Caracas, 1927-Caracas, 2004
Hombre de carácter impulsivo y sanguíneo, en su juventud recibió el mote de Sócrates por la afición que mostraba a discutir interminablemente sobre los temas más variados. Él prefería compararse a sí mismo con Richard Burton y T. E. Lawrence. Escribió, como aquéllos, tres novelas de aventuras: El sargento P (1955), la historia de un ex combatiente de las Waffen SS perdido en la selva venezolana en donde se dedica a ayudar a una misión de monjas en conflicto permanente con el gobierno, con los indios y con los aventureros que pueblan la región; Señales Nocturnas (1956), novela sobre los albores de la aviación en Venezuela y para cuya redacción aprendió no sólo a pilotar una avioneta sino también a saltar en paracaídas, y La Confesión de la Rosa (1958), en donde la aventura se priva de los grandes espacios de la patria, concentrándose en el interior de un sanatorio mental e incluso en el interior de las cabezas de los pacientes, con abundante uso del monólogo interior, de los puntos de vista diversos y de una jerga médico-detectivesca ampliamente aplaudida en su momento.
En los años siguientes dio varias veces la vuelta al mundo, dirigió dos películas y se rodeó de un grupo de jóvenes caraqueños interesados en la literatura con los que fundó la revista Segundo Round, publicación bimensual que se interesaba tanto por las bellas artes como por algunos deportes (alpinismo, boxeo, rugby, fútbol, hípica, béisbol, atletismo, natación, caza y pesca mayor), siempre tratados desde un punto de vista literario y aventurero por las mejores plumas que Segundo José Heredia podía reunir.
En 1970 publica su cuarta y última novela, considerada por él mismo como su obra magna: Saturnal, la historia de dos jóvenes amigos que a lo largo de una semana de viaje por Francia presencian los actos más atroces de sus vidas sin saber a ciencia cierta si se trata de un sueño o de la realidad. La novela no está exenta de violaciones, escenas de sadismo sexual y laboral, incestos, empalamientos, sacrificios humanos en cárceles en donde el hacinamiento ha alcanzado los límites, complicadísimos asesinatos en la línea de Conan Doyle, descripciones coloridas y veristas de cada uno de los barrios de París, amén de uno de los retratos femeninos, el de Elisenda, la antagonista de los dos jóvenes, más logrados y estremecedores de la narrativa venezolana de la segunda mitad del siglo XX.
Saturnal, que durante algún tiempo llegó a estar prohibida en Venezuela, conoció dos reediciones en diferentes editoriales sudamericanas y luego cayó en un olvido del que su autor no quiso rescatarla.
En los sesenta fundó una Comuna Aria Naturalista («nudista» según sus detractores) en las cercanías de Calabozo, en el estado de Guárico, de efímera existencia.
En los últimos años apenas si concedía algo de importancia a su vida civil y ninguna a su obra literaria.