Y, de repente, despiertas. ÉL sigue ahí… hemos llegado a la MAÑANA SIGUIENTE.
Antes de nada, te recomiendo que pases clandestinamente por «chapa y pintura». De forma ligera… pero no dejes de hacerlo.
Da igual que todo haya ido bien, regular… o incluso que haya sido un desastre: tu aspecto ha de seguir siendo el mejor de los posibles. Escápate al baño mientras él sigue inconsciente, lávate los dientes, ponte un poco de colorete (nada de rímel, pintalabios, base de maquillaje, quitaojeras o laca), quítate las legañas, hazte una coleta, ponte un poco de perfume… y deslízate de nuevo entre las sábanas. Ahora sí, ya puedes dar por inaugurada La Mañana Siguiente. Como nueva.
En este punto, son tres las posibilidades a considerar:
OPCIÓN 1
Te gusta, todo ha ido incluso mejor de lo que esperabas… pero… él se marcha de tu casa con la excusa de que tiene un partido de futbito de solteros contra casados en su urbanización a primera hora, o que han recibido en el hospital el riñón que esperaba y ha de acudir urgentemente allí para ser trasplantado.
Sí, puede que esté escapando, asúmelo. En el caso de la excusa del riñón, asúmelo y apláudele el ingenio. Aprovecha que puedes dormir a pierna suelta cargada de endorfinas, y bien entrada la mañana prepárate un desayuno reponedor para ti sola, SÍ, TÚ SOLA. Relájate y disfruta. No le llames, no le envíes mensajes preguntándole qué tal el partido, o si el riñón era de su talla. Espera. Quizá ÉL pase a ser… simplemente él.
Si todo va bien y no hay rechazo (en el caso del riñón, espera veinticuatro horas), en poco tiempo habrá dado señales de vida.
Desayuno 1
Desayuno «continental» reponedor: tostadas con aceite, tomate y jabugo, zumo de naranja, fruta fresca, café con leche y una detallada y pausada lectura del periódico. Todo esto, si tienes opción, hazlo al solecito del balcón o la terraza… Tienes todo el tiempo del mundo para ti… y nadie te va a robar el autodefinido del domingo. Disfruta.
OPCIÓN 2
Te gusta y… se queda… Y el desayuno pasa a ser preámbulo de algo más. La mañana siguiente, por obra y gracia de un oportuno y sugerente «¿te apetece un café…?», se convierte en vuestra primera mañana juntos… y quizá vuestro primer mediodía juntos… vuestra primera tarde juntos…
A más de uno que yo conozco le gustaría desayunar al lado de Raquel Sánchez Silva, aunque no conozco a tantos que podrían estar a la altura de hacerlo. Raquel es poderosa, una de esas mujeres que hacen temblar la acera a su paso, pero es tierna y frágil y dulce, supongo que en eso consiste su poder. Porque cuando ella entra, nadie quiere salir… ¿Un café?