LUIZ FONTAINE DA SOUZA

Río de Janeiro, 1900-Río de Janeiro, 1977

Autor de una temprana Refutación de Voltaire (1921) que le valió elogios en los círculos literarios católicos del Brasil y la admiración del mundo universitario dada la vastedad de la obra, 640 páginas, el aparato crítico y bibliográfico y la manifiesta juventud del autor. En 1925, como para confirmar las expectativas creadas por su primer libro, aparece la Refutación de Diderot (530 páginas) y dos años después la Refutación de D’Alembert (590 páginas), obras que lo colocan a la cabeza de los filósofos católicos del país.

En 1930 se publica la Refutación de Montesquieu (620 páginas) y en 1932, Refutación de Rousseau (605 páginas).

En 1935 pasa cuatro meses internado en una clínica para enfermos mentales de Petrópolis.

En 1937 ve la luz La Cuestión Judía en Europa seguida de un Memorándum sobre la Cuestión Brasileña, libro voluminoso como todos los suyos (552 páginas), en donde expone los peligros que aguardan al Brasil (desorden, promiscuidad, criminalidad) si el mestizaje se generaliza.

En 1938 aparece la Refutación de Hegel seguida de una Breve Refutación de Marx y Feuerbach (635 páginas), que muchos filósofos e incluso algún lector consideran la obra de un demente. Fontaine, es irrefutable, conoce la filosofía francesa (domina perfectamente este idioma), la filosofía alemana, en cambio, no. Su refutación de Hegel, a quien en no pocas ocasiones confunde con Kant y en otras, aun peor, con Jean Paul, con Hölderlin y con Ludwig Tieck, es, según los críticos, patética.

En 1939 sorprende a todo el mundo con la publicación de una novelita sentimental. En sus escasas 108 páginas (otra sorpresa) narra los requiebros amorosos de un profesor de literatura portuguesa por una joven rica y casi analfabeta de Novo Hamburgo. La novela, Lucha de contrarios, apenas se vende pero su fino estilo, su agudeza y la perfecta economía verbal con que está construida no pasan desapercibidas para algunos críticos que la alaban sin reservas.

En 1940 es ingresado otra vez en el sanatorio de Petrópolis de donde no saldrá hasta tres años más tarde. Durante su larga estancia, si bien interrumpida por las fiestas navideñas o vacacionales con la familia y siempre bajo el cuidado estricto de una enfermera, escribe la continuación de Lucha de contrarios: Atardecer en Porto Alegre, cuyo subtítulo resulta esclarecedor para el conjunto total de la novela, Apocalipsis en Novo Hamburgo. El relato parte exactamente del mismo lugar en que se interrumpe Lucha de contrarios. Con una escritura quebrada, ajena al fino estilo, a la agudeza y a la economía verbal de la precedente, Atardecer en Porto Alegre narra desde varios puntos de vista de un mismo personaje, el profesor de literatura portuguesa, un atardecer interminable, y sin embargo velocísimo, en la meridional ciudad brasileña, mientras simultáneamente en Novo Hamburgo (y de ahí el subtítulo Apocalipsis en Novo Hamburgo) los criados, la familia y posteriormente la policía se enfrentan al cadáver de la rica heredera analfabeta hallada en su habitación, bajo la gran cama de baldaquino, cosida a puñaladas. La novela, por imperativos familiares, no se publicará hasta bien entrada la década de los sesenta.

Después, un largo silencio. En 1943 publica un artículo en un periódico de Río oponiéndose a la entrada de Brasil en la Segunda Guerra Mundial. En 1948 publica un artículo en la revista Mujer Brasileña sobre flores y leyendas de Pará, especialmente la zona entre el río Tapajoz y el río Xingu.

Así hasta 1955 en que aparece Crítica a «El Ser y la Nada», de Sartre, vol. I (350 páginas), que trata únicamente de los apartados dos y tres de la Introducción, En Busca del Ser, de El Ser y la Nada. Estos apartados son El cogito prerreflexivo y el ser del percipere y El ser del percipi y en su denostación Fontaine recurre desde los filósofos presocráticos hasta los filmes de Chaplin y Buster Keaton. En 1957 aparece el segundo volumen (320 páginas), que trata sobre el apartado quinto, La prueba ontológica, y el apartado sexto, El ser en sí, de la Introducción de la obra sartreana. Ambos libros pasan diríamos de puntillas por el ámbito filosófico y universitario brasileños.

En 1960 aparece el tercer volumen. En seiscientas páginas justas aborda los apartados tercero, cuarto y quinto (La concepción dialéctica de la nada, La concepción fenomenológica de la nada y El orígen de la nada) del capítulo primero (El Orígen de la Negación) de la Primera Parte (El Problema de la Nada) y los apartados primero, segundo y tercero (Mala fe y mentira, Las conductas de mala fe y La «fe» de la mala fe) del capítulo segundo (La Mala Fe) de la Primera Parte.

En 1961, y en medio de un silencio sepulcral ni siquiera roto por su propio editor, aparece el cuarto volumen (555 páginas) que enfrenta los cinco apartados (La presencia ante sí, La facticidad del para-sí, El para-sí y el ser del valor, El para-sí y el ser de los posibles y El yo y el circuito de la ipseidad) del capítulo primero (Las Estructuras Inmediatas del Para-Sí) de la Segunda Parte (El Ser-Para-Sí) y el apartado segundo y tercero (Ontología de la temporalidad, a) «La Temporalidad estática», b) «Dinámica de la Temporalidad» y Temporalidad original y temporalidad psíquica: la reflexión) del capítulo segundo (La Temporalidad) de la Segunda Parte.

En 1962 aparece el quinto volumen (720 páginas) en donde saltándose el capítulo tercero (La Trascendencia) de la Segunda Parte, casi todos los apartados del capítulo primero (La Existencia del Prójimo) y todos los apartados sin excepción del capítulo segundo (El Cuerpo) de la Tercera Parte (El Para-Otro) aborda, pródigo y fiero, el apartado tercero (Hüsserl, Hegel, Heidegger) del capítulo primero y los tres apartados [La primera actitud hacia el prójimo: el amor, el lenguaje, el masoquismo, La segunda actitud hacia el prójimo: la indiferencia, el deseo, el odio, el sadismo y El «ser-con» (Mitsein) y el «nosotros», a) «El “Nos”-objeto», b) «El nosotros-sujeto»] del capítulo tercero (Las Relaciones Concretas con el Prójimo) de la Tercera Parte.

En 1963, mientras trabajaba en el sexto volumen, sus hermanos y sobrinos se ven obligados a internarlo nuevamente en un sanatorio para enfermos mentales, en donde permanecerá hasta 1970. No volvió a escribir. La muerte lo sorprenderá siete años más tarde, en su confortable piso de Leblon, en Río, mientras escucha un disco del compositor argentino Tito Vázquez y observa por los ventanales el atardecer carioca, los coches, la gente que discute en las aceras, las luces que se encienden, se apagan, las ventanas que se cierran.