A mi hijo Marco, porque me unes a la vida, porque cada vez que te veo sonreír entiendo por qué se le tiene miedo a morir.
A Jorge, por descapotar siempre que hace sol, por hacer el payaso hasta hacerme llorar de risa, por haberme puesto mercromina donde más dolía, por convertir los amaneceres en milagros. Por convertirme en ratón y seguir siendo princesa…
Gracias a mi madre, por dejar que me equivoque y así permitirme escoger mi camino. Aunque no me entiendas. Gracias, mamá…
A mi padre, por haberme regalado la fortaleza y este carácter tan García que tantas veces me ha hecho seguir adelante, gracias, papá, estés donde estés sé que me miras y sonríes. Me gustaría que estuvieses aquí…
A mi familia, porque sin ser perfecta no imagino otra mejor…
A mis amigos, a los que me quieren, a esos que siempre han tenido una mano dispuesta cuando me ha hecho falta levantarme, vosotros sabéis quiénes sois porque además de reír también me habéis visto llorar… os amo.
A Ana Cz, porque a tanto talento le falta poco para ver la luz. Te aseguro que ahí fuera hay un hombre deseando encontrarte.
A Màxim Huerta, por no dudar ni un segundo de mí y poner la primera piedra sin esconder la mano.
A Cristina Horrillo, esa mami prestada, gracias por acunarme, por reñirme, por tener siempre un hueco y una sonrisa para mí.
A Nuria Roca y Juan del Val por estar siempre dispuestos a echar una mano y tener ese gin-tónic gourmet pendiente.
A todos aquellos que formamos la pandilla tuitera, a las Milanísimas, a todos los que sin conocerme me regalan sonrisas…
A Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, David Summers, Ricardo Arjona y Rosana, por ser la banda sonora de mi vida y darme forma cuando aún no la tenía…
A las doctoras Mar Mira y Sofía Cueto por cuidar de mi piel entre risas y ternura.
A todos los que habéis colaborado en este libro, por no dudarlo ni un segundo, por dedicarme vuestro tiempo y vuestro humor. Os debo una.
A la vida, por tratarme tan bien.