Espero aquí en los límites del sueño,
envuelto en sombras. El aire oscuro sabe a noche,
tan frío y vivificador, y espero a mi amor.
La luna ha blanqueado el color de su losa.
Vendrá, y entonces acecharemos este hermoso mundo,
sensibles a la oscuridad y al olor penetrante de la sangre.
Es un juego solitario, la búsqueda de la sangre,
aun así, un hombre tiene derecho a un sueño
y yo no renunciaría a él por nada en el mundo.
La luna le ha chupado la oscuridad a la noche.
Estoy entre las sombras, mirando su losa:
¿No muerta, mi amante… Oh, no muerta, mi amor?
Hoy te soñé mientras dormía y el amor
significaba más para mí que la vida, más que la sangre.
La luz del sol me buscaba, muy debajo de mi losa,
más muerto que cualquier cadáver pero aún en un sueño
hasta que desperté como el vapor en la noche
y el ocaso me obligó a salir al mundo.
Durante muchos siglos he recorrido el mundo
dando algo que se asemejaba al amor,
un beso robado, y luego de vuelta a la noche
satisfecho por la vida y por la sangre.
Y al llegar la mañana yo era sólo un sueño,
un cuerpo frío helándose bajo una losa.
Dije que no te dañaría. ¿Acaso soy la losa
que te deja presa del tiempo y del mundo?
Te ofrecí una verdad más allá de tus sueños
cuando todo lo que tú podías ofrecerme era tu amor.
Te dije que no te preocuparas y que la sangre
sabe más dulce al vuelo y ya entrada la noche.
A veces mis amantes se levantan para caminar por la noche…
A veces yacen, un cadáver frío bajo una losa,
y nunca conocen las alegrías del lecho y la sangre,
de andar entre las sombras del mundo;
así que se pudren criando gusanos. Oh mi amor,
susurraron que habías resucitado, en mi sueño.
Te he esperado junto a tu losa la mitad de la noche
pero no quieres abandonar tu sueño para buscar sangre.
Buenas noches, mi amor. Te ofrecí el mundo.