Notas de la autora

El argumento básico de Mi Hermana la Luna procede de la leyenda aleutiana de la nutria de mar y es un relato sobre el incesto. Otras leyendas incorporadas a esta obra incluyen los mitos lunares de los indios pueblo y los osage; el cuento aleutiano del matrimonio entre cuervos; las tradiciones orales de los inuit[1] acerca de la madre que oculta al hijo de un enemigo; las leyendas de los habitantes del hielo azul; los relatos de los ojibway[2] acerca de los gemelos; las leyendas del tigre procedentes de Oriente, que tienen su equivalente en las tradiciones aleutianas de la caza de ballenas; los relatos aleutianos de Shuganan y los «hombres de afuera», y las leyendas del cuervo tramposo, que tienen su paralelo en casi todas las culturas americanas autóctonas y que son tan antiguas que es posible rastrear sus orígenes hasta los relatos orientales del mono tramposo.

En la época de Mi Hermana la Luna, la cestería del lejano norte estaba en pañales; en consecuencia, hago una hipótesis al afirmar que se utilizaba la técnica de trenzar y cerrar con costuras para fabricar cestas y una sencilla trama por arriba y por abajo para la mayoría de las esteras. A estas técnicas se sumó, gradualmente, el tejido sinuoso más completo o las reemplazó (según la cultura). El tejido sinuoso es el mismo que hoy emplean los pocos artesanos que aún fabrican las exquisitas cestas y esteras aleutianas de ballico.

En un intento de imitar las tradiciones orales de los narradores americanos autóctonos, Mi Hermana la Luna comienza con un cuento que ya se ha narrado (en el capítulo 36 de Madre Tierra, Padre Cielo). Fiel a la tradición de los narradores, cuento este relato del nacimiento de Kiin de una manera ligeramente distinta y con un énfasis algo diferente para que sirva de base a Mi Hermana la Luna.

En muchas culturas americanas autóctonas se considera que los nombres tienen poderes especiales. A lo largo de su vida, un guerrero o cazador puede contar con varios nombres: un nombre «real», puesto por un pariente honorable o una persona a la que se respeta por sus poderes espirituales; un apodo, que se utiliza en lugar del nombre «real» para proteger al poseedor del nombre real de un ataque de maldiciones o maleficios por parte de quienes pretenden hacerle daño; un nombre «afectuoso» utilizado por los parientes y los amigos más allegados; nombres escogidos por el propio portador para celebrar una ocasión de su vida, y un nombre espiritual, que a menudo se mantiene en secreto, ganado a través de la búsqueda espiritual o el ayuno. Al igual que en Madre Tierra, Padre Cielo, en Mi Hermana la Luna los personajes cuyos pensamientos están al alcance del lector reciben nombres que se presentan en una lengua americana autóctona. Dichos nombres representan la naturaleza espiritual o el destino del personaje. En contadas ocasiones un personaje también recibe un nombre espiritual, como en el caso de Kiin (Tugidaq).

En la época de Mi Hermana la Luna, los picapedreros de las aleutianas orientales sólo producían hojas de un solo filo, aunque en otras zonas de América del Norte los picapedreros habían desarrollado las bellísimas puntas planas de dos filos, técnicamente superiores.