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La noticia de la muerte brutal de fray Anselmo fue anunciada a la comunidad por el prior a la mañana siguiente, después del oficio de laudes. A fin de evitar un desastroso efecto de pánico, el superior había pasado la noche investigando las causas de la muerte en compañía del hermano enfermero. Una conclusión se había impuesto: el desdichado fraile había muerto como consecuencia de la ingestión de un violento veneno. Pacientemente, los dos monjes habían conseguido reconstruir la posible secuencia de los hechos. El amnésico no les fue de ninguna ayuda. Tras haber advertido al prior, había caído en un estado de postración total del que no había salido.

A partir de numerosos indicios materiales, los dos monjes consiguieron elaborar una hipótesis que podía explicar la muerte del monje: después de completas, este había ido a la cocina, contigua al refectorio. Se había bebido una copa de vino caliente mezclado con hierbas medicinales que estaba destinada al amnésico y que el enfermero preparaba todas las noches después del oficio. Esa noche, fray Gasparo había sido avisado para que fuera urgentemente a ver a un fraile que sufría violentos retortijones. Había dejado la bandeja en la cocina con el brebaje todavía caliente. Por una razón desconocida, fray Anselmo había visto la copa de vino y se la había bebido. Pero, entretanto, alguien había vertido en ella un poderoso veneno. El monje se había dado cuenta enseguida de que se había envenenado. Había ido a toda prisa a la enfermería con la esperanza de encontrar un remedio.

Desgraciadamente, no tuvo tiempo y murió ante los ojos del amnésico, que acababa de llegar a la enfermería procedente del taller de pintura. Su grito era lo que había alertado al prior.

Si bien esta hipótesis permitía comprender el encadenamiento de los hechos y se basaba en indicios precisos, dejaba sin respuesta la pregunta esencial: ¿quién había puesto el veneno en la copa de vino destinada al amnésico? Pues lo que aparecía como más probable a los ojos de los dos monjes era que alguien había intentado asesinar otra vez al desconocido. Según esta hipótesis, fray Anselmo había sido víctima de su glotonería.

Tampoco en este caso la explicación logró convencer a todos los frailes. Unos pensaban que aquello era obra del Maligno; otros, que lo era del amnésico, lo cual tenía la ventaja de ofrecer un culpable ideal.

La hipótesis del prior presentaba, a ojos de la comunidad, un inconveniente mayor: una tercera persona había echado el veneno. Y dado que la clausura del monasterio había permanecido absolutamente cerrada desde el primer crimen, una terrible conclusión se imponía: el asesino era uno de los monjes de la comunidad.