter tribal. El próximo gran paso hacia un holismo planetario es la combinación parcial del mundo humano tecnológicamente transformado con la matriz arcaica de la inteligencia vegetal que representa al Otro Trascendente.
Dudo en catalogar este amanecer de la conciencia como religioso, pero seguramente lo es. E implicará una exploración total de las dimensiones reveladas por las plantas alucinógenas, en particular de aquellas relacionadas estructuralmente con los neurotransmisores presentes en el cerebro humano. Una cuidadosa exploración de las plantas alucinógenas demostrará el más arcaico y sensible nivel del drama de la emergencia de la conciencia: la cuasi-simbiótica relación planta-humanos que caracterizó a la sociedad arcaica y a la religión, y mediante la cual se experimentó originalmente el misterio numinoso. Esta experiencia no es menos misteriosa hoy para nosotros, a pesar de la suposición general de que hemos reemplazado el simple asombro de nuestros antepasados por herramientas filosóficas y epistemológicas de la máxima sofisticación y poder analítico. Actualmente, nuestra elección como cultura planetaria es sólo una: volvernos verdes o morir.