Los chicos se portaron de maravilla. No sé si Tim obligó a los otros a ordenarlo todo antes de que llegáramos, pero el autocar estaba de lo más presentable cuando Corey y yo subimos a bordo con nuestras cosas. Nada de revistas Playboy ni de calzoncillos sucios tirados por ahí. Y fue un alivio, la verdad, porque con dos nuevos pasajeros el autocar iba atestado. Aunque a ninguno nos importó lo más mínimo. La mininevera estaba repleta de refrescos, de modo que me tumbé en un sofá de piel supercómodo, abrí una lata y estuve charlando con cuatro chicos la mar de populares. Y cuando Tim y Corey empezaron a hacer manitas, nos pareció una muestra pública de afecto tan tierna que nadie dijo ni pío para no estropearles el momento.
—Bueno, Mackenzie, aún no me has contado nada de la fiesta.
Las palabras de Corey captaron el interés general al instante.
Di un trago a la Coca-Cola mientras intentaba pensar una respuesta para salir del paso.
—Mis recuerdos son un tanto confusos.
Dominic se rio.
—¿Bebiste demasiado?
—Sí, tequila. Nunca más.
Tim sonrió.
—Échale la culpa al alcohol.
Todo el mundo gimió al oír mencionar una canción de Jamie Foxx.
—La noche de ayer fue… complicada. Patrick me dijo (no me lo invento) que solo me interesan los chicos por su dinero y su posición social.
Corey se crispó, y le brillaron los ojos de rabia.
—¡Qué idiota!
—Y luego vi a Logan montándoselo con Chelsea.
No quería contar aquello. Tenía pensado guardármelo para mí. Lo que sucede en una glorieta en plena noche no debería airearse. Por otra parte, Logan y Chelsea tendrían que haber buscado un lugar más privado para darse el lote si querían mantenerlo en secreto. Esa fue la disculpa que me di a mí misma por haber largado el dato a la primera de cambio.
—¿Quién es Logan? —preguntó Tim.
Corey respondió antes de que yo pudiera hacerlo.
—Es un tío genial por el que Mackenzie está colada, aunque es demasiado cabezota para admitirlo.
—Yo no… Bueno, vale —hundí la cabeza entre las manos. ¿Por qué Corey se percataba de todo mucho antes que yo?—. Es aún peor.
Dominic, Chris y Tim intercambiaron sonrisas y se recostaron en sus asientos como si nada les complaciera más que presenciar un siniestro emocional.
—Primero empecé a beber —Corey hizo un gesto de dolor—. Sí, ya lo sé. Una pésima idea. El caso es que Logan me llevó a su casa porque saltaba a la vista que alguien tenía que sacarme de allí cuanto antes.
—Yo te habría recogido —dijo mi amigo frunciendo el ceño—. Sabes que te habría ido a buscar.
—No quería estropearos la noche —incluí a Tim en mi sonrisa—. Lo último que necesitabais era que una idiota como yo os fastidiase la cita. Da igual, el caso es que Logan me llevó a su casa.
Dominic cogió otro refresco.
—A su casa. Suena de lo más íntimo.
—No lo hizo por nada —aquella era la parte más desagradable—. Se había comprometido a conducir antes de… estoy divagando. Yo vomité y él me habló de Chelsea —interrumpí el relato, buscando detalles que apenas recordaba—. Me dijo algo de lo mucho que confía en sí misma. Y que le dejó después de un gran baile o algo así.
—¿Y cuál es el problema? —quiso saber Tim.
—Que aquello sucedió hace siglos, antes de que ella volviera a tontear con él y Logan le mirara el escote delante de mí y luego se enrollaran en la glorieta.
—Vale, ¿y qué más? —dijo Corey—. Te estás saltando algo, ¿a que sí?
—Estuvo muy mono. Me obligó a beber agua. Me prestó ropa para dormir. Y no, no miró mientras me cambiaba —proseguí, adivinando lo que Corey estaba a punto de preguntar—. Todo fue genial. Me reveló un secreto o algo así antes de que me quedara dormida.
—¿Qué secreto? —preguntó Chris con interés renovado. Luego se puso a la defensiva cuando todo el mundo lo miró mal—. ¿Qué? Quiero saber qué secreto le contó.
—No era un secreto, en realidad. Dijo algo de que le había molestado cómo había mirado a Patrick en cierta ocasión.
La mano de Corey se tensó cuando apretó despacio la de Tim, emocionado.
—¿Eso dijo?
—Sí, más o menos. Luego comentó que él y yo éramos amigos y yo pensé: Bueno, no es exactamente lo que a mí me gustaría, pero podría ser peor. Y todo fue bien entre nosotros hasta que salió a la luz el verdadero secreto. Por lo que parece, amenazó a Alex Thompson a mis espaldas.
Noté que la indignación volvía a apoderarse de mí.
—Un momento, ¿quién es Alex? —quiso saber Tim.
—Un capullo que empujó a Mackenzie.
—Ah —procesó la información—. ¿Y por qué te molesta que Logan lo amenazase?
—¡Porque no me pidió permiso! No necesito que nadie se ponga en plan machito para protegerme.
—Espera un segundo —me interrumpió Corey—. ¿Desde cuándo la gente tiene que pedirte permiso para ayudarte? Quería que Alex te dejara en paz y lo consiguió.
—¡Yo lo conseguí!
—Y eso hiere tu orgullo. Ese es el problema, ¿no?
—Bueno —tenía que pensarlo mejor—. Puede que sí.
—Ahora te haré yo una pregunta: ¿y si yo hubiera estado en tu lugar?
