Y que te sigo encontrando guapísimo… Y que ese bastón te sienta fenomenal…

Y desde aquel «cuelga tú… no… tú» han pasado más de cincuenta años… Y parece que fue ayer (si has estado en coma, efectivamente, para ti, fue ayer…) cuando te dijo «buenos días, princesa» por primera vez al oído (ahora ha de gritar un poco más, cosas de la osteoporosis), toda una vida sujetándote la mano en el cine, y cuidando de tu corazón más que del suyo propio…

Si has tenido la suerte de superar con éxito todas las fases anteriores y él ha tenido la deferencia de mantenerse con vida hasta la avanzada edad que compartís, te doy mi más sincera enhorabuena. Sigue disfrutando, sigue riéndote, sobre todo, de todo, con todos… y, sobre todo, no pierdas la capacidad de reírte a mandíbula batiente de ti misma. Es lo que más vas a disfrutar, con diferencia.

Mientras aún somos jóvenes damos por hecho que la gente mayor ya no tiene interés por los sentimientos románticos, como si fuesen patrimonio de la juventud. Si vuelven a interesarse por alguien pensamos que lo hacen simplemente para no estar solos, pasando por alto el amor y el deseo, como si hubiesen perdido la capacidad de sentir…

En algún sitio escuché a una abuelita que rebatía este argumento diciendo que la piel sigue siendo la misma para una persona de ochenta años que para una de veinte… y que las caricias y los besos se sienten igual, por arrugada que estés… Y tenía toda la razón.

Nunca dejamos de necesitar que nos toquen, que nos mimen… que nos quieran. Nunca.

Yo espero seguir emocionándome a los ochenta viendo Los puentes de Madison, y espero, por favor, que sigan fabricando el helado de vainilla con cookies, porque de no llegar acompañada a la vejez, quiero seguir conservando la capacidad de enamorarme… y ya puestos a pedir, quiero poder seguir contándoselo a mis amigas sin necesidad de una médium.

Si has llegado hasta aquí con ÉL, has conseguido una de las cosas más difíciles que se nos presentan en la vida: has conseguido conectar con otra persona a un nivel profundo. Da lo mismo las broncas que hayáis tenido (algunas épicas, seguro), las veces que las cosas no han salido como esperabas… algunas veces para bien, todas las veces que se ofreció a prepararte «algo especial» y tuviste que fingir que te encantaba quella pasta indescriptible que él sigue llamando musaka, para consternación del mundo griego.

Todo eso pesa menos que la extraña y reconfortante sensación de seguir sintiendo cómo se te eriza la piel de la nuca cada vez que clava la mirada más transparente de la fiesta en tu mirada y te dice al oído «te quiero…».

RECETAS PARA SEGUIR DISFRUTANDO A DOS, A CUALQUIER EDAD.

Todas las recetas anteriores pasadas por la batidora.