No sería justo que terminara este libro sin dar yo misma alguna receta. Si hay un plato que yo identifico con la felicidad más absoluta son los spaghetti bolognesa acompañados de una ensalada de pepinos. Así de sencillo. Pero es que mi salsa bolognesa no es cualquier salsa, y esto no lo digo yo, lo dicen todos mis amigos, y en especial mi chico, al que le podría pedir un bolso de Louis Vuitton a cambio de hacérsela (de ahí mi amplia colección de bolsos). Es una receta sencilla y quiero que sepas que es la primera vez que la doy, jamás he consentido, a pesar de ruegos y súplicas, dársela a nadie, pero al principio de este libro te prometí que tendrías un sitio preferente en esta reunión de amigos, así que ahí va…
—500 g de carne de cerdo picada
—500 g de carne de ternera picada
—tres cebollas
—un diente de ajo
—vino blanco
—un kg de tomate frito Orlando
—¼ de ketchup Heinz
—sal
—pimienta
—orégano
En una olla pones la cebolla picada y dejas que se dore, un poco antes le añades el diente de ajo muy picado. Después añades las carnes picadas y rehogas hasta que esté hecho, le añades sal, pimienta y orégano, rehogas unas vueltas más y le añades un chorrito de vino blanco, rehoga hasta que el vino se haya consumido y le añades el tomate y el ketchup, le das un par de vueltas, lo dejas quince minutos a fuego muy lento con la olla tapada y removiendo de vez en cuando y, voilà!, a comer…
Y claro… ahora me dirás: muy bien, pues ya ves tú… ¿¿¿un plato de pasta es lo único que vas a ofrecerme??? Y la respuesta es: no.
También le he pedido a alguien a quien quiero mucho, mucho, mucho, que os regale un secreto de familia, de mi familia…
Mi hermana Maribel es mi primer recuerdo de vida, es mi hermana mayor, quien me peinaba, quien me bañaba, quien jugaba conmigo, quien me paseaba, dormía a su lado y creo recordar que pasé meses metiéndome en su cama por las noches porque vi por la tele la película del «fantasma de la ópera» y tal fue mi ataque de miedo que durante meses no me separé de su lado.
Cuando yo era pequeña, mi hermana usaba una colonia que a día de hoy aún existe y que se llamaba Eau Jeune, un bote verde que olía a limón y hierbabuena, yo se la robaba a escondidas y cada día me ponía un poco, ahora sé que ella lo sabía…
Mucho de lo que soy y también de lo que no soy se lo debo a ella, a todo el amor que invirtió en mí. A tantas risas que hemos pasado juntas. A tanto como la admiro, por ser fuerte, valiente, sabia y bella. Mi tata…