—¿A qué te refieres?
—¿Y si yo te hubiera dicho que Alex me empujaba en el vestuario de los chicos haciendo bromas sobre los gays para molestarme? ¿Qué habrías hecho?
Cerré los puños y noté cómo la rabia se apoderaba de mí.
—¿De verdad ha hecho eso, Corey? ¿Lo has denunciado al director Taylor?
—El bueno de Taylor, cuya vida gira en torno a los acontecimientos deportivos, no movería ni un dedo si con eso ponía en peligro a su mejor placador.
Un deje de amargura teñía su voz.
—Yo… yo, maldición, le daría un puñetazo —me miré los puños cerrados—. Él me machacaría, pero valdría la pena.
—Qué curioso, ¿no? No has dicho nada de pedirme permiso primero.
—Es completamente distinto —protesté.
—Pues no sé por qué. Tienes ganas de atizarle, pero eso no significa que me tomes por un blandengue. Significa que eres mi mejor amiga y que él es descaradamente homófobo. Cuando piensas que un amigo te necesita, no siempre discurres con claridad —me sonrió—. Si le atizaras, tendríamos que recoger tus pedazos del suelo de la cafetería.
—¡Eh! —exclamé a la defensiva—. Sé ocuparme de mí misma.
—Lo que quiero decir es que tal vez no te gusten sus métodos, pero lo que hizo Logan funcionó. Y como amigo tuyo que soy, me alegro de que lo hiciera. Ojalá se me hubiera ocurrido a mí, la verdad.
—Corey, eso no es lo que importa ahora. ¿Te ha dejado en paz?
Sonrió.
—Mira, ya me he ocupado yo de eso, no hace falta que le atices con un libro, ¿vale? Cuando Taylor pasó de mí, presenté una queja al orientador del centro. Convocaron a todo el mundo para mantener una «conversación» —su sonrisa rebosaba humor—. Mis padres se presentaron con el eslogan «¿Qué parte de la palabra igualdad no entiendes?» estampado en sus camisetas, incluida la bandera del arcoíris. Me considero muy afortunado de disfrutar de tanto apoyo. Mucha gente carece de él —adoptó una expresión seria—. Solo espero que no la tomara contigo para vengarse de mí.
Me reí.
—No, estoy segura de que me basto y me sobro para inspirarle odio. Ojalá me lo hubieras contado antes.
Recuperó la sonrisa.
—No quería que hicieras ninguna tontería. Y bien, ¿qué pasó después de tu rabieta?
—Yo no tengo rabietas —dije en plan repelente—. Mantengo discusiones acaloradas.
—Muy bien. ¿Qué pasó luego?
Era muy raro tener que hacer tantos esfuerzos para recordar lo sucedido hacía apenas unas horas. Le eché la culpa al tequila.
—Intenté poner límites o algo así. Fue… extraño. Da igual, acabé dejando el trabajo y sacándolo de sus casillas —me encogí de hombros, como si no me importase lo que Logan pensara de mí, aunque, como es evidente, me importaba mucho—. Tal vez le dijera algo de que Chelsea y él eran perfectos el uno para el otro. Tendrías que haber estado allí —me quedé mirando a los chicos del grupo, que me contemplaban con incredulidad—. ¿Qué?
—Esto es mejor que la tele por cable —sentenció Chris.
Dominic negó con la cabeza.
—Es como un accidente de carretera. No puedes desviar la vista.
—¡No soy tan mala! —insistí. Me volví hacia Corey buscando confirmación—. ¿Verdad?
—Eres peor. ¿Por qué no le clavaste un lápiz del número dos, ya puestos?
Me quedé mirando a Corey en estado de absoluta confusión. Entiendo los libros y sigo bien las conferencias, pero con la gente de carne y hueso… Bueno, ojalá vinieran con tarjetas de estudio y traducciones incorporadas.
—¿De qué estás hablando?
—Le gustas. O al menos le gustabas.
Corey se volvió hacia los otros tres buscando consenso.
—Sí.
—Parece que a ese chico le molas.
—Está claro.
Imaginaos hasta qué punto era extraña mi vida que tener delante a un tribunal formado por tres estrellas de rock que estaban juzgando mi vida amorosa me parecía lo más normal del mundo.
—Ni hablar.
Corey negó con la cabeza.
—Piénsalo.
Y lo hice. Me acomodé en el mullido sofá de piel mientras los chicos seguían hablando entre ellos y pensé en Logan Beckett. Aquella vez me imaginé que yo era un observador imparcial, un científico intentando catalogar el comportamiento amoroso de los varones adolescentes.
La imparcialidad no me sirvió de mucho cuando recordé cómo había evitado conversar conmigo, se había sentado junto a Jane y la había escuchado con interés. Me encogí de hombros mentalmente. Por lo que yo sabía, a lo mejor era Jane la que le interesaba. O quizás solo fuera un chico simpático que tenía un don natural para hacer amigos. Nada de todo aquello implicaba que estuviese por mí.
Sin embargo, recordando la semicita del centro comercial, aquel día que nos persiguieron los paparazzi, pensé que Corey quizás tuviera algo de razón. El modo en que me había sonreído por encima del pollo kung pao antes de hablarme de su dislexia podía significar cualquier cosa. Pero combinado con todo lo demás…
—¡Oh, mierda!
Corey asintió.
—Eso pienso yo.
Me dejaron meditar en silencio lo tonta que había sido al no advertir que Logan, el más popular de los populares, estaba interesado en mí como algo más que una profesora particular.
Y ahora tenía que pensar el modo de arreglar las cosas.