ANEXO 1 AL CAPÍTULO VIII

EL PEQUEÑO ESCRITOR ROJO[110]

Mao Zedong, que en 1930 escribió un panfleto titulado Contra el culto al libro, ha dado origen, ahora, al culto más obnubilante a un libro que se ha apoderado de una civilización tras el Corán.

El libro rojo, recitado, comentado, exhibido por millones de chinos, utilizado como breviario indefinidamente leído, ha sido, además, este año, un best-seller en Francia. Las razones políticas de este éxito están claras. En Francia son muchos los lectores (por no decir los electores) que piensan que Estados Unidos es el único país que se beneficia de la coexistencia pacífica y que el tránsito mundial al socialismo no se hará en ninguna parte sin revolución violenta.

Sin embargo, ¿cuál es el valor intelectual, cuál es el contenido filosófico de este libro considerado como la “versión china” del marxismo-leninismo?

De hecho, para saber si Mao tiene un pensamiento original es mejor remitirse a textos íntegros que limitarse al Pequeño Libro rojo. Éste es un catecismo, capital como documento histórico, pero compuesto por citas vagamente agrupadas por temas, aunque sin orden cronológico ni lógico. No invita al lector a la reflexión.

Su tenor es el de un marxismo-leninismo enormemente conciso, esmaltado con una serie de consejos morales de carácter prudhommesco como “Se progresa cuando se es modesto”, “Lo difícil es actuar bien toda la vida”, o de perogrulladas como “Un ejército sin cultura es un ejército ignorante” o “Un examen unilateral consiste en no saber ver las cuestiones bajo todos sus aspectos”.

El examen multilateral de los textos completos muestra, por su parte, que Mao no es un teórico o al menos no es un inventor. Los escasos escritos teóricos, “A propósito de la táctica”, “A propósito de la contradicción”, se limitan a vulgarizar y a simplificar Materialismo y empirocritismo de Lenin. Son, además, como todos sus textos, escritos de circunstancias, de combate, destinados a vehicular una presión política determinada sobre tal tendencia concreta en el seno o fuera del PC chino. De hecho, una vez que la adopta para siempre, Mao no reflexiona jamás sobre la ideología leninista-estalinista como tal. Cuando parece que hace ideología, en realidad lo que está haciendo es táctica.

Pero como todos los comunistas, reviste de fraseología abstracta el menor detalle. ¿Hay que lograr, en 1929, que el Ejército Rojo, que en ese momento se encuentra en reposo, no acuda a las ciudades a divertirse sino que se quede en el campo donde es más útil? Mao redacta una resolución: “Eliminación de las ideas erróneas en el partido”. Entre las ideas erróneas se encuentra, junto al “subjetivismo” y las “supervivencias del golpismo”, el “individualismo”, cuyo componente principal es el “gusto por el placer” que se manifiesta fundamentalmente en el fenómeno de que “nuestras tropas se dirigen a las grandes ciudades”.

Incluso la teoría de las Cien Flores, por muy… florida que sea su formulación, no es una auténtica teoría. Estaba destinada, en 1957, a calmar a los que exigían más discusión y libertad en el partido e invocaban los sucesos de Hungría para condenar el autoritarismo. Mao aprueba la represión del levantamiento de Budapest. Hace concesiones retóricas a los descontentos para, inmediatamente después, reprenderles aplicando invariablemente el mismo razonamiento ortodoxo.

En el discurso en el que habla de las Cien Flores, titulado “De la justa solución de las contradicciones en el seno del pueblo” (1957), lo mismo que en textos más antiguos como “De la dictadura democrática popular” (1949) o “Contra el estilo estereotipado en el Partido” (1942), el razonamiento es siempre el siguiente: en el seno del partido, la discusión es libre; pero en la práctica, las objeciones contra el partido provienen de dos fuentes: los adversarios de la Revolución, que no deben tener derecho a expresarse, y los partidarios sinceros de la Revolución, que jamás están realmente en desacuerdo con el partido. Así que, los métodos autoritarios son el “centralismo democrático”, totalmente legítimo, y, en el pueblo, “la libertad es correlativa a la disciplina”.

Encontramos el mismo esquema en filosofía. ¿Se puede criticar el marxismo? Claro, porque “el marxismo no teme la crítica”, “si pudiera ser rebatido por la crítica, no serviría para nada”. Puesto que es invulnerable, toda discusión es vana. ¿Para qué, pues, molestarse?

En arte y en literatura también las Cien Flores pueden desarrollarse intelectualmente, pero como es importante no dejar que las “hierbas venenosas” se mezclen con “las flores olorosas”, Mao desemboca enseguida en un dirigismo cultural idéntico al de Jdanov. La idea de un “ejército cultural” es muy vieja en Mao. Pero en esto tampoco es innovador: la cultura es siempre reflejo de la realidad política y social. Una vez llevada a cabo la revolución económica, hay que alinear a ella a la cultura. Este punto de vista es conforme al leninismo militante sin la más mínima variante personal.

Entendámonos: no pretendo hacer ningún juicio político sobre China, y hasta quizá, quién sabe, puede que sea “chino”. Pero el estudio de los textos obliga a decir que, filosóficamente, no hay “versión china” del marxismo, no hay maoísmo[111].